El diario de Gabriela (su experiencia con el cáncer) IV


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Quiero narrarles esta historia paso a paso, haciendo un recuento de los momentos más importantes y significativos de mi experiencia. Este relato pretende ser un testimonio de mi visión sobre la enfermedad y la muerte. No tengo interés en que lean buscando detalles ocultos de mi vida, que pudieran no entenderse a través de la convivencia y esa imagen, acaso ilusoria, que uno se forma de sus padres. Les escribo para que lean en el futuro y me visualicen en este momento como yo me percibo.
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Jueves 13 de marzo

El oncólogo ha pisado suelo colombiano. No he recibido llamada desde su consultorio. La secretaria indicó que la cirugía podía programarse para la semana del 17. Marco a su oficina.

8:30 a. m.
  • Buen día, consultorio del Dr. Bonilla
  • Buen día. Soy Gabriela Osorio. Tengo pendiente una cuadrantectomía con localización. Dejé la solicitud hace dos semanas. Quiero saber si ya está programada.
  • Me recuerda su nombre.
  • Gabriela Osorio
  • Me temo que usted no aparece en el listado de cirugías pendientes. ¿Cuándo dejó sus documentos?
  • El pasado 27 de febrero
  • ¿Los dejó en esta oficina del séptimo piso o en el primer piso?
  • En la oficina 701.
  • Deme un momento, por favor. Después de un rato. - Sra. indíqueme su número de teléfono. Debo coordinar con la otra secretaria porque los documentos no aparecen. Cuando revise su historia y programe la cirugía le devuelvo la llamada.
  • Bien. Gracias.
Para no creerlo, pero cierto. He iniciado el día en reversa. Con un cansancio de horas. Siento el agotamiento de las 5:30 p.m, término de mi jornada laboral. Hoy no tengo fuerzas para indignarme por la negligencia.

