Enriqueta Arvelo Larriva (1886 - 1963)

Derechos reservados,, Enriqueta Arvelo Larriva, Escritoras venezolanas
Enriqueta Arvelo Larriva, escritora venezolana
 

 Más información sobre la autora 

Enriqueta Arvelo Larriva fue una destacada poetisa venezolana nacida el 22 de marzo de 1886 en Barinitas. Proveniente de una familia culta, su hermano, Alberto Arvelo Torrealba, influyó en su conexión con el mundo intelectual.  En 1922, Enriqueta se sumergió por completo en el ámbito literario, estableciendo contactos tanto a nivel nacional como internacional, incluyendo figuras como Gabriela Mistral y Juana de Ibarbourou. Sin embargo, fue en la década de 1930 cuando su reputación como escritora nacional creció significativamente.

La pérdida de su hermano en 1934 marcó profundamente su vida y la de su familia.  En 1939, publicó su primera obra, "Voz Aislada", seguida por "Cristal Nervioso" en 1941, que le permitió participar en el Concurso Femenino ese mismo año. Luego, tras la muerte de su padre en 1942, publicó "Poemas de una Pena". Decidió establecerse en Caracas para fortalecer sus lazos con los intelectuales venezolanos.

En cuanto a su producción literaria, destacan obras como "Mandato del Canto" (1957). En el ámbito de los premios, fue galardonada con el Premio Municipal de Poesía en 1957. Su poesía se caracteriza por referencias al paisaje de los altos llanos occidentales y detalles cotidianos, pero también refleja su experiencia personal e interiorización de la realidad.

Falleció el 10 de diciembre de 1962 en Caracas, dejando un legado significativo en la poesía venezolana. Su obra sigue siendo estudiada y valorada por su originalidad y sensibilidad poética. Enriqueta Arvelo Larriva es recordada como una de las voces más importantes de la poesía venezolana del siglo XX.

Bibliografía

  1. Voz Aislada (1939)
  2. Cristal nervioso (1941)
  3. Poemas de una Pena (1942)
  4. Noticia de su Vida y su Obra
  5. Mandato del Canto (1957)

Premios

  • Premio Municipal de Poesía (1957)

Destino

Un oscuro impulso incendió mis bosques
¡Quién me dejó sobre las cenizas?

Andaba el viento sin encuentros.
Emergían ecos mudos no sembrados.

Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El último polvo nubló la frontera.

Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.

Confesión

En pleno campo
asáltome el miedo.
Y me inquietó el trino claro
y el emboscado ruido.
El sol en acción,
la tendida sombra.
La quietud del tronco,
el estremecimiento de la rama viva.

Respuesta

Te hablo, oh antena temeraria,        
con la armonía de mi río profundo        
y de mi lago sin copia de palmeras.        

Quiero saber, hombre lejano que me llevaste        
por una ribera muy tuya para mí desconocida,         
si en un paso de insomnio        
tus pájaros briosos y relucientes        
picaron en las moras zumosas de mi soledad.        

Si me sentiste allí,        
en la espesura de tu bosque sumido,         
como hoja soterrada,        
como liana sin anillo,        
como brisa curiosa        
castigada en cárcel vaporosa y oscura.        

Si me aspiraste en el último humo de la tarde      
o si pasé despertándote por tu más raro amanecer.        

Dime si le nací a tu sentir en nube de promesa        
o en volcán impaciente y a punto,        
o sobre hierbas ya pardas.        

Dime si me tomaste como canción de sueño      
o como lengua de fuego en extravío dichoso,        
o si sólo amaste en mí una arena apagada.        

Quiero saber si tu pulso de fiebre        
imaginó el candente lejos de mi sangre        
o si fui la mancha casta de tu medianoche.        

No sé si me invitaste a ver dolores esforzados,        
a beber ráfagas de trastornados vientos,        
a vivir contigo una hora noble en que luce morir.        

¿Probaste mis panales sin destino?        
¿Entraste a mi huerto de manzanas incorpóreas?        
¿Quebraste la redoma de mi esencia desurcada?        
¿O se rompieron en mis muros        
tus suspiros magníficos?        

Di si pensabas que te dejaba cruzar mis abismos        
con embriaguez espoleante,         
derramando mi ungüento en tus raíces        
o que ordenaba sobre tu pecho        
que fueses mi inflexible guarda en la noche de ausencia,        
o que me hacía a un lado en el desfile de tus llamas.        

Di si me entregaste con delicia         
una dádiva única y tremenda        
y si de mí obtuviste una espiga vacía.        

Si en tu penumbra fui rosa somnolente        
o a tu luz ala austera y sacudida.        

Si mi voz, rama andante de mi vida,         
se te dio como ser,        
como suelto corazón cálido,        
como humana viajera        
que hoy regresa con sus pedazos de camino        
y puede darme tu valle y tus breñales.         

Me pediste mi distante secreto.        
Da el tuyo a mi curiosa lejanía.        

Quiero saber qué funda mi poema        
en tu mar, en tu playa, en tus jardines.

Virada

En velero suelto        
me di al agua llamante.        
Avancé.        

Ya avisté las aves y el gajo.        
Ya siento la fuerte cercanía de la tierra en espera.        

Soplan vientos mezclados.        
Viene a la barcarola un ritmo oscuro.        

