Concepción Arenal (1820-1893)
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Concepción Arenal, escritora española |
Más información sobre la autora
- Fábulas en verso (1851)
- La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad (1860)
- El visitador del pobre (1863)
- Cartas a los delincuentes (1865)
- La mujer del porvenir (1869)
- Estado actual de la mujer en España (1884)
- La educación de la mujer (1892)
- La instrucción del pueblo (1878)
- Estudios penitenciarios (1877)
- Ensayo histórico sobre el derecho de gentes (1879)
- Cuadros de guerra (1880)
- Las colonias penales en Australia y la pena de deportación (1877)
- Manual del visitador del preso (1891)
- Premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas por "La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad" (1860)
- Reconocimiento póstumo por su contribución a la literatura y la filantropía en España.
- Legado como una de las precursoras del feminismo y los derechos humanos en España.
Los caballos
Cuidaba mucho un francés
Dos caballos por su mano;
Era el uno jerezano
Y era el otro cordobés.
Ambos de ardiente mirada,
Ambos de fuerte resuello,
Grueso y encorvado el cuello,
La cabeza descarnada.
Era tanta su apostura
Que yo afirmo sin recelo
Pudieran ser el modelo
De Pablo en la fiel pintura.
Tenía el cordobés ya
Dada, y con bastante esmero,
La instrucción de picadero
Que a un buen caballo se da.
Corbetas, saltos atrás,
Con soltura bracear,
Paso de posta, trotar,
Gran galope y nada más.
Educado el jerezano
Con destreza y tino raro
Bailaba, saltaba un aro,
Respondía con la mano.
Y no con poca sorpresa
Justo el público aplaudió
Cuando la polca bailó
Y cuando comió a la mesa.
Otras mil habilidades
Hacía que no refiero,
Ganando muy buen dinero
Por villas y por ciudades.
En una (su nombre ignoro)
Quísole un inglés comprar
Y por él llegaba a dar
Cantidad, y grande, de oro.
Hizo instancias el inglés
Pero el amo resistía
Ofreciendo si quería
Más barato el cordobés.
«Ya podéis dijo el britano ,
Pues de los dos animales
Más que el cordobés reales
Duros vale el jerezano».
«¡Pardiez, singular ajuste!
Dijo al verlo un mozalbete
Boquirrubio y regordete,
De pocos años y fuste .
¡Linda idea! Padre mío,
Si son estos animales
Absolutamente iguales
En hermosura y en brío,
¿Será cuerdo y oportuno
O una solemne sandez
Por llevarse el de Jerez
Ofrecer veinte por uno?
El mismo pelo y alzada,
El mismo cuello encorvado…»
«Hijo, el uno está educado
Y el otro no sabe nada.
Al hacer la tasación
Del valor de cada cual
Olvídaste, y haces mal,
De apreciar la educación.
Parangón apenas cabe,
De escucharlo no te asombres
En caballos como en hombres
Entre quien ignora y sabe.
La proporción que has oído
No es ni con mucho bastante,
Si vale uno el ignorante
Vale mil el instruido.»
La pera verde y podrida
Iba un día con su abuelo
paseando un colegial
y debajo de un peral
halló una pera en el suelo.
Mírala, cógela, muerde;
mas presto arroja el bocado,
que muy podrida de un lado
estaba y del otro verde.
Abuelo, ¿cómo será
decía el chico escupiendo,
que esta pera que estoy viendo
podrida, aunque verde, está?
El anciano con dulzura
dijo: vínole ese mal
por caerse del peral
sin que estuviera madura.
Lo propio sucede al necio
que, estando en la adolescencia,
desatiende la prudencia
de sus padres con desprecio;
al que en sí propio confía
como en recurso fecundo
e ignorando lo que es mundo
engólfase en él sin guía.
Quien así intenta negar
la veneración debida
en el campo de la vida
se pudre sin madurar.
El río y el arroyo
Naciendo uno de ella al par
El otro en remoto suelo,
Un río y un arroyuelo
Llegaban juntos al mar.
En ancho cauce y profundo
Turbio corría el primero;
Estrecho, claro y somero
Deslizábase el segundo.
Huyendo la muchedumbre
Y de un niño en compañía,
Un hombre a dar acudía
Su paseo de costumbre.
Este rato de solaz
Aprovechóle en correr,
Hizo gana de beber
Y beber quiso el rapaz.
Díjole el padre: «No ves
Que estás en sudor bañado?
Reposa un tanto a mi lado
Para que bebas después».
El muchacho obedeció,
Que era de condición buena,
Y sentándose en la arena
A refrescarse esperó.
Como está impaciente, muda
Una y otra vez de asiento,
Mas parándose un momento,
Formal expone una duda:
«Por qué será, padre mío,
Esto que siempre reparo?:
¿Cómo está el arroyo claro
Y no lo está nunca el río?.»
«Hijo, allí cerca del mar
Nace puro el arroyuelo,
Y nada encuentra en el suelo
Con que se pueda enturbiar;
Si hallare casualmente
Tierra que enturbiarle deba,
Nunca a los mares la lleva
Su escasa y débil corriente.
Viene de lejanas tierras
Este río caudaloso
Y por terreno fangoso
Y por montes y por sierras.
Y pasa por las ciudades
Cuya inmundicia, hijo mío,
Enturbia el agua del río
Como el alma sus maldades.
Y más la orilla dilata
Y cada vez más potente,
Su irresistible corriente
Todo al pasar lo arrebata.
Enturbiado éste y profundo,
Claro y no profundo aquél,
Nos presenta un cuadro fiel
De lo que pasa en el mundo:
El que apacible y serena
Busca sencilla la vida,
¿Habrá cosa que le impida
Hallarla dichosa y buena?
