Claribel Alegría (1924-2018)

Claribel Alegría, Escritoras nicaragüenses, Derechos reservados
Claribel Alegría, escritora nicaragüense 

Claribel Alegría (1924-2018), destacada escritora nicaragüense, es conocida por su poesía comprometida y su narrativa que aborda temas como la historia, la política y la identidad cultural. Su obra refleja no solo su maestría literaria, sino también su participación activa en la lucha por la justicia social en América Latina.

Vida y Trayectoria:

Nacida en Nicaragua, Claribel Alegría vivió una vida marcada por el exilio y la resistencia. Su activismo político y su compromiso con los movimientos revolucionarios en América Latina influyeron profundamente en su obra. Durante la Guerra Civil en Nicaragua, se exilió en México y luego se trasladó a los Estados Unidos. Su vida errante se refleja en su obra, que abarca desde la poesía hasta la prosa.

Obras Destacadas:

Cenizas de Izalco (1966): Escrito en colaboración con su esposo Darwin J. Flakoll, este libro narra la historia de la insurrección de los indígenas en El Salvador en 1932. Alegría y Flakoll fusionan la poesía y la prosa para ofrecer un testimonio literario y político.

La mujer del rio Sumpul (1986): Este libro explora la violencia y la represión en El Salvador durante la guerra civil. Alegría utiliza su escritura para dar voz a las víctimas y destacar las tragedias humanas en medio del conflicto.

Saudade (1999): Esta colección de poemas refleja la profunda melancolía y nostalgia de Alegría. A través de la poesía, explora las complejidades de la existencia humana, la pérdida y el deseo, creando versos ricos en emotividad.

Estilo Literario:

La prosa y la poesía de Claribel Alegría se caracterizan por su lirismo, su profundidad emocional y su compromiso con las cuestiones sociales y políticas. Su estilo literario abarca desde la exploración poética de la historia hasta la narrativa testimonial, creando una fusión única de belleza artística y compromiso con la verdad histórica.

Impacto Duradero:

Claribel Alegría ha dejado una marca significativa en la literatura hispanoamericana al abordar temas políticos y sociales de manera poética y testimonial. Su contribución a la conciencia social a través de la literatura la sitúa como una voz esencial en el diálogo sobre la historia y la justicia en América Latina.

Bibliografía de Claribel Alegría:
  1. Alegría, Claribel, y Flakoll, Darwin J. Cenizas de Izalco. 1966.
  2. Alegría, Claribel. La mujer del rio Sumpul. 1986.
  3. Alegría, Claribel. Saudade. 1999.
Estudios sobre Claribel Alegría:
  1. Dubois, Laurent. Literatura nicaragüense y política: de Rubén Darío a la Revolución Sandinista. Casa de las Américas, 1984.
  2. Alegría, Ciro. Claribel Alegría: An Annotated Bibliography of Primary and Secondary Sources. Scarecrow Press, 2003.
  3. Fumagalli, Maria Cristina. Claribel Alegría: Navigating the Linear No Longer. University of Arizona Press, 1996.

La voz del riachuelo

Vuelvo hacia el mar
allí nací
cuando salté a la tierra
una roca me acogió.
Bajo despacio
me detengo en el musgo
en las flores silvestres
bajo en busca del río
que me devuelva al mar.
Mi vecino
el torrente
ignora que yo existo
brama
salta
llena cauces
estalla
como yo busca el río
disolverse en el río
que lo devuelva al mar
porque el mar nos espera
porque el mar es la cuna
porque somos el mar.

El muro de las sonrisas

Cuando el amor se aja
se marchita
se te vuelve amarillo
no hay remedio
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando te sientes sola
entre sus brazos
y tu piel es frontera
y no te brota el llanto
sólo te queda
la sonrisa.
Cuando el canto se oxida
y el paisaje
y todo lo vivido
es un espectro
tu único refugio
es la sonrisa:
ese muro cerrado
impenetrable
sin ayeres
sin hoy
y sin mañanas
donde todos los sueños
se hacen trizas.

Ausencia

Hola
dije mirando tu retrato
y se pasmó el saludo
entre mis labios.
Otra vez la punzada,
el saber que es inútil;
el calcinado clima
de tu ausencia.

Yo sin ti

Yo sin ti
pero contigo
llevando a cuestas
tu muerte.
Mi soledad y la tuya
que ya han cerrado 
su escape.

