365 segundos marcan una vida


Historia de historias, historias para reflexionar, esperanza, las mujeres, Horizonte femenino, fin de año, de recuerdos, agradecimientos, amor, sueños, ilusiones

  
Al llegar al final de cada año, nos vemos compelidos a realizar balances, actualizar nuestros deseos atados a la carreta de la vida y deshacernos de proyectos inconclusos que se convierten en molestas piedras en el camino. Recordar se vuelve igualmente imperativo, como esa canción que nos da razones para no olvidar "El año viejo", y que resuena desde nuestra infancia, ligada a los gritos de ¡feliz año!, a la quema de pólvora, a calles intransitables, a la sensación de llenura emocional y hartazgo digestivo.

Esta canción nos transporta a la aprehensión que genera mirar desde la montaña de recuerdos un año nuevo, desnudo, aterido, expectante, invitándonos a vestirlo y darle nuestra mano adulta, joven o niña para emprender un nuevo viaje.

A medida que damos ese primer paso, se define si nos dejamos guiar por él, aunque sea pequeño e ingenuo, o si le marcamos el ritmo. Si lo vestimos con ropa nueva o le colgamos harapos del pasado. Acostumbramos planificar meticulosamente, o a grandes rasgos, los eventos o logros que esperamos alcanzar y las personas con quienes deseamos coincidir. Le decimos a la vida que nuestra participación en el año venidero debe superar el escueto porcentaje que nos corresponde y que, esta vez, seremos dueños absolutos de nuestro destino.

Al realizar las cuentas finales, solemos atribuir mayor importancia a las situaciones difíciles, olvidando o desestimando las infinitas primeras veces que se repiten cada día, con amigos, familiares, conocidos o extraños, provocando el delicioso vértigo de la nostalgia. 

Este año, me enamoré 2,500 veces del mismo hombre, por 2,500 buenas razones, y aprendí a dejarlo ir agradecida por su única razón para quererme. También me enamoré hasta el cansancio de mis hijas, una mala copia de mis virtudes y mañas que cada día se reinventan con su propio pincel y bajo su mirada única.

Ame a mi familia, amigos y a los otros, aquellos con quienes difícilmente coincido, pero que están ahí para recordarme que hay tantos espejos como almas. No me dejan indiferente, son una deliciosa parte de este mundo que no digiero, porque, al igual que con la comida y los gustos, por fortuna, no todos apetecemos lo mismo.

Cumplí a rajatabla el único propósito que hice ad portas del año que concluye: no pedir nada, dejarme sorprender. Por supuesto, a escondidas también hice promesas más humanas, enlistadas en un papel arrugado que ahora yace en la basura. Olvidé la mayoría de ellas para mi propio placer, ya que nada parece más agradable y esperanzador que correr tras un sueño y batir el récord de repeticiones.

Cada uno de estos 365 días ha sido maravilloso, colmado de aventuras y experiencias, unas más afortunadas que otras. He pasado días de verano intenso e inviernos estremecedores, viajado al fondo de mis abismos y vuelto a flotar sobre aguas mansas pero de cuidado. He reafirmado mis soportes para estar en tierra y fortalecido mis alas cuando he precisado levantar el vuelo.

En definitiva, soy lo mejor que me ha pasado este año y espero seguir contando conmigo en los venideros, tan loca y cuerda como me gusta pensarme. Riéndome de mis absurdidades, de todo lo que ignoro y quizás no me alcance lo restante para conocer. Aceptando de mala gana el estrés en que se debaten mis días y disfrutando la placentera indiferencia que se apodera de mi razón y dice a mi oído: "deja, deja, nada de eso es importante".  

Gracias a quienes me acompañan en esta agradable aventura llamada Horizonte Femenino.  

¡Libertad... para pensar!

Entradas más populares de este blog

Historia del barrio Mojica (Cali-Colombia)

Debate Physis vs Nómos

La identidad personal en David Hume