Josefa Acevedo de Gómez (1803 - 1861)

 

Escritoras colombianas, Josefa Acevedo, Dominio público,
Josefa Acevedo, escritora colombiana

Más información sobre la autora

Josefa Acevedo de Gómez (1803-1861) fue una poetisa y escritora colombiana nacida en Bogotá, Colombia, el 23 de enero de 1803. Proveniente de una familia de renombre, su padre, José Acevedo y Gómez, fue un prócer de la independencia colombiana conocido como el "Tribuno del pueblo". Josefa fue la primera mujer escritora de la época republicana en Colombia, destacándose en un período en el que la participación femenina en la esfera pública era limitada. Su obra estuvo fuertemente influenciada por el contexto histórico de las guerras de Independencia y las tensiones políticas de la época.

Se casó con Diego Fernando Gómez, un abogado y colaborador cercano del general Francisco de Paula Santander, con quien tuvo tres hijos. La vida rural en la hacienda El Chocho, donde residía con su esposo, influyó en su obra, proporcionándole experiencias que luego plasmó en sus escritos.

Entre sus obras más importantes se encuentran "Ensayo sobre los deberes de los casados", una serie de consejos dirigidos a esposos sobre cómo cultivar la armonía conyugal; "Tratado sobre economía doméstica para el uso de las madres de familia y de las amas de casa", que ofrece pautas para la administración del hogar; y "Poesías de una granadina", una colección de poemas que reflejan su vida emocional y sus experiencias personales.

Además de su producción literaria, escribió varias biografías, incluyendo las de su padre y su esposo, así como una autobiografía poco antes de su muerte. Su obra más conocida, "Cuadros de la vida privada de algunos granadinos", fue publicada póstumamente en 1861 y destaca por su precisión y amenidad en la descripción de la vida de diversos personajes colombianos.

El legado literario de Josefa Acevedo de Gómez contribuyó significativamente al panorama cultural de Colombia en el siglo XIX, abriendo camino para la participación de las mujeres en la esfera pública y dejando un testimonio valioso de la vida y las costumbres de su época.