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Viernes 14 de marzo
9:20 a. m.
  • Buen día, ¿Se encuentra la Sra. Gabriela Osorio
  • Ella habla
  • Hola, soy Dayana, del consultorio del Dr. Bonilla. ¿Me estaba esperando? ¿Me puso velita?
  • No puse velita pero sí esperaba su llamada.
  • Ya programé su cirugía. Es el martes 1 de abril a las 2:00 p. m. en la Clínica Los Montes. La localización debe hacerse el mismo día en la Clínica De Todos Los Santos.  Es la única entidad donde realizan esta ecografía que tiene convenio con su EPS. Debe llevar la documentación antes para que le programen el examen.   
  • La próxima semana paso por los documentos. Gracias, Dayana.
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Jueves 20 de marzo
8:45 p. m. Tengo sueños, pero no me trasnochan. Nacen cada día al despertar y mueren cuando voy a la cama. No se acumulan ni terminan desechados en la papelera del tiempo. Hace cinco meses me nació un sueño rebelde, tiene vasos comunicantes con el sueño de otra persona. Se alimenta de ambos. Vive expectante. De día me acompaña, caminando algunos pasos más atrás, y en las noches se queda afuera, a la intemperie, bajo el cielo frío de marzo. Espera que en la distancia el otro le insufle vida convertida en palabras, en historias narradas a través del teléfono.
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Martes 1 de abril
8:40 a. m.  Llego a la Clínica De Todos Los Santos.  Me presento en imagenología y me redirigen a resonancia.  Ahí no tienen ni idea de mi procedimiento.
  • Está segura de que es acá
  • Sí.  La recepcionista de imagenología me indica que debe ser acá
  • ¿Usted vino el sábado?
  • No.  Es mi primera vez.  Tengo programada una cirugía a las 2:00 p. m.  Reserve mi cita hace dos semanas.  Por favor, revise en la historia.
  • En la orden autorizan una aguja que no manejamos acá
  • No entiendo.  En imagenología me recomendaron expresamente autorizar la aguja Kopans que se requiere para localizar la zona. 
Deciden llamar al médico para aclarar la confusión y él confirma el procedimiento.  Descanso.  Me produce desconfianza la desinformación
9:30 a. m.  Llega mi acompañante, una de mis hermanas menores.  Está desempleada, y aunque no fuera así, siempre se puede contar con ella para estas diligencias.  Se apunta a cualquier actividad.  No se pierde cirugía, visita a los enfermos, nacimiento, velorio, entierro.  Expresa una solidaridad sin medida. 
10:40 a. m.  Aún no es mi turno.  La cita inicial estaba programada para las 10:00 a. m.  Hoy tengo ganas de pelear y lo hago.  Me piden calma.  Yo recuerdo que debo llegar a otra clínica.  Ellos argumentan que el radiólogo está muy ocupado atendiendo urgencias y deben darle prioridad a un prisionero.  Un hombre joven al que acompañan dos gigantes del INPEC (Instituto Nacional Penitenciario), armados hasta los dientes, y a quien ni siquiera quitaron las esposas para el procedimiento.  No pienso.  No quiero pensar.
11:15 a. m. La ecografía de localización es un procedimiento sencillo.  El médico radiólogo busca el quiste con el transductor. Una vez aparece en la pantalla lo señala. Seguidamente aplica anestesia local en el seno.  Cuando hace efecto prepara la aguja Kopans, una especie de alambre, similar al empleado en odontología, con un arpón en la punta.  
La aguja que usaron en mi caso medía aproximadamente 20 cm.  La introduce por la aureola, para evitar dejar cicatrices, y engancha el quiste.  La fijación debe hacerse con cuidado para evitar lesionar el nódulo y perder la información que guarda.  Recoge el resto de la aguja entorno a mi seno y la asegura con micropore.   Salgo del consultorio pálida y con mareos.  
1:20 p. m.  Me reporto en el tercer piso de la Clínica Los Montes
2:20 p. m.  Ingreso al área de cirugía.  Lo más interesante de esta tarde ocurre aquí.  En la sala de espera me acompaña una mujer de 38 años.  Quiere hablar.  Se ve nerviosa.  Pregunta si es mi primera intervención y yo le informo sobre mi largo historial médico.  Esta es mi quinta intervención quirúrgica.  Para ella es la primera y su segundo intento de realizarse una abdominoplastia y mamoplastia.  
En el primero se arrepintió en la clínica y volvió a casa.  En mis términos, que no tengo ningún reparo en expresarle, va a reconstruirse a su imagen y semejanza.   Se ríe.  Quiere verse bonita.  Se siente pequeña y gorda.  Se acusa de ser descuidada e ingerir mucha comida chatarra. Quiero saber dónde vive.  Es colombo-americana.   Eligió Cali para su cirugía porque acá residen muy buenos especialistas y porque a todas luces es más barato que operarse en Norteamérica.  
  • Fíjate, la cirugía, más los cinco tiquetes aéreos (viajo con su  esposo, su madre y una amiga de ésta, y encargó a su padrastro, que viajó desde Miami a Nueva York, el cuidado de sus hijos), más los gastos de alojamiento, son un tercio del costo de la cirugía en Estados Unidos.
  • ¿Cuánto vale la cirugía?
  • Once millones de pesos.  Hice pruebas en la página de la doctora y me gusta la simulación.  Ella no es la mejor cirujano.  Mi primo y la esposa se operaron hace algunos meses con el Dr. R, quien es una eminencia, pero no me gustó el resultado que muestra mi cuñada.  Se ve cuadrada.  El esteticista es muy conservador.  Yo quiero curvas, muchas curvas y unos senos parados y bonitos.
Paso la siguiente media hora convenciéndola de quedarse.
3:20 p. m. Mi compañera resistió hasta el final.  La llevan camino al quirófano.  El oncólogo viene con retraso.
4:15 p. m.   Dormito en el sofá.  A lo lejos escucho mi nombre.  Una mujer atraviesa el marco de la puerta seguida por mi médico.  La tardanza del oncólogo es crónica.  A lo largo de este proceso no me atendió a tiempo ni un solo día.  Sintiéndolo tan cerca se me activan todas las molestias guardadas: odio sus sobreentendidos y silencios, odio los descuidos de sus dos secretarias y odio su trato displicente.  Sus acciones y las de su equipo sobrepasan mi límite de tolerancia.  Mis miedos, solo son miedos.  Mi doctor es el mejor oncólogo con quien pude coincidir.
  • Hola, Gabriela.  ¿Tienes la historia?  Necesitamos firmar el consentimiento.  ¿Te hiciste la localización?
  • Si
  • Bien.  No ocurre muy seguido, pero es posible que el radiólogo vea en el escáner el quiste marcado, y en realidad no lo éste.  El consentimiento es importante.  Si el quiste no está marcado puedo cortar el área incorrecta.  Firma.
Una enfermera me guía hasta el quirófano.  Me gustan las charlas que sostienen los médicos, enfermeras y ayudantes previo a la cirugía.  Ayudan a liberar la tensión.  Hablan de la crisis política en Venezuela.  El pariente de un galeno de la clínica murió durante una refriega.  Había hecho varios intentos infructuosos para salir del país.  

