Amelia Denis de Icaza (1836-1911)

Dominio público,Mujeres escritoras de los siglos XIX-XX,Escritoras panameñas,Amelia Denis de Icaza,
Amelia Denis de Icaza, poetisa panameña
 

Amelia Denis Durán de Icaza fue una poetisa panameña nacida en la ciudad de Panamá, aunque la fecha exacta de su nacimiento es motivo de debate, siendo celebrado el 28 de noviembre y el 1 de mayo. Su padre, Saturnino Denis, era editor de un periódico, lo que probablemente influyó en su interés por la escritura desde una edad temprana.

Contrajo matrimonio en dos ocasiones, primero con Antonio Ramírez y luego con José María Icaza, y tuvo cinco hijos en total.

Su contribución cultural y literaria fue significativa, especialmente como una de las primeras mujeres poetas en publicar en los periódicos de finales del siglo XIX en Panamá. Su obra más conocida es el poema "Al Cerro Ancón", que se convirtió en un símbolo de la enajenación territorial estadounidense en Panamá.

A pesar de haber recibido una educación formal limitada en la Escuela Elemental de Niñas del barrio de Santa Ana, Amelia mostró un talento innato para la poesía. Publicó sus primeros escritos en la sección literaria del periódico El Panameño, donde compartió espacio con poetas románticos de la época.

Amelia Denis Durán de Icaza vivió en Panamá y pasó varios años en Guatemala con su segundo esposo, donde continuó publicando bajo el seudónimo de "Elena". Posteriormente, se trasladó a León, Nicaragua, donde vivió con su hija Mercedes hasta su fallecimiento.

Su obra poética abordó temas políticos y sociales de su época, y destacó por su sensibilidad y compromiso con la igualdad y la libertad. Además de "Al Cerro Ancón", escribió poemas como "A la estatua de Colón", "A la muerte de Victoriano Lorenzo", y "A Panamá", entre otros.

Amelia Denis Durán de Icaza falleció en Nicaragua el 16 de julio de 1911. Sus restos fueron repatriados por el Gobierno panameño en 1936 y reposan en el Cementerio Amador de Panamá.

Hoy en día, su legado sigue vivo en Panamá a través de monumentos, escuelas y calles que llevan su nombre, así como el concurso de poesía Amelia Denis de Icaza instituido en su honor por la Cámara de Ediles.

Obras:
  1. "Al Cerro Ancón" - Poema
  2. "A la estatua de Colón" - Poema
  3. "A la muerte de Victoriano Lorenzo" - Poema
  4. "A Panamá" - Poema
  5. "Hojas Secas" (post mortem) - Libro de poemas

Al cerro Ancón

Ya no guardas las huellas de mis pasos,
ya no eres mío, idolatrado Ancón.
Que ya el destino desató los lazos
que en tu falda formó mi corazón.

Cual centinela solitario y triste
un árbol en tu cima conocí:
allí grabé mi nombre, ¿qué lo hiciste?,
¿por qué no eres el mismo para mí?

¿Qué has hecho de tu espléndida belleza,
de tu hermosura agreste que admiré?
¿Del manto que con recia gentileza
en tus faldas de libre contemplé?

¿Qué se hizo tu chorrillo? ¿Su corriente
al pisarla un extraño se secó?
Su cristalina, bienhechora fuente
en el abismo del no ser se hundió.

¿Qué has hecho de tus árboles y flores,
mudo atalaya del tranquilo mar?

¡Mis suspiros, mis ansias, mis dolores,
te llevarán las brisas al pasar!

Tras tu cima ocultábase el lucero
que mi frente de niña iluminó:
la lira que he pulsado, tú el primero
a mis vírgenes manos la entregó.

Tus pájaros me dieron sus canciones,
con sus notas dulcísimas canté,
y mis sueños de amor, mis ilusiones,
a tu brisa y tus árboles confié.

Más tarde, con mi lira enlutecida,
en mis pesares siempre te llamé;
buscaba en ti la fuente bendecida
que en mis años primeros encontré.

¡Cuántos años de incógnitos pesares,
mi espíritu buscaba más allá
a mi hermosa sultana de dos mares,
la reina de dos mundos, Panamá!