Obras

  1. (1844). Ensayo sobre los deberes de los casados escrito para los ciudadanos de la Nueva Granada, Bogotá: M. Espinosa. [No ha sido posible ubicar esta edición, sin embargo otras fuentes de la época indican que la obra fue publicada]
  2. (1844). Ensayo sobre los deberes de los casados: escrito para los ciudadanos de la Nueva Granada. Nueva York: Imprenta Española.
  3. (1845). Ensayo sobre los deberes de los casados, escrito para los ciudadanos de la nueva granada. Bogotá: Reimpreso por J. Ayarza.
  4. (1848). “Josefa Acevedo de Gómez.” El parnaso granadino, colección escogida de poesías nacionales. Ed. José Joaquín Ortiz. Bogotá: Imprenta de Ancizar.
  5. (1848). Tratado sobre economia domestica para el uso de las madres de familia i de las amas de casa. Bogotá: Imprenta de José A. Cualla.
  6. (1848). “Canción”, “Las damas de Bogotá al general Moreno, con ocasión del restablecimiento del gobierno lejítimo en mayo de 1831”, “Belisa”. En: Parnaso granadino. Colección escojida de poesías nacionales, a cargo de José Joaquín Ortiz. Bogotá: Imprenta de Ancízar.
  7. (1849). “Mis recuerdos de Tibacui. (Fragmentos de un diario)” las narraciones “La fiesta de corpus” y “El amor conyugal”. En: El Museo, núm. 4, 1 de junio, pp. 53-56.
  8. (1850). Acevedo de Gómez, Josefa y Alfonso Acevedo. Biografía del jeneral José Acevedo Tejada. Bogotá. Imprenta del Neogranadino.
  9. (1852). Ensayo sobre los deberes de los casados, escrito para los ciudadanos de la nueva granada. París: Imprenta Bénard y Ca. [Edición editada por J. Ingunza, no se reconoce autoría de Josefa Acevedo de Gómez].
  10. (1854). Poesías de una granadina. Bogotá: Imprenta de F. Torres Amaya.
  11. (1854). Biografía del doctor Diego Fernando Gómez. Bogotá. Imprenta de F. Torres Amaya.
  12.  (1855). Biografía del teniente coronel Alfonso Acevedo Tejada. Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya.
  13. (1857). Ensayo sobre los deberes de los casados, escrito por la señora J. A. de G. Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya.
  14. (1855-56). “El amor conyugal.” La Guirnalda. Ed. José Joaquín Ortiz. Bogotá: Imprenta de Ortiz. 8-10.
  15. (1855). Oráculo de las flores y de las frutas. s.d. [No ha sido posible ubicar esta edición, sin embargo otras fuentes de la época indican que la obra fue publicada]
  16. (1857). Oráculo de las flores y de las frutas. Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya,
  17. (1858). El lenguaje de las flores y de las frutas con el oráculo. Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya.
  18. (1860). «El cabrón legislador», En: El Mosaico, año II, trim. 4(51), s.p.
  19. (1860). “En el lecho del dolor”, En: El Catolicismo, vol. 7, núm. 431, 17 de julio, s.p.
  20. (1860). Recuerdos nacionales. José Acevedo y Gómez. Bogotá: Imprenta de Pizano y Pérez.
  21. [1860] (1910). Fragmentos del testamento de la señora Acevedo de Gómez. En: Adolfo León Gómez. El tribuno de 1810 (pp. 337-341). Biblioteca de Historia Nacional. Vol. VII. Bogotá: Imprenta Nacional.
  22. (1861). “Ánjelina.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 75-90.
  23. [1861] (1910), Autobiografía de doña Josefa Acevedo de Gómez. En: Adolfo León Gómez. El tribuno de 1810 (pp. 331-337). Biblioteca de Historia Nacional. Vol. VII. Bogotá: Imprenta Nacional.
  24. (1861 -1863¿?). Cuadros de la vida privada de algunos granadinos, copiados al natural para instrucción i divertimiento de los curiosos. Bogotá: Imprenta El Mosaico. [Es ambiguo el año de edición. En la portada se indica que es 1861, no obstante el prólogo de José María Vergara y Vergara está fechado en 1863].
  25. (1861). “La caridad cristiana.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 91-116.
  26. (1861). “Pobre Braulio.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 117-138.
  27. (1861). “El soldado.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 37-66.
  28. (1861). “El triunfo de la generosidad sobre el fanatismo político.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 37-66.
  29. (1861). “Valerio o el calavera.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 67-74.
  30. (1861). “La vida de un hombre.” Cuadros de la vida privada de algunos granadinos. Bogotá: Imprenta de El Mosaico. 139-89.
  31. (1866). Museo de cuadros de costumbres i variedades. Bogotá: Imprenta a cargo de Foción Mantilla. 90-4.
  32. (1869). “Josefa Acevedo de Gómez.” Álbum de los Pobres. Ed. José Caicedo Rojas. Bogotá: Imprenta de Gaitán.
  33. (1870). “Josefa Acevedo de Gómez.” La guirnalda literaria; colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América i España. Guayaquil: Imprenta de Calvo.
  34. (1875). “Josefa Acevedo de Gómez.” Poetisas americanas. Ramillete poético de bello sexo hispanoamericano. Ed. José Domingo Cortes. Paris: Librería de A. Bouret e hijo.
  35. (1878). “Santafé.” Cuadros de costumbres y descripciones locales de Colombia. n.p.: Imprenta y Papelería de Francisco García Rico. 24-6.
  36. (1884). “Josefa Acevedo de Gómez.” Parnaso colombiano. Ed. Julio Áñez. Bogotá: Medardo Rivas.
  37. (1869). Tratado sobre la economía doméstica para el uso de las madres de familia, de las amas de casa y de las escuelas de niñas. Bogotá: Imprenta de Gaitán.
  38. (1903). El tribuno de 1810. Bogotá: Imprenta de R. V. Gamboa y Ca.
  39. (1930). “Josefa Acevedo de Gómez.” Antología de poetas colombianos, 1800-1930. Ed. Gustavo Ostero Muñoz. Bogotá: Editorial Cromos.
  40. (1933). “Santafé de Bogotá antes de 1910.” Registro Municipal (Bogotá) 53.14 (31 julio 1933): 439-40.
  41. (1935). Historia de la literatura colombiana. n.p.:n.p. 104-06.
  42. (1935). “Josefa Acevedo de Gómez.” Historia de la literatura colombiana. Ed. José Joaquín Ortega Torres. Bogotá: Editorial Cromos.
  43. (1935). Varias cuentistas colombianas. Bogotá: Editorial Minerva. no pág.
  44. (1936). “Josefa Acevedo de Gómez.” Las mejores poetisas colombianas. Bogotá: Editorial Minerva. 5-9.
  45. —. Varias cuentistas colombianas. Bogotá: Editorial Minerva. 23-8.
  46. (1938-47). “Josefa Acevedo de Gómez.” Historia de la literatura colombiana. Vol. 3. Ed. Antonio Gómez Restrepo. Bogotá: Imprenta Nacional.
  47. (1942). “Josefa Acevedo de Gómez.” Sonetos colombianos. Ed. Víctor E. Caro. Bogotá: Imprenta Instituto Gráfico.
  48. (1944). —. Sesenta plumas escriben para Ud. Buenos Aires: Editorial Colombia. 65-70.
  49. (1952). Hojas de cultura popular colombiana 20 (aug. 1952): no pág.
  50. (1957). “Josefa Acevedo de Gómez.” Antología de la poesía hispanoamericana: Colombia. Eds. Ginés de Albareda y Francisco Garfias. Madrid: Biblioteca Nueva.
  51. (1960). “Josefa Acevedo de Gómez.” Poetisas de América. Ed. Amapola Fenochio Fúrlong. México: n.p.
  52. (1973). Museo de cuadros de costumbres i variedades. Bogotá: Biblioteca del Banco Popular. 175-82.
  53. (1975). “Josefa Acevedo de Gómez.” Poesía de autoras colombianas. Ed. Eddy Torres. Bogotá: Oficina de Divulgación de la Caja de Crédito Agrario. 45-56.
  54. (1978). Narradores del siglo XIX. Bogotá: Biblioteca de cultura colombiana. 17-20.
  55. (1987). “El pensamiento de los amantes.” Sentimentario. Ed. Darío Jaramillo. Bogotá: Editorial Oveja Negra.
  56. (1998). Ellas cuentan: una antología de relatos de escritoras colombianas, de la colonia a nuestros días. Bogotá: Seix Barral. no pág.
  57. (2000). “Poesías.” Las sacerdotisas: antología de la poesía femenina de Colombia en el siglo XIX. Bogotá: Editorial Nelly.
  58. [s.d.] (1981). Narración de Josefa Acevedo de Gómez. En: Francisco de Paula Santander y Vicente Azuero. Antología política (383-386). Bogotá: Instituto Colombiano de Cultura.
  59. (s.d.). “A la señorita D. R. (en su cumpleaños)”, En: El Neogranadino, s.d.