Pequeña muerte

Fue una pequeña muerte
tu partida.
Una pequeña muerte que me crece
cuando imagino
a veces que estás cerca
y me obsesiono en dar vueltas
por las calles
y regreso a mi casa
con la lluvia
cayendo 
y me asalta tu voz
en la noche sin horas.

Otoño

Has entrado al otoño
me dijiste
y me sentí temblar
hoja encendida
que se aferra a su tallo
que se obstina
que es párpado amarillo
y luz de vela
danza de vida
y muerte
claridad suspendida
en el eterno instante
del presente.

Autorretrato

Malogrados los ojos
Oblicua la niña temerosa,
deshechos los bucles.
Los dientes, trizados.
Cuerdas tensas subiéndome del cuello.
Bruñidas las mejillas,
sin facciones.
Destrozada.
Sólo me quedan los fragmentos.
Se han gastado los trajes de entonces.
Tengo otras uñas,
otra piel,
¿Por qué siempre el recuerdo?
Hubo un tiempo de paisajes cuadriculados,
de gentes con ojos mal puestos,
mal puestas las narices.
Lenguas saliendo como espinas
de acongojadas bocas.
Tampoco me encontré.
Seguí buscando
en las conversaciones con los míos,
en los salones de conferencia,
en las bibliotecas.
Todos como yo
rodeando el hueco.
Necesito un espejo.
No hay nada que me cubra la oquedad.
Solamente fragmentos y el marco.
Aristados fragmentos que me hieren
reflejando un ojo,
un labio,
una oreja,
Como si no tuviese rostro,
como si algo sintético,
movedizo,
oscilara en las cuatro dimensiones
escurriéndose a veces en las otras
aún desconocidas.
He cambiado de formas
y de danza.
Voy a morirme un día
y no sé de mi rostro
y no puedo volverme.

Carta al tiempo

Estimado señor:
Esta carta la escribo en mi cumpleaños.
Recibí su regalo. No me gusta.
Siempre y siempre lo mismo.
Cuando niña, impaciente lo esperaba;
me vestía de fiesta
y salía a la calle a pregonarlo.
No sea usted tenaz.
Todavía lo veo
jugando ajedrez con el abuelo.
Al principio eran sueltas sus visitas;
se volvieron muy pronto cotidianas
y la voz del abuelo
fue perdiendo su brillo.
Y usted insistía
y no respetaba la humildad
de su carácter dulce
y sus zapatos.
Después me cortejaba.
Era yo adolescente
y usted con ese rostro que no cambia.
Amigo de mi padre
para ganarme a mí.
Pobrecito el abuelo.
En su lecho de muerte
estaba usted presente,
esperando el final.
Un aire insospechado
flotaba entre los muebles
Parecían más blancas las paredes.
Y había alguien más,
usted le hacía señas.
El le cerró los ojos al abuelo
y se detuvo un rato a contemplarme
Le prohíbo que vuelva.
Cada vez que los veo
me recorre las vértebras el frío.
No me persiga más,
se lo suplico.
Hace años que amo a otro
y ya no me interesan sus ofrendas.
¿Por qué me espera siempre en las vitrinas,
en la boca del sueño,
bajo el cielo indeciso del domingo?
Sabe a cuarto cerrado su saludo.
Lo he visto con los niños.
Reconocí su traje:
el mismo tweed de entonces
cuando era yo estudiante
y usted amigo de mi padre.
Su ridículo traje de entretiempo.
No vuelva,
le repito.
No se detenga más en mi jardín.
Se asustarán los niños
y las hojas se caen:
las he visto.
¿De qué sirve todo esto?
Se va a reír un rato
con esa risa eterna
y seguirá saliéndome al encuentro.
Los niños,
mi rostro,
las hojas,
todo extraviado en sus pupilas.
Ganará sin remedio.
Al comenzar mi carta lo sabía.

Elegía a mi hermano Daniel

El dolor entró en mí
como un pájaro extraño
venido desde lejos
Cierro los ojos.
y sollozo
sollozo
y no comprendo
pregunto
y no comprendo
y no te quiero pensar
solo sentirte
con mis cinco sentidos
caminar tus recuerdos
con mis cinco sentidos.
Quiero quedarme así
con tus ojos cerrados
y tus manos
tus lágrimas esquivas
que mojaron mi rostro
tu voz entrecortada.
Quiero quedarme así
sin preguntas banales
que no tienen respuesta.
Quedarme así 
contigo.
No quiero abrir los ojos.
y volverte a perder.


¡Libertad... para pensar!

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