Historia en 1, 2, 3 tiempos
I
- El instante venidero se sabe condenado a perecer irremediablemente. Antes de la consumación de su destino busca afanoso un espíritu u objeto sobre el cual fijarse en prueba de su existencia, pero en nada se queda. Derrotado emprende la ruta señalada. En la vera de enfrente el ahora corretea vivaracho jugando a aparejar los sueños. Detrás, las sombras del ayer ocultan las ilusiones abandonadas.
Pablo y Juana coincidirán en la cafetería con ganas de estar en otro sitio. Llevados por la rutina de hacer tres pausas obligatorias durante el día: refrigerio a las 9:00 a.m, almuerzo a las 12:00 m. y media tarde a las 3:00 p.m, arrastrarán hasta ese edificio sus cuerpos exangües, a la hora gris de un lunes cualquiera. El lugar, que en ese intervalo bullirá de comensales, irá quedándose vacío al vaivén acompasado de la llovizna que se precipitará desde los cerros. Bajo la luz mortecina de la única lámpara que permanecerá encendida, Pablo divisará a Juana al otro lado del recinto, absorta en el crucigrama de dos páginas, suplemento de la gaceta del domingo. Impulsado por la certeza de estar ad portas de la felicidad absoluta, Pablo esperará hasta que la lluvia arrastre hacia el desagüe sus temores. Libre de la carga del miedo, se pondrá de pie en un salto al vacío y encaminará sus pasos hacia ella. En el bolsillo de la chaqueta llevará doblada la bolsa de papel donde dibujaron los sueños comunes.
Pablo
duerme enganchado a la bombilla de su habitación. Teme a la
oscuridad que se disfraza de madrugadas frías y le cuenta al oído
historias de hombres solos devorados por la intensidad de sus ansias.
La noche anterior el calor sofocante lo desterró desnudo al fondo
del pasillo. Incapaz de cubrirse con artificios se envuelve en tela
robada a las arañas y se cuelga a la pared. Al descender la
temperatura el capullo es sacudido por violentos espasmos. El frío
cala hondo y Pablo siente la presencia de la oscuridad reptando por
el piso y las paredes, buscando sus atormentados oídos.
Tras
una noche en penumbras la claridad se impone, asoma despacio por
entre los hilos de la tela. Pablo, ovillo recogido en su crisálida,
la recibe con el corazón estrujado por los temores. En
esa hora incierta en que el alma se opaca tras la tormenta y el
cuerpo queda desgonzado sin soporte, una pared alta y gruesa se opone
entre el ahora y el mañana. Pablo hace trabajo de albañil, armado
con un cincel de ilusiones la echa abajo, remueve los miedos que la
cimientan y observa el sol. Renace cada día tras la metamorfosis y
el derrumbe. Hoy se ha quedado con la habilidad de los arácnidos.
Atrapa
el mundo en su red para succionarlo. La victoria sobre las cosas,
aunque sólo sea posible mientras haya luz, lo sitúa al otro lado
del espejo.
Con el
mundo entre sus hilos, Pablo ingresa a la oficina sin vacilaciones.
Está convencido de que ahora es el mejor momento para realizar las
cosas que atraen felicidad. Cuando el reloj oficial marca las 9:05
a.m coincide con Juana a la puerta de la cafetería. Él saluda con
una sonrisa y un guiño, ella hace un gesto de curiosidad y desvía
la mirada hacia sus amigos. Pablo la sigue entre las mesas y se
ubica en
diagonal.
La nota ausente, expectante, palpitando tímidamente en medio de los
murmullos; la ve buscar entre las caras
y los objetos una luz o señal que pueda vislumbrarse desde el fondo del pozo.
Por un instante, que Pablo cuenta en años, sus miradas
se cruzan. Él
la atrapa para colgarla esta noche en lugar de la bombilla. Ella
se torna perezosa, traza líneas y círculos que parecen extenderse
más allá de un lienzo con aspecto de bolsa de papel.
