María Eugenia Vaz Ferrerira (1875 - 1924)

  

María Eugenia Vaz Ferreira, poeta uruguaya 

 Más información sobre la autora

María Eugenia Vaz Ferreira fue una destacada poeta y docente uruguaya, nacida en Montevideo el 13 de julio de 1875. Integrante de la Generación del 900, dejó un legado poético que desafió las normas sociales de su época y contribuyó al desarrollo de la poesía femenina en el ámbito hispanohablante.

Síntesis biográfica

Nacida en el seno de una familia culta y adinerada de origen luso-español, María Eugenia fue la menor de tres hermanos. Desde temprana edad demostró un gran interés por la poesía, la pintura, el piano y los idiomas. Educada en su domicilio junto a su hermano Carlos, quien más tarde se destacaría como catedrático de Filosofía en la Universidad de la República.

En 1893, a los dieciocho años, hizo su primera aparición pública como poeta en el Club Católico, leyendo un sorprendente "Monólogo" que revelaba sus críticas al imperativo masculino y planteaba las dificultades de ser poeta y mujer. Desde entonces, sus composiciones neorrománticas comenzaron a aparecer en revistas y compilaciones de poesía nacional, despertando interés y polémica en el ambiente intelectual rioplatense.

A lo largo de su vida, María Eugenia compuso también obras de teatro, como "La piedra filosofal" (1908), "Los peregrinos" (1909) y "Resurrexit" (1913), todas estrenadas con éxito en el Teatro Solís. Además, se destacó como compositora musical, contribuyendo al éxito de sus obras teatrales.

Legado y reconocimiento

María Eugenia Vaz Ferreira se transformó en un referente de mujer libre entre sus iguales, siendo reconocida por su poesía intensa y pulcra en la composición. Figuras destacadas como Delmira Agustini y Gabriela Mistral elogiaron su obra, considerándola una maestra de la poesía femenina.

Su primer libro, "Fuego y mármol" (1903), permaneció inédito hasta su publicación póstuma, reflejando la fuerza del impulso erótico contrapuesto a la pureza exigida a la mujer. A lo largo de su vida, María Eugenia desafió las normas sociales y patriarcales, abriendo camino para la poesía femenina en Uruguay y más allá.

Fallecimiento:

En 1922, debido a su avanzada enfermedad maniático-depresiva, María Eugenia renunció a sus cargos y fue ingresada en un centro de salud mental de Montevideo. Falleció el 20 de mayo de 1924, a los cuarenta y ocho años, dejando un legado poético que desafió las restricciones impuestas a la condición de mujer en una sociedad patriarcal.

Bibliografía:
  1. La isla de los cánticos (poesía, 1924)
  2. La otra isla de los cánticos (Poesías, 1959)
  3. Poesías (1980)
  4. Poesías completas (1986)

Estas obras reflejan la singularidad formal y temática de la autora, fusionando elementos del romanticismo tardío con los mejores hallazgos modernistas de la época.

