La libertad que anhelo

Imagen de Sven Lachmann en Pixabay


Al pensar en el tipo de libertad que anhelo, el lector puede creer que se resume en la clásica frase de cajón: "hacer lo que me da la gana".  Lo importante, en este caso, no es señalar que mi voluntad debe imponerse sobre cualquier condicionamiento, o resultar triunfadora en la puja de fuerzas que estructuran las experiencias.  La libertad a que me refiero se expresa mejor a través de la ecuación: libertad = felicidad + perfeccionamiento.  Fácil.   Mi idea de libertad no es otra que la combinación de dos grandes aspiraciones humanas; la libertad también es otra, pero prefiero considerarla el sentido de nuestra existencia.

Comprenderemos mejor la ecuación si analizamos sus elementos por separado.  ¿Cuál crees que es la mejor definición para felicidad?  La buena noticia es que toda palabra importante ha sido definida un sin número de veces, con más o menos consenso.  La ética aporta al concepto y considera en su definición las acciones particulares realizadas de cara al bien común y los valores opuestos a la búsqueda de placer y la materialidad.  Sin embargo, en el quehacer diario, las acepciones del vocablo lo entienden en términos de impulsos (somos felices por ratos), según la expresión del rostro, el lenguaje del cuerpo, o por oposición a (ser feliz es lo contrario a ser desdichado o infortunado; aunque otras interpretaciones la oponen a la pobreza).

Mi experiencia me enseña que la felicidad es un estado del ser, en constante evolución, porque las circunstancias que lo motivan y las reacciones a ellas siempre son distintas.  Felicidad es la disposición con que asumimos nuestros asuntos, y se vivencia a través del perfeccionamiento.  De suerte que todo cuanto hacemos le da forma, especialmente aquellas circunstancias difíciles que parecen ajenas a nuestro beneficio.  Pensar la felicidad en estos términos facilita superar la tendencia a considerar que las aspiraciones humanas son procesos cerrados.  No hay un antes y un después para la felicidad, la libertad o el perfeccionamiento, hay un hacerse.

Ahora, es importante leer críticamente los conceptos, de modo que sean coherentes con nuestra historia o los propósitos que perseguimos. Así, resulta ilógico sufrir porque no vivimos la felicidad que definen otros.  En la línea de argumentación que propongo el hacerse feliz puede realizarse a través de etapas.  Una  primera consiste en lograr el equilibrio entre las aspiraciones sociales, afectivas, ocupacionales, etc, y  la potencia del espíritu.  En esa medida, debemos identificar la oferta del mundo respecto de las cosas que nos importan, seleccionar lo más adecuado, descartar el resto, y no darle a ello más importancia de la que merece.  Tener criterio para seleccionar implica reconocer el valor de las cosas y aceptarlas por lo que son. De esta manera identificamos el papel que esperamos desempeñar en el mundo.

También podríamos decir que no sentimos interés en ocupar un lugar de valor en la corrompida sociedad del presente, pero esto entraña una trampa.  Todo ser humano ejerce una función.  Una vez nacemos, construimos una historia que atraviesa las vivencias de otros, y eso ya nos hace significativos.  En cuanto al papel que elegimos, el gran reto es "parirnos" desde un vientre alojado en el corazón de nuestras angustias; con el único compromiso de desaprender, buscar nuestro diamante en bruto entre el cúmulo de nociones, prejuicios, imposiciones y demás trofeos adquiridos a lo largo de los años.

¿Qué tenemos claro hasta el momento? que la felicidad se traduce en vivir conforme al lugar que elegimos ocupar en el mundo.  Podemos coincidir en que los lugares se asignan, según la clase, la raza, el género, la elección sexual, la inclinación religiosa y otras distinciones, que no siempre responden a los intereses de las personas, e inhiben la capacidad de actuar y ser críticos frente al mundo.  El lugar es un campo de relaciones interdependientes, de ahí que la potencia del espíritu debe permitirnos discernir entre lo que se espera, las contribuciones positivas a la experiencia común de la sociedad, y lo que deseamos hacer.

¿Que papel juega en esta búsqueda el perfeccionamiento?  Ubicados en el aquí y ahora, perfeccionar es seguir la senda que conduzca a nuestro ideal de persona.  No se trata de la visión excluyente que alude a la corporalidad y su belleza.  La perfección que refiero es un camino sin fin; aunque podemos interpretarla como los años abonados a nuestra historia, nuestro tiempo de vida.

En el proceso de perfeccionarse adquieren más  valor los pilares sólidos que las fachadas pintorescas; una estancia en el laberinto propio, nutrido por referentes cercanos como la familia, los amigos o las personas que se admiran, y no el trasegar infructuoso detrás de otros que pueden tener una historia más errática que la propia.  Creo que un paseo fructífero por nuestro laberinto requiere un conocimiento básico de quienes somos y qué nos motiva.  De suerte que los otros ocupen en nuestra vida justo el lugar que les corresponde.

Toda búsqueda de lo que se aspira ser no puede proyectarse cual sombra sobre un futuro incierto; debe iniciar en el hoy y nunca perder de vista los pasos que damos.
Sin embargo, el hacerse persona no sólo es producto de la voluntad, requiere del apoyo de otros.  La educación que recibimos, sus contenidos y lineamientos aportan a este proceso; así mismo, las oportunidades que nos ofrecen y las capacidades desarrolladas a partir de ellas.

Respecto a la libertad, espero que podamos dilucidar la cuestión apoyados en algunos argumentos de Hannah Arendt.  Lo primero que debemos anotar es la existencia de dos tipos de libertad.  La historia de la filosofía refiere una libertad relativa a los deseos de la voluntad humana, que se experimenta en la soledad del yo, y es conocida como libre albedrío (capacidad de discernir y elegir entre lo bueno y lo malo), y una libertad  que se materializa en el hacer, en el espacio público, en el debate abierto con otros.

En ¿Qué es la libertad?  la autora nos recuerda algo importante.  El problema de la libertad no puede ser formulado fuera del campo político, "porque la acción y la política, entre todas las capacidades y posibilidades de la vida humana, son las únicas cosas en las que no podemos siquiera pensar sin asumir al menos que la libertad existe."(1996:157).  En este sentido, ser libre no es cuestión de voluntad, pensamiento o fuero interno, porque la abstracción nos aleja del mundo, el espacio donde nos hacemos humanos.  Somos libres en la medida que actuamos como miembros de un cuerpo político.

Vamos a tomar dos ideas de Arendt que nos conectan con lo referido en los párrafos anteriores:
1. La libertad es acción en el espacio público.
2. La libertad interior nos aleja del mundo.

La primera idea nos lleva de vuelta al tema del lugar que esperamos ocupar en la sociedad, a nuestra felicidad. La segunda nos permite comprender que el perfeccionarse, si bien es un proceso que cada ser elige, según sus convicciones, también tiene un propósito social, es la clave para vivir con los otros y ser agente de cambio. Hay una relación de correspondencia entre nuestra imagen de persona y la visión de la sociedad donde esa persona pueda realizarse.

Con estos elementos podemos entender la ecuación: libertad= felicidad + perfeccionamiento.  Soy feliz cuando elijo el lugar que deseo ocupar en el mundo; esa elección se concreta mediante el perfeccionamiento de mi condición de persona, y estos dos elementos facilitan mi actuar como sujeto político.  Esa es mi libertad, la concreción de un anhelo interno que se potencia a través de la acción.


Libertad...para pensar!


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