Piedad Bonnett (1951)

Piedad Bonnett, escritora colombiana


Síntesis Biográfica

Nacida en Amalfi, Antioquia, en 1951, Piedad Bonnett es una destacada autora colombiana de teatro, novela y poesía. Desde temprana edad, mostró una inclinación hacia las letras y la literatura. A los ocho años se trasladó a Bogotá, donde más tarde se licenció en Filosofía y Letras en la Universidad de los Andes. Además, obtuvo una maestría en Teoría del Arte y la Arquitectura en la Universidad Nacional de Colombia.

Trayectoria Literaria

La obra de Piedad Bonnett se caracteriza por su apasionamiento, fuerza y ritmo, así como por un lenguaje transparente y profundo que conmueve a sus lectores. Su producción literaria abarca una amplia gama de géneros y ha sido traducida a varios idiomas, incluyendo francés, italiano y alemán.

En el ámbito poético, ha publicado ocho libros de poemas, entre ellos "De círculo y ceniza", "Nadie en casa", "Ese animal triste" y "Las herencias". Su poesía se distingue por su intensidad emocional y su capacidad para explorar los temas del amor, la pérdida y la memoria.

Además de su destacada labor como poeta, Piedad Bonnett también ha incursionado en la dramaturgia y la narrativa. Ha escrito varias obras de teatro y cuatro novelas, incluyendo "Después de todo", "Siempre fue invierno", "El prestigio de la belleza" y "Donde nadie me espere".

Testimonio y Confesión

En 2013, Bonnett publicó "Lo que no tiene nombre", un conmovedor testimonio sobre el suicidio de su hijo Daniel. En este libro, la autora aborda el dolor y el proceso de duelo desde una perspectiva íntima y reflexiva, explorando las complejidades del sufrimiento humano y el poder sanador de la escritura.

Exploración de la Condición Humana

En su novela más reciente, "Donde nadie me espere" (2018), Bonnett continúa explorando las profundidades de la condición humana, centrándose en un hombre joven que busca su lugar en el mundo después de sufrir la pérdida de su madre y su hermana melliza. La novela examina los motivos y los modos en que el protagonista pierde el rumbo de su vida, ofreciendo una mirada conmovedora y perspicaz sobre el dolor y la búsqueda de redención.

Legado y Reconocimiento

La obra de Piedad Bonnett ha recibido elogios de la crítica y ha ganado numerosos premios y reconocimientos a lo largo de su carrera. Su poesía, teatro y narrativa han dejado una marca indeleble en la literatura colombiana contemporánea, estableciéndola como una de las voces más importantes y resonantes de su generación.

Poesía:
  1. De círculo y ceniza (Ediciones Uniandes, 1989, reedición de 1995)
  2. Nadie en casa (Ediciones Simón y Lola Gubereck, 1994)
  3. El hilo de los días (Norma, 1995)
  4. Ese animal triste (Norma, 1996)
  5. Todos los amantes son guerreros (Norma, 1998)
  6. Tretas del débil (Alfaguara, Punto de lectura, 2004)
  7. Las herencias (Visor, 2008)
  8. Explicaciones no pedidas (Visor, 2011)
  9. Piedad Bonnett: poesía reunida (Lumen, 2016)

Novela:

  1. Después de todo (2001)
  2. Para otros es el cielo (2004)
  3. Siempre fue invierno (2007)
  4. El prestigio de la belleza (2010)
  5. Lo que no tiene nombre (2013)
  6. Donde nadie me espere (2018)

Teatro:

  1. Obras de teatro no especificadas

Algo hermoso termina

    Todos los días del mundo
    algo hermoso termina.

    Jaroslav Seifert


Duélete:
como a una vieja estrella fatigada
te ha dejado la luz. Y la criatura
que iluminabas

(y que iluminaba

tus ojos ciegos a las nimias cosas
del mundo)
ha vuelto a ser mortal.
Todo recobra
su densidad, su peso, su volumen,
ese pobre equilibrio que sostiene
tu nuevo invierno. Alégrate.
Tus vísceras ahora son otra vez tus vísceras
y no crudo alimento de zozobras.
Ya no eres ese dios ebrio e incierto
que te fue dado ser. Muerde
el hueso que te dan,
llega a su médula,
recoge las migajas que deja la memoria.

En el borde

Lo terrible es el borde, no el abismo.
En el borde
hay un ángel de luz del lado izquierdo,
un largo río oscuro del derecho
y un estruendo de trenes que abandonan los rieles
y van hacia el silencio.
Todo
cuanto tiembla en el borde es nacimiento.
Y solo desde el borde se ve la luz primera
el blanco-blanco
que nos crece en el pecho.
Nunca somos más hombres
que cuando el borde quema nuestras plantas desnudas.
Nunca estamos más solos.
Nunca somos más huérfanos.