        Canto verbal

        A ti, palabra mi suprema idea,
        tiende sus alas la esperanza mía
        águila errante del desierto humano
        sin altas cumbres donde reposar
        el tedio de las rutas infinitas...
        Tiende sus alas como a excelsa fuente
        pródiga de belleza y de armonía;
        quiere beber en tu copa de oro,
        quiere bañarse en el agua sonante,
        mudable en sus ritmos, diversa en sus glosas
        y cuyo oleaje ya
        sacudido por vértigos fecundos
        o melodioso de serenidad...
        A ti, palabra que tienes la magia
        de sabiamente transmutar tu forma
        y ajustarla a la loca trashumancia
        de la maravillosa ánima viva....
        Oh profunda, variante y fugaz,
        que floreces en vetas luminosas
        perfumadas de esencia espiritual...
        Ánfora
        de caudalosas perlas en murmullo,
        de blancas nieves y de rojas flamas.
        Ánfora
        de tempestades y constelaciones,
        de suaves lluvias y silbantes rachas...
        Ánfora
        de sonoras cadencias,
        de crujiente espuma, cascabel marino,
        de místicas hostias y de miel pagana...
        No hay un tesoro que supere al tuyo
        en abundancia de oportunas galas
        para quimeras y revelaciones,
        grandes historias y leyendas magnas
        no hay un tesoro que supere al tuyo,
        vertiginoso para la elocuencia,
        inagotable para la ilusión,
        lírico para el numen romancesco
        y musical para el divino amor...
        Por tu vocero el invisible espíritu
        se glorifica en vividas ofrendas,
        su lira tañen las carnales fibras
        y el corazón henchido se desborda
        en sublimes poemas...
        Por ti
        sobre el bronce triunfal de los escudos
        brotaron rosas trágicas,
        cuyo fragante olor de sangre noble
        blasonó las estirpes y las razas.
        Por ti
        en las verdes pupilas de las fieras
        las sombras de los ímpetus salvajes
        se trocaron en húmedas estrellas.
        Por ti se abrió de muchas rocas duras
        el regazo feraz
        en el dulce licor de sus vertientes
        se confortó la esperanza mortal.
        Yo no sé en qué fantástica materia
        al escultor de la progenie humana
        le plugo modelar la estatua mía,
        que no ablanda la luz de las auroras
        ni el oscuro crepúsculo marchita;
        pero si alguna vez mi corazón
        abre a la vida su raudal interno,
        sí se doran mis áridas llanuras
        y se pueblan de esquifes mis océanos,
        si se viste de estelas fulgurantes
        la nebulosa noche de mis piélagos
        y las alas sin sol de mis pendones
        en raudas ondas flotan a los vientos,
        si gorjean mis pájaros será
        cuando en la entraña de un sacro silencio
        sobre la losa de mi tumba viva
        choque su llama tu rayo de fuego.
     

        El ataúd flotante

        Mí esperanza, yo sé que tú estás muerta.
        No tienes de los vivos
        más que la instable fluctuación perpetua;
        no sé si un tiempo vigorosa fuiste,
        ahora, estás muerta.
        Te han roído quién sabe
        qué larvas metafísicas que hicieron
        entre tu dulce carne su cosecha.
        En vano
        el mágico abanico de tus alas
        con irisadas ráfagas me orea
        soltando al aire turbadoras chispas.
        Yo sé que tú eres de esas
        que vuelven redivivas en la noche
        a decir otra vez su última verba...
        Ya te he visto venir
        blanca y piadosa como un santo espíritu
        sobre el vaivén de las marinas ondas;
        te he visto en el fulgor de las estrellas,
        y hasta  los bordes de mi quieta planta
        danzan tus llamas en festivas rondas.
        Pero si al interior vuelvo los ojos
        Veo la sombra de tu mancha negra,
        miro tu nebulosa en el vacío
        dar poco a poco su visión suspensa;
        sin el miraje de los fueros fatuos
        veo la sombra de tu mancha negra.
        No llores porque sé los ojos míos
        saben vivir en lontananzas huecas;
        míralos secos y tranquilos; márchate
        y el flotante ataúd reposar deja
        hasta que junto a ti también tendida
        nos abracemos como hermanas buenas
        y otra vez enlazadas nos durmamos
        en el sepulcro vivo de la tierra.
     