De Venezuela pasan a las ventas ambulantes de comida.  La anestesióloga cuenta historias asombrosas de los problemas sanitarios de estas prácticas.  ¿Ustedes se han preguntado dónde queda el baño de los vendedores ambulantes?  Risa general.  Todo esto amenizado con la música bachata que proviene del celular de la asistente.
La enfermera me ofrece disculpas por pinchar dos veces mis venas.  Pregunta a la anestesióloga la cantidad de medicamento que debe inyectar, y no se más.
9:05 p.m. Estoy cansada, hambrienta y molesta.  El médico se retiró sin dejar más indicaciones que: "se prescriben dos tabletas de acetaminofén cada ocho horas.  Cita en el consultorio con informe de patología, favor llevar una copia. Usar brasier día y noche (brasier post operatorio)”.  Salgo de la clínica presa del malestar. Quiero estar lejos de aquí.  Me siento en cuerpo ajeno.
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Martes 15 de abril
Hoy conoceré el resultado de la patología.  Lo enviaron a mi dirección de correo electrónico.  Hice acopio de todas mis fuerzas antes de abrir el archivo.  Esta vez no me enfrenté al dilema de leer o no leer.  Quise conocerlo antes que el oncólogo.  
El documento está conformado por Tres hojas con información sobre las características del quiste y la zona adyacente.  Víctima de la ansiedad desestimé los detalles.  Revisé a vuelo de pájaro cada subtema y llegué hasta el final del escrito sin comprender nada.  Tras el desorden inicial me devolví a la primera hoja.  
Respiré profundo.  Controlé el temblor de mis manos e inicié el proceso inverso.  Leí con detenimiento cada palabra, consulté en el diccionario los términos técnicos o desconocidos, establecí conexiones, me remití a la lógica y aun así permanecí a obscuras.  El documento se cierra con un comentario de dos líneas que mantiene el juego latente.
Por alguna razón soy la única que no entiende.  Adrián y mi hermana menor tienen claro el dictamen: “no tienes cáncer.  Alégrate”.  En el auricular mi voz suena apagada, intranquila, cansada.  
Me llovió tristeza. Cayó de golpe tras quince días de amontonar sus nubes negras sobre mí.  Siento necesidad de recogerme.  Cerrar las puertas de mi casa: ojos, boca, oídos.  Quedarme muy quieta en un rincón y esperar que amaine la tormenta. 
El resultado de la patología no es concluyente.  No encontré la certeza que todos esperaban: “fresca, lo verás al leerlo.  Muestra maligna o benigna.  No tiene pierde”.  Lastimosamente, a pesar de que mi estómago se resiste, necesito escuchar la interpretación del oncólogo.  Tengo cita con él mañana.
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Miércoles 16 de abril
2:00 p.m.
No espero que mi romance con el oncólogo tenga final feliz.  He apostado conmigo misma que en aras de mantener la costumbre, hoy, igual que siempre, me atenderá tarde.  Ganó mi yo positivo.
El médico abre las puertas de su consultorio a las 2:10 p.m.  Su secretaria está ausente.   Hace un barrido general sobre la sala de espera, me reconoce, pregunta si tengo cita con él y me hace seguir.  Al parecer no ha salido del consultorio.  
Le han llevado almuerzo a la oficina y por la prisa ha dejado algunos restos en la bata.  Sonríe.  Canta. Es amable.  Me hace sentir cómoda.  He recuperado la tranquilidad ante su presencia.  Revisa la herida y retira la gasa.  Vuelve a recordarme la importancia de usar brasier día y noche, y hacerle limpieza al seno con agua y jabón.
-    A esta patología hay que hacerle un estudio adicional, debes hacerlo autorizar.  El análisis se llama inmunohistoquímica.
-      Significa que aún no puede darme un diagnóstico seguro
-      A ciencia cierta, no
-      El informe es muy largo.  ¿Qué indica?
- ¿Qué indica el informe? De acuerdo con los resultados usted tiene muchas lecciones con algún riesgo de malignidad.  A futuro es más factible que sufra cáncer de seno; pero aún no.  Hay una zona que le deja dudas al patólogo porque puede ser un cáncer incipiente. Para descartar o confirmar requerimos hacer este análisis inmunohistoquímico.  Lo hace autorizar. Cuando tenga el resultado viene a la cita de control.
-  Si el resultado es positivo  ¿Qué sigue?
- Entonces, ya hablaremos.  Seguro la situación es un poco angustiante.  Todos queremos saber.  Pero aún no hay respuesta.
Dictamen:
Tras realizar el último análisis requerido el médico me indica que todo está bien, padezco Adenosis esclerosante, un tipo de padecimiento que implica un aumento de tamaño de los nudillos, es una condición benigna.  
Sin embargo, el oncólogo ha querido llamar mi atención y señala que dada la dificultad para determinar un diagnóstico y que mis senos tienen todas las condiciones requeridas para sufrir en un futuro de cáncer, existe una alta probabilidad de que el patólogo se haya equivocado en su dictamen.

