El engendro



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Una historia dedicada a JBG
por su afecto y constancia


Hace cuatro días que Raúl no sale de su encierro.  Ha colgado cinco cobijas en la ventana y aún tiene frío.  Dice que a la madrugada lo acecha el engendro, nombre genérico para lo incomprensible.  Ayer le escuché gritar temprano.  Me desperté despacio, cansada de sus exabruptos, y arrimé a la puerta de su habitación en puntillas.  Antes de coger la manija me advirtió que no entrara, di media vuelta y volví a la cama.  Hoy no lo siento.  Seguro duerme como un niño mientras yo trasnocho sin encontrar remedio a su desvelo.  De su habitación sale un tufillo penetrante a cosa muerta y descompuesta.  No me deja entrar, necesito saber qué le ocurre.  Tampoco quiere que lo vea el médico, dice que lo suyo no es de este mundo.  Todo empezó con la ida de Nani.  No soportó el peso de la derrota.  Los primeros días sólo presentaba alucinaciones, decía ver una mancha en la pared con forma humana.  Estuve a punto de llamar al cura para anunciar el milagro; pero me contuve justo a tiempo cuando le escuche hablar en la jerga de los locos.  Según él la mancha  crece a diario y se mueve por paredes y techos como un ser vivo.  La siguiente semana la mancha cambió de vehículo.  Empezó a filtrarse en forma de gotas, primero en el techo, luego en las paredes, a veces lo hacía en el piso y en lugar de extenderse ascendía, en contra de las leyes básicas de la física.  Juro no haber notado nada raro ni extraordinario cuando aún podía entrar en su cuarto.  No existía tal entidad.  La semana siguiente alegaba que su habitación era una especie de isla experimental poblada por animales marinos jamás vistos.   En ese momento empecé a preocuparme.  Busqué la ayuda de un psiquiatra.  Raúl se dejó llevar como un niño.  No contestó ninguna de las preguntas formuladas, por lo que el médico no pudo ofrecer un diagnóstico.  De vuelta a casa me dijo que no insistiera, que no estaba loco.  Esa semana le dieron la baja en la oficina argumentando que su rendimiento era nulo cuando iba, dos días de cinco, para justificar su ausencia los otros tres se valió de las incapacidades que le firmaba un amigo ignorante de su estado. Los últimos días su habitación parece un campo de batalla.  Me llegan extraños ruidos cuya procedencia desconozco, he pensado que se trata del estéreo, pero algo me indica que es otra cosa.  Cuando el ruido excede mi capacidad toco a su puerta con insistencia, una voz apagada responde y el ruido cesa.  Raúl no ha probado bocado, o eso creo.  Dejo la comida ante su puerta, no veo cuando la toma y tampoco devuelve los platos.  Debe estar nadando en la pudrición, invadido por los gusanos y las moscas.   El martes ocurrió algo distinto, le vi asomarse tímidamente y pedirme las cinco cobijas que puso en la ventana.  Le ofrecí ayuda, con el objeto de inspeccionar la pieza, pero se negó con vehemencia.  Estaba pálido y con ojos vidriosos.  Llevaba la ropa húmeda y adherida a la piel.  Al entregarle las sábanas alcancé a rozar su brazo y  pareció que mis dedos se hundían entre sus carnes.   Me retiré asustada.  Desde entonces no lo veo.  Hace algunas horas me llamó pidiendo auxilio, gritaba desesperado, decía estarse ahogando.  El agua corría por debajo de la puerta que no cedía.  Volé al cuarto de las herramientas para buscar con que echarla abajo, traje un martillo, una pata de cabra y le imprimí toda la fuerza que me fue posible.  Cuando pude abrir el agua se desbordó por la casa arrastrándome lejos.  No sé cuánto tiempo estuve inconsciente.  Al volver en mí recordé a Raúl y fui a buscarlo.  Su habitación era un caos, había comido y excretado en los rincones con precisión.  Quitó los tendidos de la cama y los colgó en la ventana.  También puso el colchón contra ella.  Desbarató los cajoneros.  Esparció la ropa por el piso, sobre las tablas de la cama, colgada en las paredes y en el techo.  En el espacio que no alcanzó a cubrir con ella dibujó múltiples manchas simulando la primera que me enseñó.  Su habitación era la isla que había comentado pero en crudo, el sueño de un loco. No encontré a Raúl por ninguna parte.  Curiosamente, tampoco había rastros de agua, sólo al pie del colchón hallé un pez agonizante que puse en la pecera mientras espero que mi hijo aparezca y explique éste desorden.


¡Libertad... para pensar!


Comentarios

  1. Esta obra es excelente, muy Kafkiana... lleva al lector a recorrer los laberintos intrincados de la mente y con un final manierista. Felicitaciones y un abrazo!!

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    1. Hola, Graciela. No soy muy buena lectora de Kafka, pero pensaba en Gregorio Samsa, el personaje de la metamorfosis, cuando escribí esta historia y el relato "Idas y vueltas". Los dos tienen el mismo origen y una intención similar. Imaginar a un personaje en una situación en extremo curiosa y divertida. Gracias por comentar. un gran abrazo

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  2. Gracias por la historia, a mí me pareció que el engendro lo ve la madre (narradora) en su exageración, y que todo volverá a la normalidad.

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  3. Soy JBG, el de arriba, desde el móvil. Las cosas están en su sitio.

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    1. Hola, JBG ya te había identificado. Gracias por leer pese a las limitaciones tecnológica

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  4. Es una delirio en el mejor sentido de la palabra..!! Una historia atrapante y fascinante, me encantó Mª! Eugenia, la disfruté muchísimo. Besos

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    1. Hola, Alfmega. Gracias, querida. Me alegra que disfrutaras la historia. Un abrazo

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  5. Parece ser que era la madre quien se ahogaba. A veces nos ahogamos en un vaso de agua. Tranquilos que todo se arregla con un martillo y una pata de cabra.

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    1. Jajajajaaj. muy bien, Eduardo, hallaste la clave. Todo es más fácil con la herramienta adecuada, al final le sirvieron a la madre para lograr su propósito, tener control sobre la habitación del hijo. Un fuerte abrazo. Gracias por venir

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  6. Escalofríos me seguían mientras leía deprisa y luego una lectura más profunda, más lenta y reflexiva y muchos significados e interpretaciones.
    Desde la inexistencia de ese hijo, hasta la desesperación y el abandono, la locura de Raul y el miedo a lo desconocido a lo inexplicables. En conjunto unos elementos que configuran un todo muy reflexivo e intrigante. Genial querida

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    1. Hola, Amparo. El texto permite muchas lecturas, cuando lo releo intento pensar en otras posibilidades distintas a mi propósito y encuentro una maraña de significados e interpretaciones no considerados. Gracias por leer, querida

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  7. Doblemente terrífico con este final....Espero no estar completamente loco sin haberme dado cuenta de ello...Bravo por tu arte María Eugenia. Buen fin de semana y Saludos.

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    1. Hola, Eric, no estás loco, eso es seguro, lo que no puedo asegurar igual es la cordura de esa madre. Gracias por tu apoyo. Un fuerte abrazo

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  8. La atmósfera de misterio que has creado te atrapa hasta el final. Y este sorprendente y kafkiano. Me ha encantado.

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    1. Me alegra que disfrutaras la historia, María. gracias por pasarte. Saludos

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Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.

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