Ni orientalismo ni occidentalismo: Ewdard Said y el latinoamericanismo



Orientalismo: Ewdard Said, Horizonte Femenino


En el artículo de referencia, el filósofo colombiano Eduardo Mendieta establece un paralelo entre la situación política, económica y cultural de Oriente, expuesta por Edward Said en su libro Orientalismo, y la realidad latinoamericana de subordinación y búsqueda identitaria, que a lo largo de su historia ha intentado construir un proyecto cultural diferente al de Europa y Norte América. 

El texto está dividido en dos partes: en la primera hace una presentación del Orientalismo, indicando las claves de interpretación señaladas por Said, y en la segunda expone la situación latinoamericana.

En Orientalismo Said explora el modo en que las sociedades colonialistas construyen discursivamente una imagen de las culturas no metropolitanas. Esta indagación se hace a partir de 3 momentos: inicialmente lo entiende como una matriz epistemológica, un cuerpo teórico que codifica, legitima y autoriza el conocimiento dentro de la academia occidental; en esa medida, es un dispositivo de poder mediante el cual oriente y sus territorios se vuelven objetos de conquista y consumo imperiales. 

En segundo lugar, Asid piensa que la construcción de oriente ocurre tras un pausado proceso de negación y reinvención cultural.  Es producto de una ficción en la que debe imaginarse y entenderse así mismo desde la mira hegemónica. Las distintas imágenes de oriente, a través de los siglos, se corresponden con otra imagen de occidente, tejida por sucesivos poderes coloniales que han puesto en juego diferentes maquinarias civilizadoras.

Finalmente, Said define el Orientalismo como un discurso que evoca la coproductividad y la codeterminación de oriente y occidente; dos imágenes subordinadas, una constituye lo negativo y otra lo positivo de una ficción metageohistórica. 

El orientalismo se convierte en la contraparte de las auto representaciones europeas que postularon al hombre como sede y origen del lenguaje y del sentido, constructor del mundo y señor de su propio destino (Bhabha, 1994, en Castro, 1998). Al delinear las culturas orientales Europa no hizo nada distinto a crear una idea de sí misma como única cultura con capacidad de inspeccionar el mundo con soberanía.

Teniendo en cuenta los límites de la razón y la comprensión humana, la cultura parece una camisa de fuerza que encierra en el mundo propio e imposibilita entender y acercarse a los otros más allá de lo que se puede afirmar de sí mismos. Spivak (citada por Castro, 1998) indica que las disciplinas del conocimiento no pueden crear sujetos y objetos por fuera de los códigos que configuran la institucionalidad del saber, esto es, las estructuras homogeneizantes del conocimiento en las sociedades modernas.  

En suma, el Orientalismo es una ideología cuyo análisis debe hacerse desde las configuraciones de poder y pretensiones inequívocas de verdad, agenciadas mediante un intercambio desigual entre poderes políticos, económicos, sociales, culturales y espirituales.

En la segunda parte del texto, Mendieta se acerca al problema de la construcción de la identidad latinoamericana, desde los agentes de imaginación y actores sociales que la han configurado en algún momento específico de su historia: los latinoamericanos, los EE.UU, Europa y los latinos. 

 El primer momento se denominó de disputa cultural, en este período la región lucha por construir una “identidad criolla” para distanciarse de los discursos dominantes de EE.UU e Inglaterra que se reparten el mundo de este a oeste. 

El segundo momento ocurre tras la “guerra fría”, cuando Norte América se enfoca en proteger sus fronteras y dividir el orbe en áreas de interés estratégico. De este modo, busca recoger y difundir conocimiento sobre los países latinos y asiáticos en términos de vulnerabilidad y nivel de peligrosidad para sus intereses.  

Así nacieron los estudios de área, herramientas de manipulación que limitaron las investigaciones teóricas en torno a problemáticas propias de la región: el mestizaje, la pobreza, las desigualdades, la hibridación.

El tercer latinoamericanismo, llamado crítico, ubica la zona en oposición a los EE.UU; surgen las narrativas anticolonialistas y la aculturación de las teorías sociológicas críticas para fortalecer la identidad nacional y la construcción de una sociedad sin clases.

El cuarto y último período recoge los avances del Latinoamericanismo crítico y la crítica social y gnoseológica desarrollada en los EE.UU por los intelectuales emigrantes, quienes revisan las condiciones de subalternidad y las epistemologías establecidas por las ciencias sociales y humanas buscando generar nuevas formas de pensar y actuar políticamente, desde la condición de personas socializadas en dos mundos distintos. 

Estos cuatro imaginarios de Latinoamérica han trabajado como una máquina de homogeneización que controla, manipula y pone las diferencias de las sociedades latinoamericanas al servicio del imperio (Moreiras, 1997, en Castro, 1998).

Ahora bien, si el Orientalismo y el Latinoamericanismo surgen sobre la base de la “minoría de edad” de esas comunidades, las nociones de desarrollo implementadas no necesariamente aspiran llevarlas a una mejor condición, en el fondo subyace la necesidad de instrumentalizarlas y objetivarlas. El desarrollo pensado como una manera efectiva de nivelar las sociedades resulta invasivo y violento, por cuanto les niega históricamente y deslegitima sus procesos sociales.


BIBLIOGRAFIA
  1. Castro-Gómez, Santiago y Mendieta Eduardo (1998): Teoría sin disciplina Latinoamericanismo, modernidad y globalización. Prolegómenos a una crítica poscolonial de la razón. [en línea]. [Consulta: 14 de marzo de 2014] Disponible en:http://www.ensayistas.org/critica/teoria/castro/
  1. Mendieta, Eduardo (2006): Ni orientalismo, ni occidentalismo. Edward W. Said y el Latinoamericanismo. [en línea]. [Consulta: 10 de marzo de 2014] Disponible en:http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39600504

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