Nieves Xenes y Duarte (1859-1915)
Nocturno
La luna alumbra, aroma la floresta,
acaricia el terral, canta la ola,
alegran la ciudad ruidos de fiesta,
y yo estoy como siempre: triste y sola.
De apasionado anhelo palpitantes,
evocando un recuerdo muy lejano,
llegan a mí, distintas y vibrantes,
las notas melancólicas de un piano.
Vienen, turbando mi impasible calma,
a hablarme de delirios y ternezas,
y a su acento en el fondo de mi alma
despiertan sollozando mis tristezas.
Cuando, en distante y venturoso día,
oí por vez primera esa romanza,
un porvenir de gloria y de alegría
me mostraba risueña la esperanza.
Y del amor en el delirio ardiente,
del destino olvidando los agravios,
irradiaban los sueños en mi mente,
palpitaban los besos en mis labios...
Chispa de luz divina que un instante,
abrasadora en mi cerebro ardiste
con destello fugaz y deslumbrante,
¡en qué abismo de sombras te extinguiste!
Ternura que en mi pecho generoso
como una llama inmensa, derramaste
calor vivificante y amoroso,
¡en qué abismo de hielo te apagaste!...
Cuando, a veces, con íntimo quebranto,
de mi marasmo estúpido despierto,
me comprimo las sienes con espanto
porque siento el mareo del desierto...
Inerte la fogosa fantasía
que ya su vuelo a remontar no alcanza,
agotada del alma la energía,
sin ideal, sin fe, sin esperanza,
mi quietud a la muerte se parece;
que la vida es el ansia abrasadora,
la sensación intensa que estremece,
y el pensamiento ardiente que devora.
De primavera
De la arboleda hojosa en la espesura,
blando suspira el viento entre el ramaje,
y los pájaros lucen su plumaje
cantando sus endechas de ternura.
Su monólogo eterno el mar murmura
balanceándose en lánguido oleaje,
y tiende de su espuma el blanco encaje
de sus orillas en la roca oscura.
Las flores se abren frescas y rientes
derramando su esencia embriagadora,
la nube, de matices relucientes
en el azul del cielo se colora;
y magnífico el sol lanza a torrentes
los rayos de su luz deslumbradora.
Ostenta el campo su verdor lucido,
de intenso azul el cielo se colora,
y el Sol vierte su luz deslumbradora
ardiente como el oro derretido.
Es un amante de pasión rendido
ante la hermosa Cuba a quien adora,
que a su ávida caricia abrasadora
abandona su cuerpo enardecido.
Y en languidez erótica postrada,
voluptuosa, gentil y enamorada,
a sus besos ofrece incitadores,
perfumados con lúbricos aromas,
ya los erectos senos de sus lomas,
ya los trémulos labios de sus flores.
¡Padre, no puedo más! mi amor refreno,
pero en la horrible lucha estoy vencida;
esta pasión se extinguirá en mi seno
con el último aliento de mi vida.
Cuando él no está a mi lado, desolada,
maldiciendo mi mísera existencia,
siento sobre mi frente fatigada
el peso abrumador de la conciencia.
Pero al verlo, olvidando mis enojos,
en vano a la razón ansiosa llamo,
y aunque callan mis labios, con los ojos
no ceso de decirle ¡yo te amo!
Vos me habláis de la gloria y del martirio,
del enojo del cielo que provoco,
¿pero no comprendéis que es un delirio
hablar de todo eso al que está loco?
¡Su amor! ése es el cielo que yo ansío
de mi pasión en el afán eterno,
y encuentro más terrible su desvío
que todos los tormentos del infierno!
¡Mis ansias ahogaré desesperadas,
pero él verá en mis ojos sus ardores,
porque siempre al mirarlo, mis miradas
serán besos de amor abrasadores!
¡En vano espero sin cesar rezando
encontrar en la fe consuelo y calma,
y en vano mis entrañas desgarrando
quiero arrancar su imagen de mi alma!
¡Mi amor es el incendio desatado
cuya llama voraz nada sofoca!
El torrente que rueda desbordado
arrastrando a su paso cuanto toca!
Decís que iré a la gloria si mi anhelo
logro vencer y de su lado huyo,
¿pero habrá alguna dicha allá en el cielo
comparable siquiera a un beso suyo?
Oyendo del deber la voz airada,
fuerzas a Dios para luchar le pido,
y al verlo, de pasión enajenada,
deber y religión, ¡todo lo olvido!
Vos, juzgando el amor a vuestro modo,
decís que no es un mal desesperado,
decís que con la fe se alcanza todo,
¡no sabéis qué es estar enamorado!
Os digo que prefiero, delirante
de mi loca pasión en los anhelos,
la dicha de mirarle un solo instante
a la eterna ventura de los cielos!
¡Ay, padre!, en vuestra santa y dulce calma
rogad a Dios que evite mi caída,
porque este amor se extinguirá en mi alma
con el último aliento de mi vida!
Esculturales líneas dibujaban
su varonil y espléndida cabeza,
y unida en su cuerpo se mostraban
la fuerza, la arrogancia y la belleza.