Una tumba en los Andaquies

Hubo un tiempo mui grato á mi memoria
Cuando á mi tierno padre acompañaba,
I que él con sus caricias me llenaba
De gratitud, de complacencia i gloria.

Más pasó cual la rápida centella
Que surca el aire con brillante vuelo;
Su alma feliz habita el alto cielo
I del mundo se borra hasta su huella.

Su nombre i sus riquezas se acabaron,
¡Nada me resta de él sobre la tierra!
¡Ni la urna funeral donde se encierran
Las cenizas de aquellos que finaron!

Esa arboleda, enmarañada espesa,
Que crece en la montaña silenciosa,
Cubre la tumba donde en paz reposa
Cubierto de hojarascas i maleza.

Su cadáver que un hijo desolado
Cubrió de tierra, llanto i oraciones,
Léjos de tumultuosas poblaciones
No será por los hombres profanado.

Nunca sobre el sepulcro solitario
El rastro se estampó de paso humano:
Jamás del hombre codiciosa mano
Sembró sobre este suelo funerario.
No hai monumento, ni inscripcion, ni losa
Do se eternice vanidad mundana,
Pues que la omnipotencia soberana
Cubrirlo quiso de una selva umbrosa.

Tan solo se descubre en la enramada
Una cruz de madera ya destruida,
I el ánjel compañero de su vida
Vela sobre su tumba abandonada.

Composición dedicada al padre, José Acevedo de Gómez, quien muere en territorios de los Andaquíes cuando huía del ejercito español.
Año de 1823.
Fuente: “Una tumba en los Andaquíes”, en: Poesías de una granadina, Imprenta de F. Torres Amaya, Bogotá, 1854, p. 1.

La proscripcion del Dr. D. F. G. á nombre de su hijo Joaquin

Cual se mira en el mar con horror
Desatarse la horrible tormenta,
I del Boreas la furia violenta
Al vajel indefenso arrastrar,
Tal de un déspota cruel el furor
A mi padre querido arrebata,
I con fiera injusticia maltrata
La virtud que debió respetar.

