Mercedes Ibáñez Rosazza (1942)

Mercedes Ibáñez Rosazza, escritora peruana

Nació en Lima en 1942, pero residió desde muy pequeña en  Trujillo. Integrante del Grupo Trilce, es hermana del poeta Manuel Ibáñez Rosazza.  Hizo estudios en la Universidad Nacional de Trujillo y también en México.  Ejerció la docencia como profesora de Educación Especial. 

Mercedes Ibañez Rosazza es una poeta cuya inspiración proviene de diversas fuentes y experiencias a lo largo de su vida. Desde su infancia, su tía Esperanza le introdujo en el mundo de la poesía modernista, recitándole poemas mientras realizaban tareas cotidianas como regar las plantas o escoger el arroz. En su educación secundaria, el profesor de arte Don Max Díaz le enseñó sobre la correlación entre el punto y la línea, mientras que en la Universidad de Trujillo el Dr. González Villaverde le presentó la trilogía estética y existencial de Tagore, Mistral y Lorca.

A lo largo de su vida, Mercedes ha sido influenciada por varios triángulos estéticos y existenciales, como el formado por Baudelaire, Mallarmé y Rimbaud, o el de Vallejo, Neruda y Sor Juana. Estos referentes literarios se combinaron en su mente para formar esculturas estéticas, discutidas con amigos del Grupo Trilce en cafés de Trujillo y Lima, donde se debatían temas como la posguerra en la poesía y lo sublime.

Otras influencias en su poesía incluyen la lírica de Pound, T.S. Eliot, Proust y Whitman, así como la poesía china del Libro de cambios o I Ching. Reconoce también la influencia de Bach por su sentido del orden, de Espronceda por su dominio de la métrica, y de Pedro Salinas por su habilidad para sublimar el despecho en sus palabras. Además, menciona a Mercedes Sosa como una influencia que le inspira a romper con las convenciones, y a José María Arguedas por su autenticidad y expresividad.

De donde vino la noche 

De donde vino la noche vino la mariposa 
aleteando ciega contra el frío cristal, 
y la llamada telefónica anunció 
la embolia de la patada inerte 
yaciendo desnudo tú en una cama de hospital limeño, 
amarrado a tu pulmón agujereado como pájaro herido, 
escuchando el zumbido de la oquedad intensiva 
y el coágulo tomando aposento en el medio del canto.
Despacio y aleteando levemente se ha quedado 
el tiempo afuera de la reja, 
sin el correspondiente carné de identidad, 
romo como un azadón que ha caído mucho, 
como un pelícano que se sorprende 
en la vereda, oscilando entre norte y sur, 
escalonando el tiempo, trajinando 
la espuela de gallo doblado, 
trajinando tan adentro, en el lugar salobre 
y casi perdido náufrago interior.
Hay una distancia enorme entre la reja 
y los ojos descendidos, un humo interminable, 
una sangre perenne y enclaustrada en el surco. 
Hay algo que se llama fuerza cuya ausencia envuelve 
esquivamente. 
No, es número equivocado del páramo ecuatorial 
a las estrellas, en la agarradura del momento. 
La sangre jugándole truquitos verdiazules 
al muchachón de origen italiano 
que se mete las manos al bolsillo 
detenido bajo el umbral materno. 
Por un lado el mal ubicado escalafón, por otro 
el productor de las hortensias. Arriba, 
una luna escoltando los días de doblez. 
Alcanzando el orégano y la ipecacuana, 
el cárdamo, la alhucema y la sal, 
el minúsculo hueso del cuy girando contra-reloj 
en el vasito y el alcohol que no se termina 
de evaporar. 
Atragantada la desmesurada gota 
salobre y rota como un sinsabor. 
Roída la tijera y la silla coja deslumbrada 
y el cántaro de dibujo escalonado que no se termina de llenar. 
Agua para la boca y para los cascos 
y para la vigilancia de las horas, 
Ojos para el pelo ensortijado y dominado 
por la brillantina. Fijos los minutos 
de la hora del duro transparente movimiento. 
Mira tu mano a milímetro digital a pocos, 
a abrumación, a guitarra modesta, a nota de yaraví, 
a dulce diapasón memorizado a tientas en el callo cebollino. 
Estás allí con esa tu letanía del no te preocupes 
mechijuán y deja de pelar las papas que las cosas 
no salen como una las quiere, cállate y mira 
lo tornasol del viento en la ventana 
o en el talón donde ya una pequeña herida
 te detiene y te sirve de obstáculo. 
Todos nos hemos equivocado al ver la fronda mansichera, 
los gusanos peludos y grotescos 
que se volvían fragantes mariposas, 
y el medio azul agreste fue pesadilla si uno pasaba 
de noche desprovisto del bullangerío y las linternas. 
Pasos en el pasillo inerme y cáustico zigzagueando 
en el acero inoxidable. Hormigueo de guardia 
en la etiqueta, una pizca de hora de visita, 
una gota bajando por la mesa y el sigilo de lo que se ve. 
La espera siempre es larga en el cerebro, 
carreteras andinas con sus surcos de nieve, 
y, en esta morada, un cóndor dormitando el pánico sideral. 
Cambia de posición para que el colchón plástico 
deje pasar el aire bajo tierra. 
El surco es removido para que cultive con más fuerza.
Los viajes no acaban 
en el río. Hay un dulce recuerdo que no cesa 
de parpadear memorias y visitas. 
La hoja se acreciente, se abre y se respira 
un viaje hasta  las vigas. Sin el momento 
exacto la llamada se redondea estrecha 
con un parto en comienzo.  
A tientas, ahorcajadas, con cintas y con gallos, 
pidiendo una cesárea por teléfono. 
Afuera, la mariposa desde afuera, a duras penas retratada, 
en el cristal ardiente, de tanta transparencia atravesado. 
El canto es un lamento vigilante 
de pie plantado en el costado viejo. 
Un aleteo de zumbido próximo, un esperar lo fuerte 
de lo débil, y el momento de sol para 
ese espacio que se abarca y se estrecha en su latir. 