Soñaba yo con mi regreso un día,
de rodillas mi tierra saludar:
contarle mi nostalgia, mi agonía,
y a su sombra tranquila descansar.

Sé que no eres el mismo; quiero verte
y de lejos tu cima contemplar;
me queda el corazón para quererte,
ya que no puedo junto a ti llorar.

Centinela avanzado, por tu duelo
lleva mi lira un lazo de crespón;
tu ángel custodio remontose al cielo...
¡ya no eres mío, idolatrado Ancón!

Panamá, 1906
Del libro: Hojas Secas. 1927

A la muerte de Victoriano Lorenzo

Atado! y ¿para qué? si es una víctima
que paso a paso a su calvario va
lo lleva hasta el banquillo la república
y con ella en el alma a morir va.

Atado! y ¿para qué? frente al suplicio
los soldados esperan la señal,
el plomo romperá su pecho heroico
que ostentaba la enseña liberal.

Marcha a su lado el sacerdote trémulo
hablándole del cielo y de perdón
lleva un Cristo en las manos, y está pálido
murmurando en silencio una oración.

El sigue su camino siempre impávido
sin el hondo sufrir del criminal
libre nació bajo sus grandes árboles
y en ruda lucha defendió su ideal.

De hombres nacidos en las selvas vírgenes
en grupos de invencibles lo siguió
que allá en nuestras montañas, el indígena
puede morir pero rendirse no.

Se hizo su jefe el montañés intrépido,
el campo de batalla fue su altar
y el órgano divino, el ruido horrísono
del cañón enemigo al estallar.

Y ni el invierno con sus noches lúgubres
detuvo nunca su carrera audaz.
Como el león de los bosques en América
ni dio cuartel ni lo pidió jamás.

Soñó con la victoria, fue su ídolo
y en su mano nervuda se rompió
tras el ideal la noche con lo trágico
que el astro rey en el ocaso hundió...

Y después... y en las sombras del crepúsculo
en un lago de sangre el corazón;
y el pueblo que se aleja del patíbulo
murmurando una horrible maldición.

Su centro era el peligro, nunca el pánico
hizo su corazón estremecer
se alumbraba con luces de relámpago
cuando iba el enemigo a sorprender.

Del libro: Hojas Secas. 1927

Carta a mi querida hermana Matilde Denis

Voy a contarte, hermana idolatrada,
una historia muy corta y encontrada
a mi paso en la América Central;
aquí donde la tierra se estremece
donde este mar enfurecido crece
al empuje del fuerte vendaval.

Si vieras, hermanita, levantarse
para luego encrespadas estrellarse
las olas con estruendo aterrador;
algo de grande, de imponente y fiero
se encierra en este mar tan altanero
siempre lanzando fúnebre clamor.

Yo acostumbrada a nuestro mar tranquilo
que se mueve con místico sigilo
que se tiende la playa a acariciar:
no sé que fue lo que sentí al mirarlo,
muda de admiración al contemplarlo
mi sorpresa no puédote explicar.

Desembarqué, la costa me aguardaba
no era tan bella como yo soñaba
ni era tan fértil como yo esperé,
lancé un suspiro por mi patria, hermana,
por aquella graciosa colombiana
como una virgen del Ancón al pié.

Dos meses de quietud, de honda tristeza
en que apenas alzaba la cabeza,
pasé en amarga y cruda decepción:
volví a surcar el mar embravecido
la sombra que busqué para mi nido
helaba mi ardoroso corazón.

Pisé de nuevo temerosa y yerta
del vapor la magnífica cubierta
y me detuve al colocar el pié,
¡que grato era allí el aire que sentía
el sol en ese instante se escondía
y trémula al mirarlo me postré.

Dos días después, hermana, me encontraba
donde la brisa alegre murmuraba
donde el pájaro canta con primor:
era en un puerto donde el alma vive
donde de Dios la inspiración recibe
que conduce a mi Edén, "El Salvador".