        Elegía crepuscular

        Viento suave del crepúsculo,
        viento de las leves alas,
        azulmente silenciosas
        y azulmente solitarias,
        anónimo pasajero
        fugaz en todas las patrias,
        en las misteriosas selvas
        y en las grutas oceánicas,
        viento suave del crepúsculo,
        viento de las leves alas...
        Tu roce sobre mi frente
        tiene la misma eficacia
        de la luna entre las ruinas,
        de los óleos en las llagas
        y de las claves que aflojan
        el cordaje de las arpas...
        Tu fresco soplo serena
        la exaltación de mi alma
        fosca de llamar sin nombre
        y esperar sin esperanza
        por haber nacido póstuma
        dentro de su propia lápida...
        Viento suave del crepúsculo
        que cruzas sin decir nada
        el transitorio paréntesis
        suspenso en la sombra vaga,
        cuando enmudecen las cosas
        o todavía no cantan,
        cuando de los rojos soles
        palidecieron las flamas
        y las nocturnas estrellas
        están todavía pálidas...
        Si yo supiera estar triste
        yo me desharía en lágrimas
        para que así me bebieran
        las caricias de tus ráfagas
        ¡Qué lindo renunciamiento!
        ¡Qué liberación beata!
        Viento suave del crepúsculo
        si tus brisas me acabaran,
        azulmente silenciosas
        y azulmente solitarias,
        viento suave del crepúsculo,
        viento de las leves alas.        

        Hacia la noche

        Oh noche, yo tendría
        una palma futura, desplegada
        sobre el gran desierto,
        si tú me das por una sola noche
        tu corazón de terciopelo negro,
        y yo, al compás de su morena sangre,
        canto con las ondas beatas el sacro silencio.

        Mi canto será vivo
        sólo por el deseo
        de serenar la cuotidiana angustia...   

        Oh noche, yo te quiero
        sin el fulgor de luminosos astros,
        sin marinos clamores
        y sin la voz que finge
        en los cráneos sonoros el rumor de los vientos.

        Oh dulce noche mía, oh dulce noche!
        Aunque el glorioso pájaro del alba.
        rompa después mi lapidario ensueño,
        un polvo de inquietud arda en mis ojos,
        y me seas de nuevo
        sólo una palma antigua, replegada
        sobre el gran desierto.

        Heroica

        Yo quiero un vencedor de toda cosa,
        invulnerable, universal, sapiente,
        inaccesible y único.

        En cuya grácil mano
        se quebrante el acero,
        el oro se diluya
        y el bronce en que se funden las corazas,
        el sólido granito de los muros,
        las rocas y las piedras
        los troncos y los mármoles
        como la arcilla modelables sean,
        A cuyo pie sin valla y sin obstáculo
        las murallas amengüen,
        se nivelen los pozos,
        las columnas se trunquen
        y se abran de par en par los pórticos.

        Que posea la copa de sus labios
        el licor de la vida,
        el virus de la muerte,
        la miel de la esperanza,
        las beatas obleas del olvido,
        y del divino amor las hostias sacras.

        Que al erótico influjo de sus ojos
        se empañen los cristales,
        la nieve se calcine,
        se combustione el seno
        virginal de las selvas
        y se empenache con ardientes ascuas
        el corazón de la rebelde fémina.

        Que al rayar de su testa iluminada
        resbalen de las frentes
        las más bellas coronas,
        los lábaros se borren,
        repliegue sus insignias
        la faz del estandarte
        y vacilen los símbolos ilustres
        sobre sus pedestales.

        Yo quiero un vencedor de toda cosa,
        domador de serpientes, encendedor de astros
        transponedor de abismos...

        Y que rompa una cósmica fonía
        como el derrumbe de una inmensa torre
        con sus cien mil almenas de cristales
        quebrados en la bóveda infinita,
        cuando el gran vencedor doble y deponga
        cabe mi planta sus rodillas ínclitas.
      

        Historia póstuma

        Todo me lo diste, todo:
        el ritmo azul de las cunas
        en cuentos maravillosos
        glosados de suaves músicas...

        Las palabras melodiosas
        divinas como el silencio,
        las rosas de nieve y oro
        perfumadas de secretos...

        Las albas anunciadoras
        de los venturosos días
        henchidos de primaveras
        refulgentes de sonrisas...

        Las pálidas nebulosas
        de los cielos taciturnos,
        la soledad, el olvido
        y la paz de los sepulcros.

