Orietta Lozano (1956)

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Orietta Lozano, escritora colombiana

Biografía

En el panorama de la poesía colombiana, la voz de Orietta Lozano (Cali, 1956) representa a una escritora que ha vigilado tanto los libros como los enigmas del lenguaje. Más que una autora, Orietta es una albacea de la luz, un título que no da nombre uno de sus libros, sino que da cuenta de su propio ejercicio de heredar y proteger el brillo que reside en el abismo de lo humano.

Su vida y su obra están anudadas a Cali, ciudad que ha visto florecer su doble vocación: en primer lugar, la gestión cultural, durante años fue directora de la Biblioteca del Centenario, en la que tiñó de leyendas el camino entre los lectores y el ajedrez de las letras, y por el otro lado, su creación literaria, un trayecto íntimo y fulgurante que empieza a desarrollar en la primera parte de los años 80 con "Fuego secreto" (1981) y que no ha dejado de crear.

Se trata de una poética que avanza con la misma agilidad por la fuerza del deseo en "Memoria de los espejos", por la de la oscuridad mitológica de "El vampiro esperado" —con el que obtuvo el renombrado Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lamus— y por la reflexión líquida y el fluir de la poesía de "Peldaños de agua". También es autora de un ensayo sobre Alejandra Pizarnik y de la novela "Luminar".

Sus poemas han sido traducidos al inglés, al francés y al portugués; además de haber trasladado la poesía colombiana a la XIII Bienal Internacional de Poetas en Francia y en el Seminario de Traducción de la Fundación Royaumont.

Leer a Orietta Lozano es entrar a un territorio donde lo claro y lo oscuro dicen lo esencial, donde hay una voz que no tiene miedo de buscar "Resplandor en el abismo".

Poemas

Orfandad

En la orfandad del silencio
no espero la respuesta,
hurgo, como el águila hurga el aire de su vuelo,
porque la palabra que retorna,
es el cristal donde la luz restalla,
déjame decir en el solar del árbol,
dos sílabas de pájaro temblando.

Acaso estás tan ausente en mis tendones,
tan herido de las yedras de mi pausa,
tan silencio en la espina dorsal de mis palabras,
tan ido de mi lado, tan éxodo por mí,
tan encallado en mí
como ramas temblando de granizo.

Y un día, después del ayer y antes del mañana,
nos podamos encontrar
para arribar por siempre en la azul orilla
de la aurora.

Por ahora, sueño la tortuga
que arrastra la casa hacia su piedra,
los lobos en cardumen,
los peces en jauría;
el cuerpo vuelto arcilla,
en la epidermis de la esfera.

Escribo
como se traza un mapa de membranas,
para que mi aurícula no se piense rota,
y mi hueso sacro no delire espera;
porque de migajas se hace el pan,
reclamando migajas, 
escribo
delante de nueve cartas que se juntan,
hacia atrás del tiempo en contravía,
a unas horas de regreso,
en las mañanas antiguas del futuro;
como la yedra que hoy se inicia
y empieza a recordarnos.

Huellas

Y el que era invisible a los ojos
también entró al cí­rculo y dijo
que ninguno se lave las manos
que nadie arroje la primera piedra.
Somos la jaurí­a en mitad del desierto
buscando para la sed el agua imposible
y para el hambre la carne desolada.
Aquí­ comienza y se cierra nuestra desesperación,
la que solemos mirar lánguidamente
en las arterias de los dí­as.
Que alguien revele la palabra primera
cada cual clama su decreto
y el otro no escucha la réplica ni el eco.
Tengamos un ojo de más
pues es tan peligroso
estar demasiado atento a uno mismo
como demasiado atento al otro….
La herida se hace clarividente, advenediza
el peso es también la ligereza
y detrás de la máscara,
otra máscara más.
Nuestros pliegues se contraen
nuestras alas se aligeran
nuestras garras se adhieren a la nada
nuestros nervios, esplendidez y vací­o
una nueva raza de astillas, de ruinas y de polvo,
el cí­rculo apenas se forma
en la orilla umbrí­a de los bosques.
Mutas, colmenas,
rastros de luz,
centelleo infinito del reflejo
que nos salva del derrumbe.
Silenciar la palabra
y su enferma confusión.
Condúceme hijo,
Guí­ame, padre,
aclárame la sombra
que se desflora en el vací­o,
en el ojo que contempla el caos.
Verbo y barro, fuego y agua
han entrado en el vací­o
que se configura
en la sigilosa huella que camina
por los siglos de los siglos.

Boda blanca

En mí laten el aliento del espejo,
el poeta que cava su agujero
y el flujo iluminado
que derrama
la herida de los siglos.
La belleza es un lirio,
Dios, una niña enferma,
el amor, el resplandor de una fisura.


Obras publicadas
  1. Resplandor del Abismo (2011)
  2. Peldaños de agua (2010)
  3. Agua ebria (2005)
  4. El solar de la esfera (2002)
  5. Antología amorosa (1996)
  6. Luminar (Novela, 1994)
  7. Antología de Alejandra Pizarnik (Ensayo, 1992)
  8. El vampiro esperado (1987)
  9. Poesía para amantes (1983)
  10. Memoria de los espejos (1983)
  11. Fuego secreto (1980)
¡Libertad... para pensar!

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