Aurora Reyes (1908 - 1985)

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Aurora Reyes, escritora mexicana

 

Aurora Reyes Flores, nacida el 9 de septiembre de 1908 en Hidalgo del Parral, Chihuahua, México, fue una destacada poeta, pintora, docente y activista social. Reconocida como la primera muralista mexicana, su legado abarca una amplia gama de expresiones artísticas y un compromiso inquebrantable con las causas sociales y políticas de su tiempo.

A pesar de enfrentar adversidades desde temprana edad, como su expulsión de la Escuela Nacional Preparatoria y su salida de la Academia de San Carlos, Aurora Reyes demostró una notable determinación en su búsqueda de conocimiento y autodesarrollo. Adoptando un enfoque autodidacta, cultivó su talento en las artes plásticas y la poesía, estableciendo así las bases para una carrera multifacética y exitosa.

El compromiso político de Aurora Reyes se manifestó desde una edad temprana, cuando se unió al Partido Comunista Mexicano (PCM) y participó activamente en la fundación de la Liga de Escritores y Artistas Revolucionarios (LEAR). Su militancia en movimientos de izquierda y su liderazgo en grupos feministas, como Las Pavorosas, la convirtieron en una figura prominente en el ámbito cultural y político de México.

Como educadora, Reyes dedicó treinta y siete años de su vida a la enseñanza primaria, destacándose por su énfasis en las artes plásticas y su compromiso con la formación integral de sus alumnos. Su labor incluyó la promoción de las primeras guarderías para hijos de trabajadoras del magisterio y el impulso de la lucha por los derechos de las mujeres, incluido el sufragio femenino.

En el ámbito artístico, Aurora Reyes dejó un legado perdurable como muralista, con obras que reflejan su compromiso con la justicia social y su profundo amor por México. Sus murales, como "Atentado a las Maestras Rurales" y "El primer encuentro", capturan la esencia de la lucha del pueblo mexicano y la rica diversidad cultural del país.

Como escritora, Aurora Reyes dejó un legado poético significativo, con obras como "Humanos paisajes", "La máscara desnuda" y "Espiral en retorno", que exploran temas como la identidad nacional, la historia de México y la condición humana. A pesar de no recibir el reconocimiento que merecía en vida, su obra literaria sigue siendo objeto de estudio y admiración en la actualidad.

Aurora Reyes falleció el 26 de abril de 1985 en la Ciudad de México, dejando tras de sí un legado imborrable como artista, educadora y defensora de los derechos humanos. Su vida y obra continúan inspirando a generaciones de artistas y activistas comprometidos con la construcción de un mundo más justo y equitativo.

Magnolia

Hoy, blanca y luminosa,
naciste Yololxóchitl:
magna flor de las flores.
La luna es tu diadema cuajada de diamantes.
Hoy, blanca y luminosa,
naciste, Yololxóchitl.

Recóndita espiral

Aérea faz de roca construida,
suspendida en la noche de la infancia.
Recuerdas idolátricos perfiles
de inarmónica danza.

¿Eres diáfana sombra o luz caída,
anticipada muerte o rescatada,
perímetro de ausencia o invadida
forma de realidad acumulada?

Entre muros de angustia vacilante
y estatuas calcinadas
húndese el horizonte de mi frente
en colérica sal desparramada.
¿Cuál fragmento de espejo
se quedó con mi cara?
El sueño gira lenta, lentamente,
repitiendo sin voz una palabra:

Espiral, espiral,
flor infinita...
¡Cuántas estrellas desprendidas,
cuántas!
No interrogues al cardo,
no te asomes al río,
no llames al secreto.

¿Has oído cantar la tierra húmeda
bajo tu corazón?
¿Has visto la tormenta crecer y hacerse múltiple
en las alas del árbol?
¿Has palpado el amor en el recóndito
ruiseñor de los huesos?

Mira subir la lluvia por los tallos
y retornar al cielo.
Elévate en los pétalos azules,
en las trémulas manos de las hojas,
en la cifra total de los sentidos.
La ascensión te reclama las raíces,
la sombra, la garganta, los cabellos.
¡Líbrate, rompe todo, desángrate, agoniza!
pero que no te ciña el pensamiento.

Los corales del tacto, los corales.
Los caminos del viento...

Una sola palabra de tus ojos
despertará la muerte que perdió tu mirada,
la muerte que circunda tu contorno de niebla,
la que habita detrás de cada párpado
en las cuencas de todas las preguntas
que anidaron las fieras subterráneas.