Bien puede el tiempo destrozarme airado
los ensueños felices que he forjado
en el suelo bellísimo que hallé;
mas no podré arrancar de mi memoria
la página brillante de mi historia
en que ese nombre de Jesús gravé.

Ahora distante por la tarde miro
cruzar las nubes en confuso giro
y una lágrima siento resbalar
!si pudiera llevarme lo que adoro!
¡si pudiera llevarme mi tesoro!
no sintiera esa lágrima rodar.

Porque aquí vivo para siempre triste
como vive el canario sin alpiste
como vive sin flores el gorrión;
mientras que allá bajo ese hermoso cielo
yo como el ave levantara el vuelo
hasta otra nueva espléndida región.

Pero quisiera que en mi vuelo altivo
me siguieran los seres por quien vivo
y con ellos mi dicha compartir;
porque sin ellos todo está desierto
todo está mudo, silencioso, muerto,
y mil veces mejor quiero sufrir.

Esta es la historia de tu hermana ausente
a la que quieres tan intensamente
y la que siempre te idolatra a ti,
si Dios escucha mi plegaria pía
entre mis brazos, hermanita mía,
oirás lo mismo que te cuento aquí.

1875
Del libro: Hojas Secas. 1927

El tejedor y su esposa

Erase un tejedor muy avisado
que sólo jerga en su taller tejía
y como hombre muy justo y arreglado
trabajaba incesante todo el día.

Otra tela jamás en sus talleres
aquel obrero colocar podía,
y en vano su mujer le repetía
que otros ganaban pesos a millares,
pues el pobre Serapio contraído,
jerga no más con entusiasmo hacia
mientras Quiteria alegre se reía
en las barbas canosas del marido.

¿Por qué, le preguntaba la Quiteria,
no tejes tú Serapio cosas finas,
para llevar como otros a la feria,
y que yo nada envidie a la vecina?
Vaya mujer repúsole su esposo
seda voy a poner en mi tejido
y ya verás que chulo, que lucido
saldrá de mis talleres un reboso.

En efecto, la seda destrenzada
fue colocada en el taller añejo,
mas era tan distinto el aparejo
que la seda doquier se reventaba,
torpes las manos del honrado obrero
extrañaban la jerga y sollozaba
y más y más aquella se enredaba
y más y más luchaba el majadero,
hasta que al fin cansado, palpitante,
a su mujer volvióse enfurecido:
ya ves Quiteria,--díjole,--el tejido,
tiene que ser más fino y más tirante,
esta seda en mis manos se destroza
y fue muy loco pensamiento el tuyo,
abandoné mi jerga por orgullo
cuando nunca al telar puse otra cosa.

Existen muchos seres que pretenden
alto, muy alto levantar el vuelo
cuando sólo las aves que lo entienden
pueden sus alas remontar al cielo.

1879
Del libro: Hojas Secas. 1927

Un ramo de resedá

DEDICADO A MI QUERIDA AMIGA
CONCHITA PEÑALBA DE ARGÜELLO

                Concha es tu nombre, Concha nacarada
                que guardas en tu centro como don,
                una perla riquísima y preciada
                que puso Dios en ti, tu corazón.

Existe en el idioma de las flores
un lenguaje tan dulce y seductor,
que los ángeles mismos lo estudiaron
para cantar sus himnos al Señor.

Ellas encierran cuanto el mundo tiene
de sublime y grandioso en su extensión,
y en sus pétalos guardan un perfume
que aspira con delicia el corazón.

Y cuentan que en la noche silenciosa
las vírgenes del coro celestial
aéreas y vaporosas las visitan
y se van en la aurora matinal.

Cuentan que Eva en el jardín divino
entre las flores se solía dormir
y que el perfume de sus frescos labios
triste y llorosa les dejó al partir.

Y me cuentan que Adán viéndola triste
una flor delicada se robó
que al mirarla proscrita y olvidada
el hurtado presente le entregó.

Ella, en recuerdo de su amor soñado
esa flor en su seno colocó,
arrancó una semilla del regalo
y en tierra americana la sembró.

Seca la flor en el ardiente seno
un aroma divino conservó
ella lo unió de su ventura al ramo
y su existencia con la flor juntó.