Para ser más querido y próximo a mi experiencia, esto no podía terminar de otra manera que con la frase de despedida de mi médico: “Es muy posible que el patólogo se haya equivocado y que usted sí tenga cáncer.  Para ello vamos a programar una cita de control en seis meses”.   Menuda despedida.  Cómo él, siendo el especialista, no tenía una respuesta clara, volví al médico familiar y empecé otro procedimiento.  Pero esa es otra historia.


¡Libertad... para pensar!

Comentarios

  1. Es curioso el encuentro de Gabriela con la mujer que quería tunearse. Debe de ser curioso ver cómo se encuentran dos personas por tan diferentes motivos. La experiencia más cercana que yo tengo es muy diferente. En la Clínica Rúber de Madrid, oncología se halla en la planta menos dos. En la puerta de entrada están los neonatos, y se pasean ramos de flores, y de vez en cuando algún que otro guardaespaldas haciendo lo que su nombre indica: guardarle la espalda a un famoso o político, incluso rey.
    Los que van de visita médica, suben un ascensor que les lleva a la primera planta. Bajar a la menos dos era como un descenso a los infiernos. Todo está planeado para que los que van a retocarse, o a hacerse un simple examen no se encuentren con "los otros".
    La planta menos dos consistía en un inevitable toparse sólo con dos especies: enfermos y familiares. Se respiraba y se hablaba diferente. Pero las esperanzas iban y venían dependiendo de lo que dijera un papel. Las miradas siempre eran cautas, casi nadie quería toparse de frente con el dolor y la desesperanza, por eso nosotros apenas hablábamos con nadie. Las enfermeras eran muy cariñosas con mi mujer, y yo siempre permanecía callado rezando para que nadie preguntara: cuál es el pronóstico?

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    1. Woowww allá sí que tienen claro ese asunto. Acá son un poco más democráticos, al menos en las clínicas que yo visitó. Sin duda también existen las otras, pero enfermarse es visto cada vez como un problema de incapacidad para la vida. !!Un horror!!

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  2. Querida mía., me gustaría poder seguir comentando aportando mi propia experiencia, pero no puedo... Sólo escribo para que Gabriela sepa que estoy aquí, para que siga recordando mi presencia y sepa que leo cada una de sus palabras, pero aún no puedo decir más que lo siento, con todo el alma, y que siga luchando. Sólo lucha. Ahora sólo lucha. Y mi plena confianza en su victoria

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    1. Gracias, amparo. A Gabriela le bastan estas palabras y tu silenciosa compañía. Un gran abrazo

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Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.

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