Con rigor implacable el tirano
Lo arrancó de su dulce morada
I lo envió á la mansion destinada
Al culpable que el órden turbó.
En la cárcel el buen ciudadano
Mil pesares amargos probaba,
I en fatal cautiverio pagaba
La lealtad que á su patria mostró.

Mas no sacia el furor vengativo
El pesar á que allí lo condena;
La insalubre i fatal Cartajena
Se le manda que vaya á habitar.
Se le aleja del suelo nativo
Como arrastra el feroz carnicero
Desde el campo lejano al cordero
Que tranquilo verá degollar.

El oscuro servil que lo lleva
Se complace en hacerlo penar,
¿Mas, quién pudo jamas humillar
La alma noble que el cielo le dió?
Su calmada firmeza renueva
Si se aumentan sus penas presentes
I del norte á las playas ardientes
Su inmutable valor lo siguió.

¡Cuantos males funestos, horribles,
Este injusto furor le ha causado…!
¡O gran Dios! ¿A mi padre adorado
Por qué así sin piedad aflijir?
Devolvedle sus dias apacibles
I las dichas á que es acreedor
Mas, si le ha de cercar el dolor
Solo quiero en tal caso morir.

Año de 1830

Fuente: “La proscripción”, en: Poesías de una granadina, Imprenta de F. Torres Amaya, Bogotá, 1854, pp. 17-18.

A mis 30 años

Salud edad temida, vejez triste
A quien la loca juventud detesta!
¡Salud ancianidad que de la muerte
Eres la precursora i mensajera!

Yo siento ya tus vacilantes pasos;
Todo me anuncia que hacia mí te acercas,
Mi tez que antes fué hermosa se marchita,
Mi brillante memoria ya flaquea,
Mis dientes faltan, mis mejillas se hunden
Se despoja la amada cabellera;
Las risas, los placeres bulliciosos
Huyen veloces i tras sí se llevan
Esta dulce esperanza que en mi pecho
Ilusiones tan gratas alimenta.

Al mirar los despojos de estos años
Que hicieron mis delicias i mis penas,
Suspiro i verme jóven apetezco
Cual si la dicha en esto consistiera,
¡Dias de la juventud ¡Preciosos dias¡
¡Ya nunca volveréis...!! ¡Horas lijeras!
¡Yo no supe gozarlas i en mi pecho
Solo memorias dolorosas quedan!
Frájiles cual las flores con que adorna
A los campos la grata primavera,
I aun mas frájiles que ellas pues que nunca,

Con la estacion hermosa se renuevan.
Para mí se acabaron, i es forzoso
Que al entrar en la edad triste i severa
Mis mas tiernos adioses les dirija
I esta solemne despedida eterna.
¡O vejez ! perdonad estos jemidos
Que me arranca la edad de las quiméras!
¡Pasó...! no volvera...! ¡pluguiese el cielo
Que ni recuerdos me quedasen de ella!

Ven pues, ancianidad, ya yo te espero
Tranquila resignada i aun contenta.
Inspiráme valor, que mis pasiones
Se callen para siempre en tu presencia.
Sé la ejida sagrada, invulnerable,
Que de mis propios tiros me defienda;
Que te guie la razon, i sean tus frutos
Filosofia, dulzura i esperiencia
Entónces ¡O vejez! no sentiré
Esta edad juvenil que ya se aleja,
I si á tu sombra la virtud alcanzo
¡Qué bendita por mí mil veces seas!

Enero de 1833.

Fuente: “A mis 30 años”, en: Poesías de una granadina, Imprenta de F. Torres Amaya, Bogotá, 1854, pp. 32-33. 

En el lecho del dolor

Adios, hondos pesares de la vida
Que siempre me cercaron i oprimieron,
Pasiones turbulentas i querellas,
Enemistades, dudas i recelos!

¡Adios miserias de la vida humana
Que atormentais el dolorido cuerpo;
Esperanzas falaces e ilusiones,
Quedaos en este mundo que yo dejo!

¡I tú, tú relijion santa i piadosa,
Ven pronto a mi socorro que ya es tiempo;
Alienta mi alma que al dolor se rinde
Con tus suaves i plácidos consuelos!

¡I tú, Madre de todo infortunado,
Mírame con semblante placentero,
I apoyada en tu brazo poderoso
Me elevaré gozosa hasta los cielos!