Yo te mando una copia de ese ramo
en tus manos Conchita bien está
Adán se la robó del paraíso
y le puso por nombre "Resedá".

León, Nicaragua, 1900
Del libro: Hojas Secas. 1927  

 

Mi corazón y el suyo

Flores secas ¿por dó váis?....
del corazón desprendidas,
vagorosas y perdidas,
¿por qué mi pecho dejáis?
         ¡flores mías!...
¡de pasadas alegrías!
¡benditas reminiscencias!
¡de mis sencillas creencias!
inolvidable rumor!
¡triste gemido de duelo!
que va de la tierra, al cielo!
muda plegaria de amor!

Yo sé que mi hondo lamento,
acoge el mundo con risa,
me llaman "la poetisa"
cantora del sufrimiento",
         que mis flores
emblema de mis dolores
incoloras y marchitas,
de mis dolorosas cuitas
son el retrato mejor;
¡que mis sueños ya pasaron!
¡mis esperanzas volaron!
a impulsos de mi dolor.

No dejéis mi triste pecho!
si en él no tenéis frescura,
mi corazón con ternura
os ofrece amante lecho;
         ¿dónde váis?
si acaso mi alma buscáis,
para que os vuelva la vida,
porque en mi existencia herida
ya no hay savia ni calor!
¡sabéis flores adoradas!
si os veréis abandonadas!
de la desgracia el dolor?

--No alma mía, que tus flores
incoloras y marchitas
adornadas con sus cuitas,
regadas con tus dolores,
                      yo las guardo
con la ternura del bardo!
ellas en mi seno amigo
serán de la fé que abrigo
mudos testigos en mí;
no dudes; ¡que vengan ellas;....
así marchitas, son bellas!
y ellas me hablarán de ti....

No temas, déjalas solas,
en su vagaroso viaje;
¿piensas que el viento las halle
sobre las revueltas olas?
         ¡no mi vida!
terminarán su partida
sin que pierdan en su vuelo
la suave esencia que el cielo
en su corola guardó!
¿por qué mirándolas lloras?
más bellas son incoloras
y más las admiro yo.

Mi voz de amante consuelo
juntaré a tus flores mustias
¡emblema de tus angustias
por las miserias del suelo!
         ¡mi adorada!
mi dulce amiga soñada!
yo guardaré tus pesares!
tus tiernísimos cantares
tu sensible suspirar!
y tus flores serán mías!
y tendrán tus agonías!
dentro mi pecho un altar!....

--¿Las quieres? Sabes acaso,
¡cuán profunda es mi amargura!
¿no ves la luz que fulgura,
triste el sol en el ocaso?
         ¡ay! la miras!
¡y mirándola suspiras!
¡así son las flores mías!
huyeron mis alegrías!
todo lo que ayer soñé!
¿y quieres así mis flores
sabiendo cuántos dolores,
en sus corolas guardé?

¿Si las quieres? ¡vayan ellas!..
que serán en tu regazo,
pálida luz, fuego escaso,
como el de tibias estrellas!
         mientras tanto!
yo las riego con mi llanto;
guárdalas! cumple tu anhelo
hasta que se abra en el suelo
mi humilde lecho sin luz,
entonces, en vez de flores!
o de ruidosos honores!
¡pon en mi tumba una cruz!

Guatemala, 1884
Del libro: Hojas Secas. 1927


A la emperatriz Eujenia

Con motivo del regalo de la estatua de Colón, hecho por ella a la ciudad de este nombre.


Solo a tí, emperatriz, que eres tan digna,

Te puedo yo cantar; porque mi canto

Tan libre como el aire lo levanto,

I reina alguna nunca lo escuchó-

Pero eres tú la flor más hechicera

Que en España naciera esplendorosa;

Eres tú la mujer más jenerosa

Que jamas en un trono se sentó.


¡Feliz la mano que elevóte un día!

De virtud es modelo tu reinado:

Cerca de tí no existe un desgraciado;

Que ejerces por placer la caridad.

Americana soi. jamas te he visto;

Pero yo desde acá quiero cantare

I a otro trono más alto levantarte

Por tu dulce i simpática bondad.


