La identidad personal en David Hume



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Imagen de Colin Behrens en Pixabay 

 
Al referirse a la identidad personal David Hume distingue dos tipos diferentes, a saber: la identidad que surge por medio de la imaginación, gnoseológica, y la identidad producto de la moral y de las pasiones.  Su primera reflexión sobre este tópico se basa en el conocimiento y las percepciones[1]; a través de su análisis pretende demostrar la imposibilidad del yo, entendido como una substancia a la cual inhieren las distintas impresiones, y que siempre es similar a sí misma.

Risieri Frondizi (1952) y Romeo Rábade (1973) coinciden en afirmar que Hume no niega todo tipo de yo, pues ello radicalizaría su fenomenismo, heredado de Locke; por el contrario, sus planteamientos se oponen al racionalismo lockeano, que en Descartes adquiere la forma de algo simple e inmutable, de lo cual se tiene un conocimiento verdadero, gracias a la intuición.

En Hume, el problema de la identidad personal debe abordarse a partir de la negación de la substancialidad del yo, en tanto conecta, estabiliza y temporaliza al sujeto.  El proceso de reflexión que sigue el autor para determinar la existencia del yo substancial, es similar al que elabora a fin de establecer la veracidad de la noción de substancia.  En este sentido, se pregunta qué impresión produce la idea de yo, y qué características tiene; pero concluye que es imposible generar dicha idea, pues el yo no proviene de una impresión, sino que es "aquello a que se supone que nuestras distintas impresiones e ideas se refieren.  

Ahora bien, en el apéndice al Tratado de la naturaleza humana (1984) Hume niega la correspondencia entre el yo y la substancia, porque de ninguno de estos elementos se reciben percepciones.  El autor construye su sistema de conocimiento a partir de las percepciones, que conforman la totalidad de lo existente.

Los planteamientos de Hume apuntan a una atención de la impresión como algo innato en el ser que es afectado, y su veracidad es tal por cuanto es lo único que el sujeto descubre en sí mismo al preguntar por su yo.  El innatismo de estas impresiones radica en su originalidad con relación a la idea.  Lo innato es aquello que no se copia, es la impresión en su primera manifestación, fuerte, viva y existente por sí misma.  Hume considera que estas impresiones no son producidas pues se desconoce aquello que podría darle lugar en la mente.

El acto de constitución del sujeto en el empirismo parte de algo no dado (lo deducido), que surge a partir de lo dado (las cosas que conocemos y juzgamos, lo que se muestra).   Lo dado son las percepciones que el sujeto organiza en su experiencia y de las cuales afirma.  Esto es posible porque las impresiones en imágenes son diferentes y separables.  Lo dado existe gracias a esas primeras percepciones, antes de las cuales no existe nada en la mente.  En este punto el innatismo encuentra su justificación. La experiencia del mundo no supone  de algo anterior a las percepciones que se captan y tampoco un sujeto al que ellas pertenezcan.  El sujeto organiza lo dado, le atribuye un valor, un significado y genera un doble proceso de transformación y creación.

¿En qué forma pertenecen al hombre las percepciones que recibe y con las cuales organiza el mundo?

Radabe, en el artículo Fenomenismos y yo personal en Hume  (1973), crítica la teoría perceptual del autor y deduce de sus planteamientos que las percepciones no son importantes para definir la identidad personal.

"Las percepciones de Hume ni son de nadie ni perciben nada, porque ni siquiera pueden ser manifestativas de estados del yo, porque no hay un yo al que pertenezcan tales estados.  Fingimos un yo; pero ¿quién funge al mundo y al yo?" (1973:35).

La cuestión que fórmula Radabe permite aclarar que, si bien  en el Tratado de la naturaleza humana Hume niega el yo imaginativo, en La investigación sobre el entendimiento humano permite comprender mejor el bosquejo que hace del yo como realidad pensada, idea que tuvo un desarrollo preliminar en el Tratado.

Radabe señala como el radicalismo de Hume, en afán de negar el yo substancial y atribuir primacía a las percepciones, olvida que su afirmación apuntaba a desconocer la existencia de todo lo que no se ofreciera como una impresión; por tanto, no es válido afirmar que las percepciones se suceden en la mente unas tras otras;  en la disertación de Hume el término mente se mantiene por la necesidad de aludir al espacio donde se desarrolla el conocimiento o se construye la identidad, función que se le asigna a lo largo de la historia de la filosofía.

En Hume la mente no tiene una existencia real por cuánto no es posible determinar en qué escenario se presentan las impresiones o tiene lugar la identidad personal.  En palabras de Rabade: La mente, quién explica la existencia de las cosas gracias a la creencia - modo particular de concebir la idea - es incapaz de explicarse a sí misma.

