Teresa Martínez (1913-1998)

Teresa Martínez, escritora colombiana

Biografía

Teresa Martínez de Varela, conocida también por su seudónimo Lisa de Andráfueda, fue una destacada activista, maestra, poetisa, novelista, musicóloga, dramaturga, declamadora, pintora, escritora, líder social e investigadora afrocolombiana. Nació el 1 de julio de 1913 en Quibdó, Colombia, y desde una edad temprana mostró un gran interés por la lectura y la escritura.

Después de cursar sus estudios primarios y secundarios en Quibdó y Cartagena, respectivamente, Martínez de Varela obtuvo una maestría en inglés y francés. Comenzó su carrera como maestra en 1932 y más tarde enseñó español, pintura y tejido en la Escuela de Artes y Oficios de Quibdó.

A lo largo de su vida, Martínez de Varela se destacó como una de las primeras mujeres negras en Colombia en publicar obras literarias. Su primera novela, "Guerra y amor", fue publicada en 1947 y abordó los estragos de la Segunda Guerra Mundial en Europa. A lo largo de su carrera, escribió sobre una variedad de temas culturales, históricos y políticos que enfrentaba Colombia, incorporando elementos religiosos, románticos y humorísticos en su obra.

Además de su labor como escritora, Martínez de Varela también se desempeñó como directora de escuelas en el departamento del Chocó y como Secretaria de Educación del Departamento del Chocó. A pesar de las dificultades para encontrar editores, su producción literaria fue prolífica e incluyó novelas, ensayos, dramas y obras poéticas.

Martínez de Varela recibió reconocimiento tanto social como literario durante su vida. Fue incluida en el libro "Mujeres Intelectuales de América" por la Oficina Central de Información de Caracas, Venezuela, y fue invitada a recorrer el país para presentar su poesía por el poeta Jorge Rojas, quien en ese entonces era el director del Instituto Colombiano de Cultura.

Falleció el 16 de junio de 1998 en Cali, Colombia, dejando un legado como una de las voces pioneras en la incorporación de la identidad africana en Colombia al panorama literario del país y como una de las principales intelectuales de su época. Su obra continúa siendo relevante y su contribución a la literatura afrocolombiana sigue siendo reconocida.


Proclama a la vejez

¡Vejez! Momia que va por el sendero viejo

con un fardo de angustias… ¡Tan cansada!

Ya no percibo la luz de los reflejos

ni el soñar de la alegre campanada

sus pies dolientes con crucial manejo

y en su frente la nieve despiadada,

es la vejez. El resecado pino,

la ninfa del ayer, árbol podado

que vendió su cosecha en el mercado

de la suerte y el destino.

Espectro fiel de la misión cumplida

con gesto varonil

humanidad vencida y traspasada

por el dardo senil.


¡LONGEVIDAD! ¡Pesadilla de la experiencia!

Rosa marchita y desmayada

sobre el álbum de la conciencia.


Libreto de un drama… ¡Exhalación de una estrella!

La cripta del amor y la altivez…

Ley que busca el punto de tangencia en el vacío

y con toda la inocencia regresa a la niñez

para olvidar del dolor, los desengaños,

la deprimente burla de los años

que arrebatan la plena lucidez…

¡Y aquellos instantes de dulzura

de embriagada emoción… y de aventuras

donde hubo jugadas de ajedrez…!


¡TERCERA EDAD! Estación de invierno

camino hacia el desierto y las heladas…

Artista que concluye su jornada

y se despide de la carpa y de la escena

con el último telón… de la velada.


¡Adiós al mundo! Cuando se han fugado

la esperanza y farándula febril;

y hasta el príncipe azul se ha retirado

con sus antorchas y músicas de abril…


Cuando inmensa fatiga de los años

han destruido la física belleza

y la mofa del vulgo… irreverente

estaciona en su rostro… la tristeza

¡Oh la vejez! Diosa sedante

de tu lindo pasado nada añoras

de ilusiones futuras nada imploras.


Del averno del odio a la gloria de Dios

Terminó su misión en esta gleba,

fatal mazmorra donde estuvo preso…

En el éter su espíritu se eleva

cual plegaria sutil… de un santo rezo.


¡Mi Cristo Negro! Con sublime suerte

salva el averno… sin afán ni sustos.

Y allá en la Gloria donde ya no hay muerte

luce la aureola de los nobles justos.


Y en ese foro de la Gran Justicia,

con su voz de cantor… y de milicia

coro de querubines… lo acompañan.


Mientras Tántalo, en plena desventura

no ha visto a Dios… por su tenaz locura

de endiosarse en sus míseras hazañas.


Yo también cambio mi vida

Yo también cambio mi vida, hundida en tinieblas

por la luz de una estrella que cruza el vacío,

por una caricia que enjuague mi llanto,

por una receta que calme mi hastío.


La cambio y la rifo por el canto de un ave,

por marcial sinfonía de las épicas dianas,

por el vuelo de un cóndor el vaivén de una nave,

por la tierna mirada del ser que se ama.


La cambio y la cedo por la fe de un cariño,

por el dulce murmullo del mar y del viento,

por la ingenua sonrisa de un tímido niño,

por las ilusiones que tienen los cuentos.


De veras la cambio por el llanto de cuerdas,

el ballet de la luna en las noches serenas,

por el hondo silencio que tiene la selva

el cristal de una fuente, el fulgor de una gema.


Por la danza y colores de una mariposa

perfume de rosas, de orquídea escondida,

por una limosna de paz generosa

una salve ortodoxa, yo cambio mi vida.


Por la magia de un verso los destellos del día

un sueño de hadas un vibrar de campanas,

por el clásico rito de la idolatría,

por lo grande y sublime que tiene la fama.


Por el brillo dorado de un pez marinero,

por la fina cadencia de rítmica prosa

y segura la cambio por el número cero

el Alpha y Omega de todas las cosas.


Por la incógnita equis, por las brisas de mayo,

por el plácido trino de palomas viajeras

cabalgata de nubes en corceles de rayos,

por el gran arco iris el galán de la esfera.


Por un salmo divino, por el Ave María,

la visión de querubes con sus arpas etéreas

no se empeña mi númen por razones tan frías

en cambiar mi existencia por la sucia materia.


Y feliz yo la cambio por una esperanza

que ahuyente de mi alma tanta soledad,

por un espejismo del sol en bonanza

que me dé un instante de felicidad.


Epílogo

Esta sed que me mata, es la sed de lo incierto

en la fuente de mirras y en la abrupta cascada

esta sed que me abrasa es la sed del desierto

con el cántaro roto en mitad de jornada.


La llevo en el alma implorando el invierno

como el sol que agoniza en las tardes de estío

esta sed que me mata, con llamas de infierno

se relame del cielo el copioso rocío.


Esta sed que me abrasa… por saciarla quisiera

encumbrarme en las rocas… desandar las laderas

los breñales de espinas… lo imposible vencer.


Hasta hallar esa fuente, donde loca pudiera

sumergiendo mi boca, en su fresca ribera

olvidarme del llanto ¡y beber… y beber!


Bibliografía

  1. Cuesta, Giomar y Ocampo, Alfredo. (2010) Antología de mujeres poetas afrocolombianas. Bogotá, Colombia: Ministerio de Cultura. 

¡Libertad... para pensar!

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