Oh! no es penoso abandonar la vida
Si Dios nos brinda con reposo eterno:
Hallaremos allá paz i delicias,
Aquí dejamos penas i tormentos.

¡Oye, Jesús, mis súplicas ardientes,
Recibe mi alma en tu paterno seno,
I de Fe i esperanza coronada
Descenderé al recinto de los muertos!

Hacienda del Chocho, Julio 4 de 1860

Fuente: “En el lecho del dolor”, en: El Catolicismo, periódico oficial del Arzobispado, eco de las poblaciones católicas de la Nueva Granada, 17 de julio de 1860, año VII, número 431, p. 449.

El cabrón lejislador

Preguntaban cierto día
A un cabrón sus compañeras
¿Por qué él libertad tenia
I eran ellas prisioneras?
¿Porqué él doquiera buscaba
Los pastos a su eleccion
I a ellas solos les pasaba
Una media racion?
Las leyes, dijo el maldito,
Os marcan vuestro deber,
Violarlas es un delito
I es preciso obedecer.
Replicó entónces su esposa:
¿I porqué las quebrantais
I en tan importante cosa
Tan mal ejemplo nos dais?
Tus reflecciones me ofenden;
El grave cabron la dice:
Las leyes no me comprenden
Porque yo mismo las hice;
I aunque la justicia tuerza
Ya de este o del otro modo,
Mis barbazas i mi fuerza
Me autorizan para todo.
Por último, no te asombres
(Concluyó el sabio profundo)
Que esto mismo hacen los hombres
Lejisladores del mundo.

29 de diciembre de 1860

Fuente: “El cabrón lejislador”, en: El Mosaico. Álbum Neo-granadino, 29 de diciembre de 1860, año II, trimestre IV, número 51, p. 402.

A bordo del vernón

Cuando distante de mi patria amada
Sin goces, ni esperanza, ni placer,
Una mirada de cariño vuelvo
Hacia este suelo que me vió nacer;
Mil cuadros á mi mente se presentan
De lo que hizo mi dicha alguna vez,
I mil tristes memorias dan impulso
De mi alma triste al hondo padecer.
Madre, hermanos, esposo, hija querida,
Cuanto en un tiempo mi ventura fué;
Hice de todo el duro sacrificio,
Todo por mi Amalita lo dejé.
Ya no hai remedio; ignoro si este viaje
Algun fin desgraciado ha de tener,
Ignoro yo si la hora de emprenderlo
Hora de acierto ó de locura fué.

No hice caso del público i sus fallos
Pues me hablaba la voz de mi deber
Mas, ai! ¡cuantos dolores he sentido !
¡Cuanto me resta ¡ó Dios! por padecer!
Lejos de mí las gratas ilusiones
Que halagan al que viaja por placer:
Curiosidad, comodidades, goces,

Esperanza de luces i saber,
¡Yo nada espero! oscuro el horizonte
Confusamente me permite ver
Un porvenir de penas i amargura
Privaciones, pobreza, i desplacer.
Veo oscura la faz de mi destino
Que no desmiente lo que siempre fué,
I colmado de acibar este caliz
Que ya por tantas veces apuré;
Desengaños, cuidados, sinsabores,
Ingratitud i desamor tal vez;
La muerte de los que amo, la distancia,
Acaso el hambre i triste desnudez...
¡Ah! mi mente angustiada solo sabe
Fieras desgracias i dolor preveer.
No me alucino, pues; sigo tranquila
Esta senda espinosa del deber,
Que aquel que amó sus propios enemigos
De mi existencia cuidará tambien.

Adios pues mis amigos, mis parientes,
Objetos caros i que tanto amé;
¡Adios cuanto en Granada me fué grato!
Mi hija, mi esposo, nunca me olvidesis.

Año de 1845.

Fuente: “A bordo del Vernon”, en: Poesías de una granadina, Imprenta de F. Torres Amaya, Bogotá, 1854, pp. 76-77.

Retrato del doctor J. F. Arganil

Una alma estoica i á la vez sensible,
Un corazon benévolo i humano,
La constancia i valor republicano
I un carácter sufrido i apacible.
Una imajinacion viva i ardiente,
Una firmeza siempre inalterable,
I el enérjico acento respetable
De aquel que la verdad predica i siente.
Siempre en las filas del honor le hallaron
Los que de amar la libertad blasonan;
Mas ¿su heróico valor recompensaron?
No, le roban, le oprimen, le aprisionan,
I muchos que de amigo le trataron
A su acerbo destino le abandonan.

