Rosa Chacel (1898-1994)

escritoras españolas, Mujeres escritoras de los siglos XIX-XX, Derechos reservados, Rosa Chacel,
Rosa Chacel, escritora española


Rosa Clotilde Chacel Arimón, nacida el 3 de junio de 1898 en Valladolid, España, y fallecida el 27 de julio de 1994 a los 96 años, fue una destacada escritora española de la Generación del 27. Hija de un funcionario estatal y una maestra, Rosa Cruz Arimón, Chacel tuvo una infancia marcada por problemas de salud, lo que la llevó a recibir clases en casa durante sus primeros años.

Desde una edad temprana, Chacel mostró interés por la literatura y las artes. Su padre solía recitarle poemas durante sus paseos, y se familiarizó con autores como José Zorrilla, Julio Verne, Victor Hugo, entre otros. También tomó clases de pintura y dibujo, explorando su creatividad en diversas disciplinas artísticas.

En 1908, la familia se trasladó a Madrid, donde Chacel pasó por varios colegios y se matriculó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en 1915, inicialmente para estudiar escultura, aunque luego abandonó esta disciplina en 1918. Durante su tiempo en la escuela, tuvo la oportunidad de relacionarse con figuras destacadas del ámbito artístico e intelectual, como Valle Inclán, Julio Romero de Torres, Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez.

Chacel se convirtió en una figura prominente en los círculos intelectuales de la época, participando en tertulias en el Ateneo de Madrid, la Residencia de Estudiantes y cafés literarios como La Granja de Henar y el café Pombo. Publicó en revistas importantes como La Esfera, Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, y más tarde en El Mono Azul y Hora de España, donde expresó sus opiniones antifascistas.

En 1921, contrajo matrimonio con Timoteo Pérez Rubio y se trasladó a Roma, donde completó su primera novela, "Estación. Ida y vuelta" (1925). Durante su estancia en Europa, también escribió ensayos y colaboró con varias publicaciones. En 1933, se estableció en Berlín y luego regresó a Madrid al estallar la Guerra Civil Española, donde se unió activamente al Frente Popular y colaboró con publicaciones republicanas.

Durante la década de 1940, Chacel se exilió en América del Sur debido a la guerra, residiendo en Río de Janeiro y Buenos Aires. Continuó su trabajo como escritora y traductora, y sus experiencias durante este período influyeron en sus obras posteriores, como sus diarios y novelas autobiográficas.

Obras:

Novelas 
  1. Estación ida y vuelta (1930)
  2. Teresa (1941)
  3. Memorias de Leticia Valle (1945)
  4. La Sinrazón (1960)
  5. Barrio de Maravillas(1976)
  6. Novelas antes de tiempo (1981)
  7. Acrópolis (1984)
  8. Ciencias naturales (1988)
Cuentos 
  1. Sobre el piélago (1952)
  2. Ofrenda a una virgen loca (1961)
  3. Icada, Nevda, Diada (1971)
  4. Balaam y otros cuentos (1989)
Poesía 
  1. A la orilla de un pozo (1936)
  2. Versos prohibidos (1978)
  3. Poesía (1931-1991) 
Biografía y diarios
  1. Desde el amanecer (1972)
  2. Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín (1980)
  3. Alcancía. Ida (1982)
  4. Alcancía. Vuelta (1982)
Ensayo 
  1. Poesía de la circunstancia. Cómo y porqué de la novela (1958)
  2. La confesión (1971)
  3. Saturnal (1972)
  4. Los títulos (1981)
  5. Rebañaduras (1986)
  6. La lectura es secreto (1989)
En 1959, obtuvo una beca de la Fundación Guggenheim y se trasladó a Nueva York, donde continuó su trabajo intelectual y reflexionó sobre temas relacionados con la mujer y la sociedad. Regresó a España en 1973 y vivió el resto de su vida en Madrid, donde continuó escribiendo y recibiendo reconocimiento por su obra.

Entre los premios y reconocimientos recibidos por Rosa Chacel se encuentran:
  • Premio de la Crítica en 1976 por "Barrio de Maravillas".
  • Premio Nacional de las Letras en 1987.
  • Premio Castilla y León de las Letras en 1990.
  • Medalla de Oro de las Bellas Artes, otorgada personalmente por los Reyes de España en 1993.
Su obra abarcó diversos géneros, incluyendo novelas, ensayos, poesía y diarios. Algunas de sus obras más destacadas son "La sinrazón" (1960), "Memorias de Leticia Valle" (publicada en 1979 y adaptada al cine), "Novelas antes de tiempo", "Versos prohibidos", "Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín", "Acrópolis", "Ciencias Naturales", "Rabañaduras" y "La literatura es Secreto".

Antinoo

Tu nariz pensativa sostiene la balanza de tus hombros,

tan breve el balanceo quedaron en el fiel diestra y siniestra.

Dentro está el péndulo

dispuesto a señalar con su parada el perfecto equilibrio,

dispuesto a detenerse en el instante

en que comienza lo que no termina.


Tu nariz pensativa, meditativa y contempladora

de ti mismo,

de su último aliento se despide.

