Alfonsina Storni (1892-1938)
- Storni, Alfonsina. La inquietud del rosal. 1916.
- Storni, Alfonsina. Irremediablemente. 1919.
- Storni, Alfonsina. Mundo de siete pozos. 1934
- Chodos, Jaime. Alfonsina Storni: A Decade of Feminist Reconstruction. Latin American Literary Review, 1979.
- Pappas, Victoria. The Poet's Self and the Poem: Essays on Goethe, Nietzsche, Rilke, and Thomas Mann. Ohio State University Press, 1981.
- de la Torre, Lysbeth. The Locus of Gender Struggle in Alfonsina Storni's Poetic Texts. Arizona Journal of Hispanic Cultural Studies, 1997.
El silencio
¿Nunca habéis inquiridoPor qué, mundo tras mundo,
Por el cielo profundo
Van pasando sin ruido?
Ellos, los que transpiran
Las cosas absolutas.
Por sus azules rutas
Siempre callados giran.
Sólo el hombre, pequeño,
Cuyo humano latido
En la tierra, es un sueño,
¡Sólo el hombre hace ruido!
La piedad del ciprés
Viajero: este ciprés que se levanta
A un metro de tus pies y en cuya copa
Un pajarillo sus amores canta,
Tiene alma fina bajo dura ropa.
Él se eleva tan alto desde el suelo
Por darte una visión inmaculada,
Pues si busca su extremo tu mirada
Te tropiezas, humano, con el cielo.
Domingos
En los domingos, cuando están las calles
del centro quietas,
alguna vez camino, y las oscuras,
cerradas puertas
de los negocios, son como sepulcros
sobre veredas.
Si yo golpeara en un domingo d'esos,
las frías puertas,
de agrisado metal, sonido hueco
me respondiera . . .
Se prolongara luego por las calles
grises y rectas.
¿Qué hacen en los estantes, acostadas,
las negras piezas
de géneros? Estantes, como nichos,
guardan las muertas
cosas, de los negocios dormidos
bajo sus puertas.
Una que otra persona por las calles
solas, se encuentra:
Un hombre, una mujer, manchan el aire
con su presencia,
y sus pasos se sienten uno a uno
en la vereda.
Detrás dle las paredes las personas
¿mueren o sueñan?
Camino por las calles: se levantan
mudas barreras
a mis costados : dos paredes largas
y paralelas.
Vueltas y vueltas doy por esas calles;
por donde quiera,
me siguen las paredes silenciosas,
y detrás d'ellas
en vano saber quiero si los hombres
mueren o sueñan.
En una primavera
Dónde estará el amigo que me dijo,
Acariciando su nevada barba:
Pequeña de ojos claros, ten cuidado,
Tu corazón ampara.
—Las primaveras al marcharse dejan
Las lloviznas de otoño preparadas...
Pequeña vé despacio, mucho juicio,
No te quemen tus llamas.
Estaba yo a sus pies humildemente,
Humildemente y toda yo temblaba...
—Cómo cantan los pájaros le dije,
Cómo es de fresca el agua!
Sobre mi frente, espejo de tormentas,
Se detuvieron sus dos manos mansas;
Se inclinó sobre mí con un susurro:
Pobrecita muchacha.
Limosna
Ahora quiero un alma, ser el que voy buscando,
Ahora quiero un alma para poder amar;
Échame sobre el alma gota a gota tu alma,
El cielo de tu alma, ya no pretendo más.
Quiero un alma, es un alma lo que busco en la vida,
Es un alma, es un alma; la sed me matará;
Y el alma es como un cielo: quiero un alma estrellada
Con un alma estrellada me quiero iluminar.
Soy una pobre cosa; nadie más pobre cosa
Que yo que busco un alma sin poderla encontrar;
La compro con la vida, al que la traiga pago
Con mi vida su alma. ¿Quién me la quiere dar?
Al viento
Se me va de los dedus la caricia sin causa,
Se me Va de los dedos... En el viento, al pasar,
La caricia que vaga sin destino ni objeto,
La caricia perdida ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
Pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida, rodará . . rodará . .
Si en los ojos te besan esta noche, viajero.
Si estremece las ramas un dulce suspirar,
Si te oprime los dedos una mano pequeña
Que te toma y te deja, que te logra y se va.