Año de 1839.

El paseo nocturno

El sol de su carrera ya tocaba
Los límites marcados, i radioso
Entre nubes de fuego
Tras un espeso monte se ocultaba.
Despues de un dia dichoso
Todo era paz en la morada mia
I la tranquila noche se esperaba
Como hora de descanso i alegría.

Yo entretanto mis pasos dirijiendo
A una verde pradera,
Marchaba silenciosa i reflexiva
En la confusa mente recordando
De los tiempos pasados
Mis penas i dolores prolongados,
I mis cortos placeres:
I de todos los seres
La triste suerte que al nacer los liga
I á sufrir tantos males los obliga.

¿En dónde estan los grandes de la tierra,
En mi interior con afliccion decia?
¿Qué se han hecho los malos, los virtuosos,
Las bellas, los injenios celebrados...?
¡Un inmenso sepulcro los encierra!!!
Los que hoi se creen dichosos
Se verán sepultados
Dentro de un breve espacio,
I este hermoso universo
Donde ejerce el dolor su horrible imperio,
Se encontrará en el curso de los siglos
Convertido en un vasto cimenterio.
I cual las aguas de este bello rio
Que corren sin cesar por cien rejiones
Hasta perderse en el profundo océano
Asi el jénero humano
En mil jeneraciones
Se precipita, escapa presuroso
I queda para siempre confundido
En el abismo inmenso del olvido.

¿I este espacio de vida tan penoso
Merecerá el amor que le tenemos?
¿I es justo que pasemos
Con tantos sinsabores é inquietudes
Esta existencia breve i desgraciada?
¿I por qué las virtudes
No ocupan el lugar de las pasiones?
Avaricia, ambicion, zelos, venganza

Murmuracion, envidia emponsoñada
¡Ah! ¡dejad respirar los corazones!
¡Ministros infernales del averno
Dejadnos la virtud que nos consuele
I á los pies del Eterno
Cual abogada con nosotros vuele!

Aquí mis pensamientos suspendidos
Fueron unos instantes,
I yo volví mis pasos vacilantes
Hacia un bosque vecino.
Allí el frondoso gaque, el clavellino
El oscuro arrayan, el caucho alegre
Formaban un tejido impenetrable
De ojas secas el suelo mas hermoso
Convidaba al descanso, i agradable
Cual un blando sofá la tosca piedra
Cubierta con un musgo delicioso.
Yo me senté; mis manos
Ocultaron mi frente enardecida,
I en algunos momentos
Viva, despierta, en todos mis sentidos,
Fueron mis pensamientos
Por el ser soberano suspendidos;
Parecíame que el alma
Cansada de vivir entre cadenas
A mi cuerpo mortal abandonaba
I á la rejion celeste se lanzaba.

¡Estáis delicioso!
¡Cuan poco disfruté tu dulce encanto...!!
Levanté mi cabeza: ya la noche
Cubria la tierra con su oscuro manto.
En la mitad del cielo
La hermosa media luna reflejaba
Mas, con su escasa luz no penetraba
Mi solitario asilo.
El pecho mas tranquilo
Se habria turbado en soledad tan triste.
Los árboles estaban
Negros como la sombra del sepulcro,
I sus lúgubres cantos entonaban
Las aves de Minerva. El alma mia
Con un terror secreto se ajitaba,
Mirando la imponente majestad
El temeroso i aterrante aspecto
De aquella silenciosa soledad.
Me figuré que estaba
Sola en el universo i que asistia
Al funeral de todos los humanos.
Miré por todos lados,
I no vi sino campos enlutados.
Juntando sobre el pecho mis dos manos
I doblando mis trémulas rodillas
¡O sombras, esclamé, de los mortales
Salid de vuestras tumbas, i explicadme