Terminado
el descanso la ve alejarse escoltada por su grupo. Se acerca a la mesa que ocuparon para descubrir sus cavilaciones geométricas.
Sobre el tablero reposa el esquema de la oportunidad esperada. En el mismo papel, al lado del planeta
pintado por ella, dibuja uno propio y complementa sus atributos: una
carita con los ojos abiertos para ser su guía en los tramos
difíciles u oscuros, dos manitas con las palmas hacia abajo para
sostener las suyas y no perderse en el camino, también una sonrisa
porque hace más fácil digerir lo amargo y le pinta ambas piernas,
para llevarle en andas cuando haga falta. Hace el símbolo
masculino, un igual y enseguida se propone crear una nueva galaxia
donde graviten esos dos planetas errantes. Firma su obra con una
frase y pregunta: “soy feliz con muy poco ¿me permites girar
contigo?”.
III
- El instante previo cae penosamente en el cubo de la basura del tiempo y emite un estertor mortuorio. Se desprendió del reloj que adorna la pared blanca y fría. En su descenso lo abrazó el polvo que dejó tras de sí lo ido, suavizando su fatigoso declive. El instante hace su lecho de pausas y horas muertas y desnudo de su oropel de sueños agoniza.
El
mundo conocido termina abruptamente en la puerta exterior de la casa
de Juana, ahí se detiene para dar marcha atrás, involucionando.
Del otro lado cobra vida un universo dispar que se rige por su propia
lógica. Nace y muere bajo la piel de Juana. Cada mañana, antes de
que el despertador repita el sonsonete a las seis menos cuarto, el
mundo se escurre de su refugio y asume las primeras formas. Ese
lunes, Juana dejó que el timbre sacudiera sus sentidos apagados y
llamara al orden a sus miembros entumecidos. El primer gesto del día
consistió en estirar tímidamente el pie derecho, constatar la
presencia del suelo sosteniendo la cama, el cajonero y las pantuflas,
y calcular su fuerza para saber si podía sostenerla a ella.
Confirmada la existencia de un universo que se prolongaba más allá
de su piel, Juana se obligó a bajar de la cama y dirigirse hasta la
ducha. Frente al lavado el espejo le mostró que su eje se había
movido tres grados a la izquierda de su corazón. Con esfuerzo lo reubicó cual
vigía en la copa C de su brasier de encajes, en el canal que
forman sus tetas.
Camino
al trabajo el mundo propio, lleno de cobardía, se aisló en lo más
recóndito. Juana no logró devolverlo al balcón de los senos, tampoco supo guiarse adecuadamente sin él. Bajo un cielo espeso que
amenazaba lluvia fue por las calles dando tumbos, mientras el mundo
conocido se extendía tras cada nuevo paso. En su
panadería favorita compró pandebonos calientes, empacados en una
bolsa de papel que se mojó sin prisas. Ese día era la encargada de
llevar a la oficina el refrigerio de la mañana. El vendedor, quien
estaba acostumbrado a su ligero tartamudeo y a verla arrastrar
penosamente el pie derecho, le entrego el paquete azorado. Imaginaba
estirarse cuan largo era para alcanzar su mano pequeña y frágil en
el fondo del pozo donde la imaginaba encerrada. La lluvia
mojó, el mundo soñó en lo profundo y Juana olvidó en casa la
sombrilla y el abrigo. Llegó a la empresa con los zapatos y la ropa
ligeramente húmedos.
A
la hora del refrigerio escuchó distraída el parloteo de sus amigos
en la cafetería. Su mirada se iba en volandas sin encontrar un
objeto sólido dónde posarse. Regresaba al parloteo, movía la
cabeza indicando si o no sin analizar la pregunta o el comentario.
