Historias livianas: La espalda rota
“Cuando
hicieron trasladarse a los Masai desde su antiguo país,
al norte
de la línea de ferrocarril, hasta la actual reserva,
llevaron
consigo los nombres de sus colinas, praderas y ríos;
y se los
pusieron a las colinas, praderas y ríos de su nuevo país.
Los
Masai llevan sus raíces cortadas con ellos como una medicina
y en el
exilio intentan conservar su pasado mediante una fórmula”
Memorias
de África
Isak
Dinesen
Tras
el viaje la noche les cayó encima. Habían recorrido varios
kilómetros hasta llegar a ese paraje desierto, oculto en un recodo
de la montaña. El crepúsculo les dio alcance en mitad de la nada y les hizo presa de una oscuridad que los envolvía, brotándoles
desde adentro. Enceguecidos por el miedo, detuvieron la marcha bajo
la sombra de un algarrobo. Un poco más al sur los asustados ojos
descubrieron el esqueleto de un rancho que conservaba algunas latas
de guadua y chonta cercando el cuadrado. Dos metros por encima de esa figura se levantaba un techo de iraca que les acercaba el cielo.
Buscaron refugio en él sin demora. Descargaron las valijas en un rincón
y se tendieron a dormir amontonados, unos en el piso y otros en
un catre cuya base de madera había conocido mejores épocas. Omaira no
logró “pegar el ojo”. Tenía un codo encajado en la espalda, frente a su cara una boca grande emitía ligeros ronquidos, y debía
cuidar que alguna pierna o brazo se posara con fuerza sobre su
vientre grávido. Recuperó su cuerpo del cúmulo para ir a sentarse
en una troza apoyada contra el frontón.
El
alba despuntaba serena tras los cerros. Esa primera visión de un día
repetido invariable durante la semana atrajo fragmentos de otros
vividos con certezas, cuando se creía que nada podía alterar su curso. Las
emociones cubiertas bajo un manto de silencio recorrieron
su piel erizada por el frío. Omaira busco abrigo entre sus brazos,
dolidos por la carga de la alforja, pero no logró calentar su cuerpo
agarrotado. El peso de las horas, la resequedad de los labios y el
hambre cincelaron su corazón endurecido y dos finas lágrimas
nutrieron la aridez de su rostro. A esa hora se sentía
particularmente frágil, colgaba impávida de un tiempo indefinido,
ansiosa por saltar al futuro. El hoy, lleno de una gracia mordaz que
olía a desencanto, se dilataba perezoso entre los kilómetros que
separaban el rancho donde se encontraban y la ciudad
prometida.
La
ciudad representaba el exilio al que la sometían la violencia y la intolerancia. Seis días antes debieron
abandonar, con apenas lo puesto y unas cuantas mechas recogidas del
tendedero, camino al monte, la casa que sus abuelos forjaron desde
principios del siglo XX, durante la colonización del Valle del
Cotorá. Recordaba, como si fuera ayer, que su taita narraba
aquellos episodios de grandeza familiar con la satisfacción del que
ha triunfado por encima de sus miserias. Aquella casa que albergó
cuatro generaciones de hombres y mujeres orgullosos de la sencillez
de sus vidas, se vino abajo la mañana que Fulgencio se fue de bruces contra el suelo. Ese día su mundo se rompió en partes desiguales, y en el
éxodo fue dejando las que no podía sostener por pesadas, que sólo
su vientre preñado de incertidumbres y angustias doblada su propio
peso.
Fulgencio,
su esposo, murió la madrugada que la tropa llegó al caserío a
pedir cuentas y sopesar lealtades. Previa notificación de los
delitos por los que era juzgado: nacer, crecer y reproducirse, le
condenaron a cumplir la suerte de todo hombre. Omaira ahogó un
grito de espanto mientras sostenía la mirada fría de su esposo cuyo cuerpo, horadado por el plomo, caía pesadamente. Lo observó
hasta que se cansaron los ojos esperando, en medio de un sopor que
la expulsaba de cualquier paraíso, mantener abierta una puerta que
cerraba el odio.
Seis
días después de recorrer un camino sembrado de sangre y muerte, fue a parar con sus compañeros de infortunio en esa vieja casa abandonada igual que ellos. Adentro los
durmientes renacían al olvido, prestos a emprender la marcha.
¡Libertad…
para pensar!
GLOSARIO
Chonta: Es una especie de palmera o palma común en las zonas tropicales. De su tronco se extraen piezas de madera de alta resistencia, empleadas para diversos usos: artesanías lanzas, cuchillos, tablas.
Guadua: Es una planta nativa de los bosques andinos. Se emplea en la construcción de puentes colgantes, cercados, embarcaciones, muebles, artesanías.
Iraca: Fibra vegetal de las zonas templadas colombianas, de hoja ancha y alargada, empleada principalmente en la elaboración de productos artesanales, tales como sombrero, tapetes, cestas. En la Región del Chocó se usa para la techumbre de los ranchos.
