La soledad... ese coco detrás de la puerta


Lago Tota, Diario de una buena vecina, Doris Lessing, Sentirse solo, Amantes, Artículos, Mujeres solteras
Lago Tota, Colombia.


En su novela "Diario de una buena vecina", Doris Lessing introduce una afirmación que ha estado fermentando en mi mente durante varios meses. La autora señala: "Jamás hubiera sospechado... la existencia de algo que haría inevitable que dijera: no tengo elección". Este grito de resignación brota de una mujer madura, profesional y madre de dos hijos, atrapada en un empleo ideal y un matrimonio en declive.

Evitaré detallar el contexto específico en el que se desenvuelven las situaciones que provocan esta expresión. Simplemente, deseo destacar que, por temor a la soledad, muchas mujeres nos empeñamos en sostener relaciones de pareja que han agotado su ciclo, como si intentáramos resucitar a un difunto.

Los motivos para aferrarnos a esta obstinación son variados: los hijos, la dependencia económica, las apariencias sociales, las ventajas que la unión brinda a ambos. 

La ceguera del hombre que persiste sin entender que somos el amor de su vida, el deseo de impartirle una lección, el resentimiento o incluso el odio que albergamos hacia él por no correspondernos como le hemos amado, son solo algunos ejemplos.

He vivido experiencias similares, y en las reflexiones que han surgido me veo a mí misma como un ser diminuto, agazapado tras la puerta de una habitación sumida en la oscuridad.

Esta visión me ha permitido comprender que más allá de todas las justificaciones para mantener una relación inviable, que puede prolongarse por años en términos de convivencia pacífica, autoengaño o aceptación pasiva del fracaso (haz lo que quieras y yo haré lo mismo), existe el miedo a asumir el control de nuestra propia vida. 

Nos enfrentamos al temor de que nos la devuelvan para que la gobernemos a nuestro antojo, con los nuevos lazos y compromisos que conlleva.

Retomando las palabras de Lessing después de meses de reflexión, ahora comprendo que no hay nada que me lleve a decir: "no tengo elección". La soledad, ese espantajo que aguarda cuando abrimos la puerta de una casa vacía, no es más que la incapacidad de disfrutar de nuestra propia compañía. 

La elección siempre está ahí, en nuestras manos, esperando a ser tomada, liberándonos del miedo y permitiéndonos gobernar nuestra vida con autenticidad.

Libertad... para pensar

Comentarios

Publicar un comentario

Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.

Entradas más populares de este blog

Historia del barrio Mojica (Cali-Colombia)

Debate Physis vs Nómos

La identidad personal en David Hume