La decisión de Aurora


cuentos, relatos, historia de mujeres, Historias, relaciones sexuales, relaciones afectivas
Rachel Welch- Fotografía de Terry O'Neil


Aurora trasteo al cuarto de san alejo los recuerdos de sus fracasos amorosos y eligió quedarse en compañía del señor y la virgen santísima.  Al estilo antiguo resguardó su vagina con palabras sagradas que la libraran de vivir en pecado, lejos de las expresiones malsonantes que decían los hombres apostados en cualquier esquina, y de las caricias furtivas que morían con violencia en el intento por tocar sus partes.  

Desapareció de la luz pública cansada de ser la otra, de escuchar el discurso de siempre.  Se Aburrió del sexo en intérvalos robados a la familia, los amigos o cualquier actividad del amante de turno; de no poder exhibir ese amor prestado a la luz del día, y reptar en las noches oscuras entre bares y moteles de “mala muerte”.  Mudó de residencia, olvidó frecuentar a los amigos, y borró cualquier rastro que condujera hacia ella.  En cambio, decidió rezar el rosario cada día entre las 4:00 y las 5:00 a.m.

Se hizo adulta con el hambre entre las piernas, celosamente cuidadas bajo la falda de pliegues del uniforme escolar, emblema de aquel instituto donde la encerraron sus padres.  En cuanto pudo librarse de ella la reemplazó por otras que dejaban entrever la gloria, desde un altar al que todo penitente, así no fuera muy devoto, debía llegar postrado; encender la antorcha que ilumina el sagrario, y leer, en una voz escasamente audible, las escrituras hieráticas impresas sobre la piel del ícono. 

Conoció al primer amante cumplidos los 18 años. Se obsesionó con él al descubrirlo mirándola con descaro desde la última banca del autobús.  Sintió que sus pezones se ponían alertas y una corriente de placer la recorría entera hasta volverse cosquillas en su clítoris.  Lo persiguió varias semanas.  Se dejaba encontrar casualmente en las esquinas o en los lugares que sabía frecuentaba.  Coincidían en las tardes en la parada del autobús. Algunas mañanas lo acompañaba, caminando unos pasos más atrás, hasta la puerta del trabajo; ahí lo despedía para vagar sin rumbo por las calles de su pueblo.  

Un día fue él quien se dio al acecho.  La encontró distraída en la parada y se ubicó detrás.  La sostuvo del cuello y giro despacio hasta quedar de frente.  Sin reducir la presión, con la mano libre, y a través de la tela, el hombre recorrió su espalda trazando extrañas figuras. Se detuvo justo en la base.  Hizo el camino de regreso presionando ligeramente en los costados; acarició el abdomen, jugó con el ombligo y los pezones.  Adolorida por el deseo que le ahoga el miembro, Aurora era una mezcla de emociones confusas.  A punto de perder el control,  envió una señal de auxilio en forma de quejidos que iba pariendo su oscura gruta sin fondo.  Complacido el hombre sonrió y la condujo por las calles hasta el motel más cercano.

Ese día Aurora descubrió que su garganta inferior era insondable, capaz de tragarse al navegante más intrépido.   Deslizándose en rápidos movimientos proa-popa, el barco-hombre intenta, continuamente, alcanzar el litoral; pero encalla en las rocas, y un espejismo, el canto de la sirena, decreta su muerte en lo profundo. Uno tras otros se suceden los naufragios.  La vagina de Aurora es un cementerio marítimo, en el que reposan, olvidadas y para siempre, oscuras fantasías oceánicas.
                                                        
Debatida entre el cielo y el infierno.  Expulsada de la tierra, consuelo de ingratos, no existe para ella lugar alguno donde colmar el deseo que no mengua, el hambre insaciable.  Los días se extienden sobre una planicie de amargura.  El manto que la arropa en las mañanas es consumido por el fuego de las noches.  La gloria,  ese extraño mundo que presagiaban sus piernas, tiene la forma y el color de los sueños guardados en botellas y echados a la mar sin esperanzas.  La gloria se transforma en purgatorio.  De tanto guardar  remordimientos, la mujer que habita en lo bajo adquiere proporciones monstruosas, es Ceto devorando sin tregua los veleros. Arremolinada en un orgasmo gigante succiona cada falo sin descanso, hasta hacerse un tsunami entre las sábanas.  Al concluir, la gran ola se recoge sobre sí y vuelve a la calma del océano.  

