Matilde Espinosa (1910-2008)

Matilde Espinosa, Mujeres escritoras del siglo XX, Escritoras colombianas, Derechos  reservados,
Matilde Espinosa, escritora colombiana
 

Síntesis biográfica:

Matilde Espinosa, poetisa colombiana, nació el 25 de mayo de 1910 en Tierradentro, Departamento del Cauca. Contrajo matrimonio a temprana edad con el pintor Efraín Martínez, con quien tuvo dos hijos, viviendo en París durante varios años. Posteriormente, estableció un nuevo hogar con el penalista Luís Carlos Pérez, con quien compartió una vida marcada por una fuerte ideología de izquierda y la defensa de la justicia social.

Además de su destacada labor como poeta, Espinosa fue reconocida por su participación en las tertulias culturales bogotanas y por su amistad con destacados intelectuales de España y Latinoamérica. También fue dirigente del Comité Central del Partido Comunista de Colombia. Su obra literaria, influenciada por su compromiso social, abordó temas como la injusticia, la violencia y el desarraigo, distanciándose del lirismo tradicional de la poesía femenina.

A lo largo de su vida, recibió varios premios y condecoraciones por su contribución a la literatura, siendo reconocida como precursora de la poesía social en Colombia. Falleció el 19 de marzo de 2008 en Bogotá.

Obras

  1. Los ríos han crecido (1955)
  2. Por todos los silencios (1958)
  3. Afuera las estrellas (1961)
  4. Pasa el viento (1970)
  5. El mundo es una calle larga (1976)
  6. La poesía de Matilde Espinosa selección (1980)
  7. Memoria del viento (1987)
  8. Estación desconocida (1990)
  9. Los héroes perdidos (1994)
  10. Señales en la sombra (1996)
  11. La sombra en el muro (1997)
  12. La tierra oscura (2003)
  13. Claroscuro del alma (2006)

Nada más cierto

A Luis Carlos Pérez
In memoriam

Nada más cierto
que tu ausencia
y este incansable viento.
Revestido de sombras
el color de los días
se recoge en silencios
los tuyos y los míos
y toco tu pensamiento.

A veces se me quiebra
el mundo entre las manos
y oigo un clamor que se perfila en tu frente.
“¿Dónde caen las horas
sin el terror nocturno?”.

La pregunta se pierde
y los goznes dolidos
de la puerta entreabierta
son pasos misteriosos
de este implacable viento.

Romance del sacrificio

De su casa lo llevaron
a la orilla de la mar;
que el agua no deja huella
y es tumba de arena y sal.

Como era firme y valiente
-paso de pluma celeste-
lo tomaron por asalto;
pero su sombra caminia,
como semilla en el monte!
No preguntaron su nombre;
que el nombre no dice nada
cuando la muerte responde.

Para hacer dura la noche,
le pusieron una venda;
y las estrellas huyeron
por un atajo de sombra.

Fueron cortadas las manos
y cayeron en el agua,
como flores amarillas.

Sobre su garganta rota
el viento volvió canción
la palabra que no dijo:
juramento, rudo golpe al corazón:
corazón de guerrillero,
que jamás hace traición.

Entre las algas dormidas
los peces tejieron ronda,
y una cabellera oscura
amaneció sobre el agua.

¡Los ríos han crecido!

Su torrentera insomne
desdibuja los rostros
de párpados abiertos,
en su delirio de piedras y raíces.

Crecen sobre las olas
los cuerpos arrancados
de la noche,
sin luceros ni orillas,
sin el aire caliente
que hincharon las palabras,
las últimas palabras.

En su vientre, los ríos
levantan cementerios
y la muerte se cierra
en círculos morados
que sacuden los peces
y devoran la sangre.

En cada espuma verde
viajan los niños muertos,
y en cada brazo de agua
se preguntan las madres:
¿dónde sus nidos tiernos?
¿dónde su arteria rota
clamorosa de arrullos?

En las gradas del alba
van subiendo esqueletos
con su carga madura
de grávidos espinos,
y una afrenta de espigas
que hace temblar la yerba.

