Esperanza Jaramillo García (1949)
El 24 de enero de 1949, en Manizales, nació Esperanza Jaramillo, una destacada escritora que ha dejado una marca indeleble en la literatura colombiana. Su trayectoria poética y su compromiso con la ecología han sido moldeados por una rica herencia familiar en la que las letras eran una tradición venerada.
En 1979, la Gobernación del Quindío publicó su primer libro de poesía, "Caminos de la vida". Desde entonces, ha continuado publicando obras significativas, incluyendo su novela "Brazalete de las ausencias y los sueños" en 2002. Su contribución a la literatura le ha valido varios reconocimientos, incluyendo el Primer Premio de Poesía de la Fundación Museo Rayo en 2007 por su libro "Tiempo del Escarabajo".
A lo largo de su carrera, Esperanza ha recibido honores como la Orden Cafeto de Oro de la Alcaldía de Armenia en 2008 y la Orden al Mérito Literario de la Alcaldía de Calarcá en 2009. Su labor en el campo de las letras fue reconocida por la Asamblea Departamental del Quindío en 2009.
Esperanza Jaramillo ha logrado trascender fronteras, con algunos de sus textos seleccionados para un especial de televisión en 2002 titulado "Poetas colombianos". Su obra, tanto ensayística como literaria, ha encontrado espacio en revistas como "Convergences" de París y diversas publicaciones locales.
Además de su impacto en la literatura, Esperanza también ha contribuido al diálogo cultural y literario internacional, con algunos de sus poemas siendo traducidos al francés por el poeta Pedro Viana.
Obras Publicadas:
1979: Caminos de la vida. Impresora Tudor Ltda.
1986: Testimonios de la ilusión. Banco Central Hipotecario, Editora Guadalupe.
2002: El brazalete de las ausencias y los sueños. Panamericana Formas e Impresos.
2007: Abecedario del viento. Conceptos Gráficos Ltda., Fondo Mixto para la promoción de la Cultura y las artes del Quindío.
2021: Tiempo del escarabajo. Oveja Negra (2015). 2ª edición diciembre.
2021: El incierto color de la luz: Egipto, Israel y Jordania. Biblioteca de Autores Quindianos.
Algunos poemas:
A Siete lunas de distancia
Soy un buey de siete combates
Soy un gavilán sobre el acantilado
Soy un viento en un lago profundo
¿Quién sino yo atisba desde el arco
no labrado del dolmen?
* Canción de Amergin. Antiguo poema celta
La fuga del viento de Levante
pulsa el ritmo de la vela
Soy gavilán en un lago profundo -
A dos lunas de distancia
se retiran los guerreros
La fuerza del poema
anuda la tormenta
Soy un viento de siete combates -
Un violín Celta
consuela a los muertos
entre batalla y batalla
Soy un buey en el dolmen no labrado
Es de hierro el corazón del guerrero
Soy furor de espada
en pleno vuelo
¿ Quién sino yo para dejar el dolor
como amonita
en el acantilado?
Marzo de 2020
En Quebec
un hombre camina
bajo la calma densa
de una nevada
La bolsa con víveres
pesa menos que
la ausencia
Los hijos al otro lado del mar
allá donde el sol
es un fulgor de mariposas rojas
a las cinco de la tarde
donde un verde inusitado
se desborda por las veredas
Suyo lo lejano lo incierto
el futuro inmóvil
y la soledad partida
entre dos llamas
De pronto
en sus ojos vidriosos
unas gotas azules
se transparentan
En su asombro rescata
un imprevisible rosario
¿Será un buen presagio?
¿Se unirán tal vez
los fragmentos desamparados
de su destino?
El hombre aligera el paso
ahora cruza un leve campo de lilas
Pronto de los árboles
nacerán renuevos luminosos
Y el hielo irá tras la memoria
del río San Lorenzo
Y este marzo
flecha tendida al dolor
se borrará en el olvido
En el olvido que anhelamos.
Al principio
Primero estaba el mar. Todo estaba oscuro.
No había sol, ni luna, ni gente, ni animales, ni plantas. El mar estaba en
todas partes. El mar era la madre.
Cosmogonía Kogui
Regreso a la oscuridad de un mar
sin vadeo de árboles
sin astros rojos
Era la madre
Era ella
Comienzo y espíritu abiertos al infinito
Emergía nuestra historia
en el vórtice de un élitro
Agua y grito
en las entrañas de los siglos.
Tierra
Sumerjo mis manos
en tus senderos de agua
saboreo en tus frutos
el sol
Perdón
por mis pasos descuidados sobre la hierba
Un día corté las alas de un árbol
y no me detuve ante la primavera
Ignoré que entre mi ser y tus minerales
hay latidos eternos
Y se tejen resedas invisibles.
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