Pao


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Atardecer en Verona - Fotógrafo Paolo Cesare Butturini

A Paolo Cesare Butturini



No sé si enamorarse consiste en reinventar el alfabeto o hablar una lengua que sólo aprendo entre tus labios. Contigo he comprendido que el amor no es la profundidad de mis emociones o los sentimientos que me asaltan de golpe y me desbordan. Que no consiste en sostener una antorcha extinta, abordar el tren con un boleto viejo, tener un espejo de agua límpida donde mirarme, o sentir mariposas en mi estómago si estás cerca o algo te evoca. Que el amor tampoco se reduce a saltar abismos, enumerar las cosas en común para sintonizar contigo, iluminar con tu sonrisa la oscuridad del mundo, perder el norte si no me guías o creer que todo acaba cuando haces falta.
Esos son mitos, cuentos de hadas. El amor es más básico, tan cotidiano y lúcido que marea. El asombro que produce es de naturaleza distinta a la esperada. No lo encuentras de pronto, tras años de intensa búsqueda, lo entiendes, descorres la cortina que el miedo y la ignorancia enmohecieron y sientes cómo te envuelve, brota de ti como un retoño viejo. Ha estado ahí desde siempre, un esquivo camaleón para mis ojos ciegos.
Según te vivo, el amor es coincidir con tu mejor pareja de baile, una, dos o más, y siempre que así lo quieras; al vaivén de los ritmos cadenciosos, salvajes o festivos, al capricho de modas diversas y en escenarios caóticos o tranquilos. Empujados hacia el océano insondable de nuestros años futuros, vamos girando por esa enorme pista que es la vida. Bajo sus reflectores me encontré contigo vestida de experiencia y desnuda de ganas, creyendo volver de todo sin cambiar de sitio. Nada me sobra, todo me constituye. No sería quien soy si me hubiera ahorrado la pena y el dolor de los años primeros o evitado el amor esquivo que tenía la forma de un abismo.
Sin buscarlo me ha encontrado tu amor, deshabitada. Al compás de una música ligera se instaló en mi vida cual certeza. Ha llegado a tiempo, sin prisas y sin ansias, escondido detrás tus ojos azules; igual que cae la madurez, así de pronto. No te intuyo ni te invento más allá de lo que ofreces, ni hago de ti el reconstructor de mis sueños deformes. Tu amor me sitúa en el presente, para no pasar el tiempo sin habernos vivido. No quiero castillos de arena ni historias de princesas. Me basta con que todos los días, sin importar la distancia, honremos el pacto que hicieron nuestras almas. Las piezas que bailemos juntos están de más, la eternidad dura mientras nos queramos.


 ¡Libertad... para pensar!


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