¿Cómo sería Colombia sin conflicto Armado?


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Cucunubá, Colombia


Gracias a la coyuntura política y al buen ánimo de los participantes en la mesa de diálogo, entre los cuales, por supuesto, no nos encontramos los más interesados, el gobierno del presidente Santos se permite señalar el papel de la sociedad civil en este proceso: remendadores de ilusiones. Por tercera vez, a lo largo de 50 años de guerra, nos invitan a colorear ese retrato de país que ha sido desdibujado por el conflicto.

Mantengo mi escepticismo frente al resultado del proceso de paz que se adelanta en Cuba, y esta pregunta, con su tildada novedad, no es tal. Es rimbombante. ¿Quién, en este territorio, -incluidos los perpetuadores del conflicto- no se levanta todos los días empujado por la creencia de que otra Colombia es posible? Preguntándose ¿cómo sería Colombia sin conflicto armado? Es el primer trago de la mañana, sorbida con café, agua de panela, chocolate, jugo o gaseosa. Sin ella es imposible echarnos a andar. 

El gobierno juega a sintonizarnos. Soy ciudadana obediente. Me dejo acompañar por hojas de papel, lápices de colores y una pala, para enterrar las visiones grotescas y el mal sabor que me produce la patria, dispuesta a hacer la tarea.

Se me antoja que la pregunta que debo responder no es ¿Cómo sería Colombia sin conflicto armado? Sino ésta ¿Cómo sería yo viviendo en una Colombia sin conflicto armado? Lo que me pone frente a la necesidad de repensar mi historia de vida. Cojo la versión en blanco y negro, extiendo el papel e interpreto el dibujo:

Nací en un país llamado Colombia, devorador de sueños, como el mítico Cronos. Vine al mundo en medio de las balas, el odio y el destierro, una noche lluviosa de abril. Mi adolescencia fue violada por la extrema derecha y por la extrema izquierda, de una parí un buitre, de la otra un lobo. Dos hijos del absurdo. Me destrozaron las entrañas para que nada más pudiera albergar mi vientre. Pero la naturaleza se impone y algo informe me ha quedado ahí, resiste. 

Todos los chiscos con quienes compartí mi juventud fueron ultimados a plomo y cuchillo, bajo la mirada indiferente de la mitad de una nación que acusa a la otra de ser malnacida. No creo en Dios. No creo en el hombre como especie, pero le doy algunos votos de confianza al individuo. Me apunto a cualquier causa que de entrada sepa perdida. 

Milito en cualquier partido cuya ideología no anteponga la soberbia. Mi rostro es impreciso, deforme. Primero perdí los ojos, taladrados en la masacre de... Cuando el machete y la motosierra eran las armas de una verdad inobjetable. La nariz la perdí en Aguablanca, enterrada bajo sus calles polvorientas, en medio de los efluvios de los caños circundantes. 

Los oídos se me reventaron con la primera bomba que detonó en… un pueblito colgado en las montañas. La boca se me cayó a pedazos, destrozada por el hambre y la sed, tras los asesinatos selectivos, los secuestros y el desplazamiento a que sometieron a la comunidad de… Fui una de las pocas sobrevivientes. Como recuerdo de este suceso me ha quedado en la piel el olor agrio, penetrante y nauseabundo que despedían los cuerpos en descomposición encontrados en una fosa común en la vereda… del municipio…

Es una historia patética. Quiero colorear el blanco con un poco de amarillo o azul, a pesar de su tonalidad, hay un exceso de rojo. El negro lo cambiaré por el verde, lo llaman el color de la esperanza. Voy a borrar algunos personajes que me disgustan y algunas situaciones repetidas, por aquello de que los remakes no son tan buenos como las primeras partes. Me aplico en este dibujo. Ya está, construida sobre el limbo, sostenida apenas por mis ilusiones, la nueva versión de mi historia de vida:

Mi nombre es María Eugenia Marínez Garcés, nací en Tumaco, Nariño. Un rinconcito de la patria alojado sobre el extenso Pacífico. Llevo conmigo el recuerdo de la arena sobre mis pies descalzos. Provengo de una familia numerosa, negros esclavos que poblaron las riveras del Patía. Migré a Cali, jalonada por los sueños de mi madre y la resistencia paterna. 

De ellos me ha quedado el deseo de hacer de mí misma una obra de arte, no para colgar en un museo ni ser apreciada como objeto. Una obra que pueda pararse sin vergüenzas al lado de tantas otras que con gestos pequeños e insignificantes hacen frente a la barbarie. Creo ciegamente en el amor y la solidaridad, que junto a mis hijas son los puntales que sostienen mis días. 

Duermo en una habitación sin cortinas para apreciar las noches estrelladas. Cada mañana, al despertar, agradezco hacer parte de esta historia. Nunca recuperaré lo que me quitaron. Mirar hacia atrás es doloroso, un telón vela mis recuerdos. Sé que mi papel en esta tragedia tiene un límite y que a mí solo me corresponde pasar la antorcha.

Libertad... para  pensar

Comentarios

  1. En cierta (o incierta) forma todos hemos sufrido una herida por la violencia en nuestro país, pero eso también nos convierte en unos sobrevivientes que podemos dar ejemplo de vida, tenacidad y esperanza... ejemplo para dejar en alto la memoria de nuestros mayores... gracias por ese proceso de reforestación :)

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    1. Gracias por comentar. Aunque personalmente me resulte difícil imaginarme otra sin esta experiencia, ella ha sido determinante para definir mis búsquedas y prioridades. Lo importante acá puede ser saber cómo y qué aportar para sanar nuestras mutuas heridad.

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  2. Me gusta mucho, especialmente el fragmento que empieza: Nací en un país llamado Colombia... Tiene mucha fuerza y poesía y es bastante oscura. Interesante el serio juego de colorear un primer relato, una forma de re-interpretación.

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    1. Gracias por tu comentario, J.C. A pesar de lo serio del relato, me divertí mucho escribiendolo y aún me divierto cuando recuerdo ciertas expresiones.

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  3. De alguna manera me siento parte de esa historia, y creo que a diario tod@s trabajamos no para cambiarla sino por hacerla significativa. Kisses!!


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    1. Hacerla significativa porque la importancia de esa historia radica en cómo la viven y la asumen cada uno de sus protagonistas.

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  4. Edelmira Guerreronoviembre 28, 2013

    María excelente explicación de lo que sentimos los Colombianos, yo también soy Colombiana solo que me rendí hace más de doce años, vivo ahora en España y es muy triste saber que las cosas en cuestión de politica no cambian tan facilmente

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