Erecciones, eyaculaciones y exhibiciones - Charles Bukowski

J.L. Borges repite en algunos de sus relatos que todo gran autor crea a sus precursores y, de algún modo, los justifica. Hace unos meses, al sumergirme en la novela del escritor cartagenero Efraín Medina, "Érase una vez el amor pero tuve que matarlo", me topé con una referencia a Charles Bukowski, el autor norteamericano emblemático del movimiento denominado "realismo sucio". 

Este género se caracteriza por un modo directo, agresivo u ordinario de narrar los hechos, con personajes que son seres "comunes", marginales, oscuros o inmorales.

Estas características actúan como anzuelo, atrayendo a un gran número de jóvenes contestatarios, resentidos por las convenciones y artificios de la sociedad moderna. No obstante, lo que encuentro en Bukowski va más allá de una simple reacción de rechazo. 

El hombre que nos escribe lo hace desde la madurez de 50 años de travesía por la sociedad norteamericana. Su vida confiere a sus escritos un tono y una profundidad que no se halla, por ejemplo, en la obra de Medina.

Si para el colombiano tienen importancia lo que llamaría odios gratuitos hacia la farándula criolla (encabezada por Juanes y Shakira) y hacia la literatura de García Márquez y Mutis, porque representan un modo de ser colombiano que detesta, Bukowski trasciende ese plano de subjetividad. Su malestar es harto político. 

No se limita solo a señalar la impostura de ciertos personajes; muestra, con ejemplos y casos sencillos, que ninguna persona, incluidos quienes luchan contra la maquinaria, se salva de ser un instrumento. Todos y cada uno de nosotros hemos renunciado a la condición de persona. Somos zombis desprovistos de emociones, sensaciones y pensamientos.

"Todo el mundo está dormido y es sensato y correcto. Se necesita, de vez en cuando, un verdadero hijo de puta". La crítica de Bukowski es genérica, atraviesa el aparato ideológico del capitalismo y su economía "come cocos". 

Su mirada va más allá de la superficie, hurgando en las entrañas del sistema que aprisiona a la humanidad. En un mundo donde muchos se conforman con la comodidad de la sumisión, Bukowski resalta como un despertador de conciencias, llamando a la rebelión y recordándonos que, de vez en cuando, se necesita a alguien dispuesto a desafiar las normas establecidas.

!Libertad para pensar!