Cambiaré el rumbo.        
Cambiaré el rumbo y llevaré en el barco        
la costa que no vi.

Emoción y ventaja de la probada profundidad

Gracias a los que se fueron por la vereda oscura
moliendo las hojas tostadas.
A los que me dijeron: esperanos bajo ese árbol.
Gracias a los que se fueron a buscar fuego para sus cigarrillos
y me dejaron sola,
enredada en los soles pequeños de una sombra olorosa.
Gracias a los que se fueron a buscar agua para mi sed
y me dejaron ahí
bebiéndome el agua esencial de un mundo estremecido .
gracias a los que me dejaron escuchando un canto enselvado
y viendo soñolienta los troncos bordados de lianas marchitas.
Ahora voy indemne entre las gentes.

Balada de lo que oí

No supe quién me lo dijo.
El acento, divino.
 
No supe quién me lo dijo.
No corrí tras los detalles
cuando oí lo infinito.
 
No supe quién me lo dijo.
Lo oí.
¡Dichoso el oído mío!
 
En ese instante se hizo en mí lo armonioso.
Lo que oí va eterno y limpio.
 
Y qué tremenda la gracia
de no saber quién me lo dijo.

El cristal nervioso

Es clara e inquieta.
Es clara e inquieta
y ahueco hoy las manos para brindarla.
¡Cuánta contienen mis manos
de esta dulce agua!
La cojo cuando ágil y naciente salta
 —plena de fragancia, de frescor,  de iris—
mojando el follaje de mis ansias.

Vértice de mi alma, en ti nace el agua.

Tomad cada uno prolongado sorbo,
los que váis sedientos de un cristal nervioso.

Impaciencia lucen mis manos delgadas,
vaso que palpita sintiéndose colmo.
Bebed, que se apagan las burbujas pronto
y será agua muerta
el agua bullente que en las manos porto.

El agua está viva. ¿Tenéis sed de alma?
Bebed, que casi oigo
música, si acerco las manos al rostro.
El agua está viva, y es para nosotros,
los que váis sedientos de un cristal nervioso.

De El cristal nervioso (1922-1930)

Destino

Un oscuro impulso incendió mis bosques
¿Quién me dejó sobre las cenizas?
Andaba el viendo sin encuentros.
Emergían ecos mudos no sembrados.
Partieron el cielo pájaros sin nidos.
El último polvo nubló la frontera.
Inquieta y sumisa, me quedé en mi voz.

De Voz aislada (1930-1939)

Invitación para crear una música

Vengan los barcos que aguardan la hora de salir
y la flor que pinta logradas etapas en su día.
Las fragancias gustables de los aserraderos
y los aviadores que se sientan inseguros en tierra.
Los obreros que no derrumben su domingo
y los ganados adelgazados que siguen sin descanso un rumbo húmedo.
Ven tú, si aún sigues sorprendiéndote.
Crearé una música unida
en pentagramas astillados.

Recepción de las palabras pobladoras

Pueblo mi soledad con tus palabras.
Palabras que no salieron de ti por darme rosado regocijo.
Palabras lanzadas para aligerar tu vuelo subterráneo.
Palabras represadas que se asilaron en mí, acertando.
Soplo de guardado huracán,
admitido en alambres, en ramajes, en banderas.
Hoy bulle mi soledad.
Me rodean y acompañan tus palabras.
Tus palabras,
hachones desnudos,
crines soleadas y a escape,
puros y fogosos fragmentos de lo inesperado que aguardé.
Soledad mía, con sed, con ánimo, indisciplinada.
Soledad que no se puebla con delicias.
Soledad codiciosa que hoy se puebla
con una latiente muchedumbre de angustia. 

Acto y emoción de hallarte en la muerte

Cinco crecidos ríos, tapizados de sombra,
que dañaban insomnes,
pasó en violenta calma mi decidido esfuerzo.
¡Oh, mi afán de aprender tu máximo reposo!
Ni una hilacha de luto en la sala.
Las flores te colmaban como colman lo alegre;
tu hijo te veía desde su cuadro fijo;
dormías con el modo gustoso de tu siesta.
Sólo al tocar tu frente tropecé con la muerte.
Sé cómo fue mi hermana quien apretó tus párpados,
mas mis dedos sintieron cómo lo hicieron ellos:
en los ojos espléndidos de tu hija pequeña
se entrenaron mis manos para el sumo ejercicio.

De Poemas de una pena (1941-1942)

Explicación

¿Por qué dices espinas?
Al oírlo, oh sorpresa,
vi volar unas aves extraviadas
y seguí las campánulas que se iban a la tierra
a ensamblarse en raíces invisibles.
¿Espinas? No.
Son mis graves espigas.
Espigas de mis plantas
tostadas por los soles.
Son espigas que brotan en el bien
y se baten rigentes
en función de verdad y de armonía,
acaso de ternura.
Son ásperas espigas, nunca espinas.
Y es fácil esquivarlas.
No son mudas ni guárdanse en la selva.
Son espigas que arrollan el silencio
y se dan en los claros.

De Mandato del canto (1944-1946)

Marcas en el espacio

Un rebaño de manchas
o brochadas sin vínculo.
La mañana les fija.
Su derivo es la noche.
¿Servirá su color
para marcar mi polvo?
¿Será gama durable
o relámpago?

De Poemas perseverantes (1947-1960)

Libertad... para pensar!

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