Volver a los clásicos


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Desde hace algunas semanas, y tras un paso frustrado por lo que Daniel Pennac llama “literatura industrial”, me cuestiono la importancia que cada día ganan en nuestro medio los autores clásicos. 

Esta categoría, en mi caso particular, se aplica a los escritores y textos cuya factura no se circunscribe a una época o sociedad determinada, sino que permiten comprender el contexto general de la existencia humana. 

Lo clásico suele tener cierto carácter universalista e imparcial que se aplica a las sociedades sin distingo de sus particularidades o condiciones históricas que las determinaron. ¿Es positiva esta característica si homogeneiza comportamientos y vivencias que no todos asumimos? 

El objetivo del escrito no es cuestionar la normatividad que subyace a las definiciones académicas sobre la literatura clásica. Consideremos que ser clásico es un ideal y preguntémonos si la literatura moderna, en ocasiones un poco ajena a las temáticas de nuestro tiempo, dada a reproducir lo establecido, temas atrayentes o con mayor demanda, responde a la necesidad de situarse históricamente en su época marcada por un incremento de los conflictos socio-políticos y por la globalización económica y cultural, y quizás algún día alcanzar la condición de clásica. Me permito exponer cinco argumentos a favor de la literatura clásica, encontrados en diversas lecturas.

En primer lugar el argumento de Doris Lessing, quien afirma que la literatura moderna "se ha convertido en una avanzada del periodismo, de lo que ocurre”. Careciendo en muchos casos de profundidad. 

Los hechos se narran de un modo fatigoso y artificial, que no logra identificar a los hombres y a las mujeres de cualquier región y en cualquier momento. Para la autora, la novela moderna no posee lo que llama “cualidad filosófica”, hacer afirmaciones sobre la vida.

El segundo no va en la misma línea, pero me sirve para entender porque la actualidad o la realidad resultan aburridoras, anacrónicas. J.R. Ribeyro nos dice que la historia es más inverosímil que la literatura. Personajes históricos poco tienen que envidiarle a las grandes invenciones de la novela clásica. 

De este modo, "entre lo real y lo imaginario no hay diferencia de verosimilitud sino más bien de comprensibilidad. Parece que la literatura es en todo caso una simplificación de la vida”, ofrece las respuestas que no puede dar la historia.

El tercer argumento es de Borges, simple, contundente: "quizás nuestros contemporáneos siempre se parecen demasiado a nosotros, y quien busca novedades las hallará con más facilidad en los antiguos”.

En cuarto lugar, Alberto Manguel, escritor argentino, diserta en la conferencia presentada al ciclo "El libro como universo", de la Biblioteca Nacional de España, sobre cómo elegir buenas obras literarias entre la cantidad de información que se imprime a diario.

Inicialmente, nos recuerda una definición de lo clásico dada por Northrop Frye: “un clásico es un libro cuya circunferencia es siempre mayor que la de su mejor lector". Es decir, se denominan de este modo aquellas obras que han generado entorno a sí todo un universo paralelo de libros, ensayos, interpretaciones, tesis, artículos y demás. Libros que han perdurado a través de las generaciones.

Sin embargo, en el quinto argumento, Ralph W. Emerson señala dos características que debe cumplir una obra: “ningún artista puede excluir por completo en su libro lo convencional, lo local, lo perecedero, o escribir un libro de pensamiento puro que será tan eficiente, en todos los aspectos para una posteridad remota como para los contemporáneos”. 

Afirma que los libros clásicos son un reflejo de su época, y de algún modo permiten develar pistas para comprender nuestro tiempo. Pero, en primera instancia, un libro debe dar cuenta de su contexto. Con los clásicos, de lectura obligatoria (mediante el proceso educativo todos somos forzados a saber de ellos) se sostiene el llamado “canon literario”, un tipo de idolatría intelectual, reflejo de la hegemonía blanca y masculina. 

Los textos incluidos en él sirven para invisibilizar y ningunear autores y libros, representantes de un patrimonio cultural subalterno, asiático, africano, latinoamericano o femenino que ha tenido poco espacio de acción. Más recientemente, el veto se ha extendido a la literatura que denuncia formas de injusticias largamente aceptadas.

