Annabell Manjarrés Freyle (1985)
Annabell Manjarrés Freyle, escritora colombiana
Biografía
Annabell Manjarrés Freyle (Gaira, 1985) es poeta, narradora y periodista. Magíster en Educación con énfasis en Lectoescritura, ha combinado su labor docente con la creación literaria y el periodismo cultural. Ha sido docente de la Universidad del Magdalena y la Universidad Sergio Arboleda de Santa Marta.
Es autora del libro Vía alterna, 2+3 años de periodismo cultural (Editorial Unimagdalena, 2018) y de los poemarios Espejo Lunar Blanco (2010), Óleo de mujer acosada por el tiempo (2013), Animales invertebrados (2017) y Una ciudad como Saturna (2021). Su obra poética ha sido traducida a varios idiomas y forma parte de antologías nacionales e internacionales.
Ha recibido diversos reconocimientos, entre ellos, el primer lugar en poesía y el segundo en cuento en el Concurso de Poesía y Cuento Joven 2013 de la Gobernación del Magdalena. También ha sido galardonada con el Premio Nacional de Cuento Bueno y Breve (2015) por la revista El Túnel de Montería y con el Premio Internacional de Poesía Voces Nuevas (2018) de Ediciones Torremozas, en Madrid, España.
Su trayectoria la ha llevado a participar en festivales internacionales de poesía como el Festival Internacional de Poesía de Medellín (2016, 2020), el Festival Internacional de Poesía Nazim Hikmet en Estambul, Turquía (2017), el Festival Mundial de Poesía Mihai Eminescu en Craiova, Rumania (2018) y el Festival Mundial de Poesía en Caracas, Venezuela (2022).
Con una voz poética que explora la memoria, el cuerpo y el tiempo, Annabell Manjarrés Freyle se consolida como una de las escritoras más representativas de la poesía colombiana contemporánea.
Poemas
Ya no me leo el tarot
El espejismo del medio día
me demostró
que el bailarín sofocado,
solo era la humedad.
Y en el sopor de la tarde pude ver
el rostro de quienes
se disfrazaron de Dios y me conjugaron.
Les manifesté mi ignorancia
como única verdad,
y me convertí
en una creyente de pacotilla.
Arruiné todas las predicciones
quemando las cartas,
de tanto barajarlas al azar.
Tomé un puñado de arena…
lo arrojé al mar.
Y la arena fue mi destino
y el mar la nada.
No tiene caso para una criatura de cristal
ver más allá de la noche.
No tiene caso.
Las espadas que me despedazaron
yacen en el suelo con mi sangre primigenia.
Una mujer ajena
es la sangre que me circula con su perfume metálico,
con su oxígeno de manantial que
no supo nombrar a las cosas.
Ya no me leo el tarot, es cierto,
porque se me hizo
destino todo aquello que quise,
junto a la suma
de palabras sueltas que
proferí irresponsable.
De lejos fueron llegando
los espejos que me agotaron
abordándome con el instante,
y sin embargo,
de la verdad del instante
no tuve más
que
existencia.
Selva y origen
Estoy sola en mi selva de mujer
Tratando de ahogar
el símbolo
en mi selva inconquistable.
Poblada de bestias vírgenes
Y espíritus indomables,
Poblada de olores a lluvia
(barro en el aire)
Y olores a tigres acechando
A mis hembras celosas
Dejo crecer mi pelo en silencio
Para encontrar quietud, perdón, y brisa
Sobre el follaje muerto
de las palabras.
Desde esta jungla de deseos
Desemboco mis ríos
De sangre
Y grito
Para ahogar todos los símbolos,
Para volver a mí
Siempre volver.
Soledad anfibia
Una mañana puede desprender
las cáscaras de la que ayer suspiró, y lamentarse bajo las sábanas.
Se pone de pie una máquina de carne sin el fantasma orgulloso,
renunciando al sueño unos minutos más
bajo las sábanas, bajo el tapete, bajo una culpa desconocida.
Al lado, en la mesa de noche,
una tacita sin té ni tinto te abre los brazos y dice:
“Sube la roca hasta lo más alto, pequeña Sísifo”.
Sabes que a nadie servirá ver una roca en la cima,
pero los dioses obligan.
Sobrescribir tu nombre encerrándolo en un círculo
no devolverá a la que ayer suspiró.
Tu nombre es tu vestido,
tu apellido, tu chaqueta:
Annabell Desnuda Manjarrés Freyle.
Y, por supuesto, tus zapatos no son tu destino,
pero pueden andarlo.
Has visto adormecer el tiempo,
oh, sí que lo has visto:
el cuerpo virar hacia un rincón,
en el intento de reconstruir los discursos de la que ayer suspiró.
Y quien hoy suspira anhela dormir todas las ganas de
volver
y adormecer el deseo infantil
proyectado en sábanas acogedoras
e ilusiones portátiles.
Sería más fácil acostumbrar el deseo a lo próximo o aniquilarlo
para que los días de agua o de tierra sean excelentes.
Tender la cama, en todo caso,
será como vestir el nombre
de quien a solas recibe tu cuerpo.
Libertad... para pensar!
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