Aurora transita lenta y dolorosamente sus ciclos.  Arrastra la pesadez de los sueños difuntos.  Cada noche divisa a lo lejos un nuevo barco. Con esperanza y un poco de miedo aguarda paciente que arribe a la costa, que cuando el bravo vigía ubicado en la cofa grite “tierra” alguien venga a rescatarla de su olvido.  Reza con fervor reclinada en su lecho.  Aprieta en sus manos el rosario, pasa las cuentas una a una. La oscuridad desciende sobre ella.  “Dios mío, ven en mi auxilio.  Santa María purísima ¡Líbrame del pecado y del horror de la carne que no da tregua!”.  Da tres golpes de pecho “¡Horror! ¡Horror! ¡Horror!”  Quiere bajar a Cristo de la cruz y reemplazarlo. 


¡Libertad... para pensar!


Comentarios

  1. Fascinante. La represión se ha hecho vicio!!

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    1. Gracias, Javier. Igual que en este aspecto de nuestra vida, hay muchos otros donde los límites entre lo que consideramos normal y las patologías se hacen borrosos. Abrazos

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  2. Es fascinante como un a prohibición impuesta por nosotros mismo, conlleva lo contrario de lo que queremos evitar y aún mayor dolor.
    Es un relato apasionante y muy emotivo. Sexo con sentimientos internos que no la dejan
    Triste a su vez
    Precioso

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    1. Hola, Amparo. Gracias por tus palabras. Es cierto, las prohibiciones buscan contener el normal desarrollo de nuestra naturaleza; pero en este caso derivó en una situación esclavizante en la cual el personaje no lograba discernir con claridad sus necesidades y el modo de satisfacerlas sin culpa. Abrazos

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  3. ¿Qué es una vida con censuras? Caer en prohibiciones implantadas por nosotros mismos.
    Excelente demostración y narración.
    Un fuerte abrazo.

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    1. Hola, Marybel. La censura tiene, en este caso, la forma de un gran grillete, unos calzones de seguridad y una especie de bozal, artilugios todos pensado para ejercer poder a través del cuerpo y sus usos. Un fuerte abrazo, también para ti

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  4. Inteligente y provocador relato, me encanta como ahondas en la psicología femenina, hay seres así como Aurora inmersas en un oscurantismo medieval de prohibiciones y mea culpa! Muy bien ilustrado también, abrazo.

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    1. Hola, Graciela. Gracias por tus palabras. Este escrito sólo intenta dar algunas pinceladas sobre un lienzo harto conocido, graficado y proyectado de formas diversas, siempre intentando echar luz sobre las sombras. Saludos

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  5. ¡Un relato apasionado y guardado en el corazón de un Alma que está sentenciada a callarlo, hay Amores que son para sufrir pero en el fondo son bonitos!! ¡¡Abrazos!!

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  6. Gracias, Damian. Para las mujeres que viven experiencias como este personaje los amores antes que una dicha son un problema, una tortura. Viven sus deseos con culpa, sin libertad de sentir y obrar

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  7. Jugaste muy bien la carta del erotismo gusto/desprecio. En ocasiones me sentía atraída a las sensaciones y de momento... ¡Zaz! "This is not good at all". Justo como suele pasar en situaciones similares y a veces mucho menos dolorosas que ésta.

    Aunque por otro lado, como esposa que soy ( aunque no creo que mi esposo me sea infiel soy, como cualquier esposa, vulnerable a que otra intervenga en mi relación), me daba gusto ver, que si bien no soy feliz pq mi esposo falta al hogar por estar con otra, esa otra tampoco es feliz. El asunto es, ¿y él? El se esta encargando en hacer infeliz a ambas? ¿Qué de él? ¿Cómo él ha de sentir? ¿Ha de pagar? Yo siempre creo que la vida misma se encarga de pasar factura de las maneras menos sospechadas. A lo mejor en ello tienes un nuevo relato.

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    1. Hola, Mel. Gracias por pasarte. No había pensado en la experiencia del hombre infiel, pero me gustan tus inquietudes y la sugerencia. Es una buena propuesta de escritura que resultará interesante si sabe enfocarse bien. Un abrazo, querida

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Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.

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