Alaíde Foppa (1914 - 1980)

Alaíde Foppa, poeta guatemalteca

 

Más información sobre la autora

Biografía:

Alaíde Foppa (Barcelona, 1914 – Ciudad de Guatemala, 1980) fue una destacada poeta, feminista, traductora y profesora cuya vida estuvo marcada por su compromiso con la justicia social y los derechos de las mujeres. Nacida el 3 de enero de 1914 en Barcelona, España, Foppa provenía de una familia multicultural, con padre argentino y madre guatemalteca. Esta diversidad cultural influyó profundamente en su visión del mundo y en su obra literaria.

Durante su juventud, Foppa vivió en diversos lugares de Europa, incluyendo Italia, donde realizó estudios en Historia del Arte y Letras. En 1944, se trasladó a Guatemala, país de origen de su madre, donde decidió nacionalizarse y colaborar con movimientos revolucionarios. Este compromiso con la lucha por la justicia social y la libertad política marcaría el resto de su vida.

En la década de 1950, Foppa se estableció en México, donde vivió la mayor parte de su exilio. Allí se destacó como docente en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), donde fue titular de la Cátedra de Literatura Italiana y fundadora de la Cátedra de Sociología. Además de su labor académica, Foppa fue una voz influyente en el movimiento feminista mexicano. En 1976, fundó la revista "Fem", que se convirtió en una plataforma importante para la discusión de temas de género y feminismo en México.

Como escritora, Foppa dejó un legado significativo. Publicó varios libros de poesía, ensayos y traducciones, que reflejan su profunda sensibilidad artística y su compromiso con la exploración de temas sociales y políticos. Entre sus obras más destacadas se encuentran "Elogio de Mi Cuerpo" (1970) y "Las Palabras y el Tiempo" (1979).

A pesar de su activismo y su contribución a la cultura y la sociedad, la vida de Alaíde Foppa estuvo marcada por la tragedia. En 1980, durante un viaje a Guatemala para renovar su pasaporte, fue secuestrada y desapareció en circunstancias aún no esclarecidas. Se presume que su desaparición estuvo relacionada con su activismo político y feminista. Aunque se han realizado esfuerzos para encontrarla y hacer justicia, su destino final sigue siendo un misterio.

A pesar de su desaparición, el legado literario y feminista de Alaíde Foppa continúa inspirando a generaciones de escritores y activistas en todo el mundo. Su vida y obra son recordadas como un ejemplo de valentía, compromiso y lucha por un mundo más justo y equitativo.

Obras destacadas:
  1. Poesías (Esceller, Cádiz, 1945)
  2. Los dedos de mi mano (Costa Amic, México, 1958)
  3. Aunque es de noche (Costa Amic, México, 1959)
  4. Guirnalda de Primavera (Editorial Ecuador, México, 1965)
  5. Poesías de Miguel Angel (Editorial Ecuador, México, 1965)
  6. Elogio de Mi Cuerpo (Talleres de Litoarte, México, 1970)
  7. Las Palabras y el Tiempo (Editorial La Máquina Eléctrica, México, 1979)
Reconocimientos:
  • Foppa fue reconocida como una de las impulsoras más importantes del movimiento feminista desde el ámbito intelectual.
  • Durante su carrera, fue titular de la Cátedra de Literatura Italiana en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Autónoma de México, así como fundadora de la Cátedra de Sociología en la misma institución.
  • Su labor como crítica de arte promovió el trabajo de numerosas artistas plásticas en México.
  • En su honor, se realizó el Primer Congreso de Familiares de Desaparecidos durante las represiones en América Latina en San José, Costa Rica, en 1981, que llevó el nombre de "Alaíde Foppa" como un símbolo de esperanza para su regreso con vida.

La sangre

Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.
 

Oscuro canto

Oscuro canto
que brota
de la honda esperanza
rota,
y del retorno
al círculo cerrado.
Peso escondido
como hijo sin nacer
en el vientre profundo,
apretado nudo
en el lugar del corazón.
Ay, tampoco suena
ni sube
el nocturno canto
hacia el cielo lejano.
Es una voz sorda
que se ahoga en la garganta,
es un grito callado.
Y si sube,
no es un vuelo
en la noche muda,
es sólo una nube de humo
que se pierde en la sombra.
 