Pido al dolor que persevere

Pido al dolor que persevere.
Que no se rinda al tiempo, que se incruste

como una larva eterna en mi costado
para que de su mano cada día
con tus ojos intactos resucites,

con tu luz y tu pena resucites
dentro de mí.
Para que no te mueras doblemente
pido al dolor que sea mi alimento,

el aire de mi llama, de la lumbre
donde vengas a diario a consolarte
de los fríos paisajes de la muerte.

Tomados de Lo terrible es el borde. Antología poética (2021).  Editorial: Visor Libros.  España

Soledad de dos

Tareas domésticas

I

Con qué cuidado
y doméstico afán, entre el alba y la ducha,
meticulosamente aceitamos los goznes,
a los grilletes damos brillo, nos aseguramos
que aprieten las cadenas –por si acaso–
que no hagan ruido
sus eslabones. (Se molesta el prójimo).
Con qué aire laborioso
sonreímos a la mañana urgente y caminamos.

II

El sol de enero
corta sus alas sobre tu jardín,
entra por la ventana azul, se posa
en la madera tersa, rompe el lomo
de los libros en línea, A de Aleixandre,
B de Borges, Zeta
de Zorrilla y de Zweig.

El sol de enero
atraviesa cajones con olor a lavanda,
las camisas de seda a la derecha,
arriba el negro, en la mitad el blanco,
atrás la lana, aquí el peltre, allí el vidrio,
y abajo las miserias,
donde nadie las vea. El sol de enero
recorre el viejo orden, sigiloso,
de mayor a menor, de grande a chico,
por países, por género, por número,
por días y por meses y por años,
y va a morir al centro de tu pecho
entre tu corazón encordelado.

III

Tan tuyas y tan mías,
–el gallito
de Portugal, la caja de madera–
tan de nadie en su estar,
en su abandono
a la eterna costumbre de los días,
con su leve capa de polvo,
de ese polvo
que cae sobre tus hombros, sobre mis hombros,
sobre el pecho y la espalda de las horas.
El tintero, la piedra azul,
–¿de dónde la sacaste?–
puestos por Dios ahí, desde el principio,
en la repisa aquella que compraste
en los tiempos del sueño, del relámpago.
Pesadas como un sueño antes del alba,
o inútiles, ligeras, como aquellas
mentiras que me dices a veces, atediadas

por siempre, inexistentes,
no oyen crecer la extensión del silencio,
ni el roce indiferente de las manos,
no oyen la lluvia afuera y sus bostezos,
ni el trabajo del tiempo en su materia,
en el hierro, en el lino,
en la madera,
en el alma porosa de los años.

IV

Una mano grave, pausada,
quita el polvo con un plumero alegre,
barre el zaguán, el tedio que se hamaca,
coloca su paciencia en la camisa,
lava con humildad, y en las burbujas
ve la cara de Dios y ve su propia cara.

Centelleo del instante

Unas veces las manos se tocan
y otras ni siquiera se tocan.
Los ojos sí se tocan
o algo que está atrás de los ojos.

Roberto Juarroz

Cuando a pesar de los hábitos inútiles,
de los tristes rituales,
de la terca ceguera que nos lleva
al tanteo a los viejos rincones,
abruptamente
una mirada toca otra mirada,
toca su oscuro fondo y temblorosa,
plena de desnudez, resbala en ella
como una perla cae a una garganta,
el centelleo del instante ilumina
aquello que los hombres buscamos desde siempre
y que los dioses mezquinos se obstinan en no darnos.

Duermevela

Antes de que lleguen los sueños donde espero
soñarte
viene al galope
el oscuro tropel de los deseos.
Como musgo que nace de la piedra
del olor de mi piel nace tu piel
y de mi pecho surge tu latido.
Conjura mi deseo tu cuerpo hecho de sombra
y en mi boca tu boca siembra un río.
La noche es hoy tan negra y silenciosa
como debió de ser esa otra noche
cuando el viento de Dios aleteaba
sobre las aguas y el mundo era caos.
Y mientras de mi ardor se alza tu carne
puedo sentir también
todo cuanto contiene mi cuerpo, el palpitante
mecanismo que algunos llaman vida:
la sangre que golpea,
el fuego de la médula, los sordos
procesos de mi rígido engranaje.
Todo allí lentamente se desgasta;
su marcha fatigada puedo oír esta noche,
el murmullo inocente de sus ritmos secretos.
Por un instante aún
el deseo persiste en ser deseo.
Pero la noche ahora es hueca como un cuenco
y el pálpito en mis sienes, su tic tac incesante,
llama al miedo.

Tomados de Nadie en Casa (2006).  Colección Un libro por Centavos.  Universidad Externado de Colombia.  Bogotá.

¡Libertad... para pensar!

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