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Mostrando las entradas de junio, 2018

Préstame tus ojos para leer el mundo

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Nariño, Colombia. Esta mañana despunta calma  bajo mis lentes, ha dormido entre nubes  al otro lado del mundo. Me acoge ovillada,  bajo el cálido manto  de la luz perpetua. Mágico es el olor  que desprende su flanco, y la vista de tu figura  adelantada tras sus pasos. Viajero que emigras  en barcos hechos por sueños, rompe las olas de mis recuerdos  y trae tu ausencia, deja que se extienda sabia y mansa al compás de este cuerpo,  viejo y adosado  contra mis fundamentos. No te dilates desenredando  los cabellos de la luna,  su crisma tiene la forma cóncava  de mi vientre anhelante y su faz mi semblante  adormecido entre sombras.  Ven a buscarme  tras la mirada que no vacila, en las profundidades  de lo que nunca retorna y aún presente  opaca el estertor de mi memoria. ¡Libertad... para pensar!

Sin miedo

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Ven a conocer conmigo la seducción del verbo Quédate si te cansa el mundo y la ciudad te amuralla el alma. No encontrarás en mí  el desencanto de Monalisa.   Mi amor sabe a presente  y muere a diario. Si te atreves, no me prometas el cielo  que está distante, la luna inalcanzable o el compás rutilante  de las estrellas. Háblame del mundo  fracturado que habitamos. Abre bien mis ojos   observaré sin miedo  las cosas que pueden tocar mis manos. Dime que estarás conmigo  en las madrugadas y que los atardeceres no serán fugaces.   Que las noches de frío  tu cuerpo y el mío  serán esa hoguera  que encienda sin pausa  el único mundo que nos cobije.  Cuéntame historias que tejerán los años... Háblame,  dale voz a tu ausencia. ¡Libertad... para pensar!

El mundo conocido

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Nací mujer, en las postrimerías del siglo XX. Desconozco quien soy, aún me busco  entre los cientos de páginas y discursos que me definen. Mi naturaleza es un compendio retórico y mi cuerpo un botín de guerra que moviliza a los ejércitos   bajo las órdenes del falo, la bandera y la sotana. Me llaman negra, mi piel es una frontera, un adjetivo, una anteojera; una prisión que codifica la vida y me impulsa a ser liberal  en su estrecho margen. Habito al oeste del mundo en los dominios de un dios corrupto, fiel servidor de la barbarie; orador de consignas excluyentes y valores prescriptos  por la gravedad de los dogmas. Mi vientre es una máquina ideológica, de él nacerán hijos proscritos. Instrumentos de guerra, bendecidos para el odio y la muerte.  Chivos expiatorios de la dignidad humana. Nací mujer, en las postrimerías del siglo XX. Me denominan pobre,  puta, madre y trabajadora. Soy lo otro, una abstracción. Todo nace de mí,  y no tengo