Silveria Espinosa de Rendón (1815-1886)
Más información sobre la autora
Silveria Espinosa de Rendón, nacida el 20 de enero de 1815 en la Hacienda Zamora de Sopó, Cundinamarca, fue una destacada poeta y escritora colombiana que dejó un legado invaluable en la literatura de su época. Formando parte del selecto grupo de pioneras de la Literatura Femenina, su obra abarcó el cuento, la poesía y textos educativos con matices feministas que se desprenden "entre líneas".
Para comprender la relevancia de la obra de Silveria Espinosa, es crucial sumergirse en el contexto histórico y social en el que vivió. Nacida en una época convulsionada por los vaivenes políticos de la Primera República de Colombia, Silveria creció en un entorno marcado por las luchas independentistas y el fervor patriótico.
Obras y Reconocimientos:
La obra literaria de Silveria Espinosa trascendió las fronteras de Colombia, siendo publicada en diversos periódicos y revistas tanto nacionales como internacionales. Sus poemas y cuentos destacaron en publicaciones como "El Catolicismo", "La Caridad" y "Revista Mujer", esta última dirigida por la también escritora Soledad Acosta de Samper.
Bibliografía:
- "Silveria Espinosa de Rendón." El parnaso granadino. Ed. José Joaquín Ortiz. Bogotá: Imprenta de Ancízar, 1848.
- "Lágrimas y recuerdos." Bogotá: Imprenta Espinosa, 1850.
- "Pesares i consuelos en el destierro de nuestro dignísimo prelado Sr. D. Manuel J. de Mosquera." Bogotá: Imprenta de Espinosa, 1852.
- "La Guirnalda." II. Bogotá: Imprenta de Ortiz y compañía, 1856.
- "El divino modelo de las almas cristianas: poesías." Bogotá: n.p., 1866.
- "Consejos a Angélica." Bogotá: Imprenta de Silvestre y Compañía, 1887.
- "Florilegio eucarístico." Bogotá: Imprenta del corazón de Jesús, 1913.
- "Historia de la literatura colombiana." Bogotá: Editorial Cromos, 1935.
- "Antología poética latinoamericana." Buenos Aires: Editorial Molino, 1943.
- "Poesía de autoras colombianas." Bogotá: Oficina de Divulgación de la caja de crédito agrario, 1975.
Al pie de los altares
Es triste referir la negra historia
De nuestra amarga vida terrenal!
Es muy triste traer a la memoria
Tantos instantes de mentida gloria
y verdadero mal
Mas referirte ¡ oh Dios I nuestros pesares,
Llorando de rodillas a tus pies,
Bañar con nuestro llanto tus altares,
¡ Oh qué dulce, mi Dios, qué dulce es!
Triste fuera mostrar la cruda herida
Que sufre silencioso el corazón,
A quien halló la senda de la vida
De flores y de fuentes revestida
Con grata profusión.
Pero mostrarla a ti, mi dulce dueño,
Que aquí no hallaste do posar la sien,
Sino una helada piedra y duro leño ;
Es un grande consuelo, es un gran bien.
Triste fuera que un mísero tirano
Se alzara ante nosotros como juez,
Con nuestra dicha en su mezquina mano,
y nosotros, quizá, pidiendo en vano
Consuelo a su altivez.
Pero llorar, mi Dios, en tu presencia
Esperando una muestra de tu amor,
Es encontrar la perfumada esencia
Que mitiga del alma el sinsabor.
¡Oh! mui triste será pedir favores
A un orgulloso y bárbaro sultán,
Referirle del alma los dolores,
y del desdén helado los rigores
Hallar en nuestro afán.
Mas pedirte favor a ti, Dios mío,
y en tu rostro dulcísimo no hallar
Ni enojo, ni dureza, ni aun desvío;
Así es dulce pedir y suplicar,
¡Es muy triste fundar nuestra esperanza
Del mundo en la inconstante vanidad,
y divisar la calma en lontananza,
y no encontrar del gozo la bonanza
Jamás la realidad!
Pero esperar en ti, Señor eterno,
y en tus manos dejar el porvenir,
Casi es, mi Dios, del gozo sempiterno
La santa dicha y la quietud sentir.
El canto de Agareno
Es la rosa fiel imagen
De esa bella a quien adoro,
De esa ingrata por quien lloro,
Por quien lloro sin cesar;
Que natura en sus encantos
y en su cándida pureza
Ha querido su belleza
Su belleza prodigar.
Son sus ojos las espinas
Que mi pecho traspasaron,
Que en mi daño se gozaron,
Se gozaron sin piedad.
Es mas grato el puro aliento
De su boca primorosa,
Que el perfume de la rosa,
De la rosa de Bagdad.
Si de aquella los estambres
Dan del oro los destellos,
De Gulnara los cabellos
Los cabellos de oro son.
Con sus labios y mejillas
Que el carmín mas puro baña,
¡Cuánto ornara mi montaña
Mi montaña de Sion!
Mas ufana con sus gracias,
Sus encantos solo precia,
y mi ardiente fe desprecia,
y desprecia mi dolor.
y para ella nada valen
Mis suspiros y mis celos,
Mis angustias, mis desvelos,
Mis desvelos y mi amor.
Mas ¡si de ella en ese día
En que sola ya conmigo
Busque en vano un buen amigo,
y un amigo no hallará!
Si recuerda sus desdenes
y mi amor y mi ternura,
Sin remedio su locura
Su locura llorará!
-Tál el mísero agareno
De su bella se quejaba;
Mas la ingrata a quien amaba
Siempre ingrata se mostró.
