La puerta
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Claustro San Agustín, Villa de Leyda, Colombia. |
La
puerta tiene una inscripción grande, en letras rojas, que frena de
golpe al visitante: “siga si está dispuesto a dejarse atrás”.
No está centrada ni enmarcada por figuras o recuadros. Aparece de
pronto, como naciendo de la madera, y se impone. La primera
impresión que produce es confusa, altera el ánimo, causa zozobra.
El intruso la lee con detenimiento, extiende la mano para sentir las
formas abultadas de sus letras y la retira asustado por la sensación
de calor que transmiten. Tiene la impresión de que puede hablarle,
que la puerta escucharía con atención y daría respuesta a sus
preguntas. Lo inhibe la náusea, el absurdo de saberse interlocutor
de un objeto fijo, grande, tal vez pesado, ubicado entre él y su
destino.
La
puerta de color caoba, 2 metros de altura por 90 centímetros de
ancho, no tiene chapa ni cerradura. El visitante asume que puede
empujarla suavemente para abrirse paso, pero la puerta no se corre.
Está sellada. Es el único acceso aparente en un muro interminable
como los tiempos. A lo alto la pared se pierde entre las nubes.
Atrás ha quedado un vasto campo de trigo. El hombre pasea la mirada
por el horizonte, busca una forma que le recuerde a las figuras que a
veces invaden sus sueños. Nada. El silencio fantasma susurra en el
trigal. El campo se extiende hasta donde alcanza la vista. Vuelve a
fijar la atención en la puerta, considera la posibilidad de tirarla
abajo, hace varios intentos y desiste.
Agotado
apoya la espalda contra el muro. Con los últimos rayos de luz busca
el camino de regreso a casa. Se interna en el trigal y da de
bruces con la puerta. El muro giró 45 grados o él creyó
moverse en su dirección en el
último intento por derribar la puerta.
Sin fuerzas el hombre es vencido por la certeza. Decide
esperar hasta mañana para que la luz le devuelva el sentido. El
cansancio hipnotiza sus ojos. Se extiende suavemente al pie del
cultivo y sueña.
A
una hora indeterminada lo despiertan murmullos
arrastrados
por el viento. Voces
extrañas
le llegan de un lugar impreciso. El trigal acompasa el ritmo. El
intruso
teme perder la oportunidad, se levanta con torpeza y choca con el
morro que a su lado formaron las horas caídas. Diez días
se pegaron en la lengua, siete
minutos
cuelgan del
incisivo derecho, la
nariz inhaló cinco horas
y su cabello es un tiovivo donde juegan los segundos dispersos.
Escupe y sacude el tiempo muerto. Mientras expulsa las horas que
viajan raudas por sus conductos nasales, aguza el oído para precisar la
dirección de donde vienen las voces.
Llama en un idioma incomprensible para sí. Asustado por la desconexión entre cerebro y boca, prueba decir otras palabras. Los sonidos nacen sin pausa y extrañamente Babel responde. Las voces se acercan. El hombre se encamina hacia ellas. Intenta dar un primer paso, sus piernas resisten, están sembradas. Con horror descubre que sus miembros inferiores aparentan la forma de un tallo largo y esbelto. Sacude la cabeza con violencia, caen los últimos segundos colgados de sus cabellos. Parpadea, retira el mugre que cree hay en sus ojos.
Ha perdido la noción del tiempo. Mareado por la impresión cae presa del pánico. Las voces están más cerca, ahora puede escucharlas mejor, cantan, pero no distingue forma alguna. Intenta levantar lo que fue su pie derecho, nota que la tierra cede y hace lo mismo con el izquierdo. Con fuerza inusitada desentierra la raíz. Libre de su prisión quiere echar a correr en dirección a cualquier parte. Las voces le rodean, entonan una melodía que sabe de memoria. Se resiste a cantar con la parte de su cerebro que aún domina. La música es envolvente, recorre el trigal haciendo olas, vibra en sus manos que ahora son espigas. El hombre no lo piensa más. Con el color de la luna en su pelo entiende. Sabe que alucina. Presa del miedo corre en dirección a la puerta y la traspasa. Sostenido con firmeza por la raíz, se pone en pie con alivio. En este lado del muro el trigal se extiende hasta donde alcanza la vista.