Suave como la seda y reluciente
la cabellera negra y ondulada,
brillaba en torno de su hermosa frente
para ceñir laureles modelada.
Sus grandes ojos negros que vertían
destellos que su rostro iluminaban,
airados, a los hombres imponían;
tiernos, a las mujeres fascinaban.
Bajo el bigote de ébano luciente
su boca, como flor en la mañana,
mostraba al entreabrirse sonriente
húmedas perlas entre fresca grana.
La barba, que la enérgica hermosura
de su cabeza artística acentuaba,
sobre su tez de pálida blancura
como un jirón de noche resaltaba.
Cuando su voz al pueblo conmovía
en la tribuna hermoso y arrogante,
de la elocuencia el genio parecía
ante la turba muda y palpitante.
Y su genial palabra subyugaba
y era viril, ardiente y luminosa;
si el amor a la patria la inspiraba,
fuerte ariete o palanca poderosa.
Soberbio a veces de entusiasmo, erguía
la magnífica y pálida cabeza
y la negra melena sacudía
del león con la ingénita fiereza.
Nunca sintió del desaliento el frío
y al combatir de la injusticia
el yerro ningún temor aminoró su brío,
ni doblegó su voluntad de hierro.
Por sublime ideal enardecido,
eran su culto el bien y la belleza,
y llevaba en alma de elegido
de los héroes la insólita grandeza.
.........................
¡Me lo dijeron; y por un instante
apagose la luz de mi razón,
helóseme la sangre, y su latido
detuvo el corazón!
¡Después, ruda, violenta, arrolladora,
destrozando mi alma, sin piedad,
se desató de mi dolor inmenso
la horrible tempestad!
¡Y exhalé extraños gritos de agonía,
y con terrible angustia sollocé,
y de rodillas con las manos juntas,
la muerte demandé!
¡Y me reí, convulsa y palpitante,
con la risa estridente del dolor,
y lancé en pavoroso desvarío
rugidos de furor!
¡Y con la voz de lágrimas henchida,
al cielo mis plegarias elevé,
y con acento amenazante y ronco,
maldije y blasfemé!...
El cáliz del dolor, gota por gota,
mi labio hasta las heces apuró,
y el raudal abundoso de mi llanto
al cabo se agotó!
¡Y entonces, de mi espíritu rendido
trocáronse el tormento y la inquietud,
en calma semejante a la que envuelve
al muerto en su ataúd!
¡Y proseguí el camino de la vida
por la suerte dejándome arrastrar,
cual náufrago infeliz que se abandona
a las olas del mar!
Obras
- (1906). “Una confesión.” Ed. Adrián del Valle. El parnaso cubano. Barcelona: Maucci, 1906. 237-38.
- (1913). Ed. Antonio González Curquejo. Florilegio de escritoras cubanas. Tomo 2. La Habana: Aurelio Miranda. 139-51.
- (1915). Poesías. Pról. Aurelia Castillo de González. La Habana: El Siglo XX de A. Miranda.
- (1926). Ed. Domitila de García de Coronado. Álbum poético-fotográfico de escritoras poetisas cubanas, escrito en 1868 para la señora Doña Gertrudis Gómez de Avellaneda. La Habana: Imprenta de El Fígaro. 200-05.
- (1928). Ed. José Manuel Carbonell y Rivero. La poesía lírica en Cuba. Tomo 4. La Habana: Imprenta El Siglo XX. 276-81.
- (1958). Ed. José Mariá Chacón y Calvo. Las cien mejores poesías cubanas. Madrid: Ediciones Cultura Hispánica. 239-40.
- (1965). Ed. José Lezama Lima. Antología de la poesía cubana. Tomo 3. La Habana: Dirección de Cultura. 413-20.
- (1965). Poemas. Nieves Xenes en el 106 aniversario de su natalicio. La Habana: Consejo Nacional de Cultura. Coordinación Provincial Habana.
- (1969). “Una confesión.” Ed. Rafael Esténger. Cien de las mejores poesías cubanas. Miami: Mnemosyne Publishing Inc. 262-64.
- (1989). “Una confesión.” Esquema histórico-biográfico de la literatura antillana femenina en el siglo XIX. Elisa Carmen Colberg. Diss. The University of North Carolina at Chapel Hill, 1989. Ann Arbor: ProQuest/UMI, 1989. 219-20.
- (2006). “Selección de su Poesías.” Ed. Cira Romero. Mi desposado, el viento: antología poética. La Habana: Editorial Letras Cubanas. 93-107.
- (2008). Ed. Jabier H. Pizarroso. La voz de la manigua. Sevilla: Mono Azul Editora. 168-73.
- (2011). Ed. Milena Rodríguez Gutiérrez. Otra Cuba secreta: antología de poetas cubanas del XIX y del XX. Madrid: Editorial Verbum. 152-60.
Bibliografía
- Proyecto Escritoras Latinoamericanas del Diecinueve ELADD. https://eladd.org/otras-autoras/nieves-xenes-y-duarte/
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Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.