La academia, los críticos y quienes se autodenominan expertos suelen rodear los libros clásicos de una aureola de perfección intimidante. Te enseñan que ante un autor así debes hacer una reverencia, tú, pequeño e insignificante, pides permiso para husmear en el cielo de los sabios.  

Los convierten en dogma, son el “canon”. Un horizonte lejano e inalcanzable. Para un lector neófito enfrentarse a una obra con tales revestimientos, sin importar si se trata de Dostoievski, Balzac, Dante, Tolstoi, Dumas, Shakespeare, Stevenson, puede resultar una experiencia castrante.  No se disfruta su lectura si la guía el temor a no comprenderlos. Me pregunto si estos hombres tenían tal visión de sí mismos.

Sin duda, todos hemos circulado entre ambos mundos. He leído buenos y malos libros y supe disfrutar de ambos, clásicos y contemporáneos. Ante el dilema qué leer entre el vasto universo literario, selecciono obras para mi divertimento teniendo en cuenta un poco mi curiosidad o la novedad. 

También considero las sugerencias de editoriales, amigos, profesores, críticos, blogueros. Otros factores importantes, por supuesto, el autor, la temática, el volumen, la portada, el título, el formato y el medio en que Desde hace algunas semanas, y tras un paso frustrado por lo que Daniel Pennac llama “literatura industrial”, me cuestiono la importancia que cada día ganan en nuestro medio los autores clásicos. Esta categoría, en mi caso particular, se aplica a los escritores y textos cuya factura no se circunscribe a una época o sociedad determinada, sino que permiten comprender el contexto general de la existencia humana. Lo clásico suele tener cierto carácter universalista e imparcial que se aplica a las sociedades sin distingo de sus particularidades o condiciones históricas que las determinaron. ¿Es positiva esta característica si homogeneiza comportamientos y vivencias que no todos asumimos? El objetivo del escrito no es cuestionar la normatividad que subyace a las definiciones académicas sobre la literatura clásica. Consideremos que ser clásico es un ideal y preguntémonos si la literatura moderna, en ocasiones un poco ajena a las temáticas de nuestro tiempo, dada a reproducir lo establecido, temas atrayentes o con mayor demanda, responde a la necesidad de situarse históricamente en su época marcada por un incremento de los conflictos socio-políticos y por la globalización económica y cultural, y quizás algún día alcanzar la condición de clásica. Me permito exponer cinco argumentos a favor de la literatura clásica, encontrados en diversas lecturas.

En primer lugar el argumento de Doris Lessing, quien afirma que la literatura moderna "se ha convertido en una avanzada del periodismo, de lo que ocurre”. Careciendo en muchos casos de profundidad. Los hechos se narran de un modo fatigoso y artificial, que no logra identificar a los hombres y a las mujeres de cualquier región y en cualquier momento. Para la autora, la novela moderna no posee lo que llama “cualidad filosófica”, hacer afirmaciones sobre la vida.

El segundo no va en la misma línea, pero me sirve para entender porque la actualidad o la realidad resultan aburridoras, anacrónicas. J.R. Ribeyro nos dice que la historia es más inverosímil que la literatura. Personajes históricos poco tienen que envidiarle a las grandes invenciones de la novela clásica. De este modo, "entre lo real y lo imaginario no hay diferencia de verosimilitud sino más bien de comprensibilidad. Parece que la literatura es en todo caso una simplificación de la vida”, ofrece las respuestas que no puede dar la historia.

El tercer argumento es de Borges, simple, contundente: "quizás nuestros contemporáneos siempre se parecen demasiado a nosotros, y quien busca novedades las hallará con más facilidad en los antiguos”.

En cuarto lugar, Alberto Manguel, escritor argentino, diserta en la conferencia presentada al ciclo "El libro como universo", de la Biblioteca Nacional de España, sobre cómo elegir buenas obras literarias entre la cantidad de información que se imprime a diario. Inicialmente, nos recuerda una definición de lo clásico dada por Northrop Frye: “un clásico es un libro cuya circunferencia es siempre mayor que la de su mejor lector". Es decir, se denominan de este modo aquellas obras que han generado entorno a sí todo un universo paralelo de libros, ensayos, interpretaciones, tesis, artículos y demás. Libros que han perdurado a través de las generaciones.