Llama en un idioma incomprensible para sí. Asustado por la desconexión entre cerebro y boca, prueba decir otras palabras. Los sonidos nacen sin pausa y extrañamente Babel responde. Las voces se acercan. El hombre se encamina hacia ellas. Intenta dar un primer paso, sus piernas resisten, están sembradas. Con horror descubre que sus miembros inferiores aparentan la forma de un tallo largo y esbelto. Sacude la cabeza con violencia, caen los últimos segundos colgados de sus cabellos. Parpadea, retira el mugre que cree hay en sus ojos.
Ha perdido la noción del tiempo. Mareado por la impresión cae presa del pánico. Las voces están más cerca, ahora puede escucharlas mejor, cantan, pero no distingue forma alguna. Intenta levantar lo que fue su pie derecho, nota que la tierra cede y hace lo mismo con el izquierdo. Con fuerza inusitada desentierra la raíz. Libre de su prisión quiere echar a correr en dirección a cualquier parte. Las voces le rodean, entonan una melodía que sabe de memoria. Se resiste a cantar con la parte de su cerebro que aún domina. La música es envolvente, recorre el trigal haciendo olas, vibra en sus manos que ahora son espigas. El hombre no lo piensa más. Con el color de la luna en su pelo entiende. Sabe que alucina. Presa del miedo corre en dirección a la puerta y la traspasa. Sostenido con firmeza por la raíz, se pone en pie con alivio. En este lado del muro el trigal se extiende hasta donde alcanza la vista.
¡Libertad... para pensar!
Me encanta esta metamorfosis, y especialmente cómo le has dado forma al tiempo, aunque aún tengo que investigar por qué la lengua acapara mayor cantidad de él. Gracias.
ResponderBorrarLa lengua acapara más tiempo por la inmumerables palabras que no decimos y se amontonan en la boca esperando una oportunidad de vida. Gracias a ti
BorrarUna narración excelente María Eugenia. Logras transmitirnos a la perfección esa atmósfera onírica aunque yo circunscribiría la palabra a su vertiente de pesadilla, ese ambiente en el que queda atrapado el personaje, psicológicamente asfixiante...Por algún motivo, me he recordado de "El proceso" de Orson Welles.
ResponderBorrarMuy bueno. Un abrazo.
Realmente la historia es una suma de miedos y angustias compartidas colectivamente, a ello apunto con la idea del trigal. Sin duda el personaje sueña y delira y en ese estado se le dificultad discernir entre el sueño y la vigilia. Saludos
BorrarMi sincera admiración María Eugenia.Me has tenido en vivo hasta el final con este fantástico relato.Saludos.
ResponderBorrarGracias, Eric. Por tu palabras sé que logré parte de mi objetivo
BorrarLectura de tintes kafkianos que corta la respiración hasta el final.
ResponderBorrarUn beso
Seguro se puede rastrear influencias no sólo de ese autor, sino que a la vez componer una especie de collage con las múltiples lecturas y autores que nos pueblan. Saludos
BorrarWow! Es genial! me ha atrapado nada más empezar a pesar de que la imagen de la puerta no me es ajena, sin embargo esa transformación está detallada y perfectamente narrada. No soy amiga de la literatura fantástica, salvo en ocasiones especificas y esta es una de ellas. Creo que a tu compatriota Garcia Márquez, le gustaría, pero eso solo mi opinión. Un saludo
ResponderBorrarGracias, Lumy. Con este texto me impuse un reto y acerté en algunos detalles. Valoro que encuentres detallada y bien escrita la narración. Es un gusto que te pasaras. Gracias
BorrarCreo que todos vamos en esa dirección en algún momento de la vida. Y llega la hora de traspasar esa puerta.
ResponderBorrarExcelente relato María Eugenia. Un fuerte abrazo
Si, Soledad, todos llegamos ante la puerta y debemos decidir qué hacer. La vivencia del personaje del relato es una de tantas posibilidades.
BorrarI enjoyed reading this short story very much. Thank you for sharing
ResponderBorrarIn loving light
Gracias Cindy, por leer, por llegar hasta el final y por disfrutar. Bienvenida a este espacio
BorrarTengo como una obsesión con las puertas, tanto que a veces debo recordar que están las ventanas. he sentido alguna de los párrafos de tu relato como si estuvieran escritos para mí y me inmovilizaran en esa angustiante sensación. te felicito querida. Es excelente. Un abrazo
ResponderBorrarSolemos olvidar que las salidas y las prisiones son construcciones mentales. Bueno que no descuides las ventanas u otras salidas de emergencia, Amparo. Gracias
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