Razamadre

Afrocolombianos, Poemas, Mujer poesía, Mujeres negras, Discriminación por género, Reconocimiento,
Imagen de Gregory Akinlotan en Pixabay


Mamá vivió prisionera en su raza,
ahí la dejaron
los cánones bíblicos,
la contracultura,
el colonialismo subalterno,
las rebeliones fallidas
y el feminismo.

Los movimientos políticos,
la izquierda, la derecha y el centro
equidistante de la nada.

El estrecho país que la vio nacer
y la isla que lo mira a la distancia.

El puente El Pindo
conecta al continente,
los manglares, el Morro y el Bajito,
emblemas de su natal Tumaco.

Los cununos y tambores del Pacífico,
el mapalé y los bailes típicos,
su aliento a mar y a pesca,
su gordura,
su vientre desgarrado cinco veces.

Su inculto dialecto,
Obstinado en no marcar las consonantes,
tragarse algunas letras,
y un apellido,
cuando la ley estipula el binarismo.

Apretaron los cerrojos
las guerras, reivindican lo absurdo,
la diferencia no la salva un sustantivo.

La pobreza surrealista.
Las calles polvorientas de Aguablanca,
el sol que cocía las frutas que voceaba.
Cali y su salsa,
la discriminación
disfrazada los días festivos.

El colorido de la bandera patria,
victoriosa ondea,
la gloriosa historia ajena.

La escuela que mata
lo que mal paren los padres,
el conocimiento,
esa extraña parcela de unos pocos,
sabios, doctos.

La inteligencia visual de mi padre,
su memoria de Funes
y su enorme capacidad para olvidarla a ella,
su mujer,
nombrada como un adjetivo.

Las paredes y cerrojos de esa cárcel
se hicieron con sangre,
negra ella,
negra la sangre de mi madre.

¡Libertad... para pensar!

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