¡Los ríos han crecido!
Un bosque humano lanza
sus yemas al océano
y las venas desatan
palpitantes cordajes
donde se estrella el viento
y ensancha el corazón.

Volverán de los ríos,
crecidos por la sangre
y los hondos suspiros,
en madurez violenta
de secreta victoria
Para que sea más cierta
la pureza del agua.

Tierradentro

De cordillera a cordillera,
de dolor a dolor,
de fronda oscura a flauta luminosa,
la tierra del olvido se levanta!

Esta tierra tiene genealogía:
la reparten los brazos de la historia,
historia americana,
brazos indios, seguidos
de encallecidos rifles.
Las flechas se quedaron
en silencio de siglos.

Viene a mí, Tierradentro!
como una flor sangrante,
se deshace debajo de mis plantas.
Nada puede evitarlo porque su aliento sube
de sus raíces y volcanes,
de sus ríos violentos,
de sus montañas verdes,
angustia vegetal
entre los muertos.

ahora como una pobre criatura
recostada en mi hombro,
viaja conmigo a todas partes.

El pueblo de los indios, colmena acribillada,
tuvo una pausa clara, un dios y una mañana.
Lo recuerdo a la sombra de sus inmensos árboles;
lo recuerdo, tranquilo, pastoreando sus bestias
y dándose a las cumbres en las flautas del viento.

Si mi pueblo era bueno, si sus chozas tuvieron
en sus muros y puertas ancladas mariposas;
si nada conocieron distinto a la bandera,
a la palabra patria y a la plegaria el día;
si su entusiasmo tuvo un color preferido,
fue el rojo de la sangre discurriendo
en el cauce de las venas profundas!

Por qué la noche cae
disgregando su nombre
y en cada encrucijada un relámpago sordo
apaga sus miradas?

Esta tierra tiene genealogía:
desde las piedras calcinadas,
desde los puestes con mortaja,
desde el refugio en los peñascos,
desde el pasado con sus bóveda,
los restos aborígenes atisban
en el albal la hora resurrecta!

Porque todos vendrán,
vendrán en torbellino,
hojas de árbol primario,
simiente recabada, a roturar
el suelo que ganó su batalla.

Vendrán limpios de sombra,
de las hogueras y los hornos
a la conquista verdadera.
Vendrán con sus aliados,
testigos entrañables:

El coloso que espera
revestido de nieve,
y el caudaloso Páez
que delineó su esfera
en el seno más puro 
de nuestra grande América!

Un día de octubre

Vuelves con tu azul insistente
después de una mañana
intensamente triste.

Vuelves sobre mi ventana
como una niña loca
mirándose en la fuente.

Ya te ciñen las hojas
con su fugaz violeta
y los árboles sueñan
con su noche más blanca.
Los pájaros preparan
su emigración celeste.

Y yo que nada espero
de tu azul insistente,
precipito tus lluvias
y cierro la ventana!

Tumba recién abierta

La abrieron para un niño;
el niño iba creciendo por el campo,
y tenía un caballo blanco,
un perro y una mariposa.

Salía por las mañanas
a conversar con su caballo,
a darle rosas en la mano
y yerbas, y rocío.

Salía con su perro a dejar en el musgo
su dulce mariposa y a ver pasar
las golondrinas, barcas del día,
corazones del aire y música pequeña
en las goteras de la tarde.

El niño iba a ser hombre
y contaría el número más grande:
tantas cosas cabían en sus ojos.
El universo y las semillas,
y la patria de las abejas
en la frontera de sus manos.

El niño tuvo miedo y se escondió
entre los helechos; llamó a su perro
y al caballo, su mariposa ya había muerto.

Pero el viento de la furia
se desató en su campanario
y nadie supo de su muerte;
solo la tierra, triste y buena,
le abrió la cuna de su vientre.


Poemas recogidos en: La poesía en Popayán (1536-1954). Bustamante, José Ignacio.  Editorial Universidad del Cauca.  Popayán.  1954. 
 

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