Un día

Este cielo nublado
de tempestad oculta
y lluvia presentida
me pesa;
este aire denso y quieto,
que ni siquiera mueve
la hoja leve
del jazmín florecido,
me ahoga;
esta espera
de algo que no llega
me cansa.
Quisiera estar lejos,
donde nadie
me conociera:
nueva
como la yerba fresca,
ligera,
sin el peso
de los días muertos
y libre
ir por caminos ignorados
hacia un cielo abierto.

 

Elogio de mi cuerpo

1. Los ojos

Mínimos lagos tranquilos
donde tiembla la chispa
de mis pupilas
y cabe todo
el esplendor del día.
Límpidos espejos
que enciende la alegría
de los colores.
Ventanas abiertas
ante el lento paisaje
del tiempo.
Lagos de lágrimas nutridos
y de remotos naufragios.
Nocturnos lagos dormidos
habitados por los sueños,
aún fulgurantes
bajo los párpados cerrados.

2. Las cejas

Las breves alas
tendidas sobre mis párpados
sólo abrigan
el espacio escaso
en el que flota
una interrogación latente,
al que asoma
un permanente asombro.

3. La nariz

Casi un apéndice
en la serena geometría
de mi rostro,
única recta
en la gama de curvas suaves,
el sutil instrumento
que me une al aire.
Cándidos olores
acres aromas
densas fragancias
de flores y de especias
-desde el anís hasta el jazmín-
aspira trepidante
mi nariz.

4. La boca

Entre labio y labio
cuánta dulzura guarda
mi boca abierta al beso,
estuche en que los dientes
muerden vívidos frutos,
cuenca que se llena
de jugos intensos
de ágiles vinos
de agua fresca,
donde la lengua
leve serpiente de delicias
blandamente ondula,
y se anida el milagro
de la palabra.

5. Las orejas

Como dos hojas
de un árbol ajeno
nacen a los lados
de mi cabeza.
Por el tallo escondido
se desliza
la opulencia
de los sonidos,
me alcanzan
las vivas voces
que me llaman.

6. El pelo

Dulce enredadera serpentina,
única vegetación
en la tierra tierna de mi cuerpo,
hierba fina
que sigue creciendo
sensible a la primavera,
ala de sombra
contra mi sien,
leve abrigo sobre la nuca.
Para mi nostalgia de ave
mi penacho de plumas.

7. Las manos

Las manos
débiles, inciertas,
parecen
vanos objetos
para el brillo de los anillos,
sólo las llena
lo perdido,
se tienden al árbol
que no alcanzan,
pero me dan el agua
de la mañana,
y hasta el rosado
retoño de mis uñas
llega el latido.

8. Los pies

Ya que no tengo alas,
me bastan
mis pies que danzan
y que no acaban
de recorrer el mundo.
Por praderas en flor
corrió mi pie ligero,
dejó su huella
en la húmeda arena,
buscó perdidos senderos,
holló las duras aceras
de las ciudades
y sube por escaleras
que no sabe a donde llegan.

9. Los senos

Son dos plácidas colinas
que apenas mece mi aliento,
son dos frutos delicados
de pálidas venaduras,
fueron dos copas llenas
próvidas y nutricias
en la plena estación
y siguen alimentando
dos flores en botón.

10. La cintura

Es el puente cimbreante
que reune
dos mitades diferentes,
es el tallo flexible
que mantiene
el torso erguido,
inclina mi pecho
rendido
y gobierna el muelle
oscilar de la cadera.
Agradecida
adorno mi cintura
con un lazo de seda.

11. El sexo

Oculta rosa palpitante
en el oscuro surco,
pozo de estremecida alegría
que incendia en un instante
el turbio curso de mi vida,
secreto siempre inviolado,
fecunda herida.

12. La piel

Es tan frágil la trama
que la rasga una espina,
tan vulnerable
que la quema el sol,
tan susceptible
que la eriza el frío.
Pero también percibe
mi piel delgada
la dulce gama
de las caricias,
y mi cuerpo sin ella
sería una llaga desnuda.

13. Los huesos

Alabo
el tibio ropaje
la apariencia
el fugitivo semblante.
Y casi olvido
la obediente armazón
que me sostiene,
el maniquí ingenioso,
el ágil esqueleto
que me lleva.