De la creacion las grandes maravillas!
Decid ¿porqué con tan inmensos males
Es el hombre aflijido
Sin que la nada á Dios haya ofendido?
¿Por qué tanta maldad sobre la tierra?
¿Porqué una alma inmortal asi se encierra
En un vaso de barro deleznable,
I despues de la vida allá en el cielo
Se la hace responsable
Aun del mismo dolor que ha padecido?
¡O manes de los muertos responded
¡Rasgad si os place el tenebroso velo !
¿En dónde os encontrais? ¿dónde habéis ido?
¿Qué quiere Dios del hombre?
¿O de qué suerte
Debemos adorar aquí su nombre?
¿Qué es el momento horrendo de la muerte?
¿ Qué es….Mas en este instante
El soplo helado de la noche vino;
Las copas de los árboles sonaron,
I todos mis cabellos se erizaron
Temiendo3 ¡ o necia! que al acento mio
Pudiesen presentarse ante mis ojos
Los habitantes del sepulcro frio:
I al ruido que formaban
Las hojas que los vientos desprendia

Mis miembros con horror se estremecian;
Mas el silencio augusto continuaba
I nada perturbaba
De la noche la calma pavorosa
Resolví abandonar
Este sitio tremendo,
Mas al volver la espalda, acongojada
Sentía que mil espectros horrorosos
Me venian persiguiendo,
I no osaba volver mi faz turbada.
Cubierta de sudor, aniquilada,
Llegué por fin á la pradera hermosa
¡O luna ! ¡ ó cielo azul! ¡claras estrellas!
¡Jamas jamas parecereis tan bellas!
Como á mí aquella noche !
Vosotras disteis calma
A mi espíritu inquieto i ajitado.
I enternecida mi alma
Con el aspecto del sereno cielo
Dió á mis ojos el llanto
I á mi turbado corazon consuelo.
Perdona ¡ó soberano Omnipotente !
Esclamé, prosternada
I en lágrimas copiosas inundada,
¡Perdona si imprudente
Una débil mortal quizo atrevida
Alzar la punta del tremendo velo

Que oculta los misterios de la vida!
Tú que me diste el ser, Dios soberano,
Guiarás mis pasos por el caos del mundo,
I tu sagrada mano,
Cual conduce la madre al niño tierno,
Llevará mi alma de esta triste vida
A las mansiones del reposo Eterno.

Agosto 27 de 1835.

Fuente: “El paseo nocturno”, en: Poesías de una granadina, Imprenta de F. Torres Amaya, Bogotá, 1854, pp. 42-46.

Sobre las poetas del Sr. J. Fernandez Madrid

¿Quién en mi triste i solitario asilo
Con apacible acento me complace?
¿Por qué siento en mi pecho que renace
Un rayo de esperanza, i que tranquilo
Un rato el pensamiento ha reposado?
¿Quién con palabras dulces i harmoniosas
Mis penas un momento ha minorado?
Es el autor sensible de “Las rosas”.

Con profundo pesar i distraccion
Mis ya cansados ojos recorrian
El verde valle i el espeso monte
I este estrecho pacífico horizonte
Que circuye mi rústica mansion;
Cuando mi vista se detuvo acaso
En un libro elegante de poesía.
Al principio lo leí i no entendia
Porque ocupada de mi mal presente
Vagaba inquieta mi aflijida mente.
Mas, al fin empeñado en la lectura
Sentí mi corazon que se ajitaba
I á mi alma enternecida subyugaba
De las poesías amantes la hermosura.
Tal como el son confuso interrumpido
De lejanos i acordes instrumentos
Que traido por las alas de los vientos.

Por intervalos hiere nuestro oido
I luego en el espacio disipado
Deja una dulce i lánguida impresion
De inefable placer, i á proporcion
Que se acerca la música harmoniosa
El alma se conmueve, siente, goza,
Penétrase de plácida emocion;
I feliz, satisfecha, enajenada
Hasta el empíreo celestial se eleva
De divino entusiasmo arrebatada.
Así, dulce Madrid, tu canto ameno
Mi espíritu deleita, me enternece
De mis tristes memorias adormece
Con sus suaves cadencias el veneno
I en grata alternativa inspira á mi alma
Melancolía i placer, amor i calma
¡Cuantos consuelos debo, hijo de Apolo
A los acordes de tu lira hermosa!
Ellos me arrebataron, i tú solo
Con tu aliento de poeta has mitigado
De mi alma entristecida los dolores
Así como los zefiros refrezcan
Con suave soplo las marchitas flores.
¿Por qué todos los hombres no han nacido
Poetas como Madrid? Tiernos, sensibles

Jenerosos como él hubieran sido.
Sus almas de ternura penetradas
I abiertas á las dulces impresiones,
Por las amables musas inspiradas
No abrigarian mortíferas pasiones.
El que cedió de Apolo al dulce encanto,
Quien pulsó alguna vez la lira hermosa,
Solo amando es feliz, amando goza
Mezcla acentos divinos con su canto
I pintando el amor pena i reposa
¡Oh! dígalo Madrid, cuyas poesías
Inspiran tan diversas sensaciones,
I cuya voz amena, dulce i grata
Cantando las mas santas afecciones
Su alma virtuosa con primor retrata
Exaltado patriota, esposo amante,
Padre amoroso, amigo agradecido,
Escritor moderado i elegante;
Tal le pintan sus versos, tal ha sido.