Primero María Eugenia, decirte que es estremecedor y te mete en la misma marcha desde el principio... jooo, que pasad. Y luego amiga decirte que es toda una lección de buen hacer y de como desarrollar una narración. Intenso, mucho, lo había visto publicado y ya tenía ganas de encontrarme a gusto para leerlo como merece. Un abrazo y mis más sinceras felicitaciones. Otra lección más impartida por tu parte. Gracias.
ResponderBorrarHola, Mikel, muchas gracias por tus palabras. Ya sabes, este es un ejercicio continuo de ensayo-error del que no desisto. En estos escritos sólo plasmo un poco de lo que siento y pienso sobre las cosas del mundo. Me entusiasma tu comentario porque en medio de todos los problemas que pueda tener la narración, al parecer hay algo que estoy haciendo bien. Saludos
Borrar¿Qué sucederá con Omaira? ¿Hacia donde va? Espero que continúes con el relato. Parece el principio de una historia. Una sugerencia: si escribes para un publico amplio te recomiendo poner un glosario con el significado de las palabras típicas colombianas o sustituirlas por palabras más conocidas, si es posible. Si la narradora fuera la protagonista entendería mejor el uso de lenguaje local.
ResponderBorrarMuchas gracias por tu sugerencia, Lumy, la valoro. Realmente pensé en los términos, no puedo cambiarlos por otros; pero sí pondré el glosario para aclarar los conceptos. Saludos
BorrarQuerida Mª Eugenía, mi niña, tuve que esperar a leer varias veces esta entrada para dejar que la intensidad del sentimiento que me despierta se diluyera lo suficiente como para comentarte. Suavemente el dolor se desliza de tal manera que me ha entrado hasta la misma médula. Duro y tan bello, tan hermosamente narrado, tan dolorosamente trazado y sentido. Las voces de muchas mujeres se une en ti cuando escribes y mi voz está apoyando tus palabras y dándote aliente para que nunca dejes que cerremos los ojos y deje de importarnos el sufrimiento ajeno. Gracias
ResponderBorrarHola, Amparo, me conmueven tus palabras. Gracias por ser tan descriptiva y generosa al hablar y apoyar estos balbuceos que no pretenden nada distinto a mover mi propio piso y poner a girar mi mundo en sentido contrario. Abrazos, princesa
BorrarTerrible experiencia de desarraigo forzado, de unión étnica y de poético sentir...preciosa a la vez....Pero me fijo también y sobre todo en tu maravilloso texto desde el punto de vista literario...Felicidades Mª Eugenia, no me sorprendo ni me dejo de sorprender, nos tienes acostumbrados a lo bueno, besos.
ResponderBorrarGracias, Alfmega, me llegan hondo tus palabras. Siempre es un gusto contar con tu presencia.
BorrarMe dejaste sin palabras, no abandones esto escribís muy bien, te felicito Maria Eugenia hacía tiempo que no leía algo tan bien escrito, con tanto detalle y corazón. Cariños !!!
ResponderBorrarUff, gracias Ana, muy lindas tus palabras. No abandono la escritura, es la forma de enfrentar mi propia indiferencia frente a las cosas del mundo en que vivimos. Saludos
BorrarPrecioso :-D. Me has dejado sin palabras. Un relato duro pero esperanzador
ResponderBorrarMuchas gracias por tus palabras. Es un placer tenerte por acá
BorrarUna historia dura que te llega al alma por su realismo en un mundo donde el poder disfruta de su impunidad y los de abajo no tienen derecho a nada ni a vivir.
ResponderBorrarHola, gracias por comentar. Aunque parezca irónico el valor de esa rudeza que afrontan muchas vidas se encuentra en la lucha que sostienen a diario contra la indiferencia e insolidaridad
BorrarMe encantas como escribes¡¡¡¡
ResponderBorrarMuchas gracias, Azul. Espero seguir satisfaciendo tu expectativa
BorrarAunque me duele el leer sobre las injusticias debo reconocer que es lo que más abunda en éste mundo, que fue creado para que todos los seres humanos fueran iguales.
ResponderBorrarPero parece que el ser humano aún no entendió que no hay nadie por encima de nadie.
Fanatasía, las injusticias nos duelen, pero al parecer aún no entendemos la deshumanización que entrañan. No parecen ser tan dolorosas como para obligarnos a despertar
BorrarEl numero de refugiados sigue creciendo por todo el mundo. Gracias por hacernos reflexionar acerca de esta condición infrahumana.
ResponderBorrarGracias por pasarte, Eduardo, siempre es grato saber de ti. Me alegra que te sumes a estas causas. Saludos
BorrarHay que compartir la vida.
ResponderBorrarMe gustó mucho, María Eugenia.
Namasté.
Hola, Morgana, gracias por pasarte. Me alegra hayas encontrado aspectos positivos en este texto. Saludos
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