Hume, sin embargo, se atreve a conceptualizar el yo, y lo define como un haz o colección de percepciones diferentes que se hayan asociadas por relaciones de causalidad y semejanza.  Las cuales ayudadas por la memoria permiten recordar la similar de toda nueva impresión recibida; así mismo, lo compara con una república cuyos Mii se encuentran unidos por lazos recíprocos de gobierno y subordinación, los cuales serían las distintas percepciones que mutuamente se producen, destruyen, influyen y modifican unas a otras, y que pese a su incesante cambio, gracias a la relación de causalidad que establece con el vínculo, pueden mantener la identidad de una persona.

La memoria garantiza tener una noción de causalidad que es la base del yo.  De las tres relaciones entre ideas, identificadas por Hume, la memoria consolida la creencia en los objetos que nos afectan, para acceder al conocimiento del mundo externo.

Debido a la incapacidad de la mente para encontrar la conexión necesaria entre las diversas impresiones, la causalidad es sentida y no pensada, impresión de reflexión, efecto de tipo pasional; surgida de la costumbre y la observación de las impresiones habituales que acompañan a determinados objetos.  Hume afirma que a partir de la identidad pasional es posible construir la identidad gnoseologica.

No obstante, Rabade sugiere que no todo lo que aparece a la mente son percepciones, aunque sean lo único que le afecta.  Las relaciones entre ideas y el sentimiento que constituye el yo debe ser consciencia o algo en o de la consciencia.

Hume propone que en el ser humano opera un proceso que equipara la identidad con la sucesión de las impresiones que se presentan a la mente, entendida como la idea de un objeto que se mantiene invariable y continuo a lo largo de una supuesta variación del tiempo.  Debido a que la imaginación no logra distinguirlas reacciona igual ante ellas.

"Cuándo la mente pasa de la idea o impresión de un objeto a la idea de otro o creencia en él no está determinada por la razón, sino por ciertos principios que Social las idas de estos objetos y las unen en la imaginación." (1984:92)

Hume no renuncia a conceptos tradicionales de la filosofía, por ello el término y la definición de identidad son un referente.   Al negar el yo, el autor debió superar la noción de identidad.  Por el contrario, establece que para superar la situación a que nos obliga la facultad imaginativa y la costumbre, debemos reflexionar constantemente sobre este error; pues la imaginación, ante la imposibilidad de explicar la naturaleza de las distintas impresiones que recuerda, crea la noción de identidad a partir de su facultad de asociar ideas semejantes.

De acuerdo con Hume, la ficción de la identidad comporta dos aspectos: de un lado, los cambios que sufren los objetos, y que parecen no alterar su naturaleza, y de otro, la apariencia distinta que tienen en cada presentación. No obstante, lo esencial en el problema de la identidad no es el aspecto físico de las cosas, sino la forma como el individuo es afectado por ella, según las circunstancias de su vida en cada momento.

Ahora bien, dado que los vínculos que establece la imaginación se originan por la costumbre, el autor escoses nos dirá que la identidad de construye a partir de la creencia, acto máximo del conocimiento.  Hume dirá que la creencia son un modo especial de asentir ante las ideas que se presentan a nuestra mente; se diferencian de las imaginadas por su relación con la impresión presente, y porque en ellas media la costumbre, hábito que surge a través de la observación de vivencias similares.  La causalidad que atribuimos a impresiones diversas - pues ante la presencia de unas ingerimos y afirmamos la presencia de otras - produce en la mente la necesidad de asignar continuidad a ese proceso.  Esta idea de necesidad es el eje de la relación causal y es sólo gracias a ella que se puede presentar la creencia.

1. Una percepción es todo acto por medio del cual se manifiesta lo dado, en cuanto aparece a la mente y la afecta.  En la  elaboración de una percepción intervienen elementos sensitivos y racionales; es la conjunción de dos procesos distintos que van desde la afección sensorial hasta la edición de dicho afecto en una copia.


Bibliografía

Deleuze, Guille (1986).  Empirismo y subjetividad: la filosofía de David Hume.  Editorial Gedisa, Barcelona.

Hume, David (1984).  Tratado de la naturaleza humana.  Editorial Orbis, Buenos Aires.

________ (1992).  Investigación sobre el entendimiento humano.  Editorial Norma, Bogotá.

Rádabe Romeo, Sergio (1973).  Fenomenismo y yo personal en Hume.  En Anales del seminario de metafísica.  Universidad Complutense, Madrid.

Risieri, Frondizi (1952).  Substancia y función en el problema del yo.  Editorial Lozada, Buenos Aires.


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