Ligia Angulo Peláez (1910-2002)

Ligia Angulo Peláez, escritora colombiana

Reseña Biográfica

Nació en Anorí (Antioquia) el 2 de agosto de 1910 y fue hermana de don Aurelio Peláez, popular poeta de La Montaña.  

Poetisa por vocación y por estudio, alcanzó el grado de institutora.  Se casó con Gustavo Nacebene, un médico italiano que había llegado a Anorí tras la leyenda de los ríos de oro que guardaban sus montañas. A sus 18 años ya había escrito sus mejores poemas, los cuales, tenían una inusitada carga erótica absolutamente impropia en una jovencita de esa época. Una vez se jubiló como maestra se dedicó a administrar las fincas ganaderas y las minas de oro de su familia. En su momento fue una de las poetas más representativas de Antioquia. Publicó en periódicos revistas de Antioquia muchas crónicas y poesías que reprodujeron importantes hojas extranjeras.  También fue directora de la Escuela Superior de su ciudad natal.

¿Que se muere un amor?..

¿Que se muere un amor?  ¡No importa nada!

El alma cual los pródigos rosales

Da sus flores a cada madrugada.

Derrúmbales la flor, el hombre, el nido,

Y a veces el olvido

Canta triunfal sobre los corazones;

Mas todo se renueva día a día,

Y a cada nueva hora renace la alegría

Para el alma cansada.

¿Que se muere un amor?  ¡No importa nada!


Es muy bello querer con ansia loca;

Vivir enamorado de una boca

o de unos ojos grandes y profundos;

Pero es más bello aún, es infinito,

Contemplar con desprecio lo que amamos

Cuando se olvida la promesa dada.

¿Que se muere un amor?  ¡No importa nada!


Aparece en: Jaramillo Escobar, Jaime (compilador) (2006).

Medellín en la poesía siglos XIX y XX. Medellín: Instituto Tecnológico Metropolitano.


La bandera que yo quiero

Quiero una bandera nueva y joven,

tejida en claro amanecer,

en cuyos pliegues

vuelen libres las mariposas amarillas

de Gabriel García.

Es poco lo que pido:

que la nueva bandera se alegre

con tiples, bandolas y clarines.

Que no sirva nunca más para cubrir ataúdes

de jóvenes soldados

liquidados a mansalva.

Que sea siempre respetada,

es todo lo que quiero.

Y que sea blasonada

con un rizado cóndor de Obregón

y una gorda paloma de Botero.


¡Libertad... para pensar!

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