14. El corazón

Dicen que es del tamaño
de mi puño cerrado.
Pequeño, entonces,
pero basta
para poner en marcha
todo esto.
Es un obrero
que trabaja bien,
aunque anhele el descanso,
y es un prisionero
que espera vagamente
escaparse.

15. Las venas

La floración azulada
de las venas
dibuja laberintos
misteriosos
bajo la cera de mi piel.
Tenue hidrografía
apenas aparente,
ágiles cauces que conducen
deseos y venenos
y entrañable alimento.

16. La sangre

Secreto corre el torrente
de mi sangre rápida.
Inmenso es el río
que en subterráneos meandros
madura
y nutre el ámbito
de mi vida profunda.
La cálida corriente
que me inunda
en la flor de la herida
se derrama.

17. El sueño

En tan blando nido
mi corazón descansa,
ni lo asombran
los perdidos fantasmas
que se asoman.
Pasa por mi sueño
la ola calma
de mi respiro.
En tanto olvido
el tiempo de mañana
se prepara,
mientras estoy viviendo
efímera muerte.

18. El aliento

No se de donde viene
el viento que me lleva,
el suspiro que me consuela,
el aire que acompasadamente
mueve mi pecho
y alienta
mi invisible vuelo.
Yo soy apenas
la planta que se estremece
por la brisa,
el sumiso instrumento,
la grácil flauta
que resuena
por un soplo de viento. 

 

Mi vida


es un destierro sin retorno.
No tuvo casa
mi errante infancia perdida,
no tiene tierra
mi destierro.
Mi vida navegó
en nave de nostalgia.
Viví a orillas del mar
mirando el horizonte:
hacia mi casa ignorada
pensaba zarpar un día,
y el presentido viaje
me dejó en otro puerto de partida.
¿Es el amor, acaso,
mi última rada?
Oh brazos que me hicieron prisionera,
sin darme abrigo...
También del cruel abrazo
quise escaparme.
Oh huyentes brazos,
que en vano buscaron mis manos...
Incesante fuga
y anhelo incesante
el amor no es puerto seguro.
Ya no hay tierra prometida
para mi esperanza.

Adiós


Con los ojos de la despedida
os vi aquel día,
cosas de nuestra vida.
Con los ojos de la despedida,
la vida parecía
una cosa perdida.
La casa estaba vacía
en la hora de la despedida,
y sin embargo quedaban
las cosas de nuestra vida.

Mis hijos


Cinco hijos tengo: cinco,
como los dedos de mi mano,
como mis cinco sentidos,
como las cinco llagas.
Son míos:
cada día
soy más de ellos,
y ellos,
menos míos.
Por la secreta vía de la sangre,
algo de mi apariencia se llevaron.
Mis ojos castaños me miran hoy
con renovado brillo; ríe mi boca
alegre y limpia, con dientes de niño.
Y misteriosamente reaparecen
semblantes de mi infancia,
que nueva vida ocultos esperaron.
Hondo caudal irremplazable, el tiempo
también les di, más mío que mi sangre:
el hilo ininterrumpido de los sueños
y el curso roto de los pensamientos;
la larga espera, las noches despiertas,
el reposo no repuesto, las fiestas...
Y el tiempo se acortó
de mi frágil belleza pasajera.

Intacto brotó el amor cada vez,
como si diera la misma semilla
el fruto que de mí se desprendía
y en mi fértil corazón, nueva flor.
Oh, amor, estremecimiento sombrío,
esperanza y temor,
y el manto de piedad que los abriga.
Sangre, amor y tiempo,
de mi vida les di.
Mas no me dejó desnuda
la inagotable entrega
por si misma nutrida:
entera me daría,
cada día,
por cada uno de ellos,
y entera y florecida
quedaría.
Cinco hijos tengo,
cinco caminos abiertos,
cinco juventudes,
cinco florecimientos.
Y aunque lleve el dolor
de cinco heridas
y la amenaza
de cinco muertes,
crece mi vida
todos los días.

¡Libertad... para pensar!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Historia del barrio Mojica (Cali-Colombia)

Debate Physis vs Nómos

La identidad personal en David Hume