Sin embargo, en el quinto argumento, Ralph W. Emerson señala dos características que debe cumplir una obra: “ningún artista puede excluir por completo en su libro lo convencional, lo local, lo perecedero, o escribir un libro de pensamiento puro que será tan eficiente, en todos los aspectos para una posteridad remota como para los contemporáneos”. Afirma que los libros clásicos son un reflejo de su época, y de algún modo permiten develar pistas para comprender nuestro tiempo. Pero, en primera instancia, un libro debe dar cuenta de su contexto. Con los clásicos, de lectura obligatoria (mediante el proceso educativo todos somos forzados a saber de ellos) se sostiene el llamado “canon literario”, un tipo de idolatría intelectual, reflejo de la hegemonía blanca y masculina. Los textos incluidos en él sirven para invisibilizar y ningunear autores y libros, representantes de un patrimonio cultural subalterno, asiático, africano, latinoamericano o femenino que ha tenido poco espacio de acción. Más recientemente, el veto se ha extendido a la literatura que denuncia formas de injusticias largamente aceptadas.

La academia, los críticos y quienes se autodenominan expertos suelen rodear los libros clásicos de una aureola de perfección intimidante. Te enseñan que ante un autor así debes hacer una reverencia, tú, pequeño e insignificante, pides permiso para husmear en el cielo de los sabios.  Los convierten en dogma, son el “canon”. Un horizonte lejano e inalcanzable. Para un lector neófito enfrentarse a una obra con tales revestimentos, sin importar si se trata de Dostoievski, Balzac, Dante, Tolstoi, Dumas, Shakespeare, Stevenson, puede resultar una experiencia castrante.  No se disfruta su lectura si la guía el temor a no comprenderlos. Me pregunto si estos hombres tenían tal visión de sí mismos.

Sin duda, todos hemos circulado entre ambos mundos. He leído buenos y malos libros y supe disfrutar de ambos, clásicos y contemporáneos. Ante el dilema qué leer entre el vasto universo literario, selecciono obras para mi divertimento teniendo en cuenta un poco mi curiosidad o la novedad. 

También considero las sugerencias de editoriales, amigos, profesores, críticos, blogueros. Otros factores importantes, por supuesto, el autor, la temática, el volumen, la portada, el título, el formato y el medio en que esta publicado.  El olor (me gusta el aroma de las hojas nuevas), el estado del ejemplar, si es un libro de una biblioteca me gusta que no tenga una larga historia de préstamos, ni que esté rayado o manchado, o lo elijo por la simpatía que me despierte el conjunto.

A mis 20 años alguien sugirió que era una idiota, mi pecado no haber leído completo El Quijote, e inició una interminable lista de motivos por qué leer los clásicos. A partir de ese momento me volví rebelde, no sin antes hacer la tarea. No leo libros por presión (salvo imposiciones académicas), voy a mi ritmo. 

Es estresante el barullo que existe alrededor de obras que a todos gustan y desean invitarte a conocer. He señalado las sugerencias de amigos o autoridades como una razón para elegir un texto, debo aclarar que sólo me acerco a él cuando ha disminuido el ruido que lo acompaña. 

Prefiero la soledad u oscuridad. Se extingue el faro que guiaba al lector ávido de novedades y queda el silencio, el confort. Tú en diálogo con un libro desnudo, esperando encontrar un poco de lo que buscas o sin deseo alguno.

Los motivos para seleccionar un libro son diversos. Por supuesto, en esto sigue influyendo el canon. Hay pocas posibilidades de leer los márgenes de nuestra cultura. Así que entre lo impuesto, elegimos lo que más se nos acomode. 

Durante mis primeros años leía en forma indiscriminada, por el gusto. Los aprendizajes y el tiempo hicieron su trabajo y empecé a decantar autores y temáticas. Hasta que descubrí a los imprescindibles, aquellos textos y escritores que me emocionan, me interrogan y aportan a mis búsquedas, aquellos que me deparan experiencias sin las cuales mi universo sería más estrecho.