    Holocausto

    Quebrantaré en tu honra mi vieja rebeldía
    si sabe combatirme la ciencia de tu mano,
    si tienes la grandeza de un templo soberano
    ofrendaré mi sangre para tu idolatría.

    Naufragará en tus brazos la prepotencia mía
    si tienes la profunda fruición del oceano
    y si sabes el ritmo de un canto sobrehumano
    silenciarán mis harpas su eterna melodía.

    Me volveré paloma si tu soberbia siente
    la garra vencedora del águila potente:
    si sabes ser fecundo seré tu floración,

    y brotaré una selva de cósmicas entrañas,
    cuyas salvajes frondas románticas y hurañas
    conquistará tu imperio si sabes ser león.

        Invocación

        Oh noche embriagadora
        hecha de soledad y de desesperanza,
        que brindas en tu copa de azabache y de estrellas
        sobre la tierra ardiente en quietud derramada.

        Noche de las delicias mudas y negativas
        de que gozan los muertos vivos como fantasmas,
        abrochando en la sombra su carnal vestidura
        marchita de enflorar la fiesta meridiana.

        Noche, noche infinita, rincón de los olvidos,
        perdón de penitentes que nunca hicieron nada
        más que cargar a solas el pesado madero
        sobre la ligereza cautiva de sus alas...

        Te espero día a día
        para esconder mis horas en la paz de tu lápida,
        cuando las ondas vivas su vibración aquietan
        bajo la fuerza ignota de atávicos nirvanas,

        y en invisibles soplos
        el numen secular su inspiraci6n levanta
        del fondo de los tiempos para siempre extinguidos,
        aunque la rueda cósmica traiga sus añoranzas.

        Yo no sé lo que dice tu boca abierta y muda
        al que doró su tienda con oro de esperanza,
        pero yo sé que sabes con amorosa ciencia
        tenderte suavemente sobre el alma cansada!

        Tu voz dice en silencio tu eternidad futura;
        la rúbrica del "Fin" está en tu obscura mancha,
        aunque a besarte vengan en sus carros sonoros
        con sus aureolas rubias las doncellas del alba.

        Todavía los mundos
        relucen en la bóveda de tu urna sagrada;
        un viejo tesorero se ha dormido en los tiempos
        y ha olvidado en tu fondo sus últimas alhajas...

        Dale a los benditos que todavía sueñan,
        tus áureas lentejuelas y tu hostia de plata,
        y a mí, que te deseo inextinguible y única,
        dame la eternidad de tu silencio, oh Hermana.

        La estrella misteriosa

        Yo no sé dónde está, pero su luz me llama,
        ¡oh misteriosa estrella de un inmutable sino!...
        Me nombra con el eco de un silencio divino
        y el luminar oculto de una invisible llama.
        Si alguna vez acaso me aparto del camino,
        con una fuerza ignota de nuevo me reclama:
        gloria, quimera, fénix, fantástico oriflama
        o un imposible amor extraño y peregrino...

        Y sigo eternamente por la desierta vía
        tras la fatal estrella cuya atracción me guía,
        mas nunca, nunca, nunca a revelarse llega!
        Pero su luz me llama, su silencio me nombra,
        mientras mis torpes brazos rastrean en la sombra
        con la desolación de una esperanza ciega...
       
         
        La rima vacua

        Grito de sapo
        llega hasta mí de las nocturnas charcas...
        la tierra está borrosa y las estrellas
        me han vuelto las espaldas.

        Grito de sapo, mueca
        de la armonía, sin tono, sin eco,
        llega hasta mí de las nocturnas charcas...

        La vaciedad de mi profundo hastío
        rima con él el dúo de la nada.
         

        Las quimeras

        Sangre bullente de las bocas rojas,
        sangre que brilla
        y en recónditos vasos se retrae
        cuando fervientes labios se avecinan...

        Paladar calcinado,
        lengua de fuego
        que lleva el peregrino
        bajo el sol meridiano del desierto
        y cuya sed no aplacan
        el límpido raudal de los oasis
        y el dulce jugo de los cocoteros...