Crece, silencio. Crece con los barcos,
con el fuego y el mar y la distancia;
trasciende los lamentos impotentes
de las últimas playas.
Crece el cielo más alto
del amor, sin sonrisa,
sin rostro, sin espejo,
sin arena, sin agua...

A veces hago un viaje

Ciego pie de tiniebla, vacilante,
avanza en el desierto de mi pecho.
Seguramente es el infierno.

Aquí dentro, convulso,
desbordando metales por mis ojos abiertos,
levantando mareas de veneno,
girando mariposas de cal y de ceniza;
frías caricias lentas estrellando mis huesos.

No sé si será el grito anudado al origen
que ha crecido gigante y le ha trascendido,
no sé si aquella niña en asombro que llevo
o una fotografía de lo que nunca he sido.

El ángel de la ausencia preside la agonía.

Tal vez sean los árboles que viven en mi sangre
o colores inéditos,
o voces que no quieren apagarse conmigo.

Si hubiera luz, ascendería.

Mano de sombra danza por mi frente
más allá de la sed y del sueño.
Me protege un paisaje de pájaros inmóviles.
Si supiera tu nombre...¡te llamaría silencio!

Cruzan desnudos ríos inconcretos,
pasos de arena fina, sal quebrada.
Me protege una cifra solitaria y geométrica.
Si mirara tu rostro... ¡te llamaría distancia!

Seguramente esto es el infierno:
en muda dimensión desconocida
una sombra cayendo en pozo negro.

Si pudiera decir palabra limpia
de amor o de miseria, de olvido o de recuerdo.
Si pudiera sentir sobre mis párpados
mirada pura, voz indudable, firme transparencia,
sobre mi sien amarga...

¡Qué ala tendería!

Y pronunciar tu nombre impronunciable,
circundar tu inasible firmamento.
Imagen desolada del abismo,
sólo soy una forma sin espejo.

Danza en la playa

Yo seré la sirena de barro:
una cinta de niebla en las piernas,
una estrella de mar en la mano.

Tú serás arcoíris de luna:
un camino de siete cristales
en la luz de una curva desnuda.

De tu amor he de ser caracol.
En mi casa girando la rosa,
el retorno girando en tu voz.

Tú serás una danza inocente
deslizando medusas de sueño
en la playa de pálida frente.

Yo seré aquella nube callada:
mis cabellos azules de cielo,
mis pupilas caminos del agua.

Tú serás una noche de negro:
terciopelo caliente los brazos,
constelada de peces los senos.

Yo seré la canción olvidada
levantando espirales blancuras
en revuelo de líquidas alas.

Tú serás una barca de espejos
en un viaje de lunas quebradas
hasta el último azul del silencio.

Yo seré caballito marino:
a galope, galope las olas,
a galope tendido el abismo.

Tú serás un lucero diamante:
en el agua tus labios azules,
una flor de infinito en el aire.

La máscara desnuda

(Danza mexicana en cinco tiempos)

Tiempo primero

Apareces de golpe dentro de mí, dorada
por un oro manchado de musgo verdinegro.
Ola petrificada del agua de la vida
creciendo y apretando la sal del esqueleto.

En lo más entrañable de mi ser ejecutas
las invisibles líneas del rostro verdadero,
entregando al proyecto sin límite del polvo
las columnas del vuelo.

¡Qué perfecta y antigua simetría,
qué congelada actividad te anuncia,
qué inerte dimensión te identifica!

Comprendo la serpiente vertebral de la danza
prisionera en el eje de su reino vacío,
la angustia del compacto poder con que se anuda
a su tallo, la ausencia dura del equilibrio.

Conozco las antenas amarillas,
la textura del hielo,
los inocentes labios de la sangre
remansando a la orilla del cabello,
y los interminables corredores azules
por donde se desliza, calladamente, ESO
que comienza entre el sueño y la simiente.

He tocado los altos escalones de niebla
que presiden la noche de tu templo iracundo,
he escuchado el molino que mastica el silencio
que es como alimentarse la muerte de sí misma,
he alcanzado tu frente coronada de cráneos
bajo el signo desierto de un abrazo de piedra.
Veo tu dentadura, tu mordedura fácil:
la máscara desnuda de una risa de huesos.

Tiempo segundo

Tú me ofreciste un punto de eternidad.
¿Qué nombre
me dijiste que tiene? Lo he perdido...
Era la imagen de algo inhabitable:
alas de humo, paraíso inmóvil
y una ecuación de miserable olvido.

