Stella Díaz Varín (1926 - 2006)

 

Escritoras chilenas,Derechos reservados, Stella Díaz Varín
Stella Díaz Varín, escritora chilena

 

Más información sobre la autora

Stella Díaz Varín, conocida como "La Colorina", fue una destacada poeta chilena nacida el 11 de agosto de 1926 en La Serena. A lo largo de su vida, se convirtió en una figura emblemática en la escena literaria chilena, destacándose por su voz única, su personalidad fuerte y su contribución a la poesía vanguardista y rupturista.

Nacida en una época en la que la presencia femenina en la literatura era limitada, Díaz Varín desafió los estereotipos de género y se abrió camino en un mundo dominado por hombres. A pesar de no haber recibido el reconocimiento adecuado durante su vida, su legado perdura en la memoria colectiva como una de las figuras más influyentes de la poesía chilena del siglo XX.

Desde una edad temprana, Díaz Varín mostró un interés y talento innato por la escritura y la poesía. Sin embargo, su vida estuvo marcada por momentos difíciles y desafiantes. Después de alejarse de su pasión por la poesía, se trasladó a Santiago en 1947 para estudiar Medicina con la intención de especializarse en psiquiatría, aunque no completó sus estudios en esta área.

En Santiago, Díaz Varín se integró a la Alianza de Intelectuales de Chile, dirigida por Pablo Neruda, y participó en diversos círculos literarios y culturales de la época. Colaboró con varios periódicos y revistas, como El Siglo, Extra, La Opinión y La Hora, y participó en actividades organizadas por la Sociedad de Escritores de Chile (SECH).

Conocida por su voz ronca y su honestidad brutal, Díaz Varín se ganó el apodo de "la poeta boxeadora", reflejando su personalidad combativa y desafiante. A pesar de enfrentar adversidades políticas y personales, continuó expresando abiertamente sus opiniones y participando en la vida cultural y literaria de Chile.

Su obra poética, caracterizada por su estilo vanguardista y su exploración de temas como la muerte, la soledad y la condición femenina, la distinguió como una de las voces más originales de su generación. Publicó varios libros de poesía, incluyendo "Razón de mi ser" (1949), "Sinfonía del hombre fósil" (1953), "Tiempo, medida imaginaria" (1959) y "Los dones previsibles" (1992), por el cual recibió el Premio Pedro de Oña en 1986.

Además de su obra poética, Díaz Varín también fue objeto de interés en el ámbito cinematográfico. El documental "La Colorina" (2008), dirigido por Fernando Guzzoni, exploró su vida y obra, recibiendo elogios y reconocimiento en varios países.

A lo largo de su vida, Díaz Varín mantuvo una postura política comprometida, lo que la llevó a enfrentar persecución y represión durante la dictadura de Augusto Pinochet. Fue detenida, torturada y sufrió un atentado que la dejó gravemente herida. A pesar de todo, continuó expresando su voz y participando activamente en la vida cultural y literaria de su país.

Stella Díaz Varín falleció el 13 de junio de 2006 en Santiago, dejando un legado perdurable en la poesía chilena y siendo recordada como una figura inolvidable en la historia literaria de Chile.

Obras:
  1. Razón de mi ser (1949)
  2. Sinfonía del hombre fósil (1953)
  3. Tiempo, medida imaginaria (1959)
  4. Los dones previsibles (1992) - Premio Pedro de Oña en 1986.
  5. Sus obras también fueron incluidas en varias antologías, como:
  6. Poesía Nueva de Chile (1953)
  7. La mujer en la poesía chilena (1963)
  8. Atlas de la poesía chilena (1958)
Reconocimientos:
  • Premio Pedro de Oña en 1986 por Los dones previsibles.
  • Reconocida como la única mujer poeta que sobresalió en la generación literaria de los años 50 en Chile.
  • Su vida y obra fueron tema del documental "La Colorina" (2008), dirigido por Fernando Guzzoni, el cual recibió galardones en varios países.

La palabra

Una sola será mi lucha
Y mi triunfo;
Encontrar la palabra escondida
aquella vez de nuestro pacto secreto
a pocos días de terminar la infancia.
Debes recordar
dónde la guardaste
Debiste pronunciarla siquiera una vez…
Ya la habría encontrado
Pero tienes razón ese era el pacto.
Mira cómo está mi casa, desarmada.
Hoja por hoja mi casa, de pies a cabeza.
Y mi huerto, forado permanente
Y mis libros cómo mi huerto,
Hojeado hasta el deshilache
Sin dar con la palabra.
Se termina la búsqueda y el tiempo.
Vencida y condenada
Por no hallar la palabra que escondiste.

Trasluz

Que se me permita mirar por la ventana
Sólo el espinazo de la muerte
A tranco largo
Mirando fijamente
A mis ojos deslucidos

Veo la ausencia
Doblando por la esquina
La miserable luz
De los días empañados.
Muy de tarde en tarde
Algún aprendiz de hombre
Vestido de domingo.

En estas agonías neblinosas
Estoy mirando desde una ventana ajena
Tras la luz de este rincón desconocido
Desde esta ventana hacia ningún paisaje
Hueco sin distancias
Seca pupila donde no resplandece
ni el más leve trino.

Profecía

Las grandes ausencias amenazan
Cuando los sirlos
Esos bellos pájaros
Emigran
Y la lejanía hiere sus alas
El hombre no lo sabe
Porque duerme
Oculto por causa de la luz
Para no prever la muerte.
Entrega el dominio de sus sueños
Y emancipa el caos
Y pierde el poder
sobre su propio río
que lo recorre en longitud.
Los abismos se acercan
Y las múltiples aguas
Devienen creaturas de espanto.
Uncido al gran anillo
Olvidará su trayectoria astral
su fecundidad perecedera.
Ocurrió
Que cerró las pupilas ante la luz
Y no estuvo más allá
De las cosas presentes
Ni creó una analogía superior
a la distancia entre los astros
Ni escuchó el soberano mandamiento
De crear al hombre verdadero.
Olvidado en el tiempo
Aún persistirá en creer
que fue un símil de su conciencia.

Albedrío

Yo soy la vigilia,
Ustedes
Son los hombres castigados,
Los labradores
De gestos oblicuos
Que al engendrar falsos surcos
La semilla huyó despavorida.

Ahora respóndanme
Con una mano enguantada
A flor de corazón.
Cuál es la fecha exacta
Entre Aldebarán y Andrómeda.
El día en que los cuervos
Cosechen lo suyo
 
Entre las más grandes estampidas
De todos los tiempos. Amén.

Dos de noviembre

No quiero
Que mis muertos descansen en paz
Tienen la obligación
De estar presentes
Vivientes en cada flor que me robo
A escondidas
Al filo de la medianoche
Cuando los vivos al borde del insomnio
Juegan a los dados
Y enhebran su amargura

Los conmino a estar presentes
En cada pensamiento que desvelo

No quiero que los míos
Se me olviden bajo tierra
Los que allí los acostaron
No resolvieron la eternidad

No quiero
Que mis muertos me los hundan
Me los ignoren
Me los hagan olvidar
Aquí o allá
En cualquier hemisferio

Los obligo a mis muertos
En su día
Los descubro, los trasplanto
Los desnudo
Los llevo a la superficie
A flor de tierra
Donde está esperándolos
El nido de la acústica.

Esta entrada se escribió con ayuda de la IA

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