        Collares desatados,
        lacias guirnaldas de los brazos quietos,
        ceñidores de amor nunca prendidos
        para estrechar los cuellos ofrendarios
        y los torsos solícitos...

        Cuencas de las pupilas
        curiosas de figuras,
        ebrias de perspectivas deslumbrantes,
        conturbadas por blondos espejismos
        adonde fácilmente
        se borran los mirajes
        como en el mar la curva de las olas
        y la fugaz estela de las naves...

        Placa de oro para el son propicia,
        fibras de acústica sonora
        por donde ruedan todas las palabras
        sin imprimir sus líricas rapsodias...

        Campanas mudas de los corazones,
        cosas rebeldes,
        también como a vosotros
        más de una vez las manos me tendieron
        más de una vez riéronme los labios
        y se deshizo en cálidos aromas
        la brasa de sus rojos incensarios.....

        También como a vosotros
        miráronme gozosas las pupilas,
        que rayaron en tórridos incendios
        con brillo de fulgentes pedrerías...

        Mas seguí torvamente y tristemente
        porque también me ungieron en mal hora
        con sedes y ambiciones sobrehumanas,
        con deseos profundos e imposibles,
        y voy como vosotros
        también inaccesible e impotente,
        cargando con la cruz de la quimera,
        ajustada a la sien ardua corona,
        sin poder claudicar
        y sin tocar la carne de la vida
        jamás, jamás, jamás.
            

        Oda a la belleza

        Oh Belleza, que tú seas bendita,
        ya que eres absolutamente pura,
        ya que eres inviolada,
        límpida, firme, sana e impoluta.
        Fuente de la divina complacencia,
        Oasis infinito
        que prodigas los éxtasis beatos
        y las románticas contemplaciones...

        Adonde quiera que tu signo luzca,
        adonde quiera que la esencia encarnes,
        emerge de tu gaya fantasía
        una gloria serena y luminosa
        una fruición profunda e inefable...

        Eres el cauce pródigo
        surtidor de armonía,
        crisol de místicas depuraciones,
        la veta que colora y que sublima
        el eterno miraje;
        eres la gema augusta
        prendida sobre el arca
        fértil del universo.

        Aunque el ciego te ignore,
        el profano te niegue
        y el infiel te repudie,
        eres eternamente triunfadora
        sobre la indiferencia de los necios
        y la conjuración de los apóstatas…
        Aunque los pecadores
        te inculpen sus pecados,
        y te acusen los réprobos
        de atributos malditos,
        eres inmaculada e inocente;
        no te corrompes con la hiel del odio
        ni la ponzoña del amor sacrílego.

        Eres inaccesible,
        Eres pasiva y sola,
        sencilla y sobrehumana;
        no inspiras, no padeces
        el dominio imperial de la materia
        ni la sensible turbación del alma...

        Entre todos los acontecimientos
        evoluciones, mitos y teorías,
        entre la suficiencia que te alaba
        y la diversidad que te interroga,
        tú te levantas religiosamente
        dentro la urna dúctil de tu forma
        como en la alada prez del incensario
        la inmunidad de la sagrada hostia.

        Oh Belleza, que tú seas bendita,
        más la sabia legión de tus apóstoles,
        la entraña que te crea,
        el sol que te ilumina,
        el prisma que te agranda,
        la plancha que te copia,
        el áureo pedestal que te enaltece
        y el soberano lis que te corona.

        Por eso sobre el plinto de tu imagen,
        sobre la majestad de tu hermosura,
        sobre el fulgor joyante de tus iris,
        sobre la egregia línea de tus curvas
        pongo la rendición del canto mío...
        a tu gracia inmortal loa fecunda.
            