La madre de los pobre te llamamos:

¡Título hermoso, justo i bendecido!

Solo tu corazon enternecido

Ha podido ese nombre merecer.

Eres feliz! sobre tu noble frente

otra corona tienes más grandiosa.

La diadema de Francia, tan preciosa,

No puede nunca tan brillante ser;


Que esa nueva corona que te adorna

Los pobres con sus manos la tejieron:

Ellos, emperatriz, te bendijeron

I la Francia admirada te adoró;

Que res la única i sola soberana

De quien nunca ese pueblo ha murmurado:

"El ánjel de los pobres" te han llamado!

Más no pudiera enaltecerte yo.


De un mundo libre soi, -libre he nacido:

No me fascina la imperial diadema;

Pero en tu frente celestial no quema,

Que en esa frente simboliza el bien.

Reina de ese otro mundo, te saludo,

Soberana jentil, que en buena hora

Supiste ser de Francia la señora

I convertirla en inmortal Eden.


Fuente: La guirnalda literaria. Colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América I España.  Tomo 1.  Guayaquil. 1870. 


Una noche en el teatro
(Por recomendación de una amiga)

Cuando a tus manos llegue el abaido canto

Que mi enlutada lira preludia para ti;

Cuando vertido encuentres en el papel mi llanto

I vaya a recordate lo mucho que sufrí;


Pregunta a tu destino por qué me cupo en suerte

En medio de la senda que a mi pesar seguí,

Que mi mirada débil con tu mirada fuerte

Cruzárase un instante maldito para mí.


Recuérdalo: aun existe grabado en mi memoria

Ese solemne instante que tu mirada vi,

Prólogo interminable de la infeliz historia

Que en medio de mi vida fatídica escribí.


Recuérdalo: me vistes espléndida i dichosa,

I yo también do estabas mi vista dirijí:

Al verte alzé mi frente radiante i orgullosa,

I no podré esplicarte lo mucho que sentí.


Los sones de la música que enajenada oia,

La escena palpitante de encantos i de amor,

Todo quedó de entónces en la memoria mia,

Como un tenaz recuerdo, doliente, matador.


Me amaste? No, mentira, que nunca tú has sentido

Lo que finjir supiste con delirante ardor.

Tú eres feliz i vives; yo todo lo he perdido

I llevo ahora en mi frente la marca del dolor.


Yo, que doliente vivio, no tengo ni el consuleo

Que la mujer que heriste la comprendieras, no;

I en mis acigas noches de llantos i desvelo

No puedo dirijirte ni aun una queja yo.


No puedo porque ignorar quien soi i lo que he sido;

Ignoras todo, todo lo que por mí pasó:

¿Qué puedo yo decirte, si ignoras que he sufrido

Si tu alma nunca, nunca, a mi alma comprendió?


Fuente: La guirnalda literaria. Colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América I España.  Tomo 1.  Guayaquil. 1870.


La poetisa istmeña

Yo no aspiro a grabar mi nombre oscuro

Al lado de otros grandes en la historia:

Mi nombre triste, fúnebre, inseguro,

Nadie debe guardarlo en su memoria.


Nunca he pedido, nó, para mi frente

Esa corona que de orgullo llena:

Deja pasar mi vida indiferente,

Sin envidiar jamás la gloria ajena.


En oscuro rincón mi triste lira

Pulso a mis solas, solo por consuelo.

Son los ecos de mi alma que suspira

Esos acordes que me diera el cielo.


I en angustiosa soledad sumida,

A nadie pido que me riegue flores:

¿Por qué ocuparse de la oscura vida

De una mujer que canta sus dolores?


No me culpeis a mí: fué mi destino

El que me dió la inspiración un día;

Yo la encontré al traves de mi camino

Como la flor de la esperanza mia.


I ocultéla con goozo, entusiasmada,

Sin contarle a ninguno mi ventura;

I ella, brillante, pura, embalsamada,

Calma con sus olores mi amargura.


Eterna compañera de mi suerte,

Esta flor misteriosa i solitaria

Me seguirá constante hasta la muerte,

Adornando mi losa funeraria.