¡Libertad para pensar!

Comentarios

  1. Me encanta tu reflexión, incluso más la tuya propia que la de los cuatro autores citados al principio. Por poco clásica que sea la literatura actual, ahora es global, más democrática y al alcance de muchos más lectores. Puede que eso le reste calidad, pero el "clasicismo" lo dicta el tiempo, y la crítica literaria que seguirá imponiendo cánones para que los demás los respeten o no, y entonces, como otras veces, lo subversivo se hará clásico y viceversa.

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  2. Hola, Javi. Coincido contigo, la literatura moderna esta más al alcance de nuestras manos, y eso que he llamado los márgenes de la cultura se hacen difusos en algunas zonas, efectos de la globalización. Tienen mayor visibilidad autores que antes no serían permitidos, y nos damos cuenta de la validez de los argumentos y postulados de cualquier experiencia, por distinta que nos resulte. Abracitos

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  3. Muy buena reflexión sobre la lectura literaria. Y muy buena la conclusión final que estoy de acuerdo contigo. Un profesor siempre nos decía que si no has leído el Ulises de James Joyce no eres un lector literario. No me gustan estas personas de ideas tan fijas y prepotentes. Lo has explicado muy bien.
    Un abrazo

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    1. Hola, María Pilar. Gracias por tu comentario, seguro muchos hemos tenido experiencias similares, ser considerados más o menos cultos según la lista de autores decantados. Pero las apuestas se hacen a diario y el deseo de explorar sin presión debe primar sobre todo. Saludos

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  4. Con el ajetreo cotidiano no tengo el tiempo de leerme un libro completo. No dejo de comprarme alguno de vez en cuando pero terminan sin tocar. Como en las películas, lo que me atrae es el tema y la localidad geográfica en que se desarrolla la historia. Creo que las nuevas generaciones no van a leer mucho. Eso gracias a la tecnología. Lo veo todos los dias a mi alrededor. La gente anda con trastorno por déficit de atención.

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    1. Hola, Eduardo. Me encantan que te hayas pasado. Como tú tengo un listado largo de libros esperando. Quizás tenga una oportunidad en el futuro o no los lea nunca; pero cualquiera sea su destino el gusto y las ganas de conocerlos no se han perdido.
      Es cierto que en algunos países existen graves problemas de lecto-escritura, Colombia es uno de ellos. Tenemos un bajo indice de lectura, según las estadísticas; sin embargo, cada día se hacen nuevos esfuerzos por acercarla a los chic@s. Saludos

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  5. Maravillosa entrada con un recorrido lleno de argumentos y opiniones, todas válidas y todas sentidas. En mi caso te diré que seleccionar mi lectura, me lleva invariablemente a un ritual del que disfruto enormemente yen el que mezclo suerte y costumbre. Te explico, voy a la biblioteca desde los cinco años y sigo un orden alfabético del nombre del autor en cada una de mis visitas, una vez colocada en las estanterías pertinentes, miro un conjunto de detalles y toco los libros uno a uno, hasta que alguno me llama la atención. Tengo que decir que en tantos años de lectura sólo hay uno que me desagradó hasta el punto de no poder acabarlo. Pero cual es un secreto. Un gran abrazo para mi niña de los océanos.

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    1. Me gusta tu método, Amparo. Es grato saber que lo has mantenido a lo largo de tanto años. Ese libro que no leíste por desagrado es sólo una experiencia más para considerar nuestros gustos y preferencias y aquellos textos con los que no coincidimos. Saludos, querida

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  6. Leo desde muy pequeña también, "libros robados" a mi padre, algunos inconvenientes para la edad, pero, mi sed de lectura siempre fue insaciable. Actualmente, con accesos a otras tecnologías, también cuento con los audiolibros, que claramente no es lo mismo, pero que ante la falta de tiempo, los disfruto mucho mientra trabajo.
    Coincido con que la literatura actual es mas comercial, pero como en todo hay excepciones. Un gusto leerte María Eugenia. Un abrazo