¡Ah! si mi musa cual la suya fuera
Su talento i virtudes cantaria,
I haciendo elojios dignos de sus obras
La corona inmortal me ceñiria.

¿Por qué á lo menos, delicioso poeta
Esa familia que tu amor merece,

Con su virtud amable no embellece
Este campo feliz de Sabaneta?
¡Oh! Si tu dulce Amira aquí estuviera.
Tal vez el santo indisoluble nudo
De la amistad preciosa nos uniera;
I yo de tus amores cantaria
La interesante i apacible historia
I un himno de recuerdos compondria
Digno de tí i honroso á tu memoria.

Diciembre de 1841.

Fuente: “Sobre las poesías del Sr. J. Fernández Madrid”, en: Poesías de una granadina, Imprenta de F. Torres Amaya, Bogotá, 1854, p. 72-74. 

¿Qué será esto?

Un rizo de mis cabellos
envié al joven Belisario,
un ramillete a Juanario,
y una carta a Mendinueta
y con Plácido y Narciso
he charlado algunos ratos,
y ellos publican ¡ingratos!
que con todos soy coqueta.

Miré mucho a un almacén
al ir por la Calle Real,
diome por la tarde el mal
que mamá llama manía,
consultaron al doctor
que dice, con tono amable,
que mi mal es incurable
que es mal de coquetería.

Si voy por fortuna al baile,
mi diversión favorita,
como mi cuerpo se agita,
me muestro viva e inquieta;
y una vieja regañona
que ya no tiene galanes
dice al ver mis ademanes,
¡Qué muchacha tan coqueta!

Si me asomo a la ventana
con mi querida Artemisa,
pienso morirme de risa
en fuerza de mi alegría;
y un vecino atrabiliario
que rezando se la pasa
exclama desde su casa:
¡Jesús, qué coquetería!

Unas veces por capricho,
otras por gusto y solaz
miro mucho para atrás
cuando voy a la retreta;
y unos necios estudiantes
de levita y picarona,
dicen con risa burlona:
miraditas de coqueta.

Voy a misa, y como tarda
y yo tengo mis razones,
lo menos seis ocasiones
pregunto en la sacristía;
y un lego desagradable
dice con rabia, entre dientes,
esos viajes tan frencuentes
huelen a coquetería.

Si el brazo me da Fernando
y yo a Luciano prefiero,
para dejar al primero
suelo emplear alguna treta;
y mi prima, que sospecha
que esto lo hago con malicia,
exclama con injusticia:
¡Esta niña es muy coqueta!

¿Qué será esto, Santo Dios?
Me tienen acobardada,
tal vez si fuese casada,
el tormento cesaría.
Más ya tengo veinticinco
y ni un novio se presenta,
a causa, según la cuenta,
de mi gran coquetería.

Santa Helena

¿Ves, pasajero, el árido desierto,
la dura peña por el mar cercada?
¿Descubres esa mísera morada
en donde el grande Napoelón ha muerto?

¿Ves esa tumba que la envidia ha abierto,
donde yace tanta gloria anonadada?

¡Albión soberbia la contempla airada,
y el tirano vigílala despierto!

Del héroe teme aún la fría ceniza
y a su mortal desposo se encadena;
más la fama sus hechos eterniza.

Su gloria inmensa el universo lloraa;
y su sombra sagrada inmortaliza
la roca sepulcral de Santa Helena.

Bibliografía

  1. Una neogranadina en el templo de Minerva Antología de la obra de Josefa Acevedo de Gómez Josefa Acevedo de Gómez
  2. © Ana María Agudelo Ochoa, selección, prólogo y notas
  3. © Escritoras Latinoamericanas del Diecinueve - Colección Virtual Long Beach, California, EE. UU Página web: http://eladd.org/2017

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Historia del barrio Mojica (Cali-Colombia)

Debate Physis vs Nómos

La identidad personal en David Hume