Sed felices vosotros, sed dichosos;

No os ocupeis de una mujer que llora:

Guardad vuestro talentos caprichosos

Para herir a los fuertes en buen hora.


Fuente: La guirnalda literaria. Colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América I España.  Tomo 1.  Guayaquil. 1870.


A un caracol vacío

Permite, caracol, que yo te bes

I te dirija mi mirada triste:

Verdad es que no sé dónde naciste;

Pero sé que una mano te cojió.

Tú, caracol, en una playa un día

Arrojado quizá por la corriente,

¿Cuándo pensaste que mi amiga ausente

Bendijera ese mar que te arrojó?


Mensajero feliz, yo te bendigo!

Ven i descansa sobre el lecho mio:

Si eras ayer un caracol vacío,

Hoi lleno de mi amor te guardaré.


Si ella te olvida, caracol querido,

Es porque sabe que te guardo loca;

Que guardarte en mi pecho a mí me toca

Como un recuerdo de constancia i fe.


Yá nunca más la playa en que naciste

Volverás a adornar bello i luciente:

Cuando vuelva a buscarte la creciente,

sólo el lugar do estabas hallará.

Pero en cambio del sol que te abrasaba

Cuando el agua a tu asiento no subia,

Tú serás, caaracol, mi idolatría

I la arena jamás te cubrirá.


Fuente: La guirnalda literaria. Colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América I España.  Tomo 1.  Guayaquil. 1870.


En las montañas de mi patria
A un torrente

Vuelvo otra vez, torrente majestuoso,

Sobre tu altiva cima a contemplarte:

Vuelvo a verte rodar estrepitoso,

I estasiada ante ti vuelvo a admirarte.


Vuelvo a verte otra vez, i mis pisadas

Vuelven de nuevo a tus orillas hoi:

Sobre-estas piedras las dejé estampadas

I aquí do estaban a sentarme voi.


Tú como entónces, misterioso rio,

En el mismo lugar vuelvo a encontrarte,

Ostentas ahora el mismo poderío

I brillas como entonce al despeñarte.


La misma sombra cubre tu camino,

Sobre las mismas piedras me he sentado:

¿Por qué eres tan feliz que tu destino

Bajo esta dulce sombra te ha dejado?


Yo vine un tiempo a verte, sonreida,

Llena de juventud i venturosa;

Acérquéme a la orilla, sostenida

Por una mano amante i jenerosa.


Hoi nada tengo, todo lo he perdido;

Solitaria a tu orilla vengo ahora:

Tú como siempre corres engreido,

I mi alma triste, acongojada llora.


La mano que me trajo la he buscado,

I yá más nunca volverá conmigo!

Guárdame su recuerdo idolatrado,

Yá que tú has sido de su amor testigo.


De léjos vine aquí para contarte

Que yá no existe la que tanto amaba;

Vine a decirte adios, i a preguntarte

Por la piedra donde ella se sentaba...


Una lágima rueda en mi mejilla

Al dejarte esta vez: huérfana i triste,

Yo volveré a llorar sobre tu orilla

Por mi madre infeliz, que yá no existe.


A mi madre

Madre mia, mi vida, ¿qué te has hecho?

¿En dónde está tu maternal mirada?

Tu cuerpo en una tumba está deshecho,

I tu hija vive aun, tan desgraciada:


¿En dónde estás? ¡por qué me abandonaste?

¿I con quién me has dejado, madre mia?

En tu seno de amor me acariciaste...

¿Por qué te llevas toda mi alegría?


Cuando era niña yo, fuí tu locura;

Cuando fí jóven, yo formé tu orgullo:

¿Por qué no ves mi acerva desventura?

¿Por qué me niegas el cariño tuyo?


Yá nunca más tu llanto con mi llanto

Veré mezclarse, oh madre! en mis dolores;

No arrullarás a Julia con tu canto,

ni le pondrás sobre su frente flores.


Yá no veré dormir entre tus brazos

Los hijos tuyos que mis hijos son,

Que yá la suerte desató esos lazos

I dejó de latir tu corazón.