Tomado de: De donde vino la noche. Ediciones Grupo  "Trilce" Trujillo-1990. 


Canción promisoria

Como todas las cartas

que se escriben,

sin miedo,

saldrán estas palabras

urgentemente mías.

Afilé mi espíritu,

lo hundí en la tierra

de los años.

Me gira en el cerebro

un mapa sacudido

de presencias.

Avanza el viento empapado

de lluvia.


Conversamos,

hablan tus ideas,

digo mis ilusiones,

este es un día

más

sobre la tierra

para todos nosotros.

Las campanas

tienen su propio

alfabeto.

Como un sueño

es la muerte de los peces

caídos

en la red.


Algún día todo será

nuevo.

Las palabras.

La estación interior

de cada uno.

Las cartas.

El amor.

Tomado de Explicación de los días" (1964)


Metáfora 

Cuánta naftalina y polilla 

conviviendo juntas en el mismo 

ropero. 


Recuerdo sus colgadores 

con piezas identificables y 

las otras que sucumbieron sin 

oficio ni beneficio. 


Se camina a tientas al comienzo, 

por temor al desbarato, 

más tarde se siente 

el hierro galvanizado de 

las paredes 

y los orificios por donde 

la luz se  filtra. 


Telarañas y moho. 

Audacia y maravilla. 

En ese aposento el viejo uno 

se puede voltear en nuevo uno. 


Membrillos y amatistas. 

Sedas y gabardinas. 


A mis ojos que tardaron 

en acostumbrarse, 

les crecen alas 

y tijeras. 


Cansancio 

Se dice hace mucho tiempo 

que trabajar cansa, 

los que lo dicen trabajan, 

los que se cansan son ellos. 


El que no tiene 

empleo, 

mira al cansancio

como un estanque 

al que un guijarro 

sólo hace marcas 

leves. 


El cansancio es 

una mueca 

inesperada 

que el agua 

trae y lleva. 


Superficie

de conflicto 

a tiempo completo. 

Tiempo ruin. 


¡Libertad... para pensar!

Comentarios

  1. Soy Andres de Mexico. Hola Mercedes, al fin te encontre. Busca mis datos en la cuenta de la madereria. Te encuentras bien? Saludos.

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  2. Mi correo es muy sencillo. Escribe primero mi apellido, despues un - y luego mi nombre @hotmail.com. Todo escrito junto, sin espacios. s????-a?????@hotmail.com. Saludos.

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  3. Oh, perdon me equivoque, Entre apellido y nombre va un _ y no como te dije antes de un -.
    Espero tus noticias.

    ResponderBorrar

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