        Regreso

        He de volver a ti, propicia tierra
        como una vez surgí de tus entrañas;
        con un sacro dolor de carne viva
        y la pasividad de las estatuas.
        He de volver a ti gloriosamente,
        triste de orgullos arduos e infecundos
        con la ofrenda vital inmaculada.
        No sé, cuando labraste el signo mío,
        el crisol armonioso de tus gestas
        dónde estaba...
        dónde la proporción de tus designios...
        Tú me brotaste fantásticamente
        con la quietud de la serena sombra
        y el trágico fulgor de las borrascas...
        Tú me brotaste caprichosamente
        alguna vez en que se confundieron
        tus potencias en una sola ráfaga...:
        Y no tengo camino;
        mis pasos van por la salvaje selva
        en un perpetuo afán contradictorio,
        la voluntad incierta se deshace
        para tornasolar la fantasía;
        con luz y sombra, con silencio y canto
        el miraje interior dora sus prismas;
        mientras que siento desgranarse afuera
        con llanto musical los surtidores,
        siento crujir los extendidos brazos
        que hacia el materno tronco se repliegan,
        temor, fatiga. solitaria angustia,
        y en un perpetuo afán contradictorio
        mis pasos van por la salvaje selva.
        Ah, si pudiera desatar un día
        la unidad integral que me aprisiona
        Tirar los ojos con los astros quietos
        de un lago azul en la nocturna onda...
        Tirar la boca muda entre los cálices
        cuyo ferviente aroma sin destino
        disipa el viento en sus alas flotantes
        Darle el último adiós
        al insondable enigma del deseo,
        cerrar el pensamiento atormentado
        y dejarlo dormir un largo sueño
        sin clave y sin fulgor de redenciones
        Alguna vez me llamarás de nuevo
        Y he de volver a ti, tierra propicia,
        con la ofrenda vital inmaculada,
        en su sayal mortuorio toda envuelta
        como en una bandera libertaria.
       

        Tu rosa y mi corazón

        Antes que entre tus labios y mi oído
        el ciprés del silencio, largo y mudo,
        alce su quieta cima,
        de tu palabra en el cristal sonoro
        dame una roja rosa, que será
        por tu lirismo y tu carne fragante
        rosa de amor humano y rosa mística.

        La prenderé en mi pecho
        sobre la palpitante rosa mía,
        y del perpetuo beso el tibio roce
        esparcirá sus perfumadas ondas...

        Hoy,
        ebria de aroma me será brindada
        la belleza infinita...
        y en mi larva fugaz cuando se apaguen
        los armoniosos éxtasis
        me envolverán las perfumadas ondas
        en su mortaja amante y siempreviva.

        Dame una rosa, antes
        que el ciprés largo y mudo, entre nosotros
        alce su quieta cima...

    
       Vaso furtivo

        Por todo lo breve y frágil,
        superficial, fugitivo,
        por lo que no tiene bases,
        argumentos ni principios;
        por todo lo que es liviano,
        veloz, mudable y finito;
        por las volutas del humo,
        por las rosas de los tirsos,
        por la espuma de las olas
        y las brumas del olvido...
        por lo que les carga poco
        a los pobres peregrinos
        de esta trashumante tierra
        grave y lunática, brindo
        con palabras transitorias
        y con vaporosos vinos
        de burbujas centelleantes
        en cristales quebradizos...
       

        Voz del retorno

        Nada le queda al náufrago; ya nada: ni siquiera
        la dulce remembranza de un viejo sueño vano,
        ni la marchita y frágil ala de una quimera
        que al estrecharse deja su polvo entre la mano.
        La media noche es tarde y el alba fue temprano,
        y el orgulloso día le dijo al sol: “Espera”;
        quien sin besarla aspira la flor de Primavera,
        pasa como una sombra por el jardín humano.

        Violetas de los prados en el solar fragante,
        rosas de los pensiles rojas y perfumadas
        que al pasajero abrieron su misterioso broche;
        el náufrago retorna como una sombra errante,
        sin una sola estrella de flámulas doradas
        con que alumbrar el fondo de su infinita noche.


¡Libertad... para pensar!


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