Y llorando el pobre moro
Sin consuelo ni esperanza,
Dejó al tiempo su venganza,
Vino el tiempo y le vengó.
Una corona y unas flores
Ángel bello de Dios, niña inocente,
Que cariñosa logras enjugar
De tu madre y tu padre el llanto ardiente,
¡Cómo quisiera yo para tu frente
Una corona hallar!
Una corona si cuya belleza,
Cuyo brillo, magnifica riqueza
y mágico esplendor,
De tu vida alejara la tristeza,
Las penas y el dolor!
Cómo quisiera yo para tus ojos
Las flores y los frutos de un Edén;
y un jardín, sin espinas, sin abrojos,
Donde pudieras tú, libre de enojos,
Sobre el musgo doblar la blanca sien!
Un jardín esplendente y perfumaqo,
Donde el hielo jamás haya secado
El lirio y el rosal;
Donde el llanto jamás haya bajado
Al claro manantial!
·
Cómo quisiera yo que luz y calma
Hallara en todo tiempo tu vivir;
y que siempre llevases tú la palma,
De la santa virtud, que eleva el alma,
I alegra el porvenir!
y que este sol de tus presentes días,
No enlutasen jamás esas sombrías
Nubes de tempestad,
Ni huyesen de tu faz las alegrías
De tu primera edad!
¡ Mas la tierra es tan pobre! No hai corona
Que no lleve consigo espinas mil :
Toda riqueza al fin se desmorona,
y la gloria del mundo nos pregona
Que es pasajera y vil.
Mas hay una corona noble y bella,
Que nunca deja dolorosa huella
De pena o de inquietud...
No busques otra, pues te basta ella:
Se llama la virtud.
Y si del mundo las escasas flores,
Perecen al soplar el huracán,
No te aflijas por eso, no, no llores,
Que otras hay de hermosísimos colores
Que nunca morirán.
Esas son las que tu ángel bondadoso
Te brinda compasivo y generoso,
En cada bella acción,
Que dicta con acento fervoroso,
Nina, a tu corazón.
Esa es pues la corona que yo quiero
Que lleves en tu frente virginal,
Esas las flores son que yo prefiero,
Porque ese ramillete es mensajero
De dicha celestial
Sea cual fuero, oh niña ¡tu existencia,
Dirije hacia los cielos con frecuencia
Tus ojos, tu oración,
Para que guardes ahí con tu inocencia,
La paz del corazón!
Vivir
¡Vivir, vivir! ¿Y para qué, Dios mío?¿Dónde está el bien en esta ingrata tierra?
¿Dónde la paz, en la constante guerra
que sufre y que sostiene el corazón?
¡Vivir sin esperanza, sin amores,
siempre aguardando en la mansión terrena
esa aurora de paz, clara y serena,
que disipe del alma la aflicción!
¡Vivir, ay como vive en el olvido
la solitaria flor de la montaña;
y perece como la débil caña
que arranca en su furor el huracán!
¡Vivir en un solo instante
tan vano y tan repleto de amargura!
¡Correr tras el contento y la aventura,
y abrazar un espectro en nuestro afán!...
Esa es la historia de la raza humana,
de nuestra vida la cansada historia:
amor, quietud, riqueza, paz y gloria;
¡todo mentira y todo vanidad!
Y si al doblar ante el amor la frente,
un porvenir de dicha divisamos,
pasa un instante, ¡oh Dios! y sólo hallamos
luto, amargura, llanto y soledad.
¡Mentira la esperanza lisonjera
que nuestra mente cándida fascina,
que arrebata, seduce y alucina
con su esplendor al pecho juvenil.
¡Mentira todo cuanto ven los ojos,
y cuando palpan las terrenas manos!
¡Necio el que busca los consuelos vanos
que ofrece a la existencia el mundo vil!
Pero verdad, verdad consoladora,
que a los años de afán y de tormento
a esa vida de lucha y sufrimiento
otra vida feliz sucederá;
una vida en que el alma enamorada
ha de encontrar de amor la eterna fuente,
y en que su sed de amor, pero y ardiente,
sin apagarse nunca, saciará.
Para vivir así, Dios de mis padres,
mi eterno, santo y generoso dueño,
para eso sufro el triste y largo sueño
que llama el mundo mísero vivir:
¡Tendré otra vida en que hallaré, dichosa,
al tierno amigo por quien triste lloro,
que fue mi amor, mi orgullo y mi tesoro,
y cuya ausencia amarga mi existir!
Que allá bien pronto el llanto que derramo,
los suspiros que exhala el alma mía,
mi inconsolable pena, mi agonía,
me alcanzarán tu bendición, Señor.
Padezca, pues, el corazón amante,
inúndense de llanto mis mejillas:
yo espero en ti ¡gran Dios!, y de rodillas
te adoro y te bendigo en mi dolor.
Soliloquio ante el sagrario
La intercesión de María o las Bodas de Caná
Toda hermosa eres, ¡Oh María!
i mancha no hai en ti
Adioses
¡No los olvidemos!
Despedida
Una flor para el album de María
A una niña
en su primera comunión
A la memoria de mi querida amiga
Señora doña Concepción París Santamaría
Biografía
Pesares i consuelos en el destierro de nuestro dignísimo prelado Sr. D. Manuel J. de Mosquera (1852) Bogotá: Imprenta de Espinosa.
En la cartera de una amiga, (1856) El Álbum: periódico literario, científico i noticioso 3 (8 junio): 25-26.
Himno al restablecimiento del Seminario Conciliar de la Arquidiócesis de Santafé de Bogotá, (1856)
El catolicismo 4.190 (18 enero): 38
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.