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    1. Hola, Sole. Por cuestiones de tiempo y de oferta también he probado a leer en otros formatos. Es diferente porque estamos acostumbrados al papel, pero sin duda logran parte de su cometido: informan, enseñan, distraen y son una buena compañía en los ratos de ocio. Saludos

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  7. Siempre me apasionaron los libros clásicos, he tratado de leer algo de cada uno (de todos los que he podido). Coincido con tu opinión, leer, adquirir conocimiento sirve para darnos libertad, nadie puede negarnos eso la libertad de leer lo que nos gusta. Te felicito por tu excelente entrada. Un gran saludo.

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    1. Gracias, Mirta. Leer a los clásicos es una necesidad y un placer. Lo primero nos permite contrastar nuestra actualidad con otras épocas, lo segundo, representan un verdadero gusto para los sentidos.

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  8. Hola Maria Eugenia, he disfrutado de este artículo tuyo y creo que coincido en gran medida con lo que planteas. Sobre todo coincido contigo en la forma en que escoges los libros que lees. También experimenté diferentes formas de escoger lo que leía durante todas las etapas de mi vida. Cuando niña leía todo lo que me caía en la mano: libros infantiles, novelas rosas y de otros estilos que leía mi madre, y todos las novelas que encontraba en la biblioteca de mi barrio. Leí clásicos de aventuras, de la novela francesa, clásicos rusos, desde El Decameron hasta las mil y una noche con poca edad. Así toda mi adolescencia leía clásicos y contemporáneos de diversos géneros. Luego llegó la epoca de la literatura de habla inglesa y devoraba todo, solo me regía el interés que despertaba el libro en mi, además de las exigencias académicas. Sin embargo con el tiempo me he vuelto más exigente y no todo pasa mi aprobación. Me pasa lo mismo que a ti. No leo un libro si hay mucha publicidad, o sugerencia de leerlo. Da igual el tipo de libro o texto, solo leo lo que me inspira nada más leer las primeras lineas, como me ha motivado a leer este artículo tuyo sobre la lectura de los clásicos.
    Muy bueno.enhorabuena. un abrazo

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    1. Hola, Lumy. Gracias por tus palabras. Me alegra conocer tu opinión, que coincidamos en la forma, primero aleatoria de leer y luego centrada en los intereses, y sobre todo que hayas pasado un buen rato en este espacio. Saludos

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  9. Siéntete afortunada María Eugenia. Dios, que disimula su prepotencia, ha bajado del Olimpo y te ha elegido. Pero qué pena: no el de hoy, ni el de ayer, sino éste. Besitos.

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    1. Que te puedo decir, Javi. Estar entre los elegidos del Reino de los cielos puede resultar interesante. Aprendo mucho con cada detalle.

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  10. Hola María Eugenia, es muy interesante el tema que planteas. En alguna ocasión me lo he planteado, pero al final pienso que los libros, sobre todo los clásicos se han de leer en su momento justo. Hablabas por ejemplo del Quijote. Si lo hubiera leído a una edad temprana probablemente no lo habría entendido sin ese punto que tiene. Otro clásico del que me siento afortunada de que me lo hicieran leer son las coplas manriqueñas o La Celestina... uff... tantos y tantos, que sinceramente, para mi es enriquecedor. Ahora me ha dado por la ciencia ficción y la fantasía, pero lo mejor de todo es que siento que con cada libro que cierro y doy por leído, mi mente se ha enriquecido. Clásico o no, para mi siguen siendo libros, y la verdad, me resisto a que se me resistan y se cierren sin terminar.
    Un saludo!!

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    1. Hola, Sonia. Gracias por tocar ese aspecto del problema. Es necesario leer a los autores clásicos, importante, especialmente, hacerlo por deseo propio, aunque la experiencia de muchos es opuesta a este hecho. Nuestra vida no habría sido igual si nos resistimos a estos autores que lograron una mayor comprensión del mundo que habitamos, sin ellos y sus textos nuestra vida no sería la misma. Gracias por tu aporte. Saludos

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