Mas sintiendo la inquietud
De alguna grande pasión
Peligra en el corazón
La ventura y la virtud.
No olvides nunca, hijo mío,
Que es difícil, te lo juro,
Ser como el arroyo puro
Y ser grande como el río.»
El espejo y la verdad
En uno de los viajes
Que tuvo la mala idea
De hacer no sé con qué objeto
La Verdad sobre la tierra,
Oyó de un espejo amigo
Sentidas y amargas quejas.
«¿De qué me sirve decía
Que, fiel a tus advertencias,
Repita forma y colores
Con semejanza perfecta,
Lo mismo al pobre mendigo
Y al que nada en la opulencia,
Al labrador y al herrero
Como a los reyes y reinas,
Y diga la verdad pura
Sin rodeos ni cautelas?
Vanse de mí satisfechos,
Aunque increíble parezca,
Igualmente los hermosos
Que los de horrible presencia.
Digo a un viejo: «Esa peluca
Se ve desde media legua.»
Y él va muy hueco pensando
«Nadie que es peluca acierta.»
Dígole: «Tienes arrugas»,
A una remilgada vieja,
Y ella piensa allá entre sí:
«Pues tengo la cara tersa.»
Pónese el chato narices,
Otro va y se las cercena,
El gordo se quita carnes,
El que es flaco las aumenta,
Multiplícase el pequeño,
El que es muy alto se resta,
Y, en fin, a ninguno he oído:
«¡Qué feo soy! o «¡qué fea!»
Si algún remedio eficaz
No buscas de esta epidemia,
Teme que tu santo imperio
Del mundo desaparezca.»
«No, respondió la Verdad
Con la faz grave y serena
Mi dominación es justa
Y será por eso eterna.
Si tal vez por excepción
Se sustrae el hombre a ella,
Esta excepción que te irrita
Casos hay en que aprovecha.
Di: ¿si sordo el amor propio
A tus verdades no fuera,
Cómo se consolarían
Los horribles y las feas?
¿Qué mal hay si va una joven,
Muy erguida y satisfecha,
Su fealdad ostentando
Como si fuera belleza?
¡Es ridícula! ¿Qué importa
Siempre que dichosa sea?
Abunda la vanidad
Porque el mérito escasea,
Y en paz vive cada cual
Ignorando su miseria.»
Al ver un ente risible
Que hueco se pavonea,
Más vano por sus defectos
Que otros hay con sus bellezas,
Los sabios de brocha gorda
El absurdo cacarean,
Y el hombre bueno y prudente
Bendice a la Providencia.
El aturdido
De química un profesor,
Porque a su intento convino,
Con espíritu de vino
La humedece, y sin temor
A su mano aplica fuego,
Que ardía sin propio daño.
Y del fenómeno extraño
La explicación daba luego.
Violo un mozo casquivano
Que la explicación no oyó,
Y lo propio ejecutó
Mojando en agua la mano.
Demás está el afirmar
Que se abrasó el mentecato;
Vino el padre a poco rato
Y le oyó así lamentar:
«¡Oh! ¡qué terrible dolor!;
Ved cómo tengo el pellejo;
Por seguir vuestro consejo
Esto me pasa, señor.»
«¿Mi consejo por seguir?»
Dijole el padre asombrado .
«¿Lo que en clase haya observado
No me mandáis repetir?
Si es sencillo experimento
(¡Ay!; ¡la mano se me abrasa!)
¿No me decís hazle en casa,
Hazle otra vez, hazle ciento?»
Pues bien: hoy el profesor
Con agua un vaso sacó
Y la mano en él metió
Mojándola en el licor.
Luego va con mucha flema,
La pone junto a la llama
Y la mano se le inflama,
Y (esto pasma) no se quema;
Yo lo mismo practiqué
Cuando a casa hube llegado,
Y harto caro me ha costado,
Viéndolo estáis, me abrasé.
¡Ah, señor! El otro día
Decíais «la imitación
Ayuda la educación...»
«Y lo repito, a fe mía,
Tornó el padre a replicar ;
Ni sé yo por qué te quejas;
Lo que referido dejas
¿Es por ventura imitar?
El que en ayunas se queda
De la causa y la razón
Y a repetir va una acción,
Este no imita, remeda.
El que la razón medita
Y al repetir lo que ve
Sabe el cómo y para qué,
Este no remeda, imita.
Y ya que dártela puedo
No olvides esta lección:
Es útil la imitación,
Es pernicioso el remedo.»
El mastín y el gallo
Sabido es de cada cual
Que aún mucho más que el caballo.
Entre los vanos, el gallo
Es vanidoso animal.
Había en cierto lugar
Uno que el cuello inclinaba
Cuando la puerta pasaba
Por temor de tropezar;
Y era risible el temor,
Que en un portón como aquel
No llegaría al dintel
Siendo cien veces mayor.
Estábase en el corral
De la casa por guardián
Un juiciosísimo can,
Y cansado de ver tal
Díjole: «Señor gigante,
Lleve la cabeza inhiesta,
Que antes de dar con la cresta
Aún ha de crecer bastante.
¿No ves como no se baja
Un hombre aunque esté montado,
Y que nunca han tropezado
Los carros que traen paja?
¿Cómo, ¡voto a Belcebú!,
Donde no pueden llegar
Imaginas alcanzar
Siendo más pequeño tú?»
Quedóse el gallo corrido
No sabiendo qué decir,
Y cuando volvió a salir
Fuese con el cuello erguido;
No porque tuviera prisa
Su error de reconocer,
Sino que llegó a temer
Del can machucho la risa.
De la ciencia en el umbral
Lo mismísimo se viera
Si puerta visible hubiera
Como había en el corral.
¡Libertad... para pensar!
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Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.