Yá al exhalar mis lastimeras quejas

Solo hallarán un eco en el vacío.

¿Por qué abandonas, sólo por qué dejas

Un corazon tan débil como el mio?


Madre tan adorada, yo te lloro,

I me parece un sueño todavía!

A Dios omnipotente en vano imploro,

Porque Dios no me escucha, madre mia!


¡Vivir así, con ese sér querido,

Con ese ángel sin nombre, sin segundo,

Para luego sentir lo que he sentido

I huérfana quedar en este mundo!


Bien puede el infortunio aniquilarme,

Con mano ruda señalar mi frente;

Ella no existe yá para mandarme

I lo desprecio todo indiferente.


Todo es mentira aquí, falsa esperanza;

Solo el amor de madre es verdadero,

Amor que nadie a comprender alcanza,

Unica realidad del mundo entero.


¡I qué horrible momento, qué tristeza,

Ver de una madre la última agonía

I colocar su pálida cabeza

En una caja fúnebre i sombría!


Adios, adios, oh madre de mi vida!

Yá no más te veré, nunca he de hablarte!

Yá nunca más se cerrará mi herida,

I sol viviré para llorarte.


Yá no veré tus ojos anegados

En lágrimas dolientes por mi suerte;

Que yá los miro tristes i cerrados,

Hundidos por la mano de la muerte.


Yo no quiero vivir: desamparada,

Sin ti, sin tus consuelos ¿qué es mi vida?

Oh ven, ven por tu hija desdichada;

No me dejes aquí, madre querida!


La guirnalda literaria. Colección de producciones de las principales poetisas i escritoras contemporáneas de América I España.  Tomo 1.  Guayaquil. 1870.


Bibliografía

Hojas Secas. Talleres Gráficos Robelo, León, Nicaragua.  1927
Entre las poesías de Amelia Denis de Icaza podemos mencionar las siguientes:
Al Cerro Ancón (1906)
Patria
Amor de Madre (1879)
Dejad Que Pasen (1909)
A La Muerte de Victoriano Lorenzo
El Llanto de Una Hija
Carta a Mi Querida Hermana Matilde Denis (1875)
Un Ramo de Resedá (1900)
A Panamá (1879)
El Trabajo
A Chile y Perú (1880)
El Crimen Social
Flores del Alma! (1878)
A Dios (1875)
La Joven Madre (1878)
Adiós Angel Mío (1900)
Confesión y Protesta
Horas de Fastidio (1882)
A La Baronesa De Wilson (1882)
Cansancio (1882)
El Tejedor y Su Esposa (1879)
Los Tejedores
Al Chamarrero (1879)
Para Mi Querida Amiga Dña. Carmen Barreto de Argüello (en el matrimonio de sus hijos Leonardo y Abraham) (1898)
En el Matrimonio de mis Queridos Amigos Leonardo y Abraham Argüello (1898)
A Mi Querido Amigo Leopoldo Argüello
A Mi Querida Amiguita Lastenia Acevedo En Su Cumpleaños (Después de Muertos Mis Dos Hijos)
Ensueño (1898)
En la Tumba de Mi Padre (1888)
A Mi Querida Hermana Mercedes Denis
A Mi Ernesto (después de cuatro años) (1879)
A Mi Hija Mercedes (en el colegio)
A Mi Hijo Florencio (1890)
A Mi Hija Julia (en su matrimonio) (1880)
A Mi Hijo Florencio (en su entrada al colegio)
Tu Canto, A Mi Hija Mercedes de Espinosa (1897)
La Vuelta de Mi Hijo
El Recuerdo de Mi Madre (1880)
Florencio (¡hijo de mi alma, Adiós! "La Noche") (1870)
A Mi Hija Julia (1878)
A Mi Adorada Nieta Amelia (antes de cumplir siete años, En Su Examen) (1898)
Angelina D' Arbelles (1904)
A Mi Querido Nieto Rafael Espinosa (en su entrada al colegio)
Mi Corazón y El Suyo (1884) 

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Historia del barrio Mojica (Cali-Colombia)

Debate Physis vs Nómos

Adela Zamudio (1854-1928)