¿Quién te dio el atributo del invierno?
¿Quién conduce tu siega laboriosa
y prepara un latido en cada hueso?
¿Qué desolado amor al “Yo” te nombra
como un castigo, un límite o un cielo?

Porque en tu larga mano que mide las raíces
habita una semilla de tactos estelares,
un útero infinito que repite la vida
en las arquitecturas del sueño y la armonía.

Porque en la superficie hay un hijo que crece,
un árbol que culmina, una palabra nueva y solidaria
un testamento activo, una noticia
para la libertad y la belleza.

Tiempo tercero

Ya está dormido el sueño en tu frente perfecta,
ya se unieron el ángel de espuma y el de fuego,
ya tu contorno firme se llena de oquedades
y en tus ojos anidan astillas de tiniebla.

Ascienden tus cabellos en oleada nocturna,
han herido tu nombre los pistilos del frío,
el derrumbe se filtra por los poros del agua
y te abre su secreto la tierra de cristales.

Eres ahora una bandera sin viento,
una pasión que abandonó la forma:
gérmenes y cuchillos y deseos...
¡alimento de todo lo que vive y devora!

Antes era el paisaje rodando en tu pupila.
Hoy tu ser es camino rodando en el planeta.
Ahí, donde es lo mismo decir flor que lucero,
océano que principio, sexo que primavera.
Ahí estás, donde vive lo que muere,
donde el espejo mudo del “¿para qué?” se quiebra.

Nació contigo, coronó tu infancia
y es el fruto gemelo de tu vida.
Lleva el nombre de todo lo que amas
y el reflejo del polvo que te sueña.
Has llegado a la sombra. Ya navegas
el eco irreversible.
¡Testimonio sin voz, labio implacable!
Un silencio de piedra nos declara
que la muerte es la espalda del misterio
y el amor, su sonrisa irreparable.

Brindis intermedio

Toma Muerte esta copa vacía
de tormenta, de sed y distancia.
Hallarás el sabor de una lágrima.

Esta gota solidificada
que en tu boca será diluida
es la suma integral de mi nada.

Dame Muerte esa copa de sueño,
apagado cristal, negro vino,
que entrelace la fiebre y el frío.

Descender a tu beso inviolado,
embriagarme en tu cuerpo nocturno
y soñar que viví entre tus labios.

Toma Muerte mi mano en tu mano,
formaremos el último signo
que encadena el amor al olvido.

Danzaremos tu esférica danza
entre el viento y el pie de la tierra,
la cintura del fuego y el agua.

Dame Muerte esa copa de amargo
corazón, destilado en veneno,
para el paso final del encuentro.

En tu aliento mortal mi simiente,
la raíz del color en la frente
y la cruz del maíz en el pecho.

Toma Muerte esta copa de luto
derramada en el río salobre;
la tendrás que llenar con tu nombre.

Dame Muerte tu máscara blanca.
Quiero ver por tus ojos de abismo
que hay un niño detrás de tu cara.

Toma Muerte mi copa quebrada...

Tiempo cuarto

Cuando la sed congregue racimos de colores
en el fondo del tacto sumergidos,
ecos de amanecer y madreselva
en diminutas bocas del rocío.
Y cuando el corazón, entre sus redes,
me recoja los pasos esparcidos
y quede solamente una palabra
—la palabra de muerte que me diste,
esa labrada perla que conserva mi mano,
esa lágrima dura que en tu mano es decir el infinito—
todo lo abarcaré, lo seré todo
en espacio sin tiempo y sin delirio:
encontraré la luz frente por frente,
contemplaré los ojos del principio,
daré vuelta completa al imposible
y en el Todo... seré Uno contigo.

Sin tiempo

En la mirada ciega del amor me miraste
descubriendo los ojos de la vida.
Y supe que nací por conocerte
y unificarme en ti, Desconocida.

Tiempo quinto

Yo vestiré mi muerte de amarillo
con camisa de sal y ojos de uva,
adornaré su pie de cascabeles
y la coronaré de nomeolvides.

Aquí, sobre tu trono de oropeles
y tu manto de larvas y lamentos:
¡Mira a la Vida, mírala de frente!
Calavera de azúcar, di: ¿Quién eres?

Quiero el sudario de papel de China,
el cadáver del sol hecho pedazos,
un adiós con los pétalos de fuego
y un ídolo de piedra entre los brazos.

 

¡Libertad... para pensar!

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