¡En él tu juventud, épico aroma!

 

En el infierno había un violoncello...

                                                                          A Musia Sackhaina


En el infierno había un violoncello

entre el café y el humo de pitillos

y cien aulas con libros amarillos

y nieve y sangre y barro por el suelo.


Pero tú, resguardada por el velo

de tus cristales de lucientes brillos,

pasabas, seria y pura, en los sencillos

compases de tu fe y de tu consuelo.


Algunas veces fuimos, de la mano,

por las venas del bosque y la corneja

cantó melancolía en nuestras almas,


si nos separa el Abrego inhumano,

no llores mi amistad hoy que se aleja,

entrega al viento el talle de tus palmas.


En un corsé de cálidas entrañas (A la Orilla de un pozo)


A Paz González


En un corsé de cálidas entrañas

duerme una estrella, pasionaria o rosa,

y allí la casta Ester, la misteriosa

Cleopatra y otras cien reinas extrañas

con fieros gestos e indecibles mañas

anidan entre hiedra rumorosa.

Allí hierve el rubí que no reposa,

pulsan sus arpas mélicas arañas.

Allí en el cáliz de la noche umbría

sus perlas vierte el ruiseñor oscuro.

Allí sestea el fiel león del día.

En su escondido sésamo seguro

custodia el grifo de la fantasía

de hirviente manantial el fuego puro.


Tú, de las grietas duea y moradora (A la Orilla de un pozo)

                                                                        A Concha Albornoz


Tú, de las grietas dueña y moradora,

émula de la víbora argentina.

Tú, que el imperio esquivas de la endrina

y huyes del orto en la bisiesta hora.


Tú, que, cual la dorada tejedora

que en oscuro rincón torva rechina,

la vid no nutres, que al crisol declina

y sí, su sangre exprimes, sorbedora.


Vas, sin mancharte, entre la turba impura

hacia el lugar donde con noble traza,

la paloma amamanta a sus hijuelos.


Yo, en tanto, mientras la sangrienta, oscura

trepadora mis muros amenaza,

piso el fantasma que arde en mis desvelos.


Cuando la mar esté bajo tu almohada (A la Orilla de un pozo)

A Rafael Alberti


Cuando la mar esté bajo tu almohada

¡Alegría de turbas infantiles!

¡Triunfo de los egregios, varoniles

pámpanos que estremece la alborada!

Frutos dará la náyade dorada

que llamea en los ínclitos candiles

y en sus perlas de amor claros abriles

hervirán al compás de tu mirada.

¡Qué ventura te aguarda en el impacto

si alcanzar logras la divina orquesta!

Tu frente surtirá con el contacto

de la escondida nuez templada y presta

que a trompa airada vibrará en el acto.

¡La vida es gracia y el reír no cuesta!


En el infierno había un violoncello (A la Orilla de un pozo)

                                                                          A Musia Sackhaina

En el infierno había un violoncello

entre el café y el humo de pitillos

y cien aulas con libros amarillos

y nieve y sangre y barro por el suelo.


Pero tú, resguardada por el velo

de tus cristales de lucientes brillos,

pasabas, seria y pura, en los sencillos

compases de tu fe y de tu consuelo.


Algunas veces fuimos, de la mano,

por las venas del bosque y la corneja

cantó melancolía en nuestras almas,


si nos separa el Ábrego inhumano,

no llores mi amistad hoy que se aleja,

entrega al viento el talle de tus palmas.


Narciso

¿Dónde habitas, amor, en qué profundo

seno existes del agua o de mi alma?

Lejos, en tu sin fondo abismo verde,

a mi llamada pronto e infalible.


Nuestras frentes unánimes separa

frío, cruel cristal inexorable.


Zarzas de tus cabellos y los míos

tienden, en vano, a unir lindes fronteras.


Sobre el mío y tu cuello mantenido

un templo de distancia en dos columnas

silencio eterno guarda entre sus muros;

nuestro mutuo secreto, nuestro diálogo.


Silencio en que te adoro, en que te encierras,

recinto de silencio inaccesibles

y lugar a la vez de nuestras citas.


¡Siglos espero frente a la cruenta

muralla dura que lamento inerme!


Eternidades entre nuestras bocas

a cien brisas y a cien vuelos de pájaros.


¿Para qué pies que hollaban la pradera

jóvenes, blancos corzos corredores

si no me llevan hacia ti ni un punto?


¿Para qué brazos tallos de mis manos

si jamás alcanzarán a estrecharte?


¡Límpida, clara linfa temblorosa

jamás en nuestro abrazo aprisionada!


¿Para qué vida, en fin, si vida acaba

en el umbral de la mansión oscura

donde moras sin hálito, en el vidrio

que con mi aliento ni a empañar alcanzo?


¡Oh, sueño sin ensueño, muerte quieta

lecho para mi anhelo, eterno insomne!


¡Único al fin reposo de mis ojos

tu infinito vacío negro espejo!

¡Libertad... para pensar!

Comentarios

Entradas más populares de este blog

Historia del barrio Mojica (Cali-Colombia)

Debate Physis vs Nómos

La identidad personal en David Hume