Si no ves esa mano, ni la boca que besa,
Si es el aire quién teje la ilusión de besar,
Oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos.
En el viento fundida ¿me reconocerás?
No me despiertes
Tú tenías veinte años... me dijiste
Deslumbrado de amor—Dame tu alma!
—Cadáver es. .
—Cadáver, yo la cargo...
La inflaré de primaveras dulces,
Que hombros robustos muevo; llevo el pecho
Abierto a soles puros... Va conmigo
la juventud.
Yo te besé las manos,
Te acaricié los ojos en silencio,
Te rocé los cabellos con dulzura;
Luego te dije mansamente: cierra,
Cierra los ojos claros...
Ven conmigo.
Te perdoné
Hace ya mucho tiempo que dijiste:
Cuando los trigos doren volveré.
Muchas veces doraron, tú distante,
Y yo te perdoné.
Distraído una tarde que vagabas
Frente a mí te encontraste sin querer,
Amor de nuevo al corazón pediste.
Y yo te perdoné.
Luego, pesada abeja que retorna
Con su cosecha dulce del vergel,
Levando el vuelo me dejaste muerta.
Y yo te perdoné.
Al hijo de un ávaro
Ya la avaricia te imprimió su huella
Sobre las carnes; la materia escasa
Recubre apenas tu armazón exiguo
De hombros estrechos.
Cabellos tienes desteñidos; mira
Cómo tu piel no brilla. Se repite
En tí el milagro de tu padre, el hombre
De ojos agudos.
¿Recuerdas tú? cuando eras niño apenas
Medio dormido entre la sombra, oías.
Caer monedas, lenta, lentamente
Una por una.
Como tu padre, a media noche anduvo
También tu abuelo en subterráneos, y antea,
El padre de tu padre ya ambaraba
bajo la tierra.
Mira tus dedos deprimidos, mira.
Mira la curva del pulgar derecho.
Menguado está como tu alma: mira!,
¿Miedo no sientes?
Ni los esclavos te aman . . . ah, no sabes
Cuan fácil aman los esclavos! Muestra
La bolsa tuya y llegarán cantando
Tus alabanzas.
Odias el sol pues te parece el oro
Que no pudiste conseguir. Te encierras
Por no mirarlo, cuando sale a darse
Sencillamente.
Cuando tus manos van a tus bolsillos
Temblor las mueve, que tu raza toda
Pesa en los dedos con que, apenas, tiendes
Su vil moneda.
Hijo de avaro, Ven a mis rodillas,
Piedad me sobra. . . recogí en los ojos
El cielo azul y el mar, que es movimiento,
Filtró por ellos.
Hijo de avaro, recubrirte ansio
Con mis dos brazos y en los ojos grises.
Mirarte fijo! . . . Como un soplo ardiente
Te daré el alma!
Te sentirás crecer: los hombros tuyos
Han de agrandarse; tus cabellos secos
Tomarán brillo y el pulgar menguado
La curva mía.
Hijo de avaro, ven a mis rodillas;
Nadie te amó! Encogido, tembloroso,
Nunca entendiste el bien de los humanos:
Único: darse.
A ricos de alma le ofrecí mi alma
Toda, temblando de alegría; llega,
No tengas miedo, buitre, no se acaba
El pozo mío.
Que nadie es pobre como tú. el enjunto
De pecho y alma, el de los ojos grises,
El de los dedos comprimidos, secos...
Hijo de avaro!
Voy a dormir
El domingo 23 de Octubre, pon la noche, llegó a «La Nación», de Buenos Aires, este poema, entregado al correo de Mar del Plata. El sobre contenía solo el poema de la gran poetisa, que ese mismo día se arrojó al mar, poniendo fin a su existencia.
Dientes de flores, cofia de rocío,
manos de hierbas, tú nodriza fina
tenme puestas las sábanas terrosas
y el edredón de musgos encarnados.
Voy a dormir nodriza mía, acuéstame.
Ponme una lámpara a la cabecera;
una constelación; la que te guste;
todas son buenas; bájala un poquito
Déjame sola: oye romper los brotes...
te acuna un pie celeste desde arriba
y un pájaro te traza unos compases
para que olvides... Gracias Ah¡ un encargo:
si él llama nuevamente por teléfono
le dices que no insista, que he salido...
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