María Dolly Mejía Moreno (1920-1975)

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Dolly Mejía, escritora colombiana

Biografía

En el corazón de las montañas de Antioquia, en el pueblo de Jericó, nació el 6 de agosto de 1920 una voz que desafiaría el silencio impuesto a las mujeres de su tiempo: María Dolly Mejía Moreno.  Su vida fue un viaje de constante búsqueda, desde las aulas de la escuela de niñas en su tierra natal hasta los círculos intelectuales de Bogotá y Madrid, forjando un camino propio que la convirtió en una de las primeras poetisas en reivindicar con audacia la actitud femenina en la poesía antioqueña.

Desde joven, Dolly demostró una curiosidad insaciable.  Culminó sus estudios en Quito, Ecuador, y tras casarse con el médico Alberto Hernández Bernal, se radicó en Bogotá.  Fue allí, en la capital, donde su talento literario encontró un terreno fértil.  Se vinculó al influyente grupo "Piedra y Cielo", y el propio poeta Eduardo Carranza, un nombre central de la lírica colombiana, realizó el prólogo de su primer libro, Las horas doradas, publicado en 1945.  Este respaldo marcó el promisorio inicio de su carrera.

Sin embargo, la vida le tenía preparado un giro dramático. La muerte de su primer esposo la llevó a transformar su dolor en acción. Con una valentía admirable para la época, Dolly se lanzó al mundo profesional para sostenerse a sí misma. Se convirtió en redactora de planta del periódico El Tiempo, dirigió el suplemento literario de La República y fue una colaboradora y columnista activa en medios como El Colombiano, El Liberal y la revista Cromos. Su pluma se volvió su sustento y su herramienta para apoyar las instituciones culturales del país.

Su espíritu inquieto la llevó más lejos. Al contraer matrimonio con el penalista austriaco Otto Hans Petter, fijó su residencia en Madrid, España.  Desde allí, no se desvinculó de su tierra, sino que se desempeñó como corresponsal para múltiples medios colombianos.  Aprovechó su estancia en Europa para seguir formándose: se vinculó a la Escuela Oficial de Periodismo de España, estudió en el Instituto de Cultura Hispánica y profundizó sus conocimientos en museología y cultura francesa en París, diversificando así su mirada crítica.

Pero ¿por qué, a pesar de esta trayectoria tan rica, el nombre de Dolly Mejía permaneció en la sombra durante tanto tiempo? La respuesta parece estar en la audacia de su escritura. Dolly escribió poesía erótica, una expresión transgresora que, en su tiempo, escandalizó a más de uno. Sus libros, como Alborada en la sangre, Raíz del llanto y Presencia del amor, circularon de mano en mano, pero no encontraron un lugar en los manuales de literatura oficiales. Su figura fue deliberadamente invisibilizada, un destino común para las mujeres que se atrevieron a hablar de su cuerpo y su deseo con libertad.

Hoy, gracias a la labor de investigadoras como la filóloga Olga Echavarría, quien rescató su obra de un olvido casi absoluto, redescubrimos a Dolly Mejía.  Su poesía no solo es un grito de libertad femenina, sino también un testimonio de una vida plenamente vivida: la de una mujer que fue poeta, periodista, corresponsal en el extranjero y crítica de arte.  María Dolly Mejía Moreno falleció el 26 de octubre de 1975, pero su voz, cargada de pasión y verdad, resurge hoy para reclamar, por fin, el lugar que siempre mereció en la historia de nuestras letras.

Poemas

Orgía en mi alma

Alzó su copa mi alma
y comenzó la orgía:
¡A reír, a cantar,
hay que vencer la vida!

Mi corazón beodo
en su jaula revuelta:
¡A reír, a cantar,
llegó la primavera.

Muerde, boca, los frutos
que en sazón a ti llegan;
exprímeles la sangre,
aunque tus labios hieran.

Mis ojos se han abierto
como azules banderas,
al triunfo de mi sangre
sobre la vida entera.

Mis cabellos relucen
desbocados al viento.
¡A reír, a cantar,
es mío el firmamento.

Y se agitan mis manos
igual que mariposas
y burlan las espinas
al arrancar las rosas.

Hay orgía en mi alma
y viste luz mi cuerpo.
¡A reír, a cantar,
el dolor está muerto!

A reír, a cantar,
mi alma está de fiesta,
y vibro toda entera
al ritmo de mi orquesta.

Sin llanto

Si el cielo está triste
lágrimas derraman
sus mil ojos grises.

Si el mar está en pena
su llanto de olas
derrama en la arena.

Y a mí que sin lágrimas
me has dejado tú.
llorar no he podido
mi nostalgia azul.

A mi corazón

Pequeña flor de mi sangre
que entre mi pecho palpitas:
¿Por qué cuando él me sonríe
como una hoja te agitas?

¿Por qué aceleras tu ritmo
cuando me toma en sus brazos
y el aliento me contienes
cuando le escuchas sus pasos?

Y te asomas por mis ojos
para besarle su pelo;
y te estremeces de angustia
cuando no puedes tenerlo.

Y de su boca y sus manos
has creído ser el dueño.
¡Pobre corazón! qué triste
cuando se acabe tu sueño.

En tus ojos

Deja que me mire
en tus ojos negros.
Que ávida mi boca
se dibuje en ellos.

Ten fija a la mía
tu pupila oscura.
Cíñeme a tus ojos
como uvas maduras.

Deja que me vea
duplicada en ellos,
como si estuviera
sobre un lago negro.

Déjame que mire
si me quieren ellos.
¡No puedo! tu tienes
los ojos tan negros...

Tu ausencia

Cómo pesa tu ausencia
en mis labios callados
y me tiñe los ojos
con sus lirios morados.

¡Oh!! qué muda nostalgia
en mi frente se posa
¡Qué tristeza en mis labios!
¡Qué perfume sin rosa!

Cómo pesa tu ausencia
sin tu luz ni presencia
en mis noches sin sueño.

Y a tu imagen me clava
tu caricia esperada
como a invisible leño.

¡Libertad... para pensar!

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