Historias livianas: la sal de las lágrimas
Si está roto no levantes los pedazos
La habitación permanece semioscura en medio del bochorno de la mañana. Débiles rayos de luz se cuelan por entre los trozos de madera y piezas de cartón que arman el rancho. Se riegan despacio y se detienen a jugar con el polvo. En un rincón, cerca de la cama baja que alberga cuatro cuerpos abandonados al sueño, Esmeralda termina de llenar la bacinilla; contiene y deja salir, midiendo la capacidad del recipiente colmado de heces y orina. Al tiempo que ejercita los músculos de su vagina la hediondez inunda el cuarto.
En la cama los cuerpos cambian de posición. Esmeralda seca los restos de orina de entre sus piernas con el ruedo del pijama. Se acerca al pequeño espejo colgado en la ventana tapiada; revisa su rostro y limpia las comisuras de labios y ojos. Organiza su cabello en una moña y se echa sobre los hombros las hilachas de una prenda que en otro tiempo fue un chal. Camina hacia la puerta, equilibra el peso de la bacinilla para evitar regar su contenido sobre el piso de tierra. Retira la tranca de madera que los preserva de abusos a deshoras, y enfrenta el día. La recibe una ráfaga de aire frío que se cuela veloz al cuartucho. Recoge las hilachas sobres su pecho e inicia el recorrido.
La invasión despierta doliente a los ruidos urbanos. Un niño llora cerca, llegan hasta ella los arrullos de una madre joven, afanada en prolongarle la noche a su hijo.
Niño mio
que duermes donde sólo hay llanto
deja que la noche extienda su manto
cuelga de bombilla la risa olvidada
para que ilumine este viejo rancho.
Duérmete mi niño
deja que te abrace
meceré tu cuerpo para que descanses
con mi dulce canto cerca de tu oído
espantaré el frío, el dolor y el hambre.
El estómago de Esmeralda le recuerda que ayuna hace dos días. No hay arrullo que espante esa pena. La cienaga recolectora de inmundicias, un cuerpo de agua que circunda la invasión, se encuentra al doblar la esquina. Antes de llegar sale a su encuentro Alfredo, el reciclador que compra cada polvo a $2.000. Esmeralda piensa en el pan, en el "aguapanela" y en los cuatro cuerpos hambrientos, alimentados la noche anterior con mendrugos recogidos en los contenedores de basuras. Se interna con Alfredo en el pasaje estrecho que forman dos casas. Tiene cuidado de ubicar la bacinilla a un costado y se extiende sobre la tierra húmeda.
Alfredo le cubre la cara con la falda del pijama y la envuelve en un mar de olores y recuerdos atosigantes. Esmeralda se interna en el vacío. Alfredo es una mancha borrosa susurrando para sí palabras más impetuosas que su miembro: "más adentro". Esmeralda añora llegue el invierno a descargar los días y las noches del calor sofocante y la hediondez irrespirable. "Más adentro". Los jadeos de Alfredo mueren contra el frío de Esmeralda. "Más adentro". Los habitantes de las casas contiguas dan golpes contra las paredes. "Más adentro". Con más deseo que acto, Alfredo hace un último esfuerzo, embiste a Esmeralda de tal modo que pierde el control sobre su cuerpo, una de sus piernas empuja la bacinilla y vierte su contenido con violencia. Se retira rápidamente, asqueado, le da la espalda sin pronunciar palabras. Ante el reclamo por el trato incumplido saca de sus bolsillos un billete de $2.000 que arroja sobre los excrementos. Esmeralda recoge el billete, lo sacude un poco, toma la bacinilla y da marcha atrás. Vuelve a casa.
¡Libertad... para pensar!
Esta triste historia no tiene nada de liviana.
ResponderBorrarEduardo Rodriguez Gracias por acompañarnos. Saludos
BorrarEstremecedor +María Eugenia Marínez Garcés , realmente estremecedor
ResponderBorrarGracias, Juan, por sumarte
BorrarHola Maria eugenia ¡Que relato! has hecho como siempre, empezando suave has ido golpeando la conciencia a base de pura realidad, para acabar el relato agarrado a la silla, esperando no caerrme.
ResponderBorrarSaludos
Qué hermosa presentación, Antonio, pues veras, este relato me ha dejado igual que a ti una sensación de incertidumbre. Gracias
BorrarLa primera foto me ha transmitido muchisimo es tuya ? Estupendo post
ResponderBorrarNo, de fotógrafa tengo poco; pero esa imagen surtió en mí el mismo efecto. Gracias por pasarte. Saludos.
BorrarUn relato enternecedor y realista.
ResponderBorrarGracias, Lumy por sumarte
BorrarExcelente relato, una historia conmovedora, inquietante, pero que es la realidad de algunos desafortunados que sobreviven en este mundo como pueden. Lastima tanta desigualdad. Un abrazo amiga..
ResponderBorrarMuchas gracias, Soledad por visitarnos y compartir la historia. Abrazos
BorrarComo tantas veces me dejas estremecida y muda, gracias María Eugenia, tus historias tienen un valor que multiplica su factura por su significado, genial, besos.
ResponderBorrarMuchas gracias por tus palabras, Alfmega
BorrarExcelente esta obra literaria con gran mensaje social, tiene gran valor y calidad realmente muy bien representada, prosa, poema e imagen visual arrasando, en un clima que nos hace sucumbir la profundidad de la naturaleza humana, un gran abrazo querida María Eugenia.
ResponderBorrarHola., Graciela. Siempre me tocas con tus palabras. Tienes la particularidad de sintetizar el texto y algo de sus intenciones con la prosa adecuada. Gracias por compartirme tus impresiones. Abrazos
BorrarPrecioso. Excelente para comprender el mundo menos adinerado. Te felicito
ResponderBorrarBienvenida, Justa:
BorrarGracias por tu comentario. ¡Feliz día!
Precioso. Excelente para comprender el mundo menos adinerado. Te felicito
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