El parloteo se hizo silencio y Juana prefirió dibujar sobre la bolsa
de papel, donde le entregaron los pandebonos, un planeta perezoso,
aletargado y errante. En un intento por compararlo con su vida le
pintó atributos humanos: dos ojitos cerrados, una boca sonriente,
dos manitas con las palmas hacia arriba y sin la pierna derecha.
Junto a él graficó el símbolo femenino.
Qué preciosidad, qué cercanía y cuánto simbolismo. No cambiaría ni una coma. ¿Quién se come el pandebono? ¿Al que le falta la pierna derecha?
ResponderBorrarjajajaja, Javier Barba, gracias por tus palabras. Los pandebonos los comen los amigos de Juana y es a ella a quien le falta la pierna derecha; pero asumo que entiendes lo que esa ausencia significa. Gracias
BorrarCada cual es un mundo. Una lectura, que aunque compleja, muy interesante y rica en figuras de retorica. Un relato hecho un rico tejido en relieves, formas y colores de los sentimientos.
ResponderBorrarHola, Mel, gracias por pasarte. Cada uno somos un mundo rico y diversos que por breves instantes coincide con otro u otros en iguales condiciones, en un baile eterno. Saludos
BorrarMe he encontrado en medio de esas conversaciones que se silencian. Tambien solamente muevo la cabeza sin decir nada. Por lo visto todos andamos en universos paralelos.
ResponderBorrarHola, Eduardo, tienes razón, nuestros mundos son paralelos, pero unidos íntimamente por una hermandad inquebrantable. Saludos
BorrarSi tal cual, nadie sabe con certeza todo del otro........Cariños
ResponderBorrarHola, Ana. Tienes razón, a pesar de lo cercano que seamos a los otros, siempre media un abismo hay aspectos de la vida que nos son desconocidos.
BorrarLo que no me queda claro es si Pablo y Juana terminaron juntos,bonito relato,pq a su vez me he acordado de una gran canciòn del cantaautor español Victor Manuel "Pablo y Juana hicieron explosiòn fue de corazòn a corazòn"
ResponderBorrarHola, Freddy, Lo que no te queda claro es la historia no contada de esos dos personajes. También me gusta Víctor Manuel, y ese fragmento de su cación es explosivo. Gracias por pasarte.
BorrarLa proximidad o la lejanía son entes imaginarios, vivimos en nuestros propios mundos sumergidos e interactuamos como por accidente..Estupenda lectura y magnífica visión, Gracias María Eugenia, un lujo, como siempre
ResponderBorrarGracias, Alfmega. A ese vivir e interactuar por accidente seguro contribuyen las abstracciones modernas, que ofrecen a cada cual crear sus propias fantasìas donde difícilmente cabe el otro como un actor con igual importancia en nuestra realidad.
BorrarHola! Qué profundidad de emociones y qué complicado es a veces llegar a entender las de otras personas! Pienso que a veces no nos entendemos ni a nosotr@s mism@s, las emociones a veces no entienden de leyes! Cada persona un mundo!
ResponderBorrarMe'ha gustado leerte! Besos
Hola, Gema. Como tú creo que este camino que emprendimos al nacer es un aprendizaje que no termina en esta vida. Tras la muerte quedarán muchas lecciones pendientes, pero intentan develar nuestro propio misterio en este plano es una experiencia necesaria e imperdible.
BorrarQuerida Niña de los Océanos, cuanto simbolismo en cada dibujo, en cada silencio, en cada paso y en cda una de tus palabras. Mundos aislados que se convierten en planetas que giran y se pierden en lejanas galaxias, errantes. pude imaginar ese Universo de personas anónimas en estos dos personajes tan nuestros y tan cercanos a nuestra piel. Me haces volar como siempre y esta vez mucho más alto. Muchas gracias
ResponderBorrarQuerida, Amparo. Por fortuna el amor sigue siendo esa gran galaxia donde giran nuestros mundos solitarios e indiferentes. Gracias por tus palabras
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