Rosa Chacel (1898-1994)
![]() |
Rosa Chacel, escritora española |
Desde una edad temprana, Chacel mostró interés por la literatura y las artes. Su padre solía recitarle poemas durante sus paseos, y se familiarizó con autores como José Zorrilla, Julio Verne, Victor Hugo, entre otros. También tomó clases de pintura y dibujo, explorando su creatividad en diversas disciplinas artísticas.
En 1908, la familia se trasladó a Madrid, donde Chacel pasó por varios colegios y se matriculó en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Fernando en 1915, inicialmente para estudiar escultura, aunque luego abandonó esta disciplina en 1918. Durante su tiempo en la escuela, tuvo la oportunidad de relacionarse con figuras destacadas del ámbito artístico e intelectual, como Valle Inclán, Julio Romero de Torres, Ramón Gómez de la Serna y Juan Ramón Jiménez.
Chacel se convirtió en una figura prominente en los círculos intelectuales de la época, participando en tertulias en el Ateneo de Madrid, la Residencia de Estudiantes y cafés literarios como La Granja de Henar y el café Pombo. Publicó en revistas importantes como La Esfera, Revista de Occidente y La Gaceta Literaria, y más tarde en El Mono Azul y Hora de España, donde expresó sus opiniones antifascistas.
En 1921, contrajo matrimonio con Timoteo Pérez Rubio y se trasladó a Roma, donde completó su primera novela, "Estación. Ida y vuelta" (1925). Durante su estancia en Europa, también escribió ensayos y colaboró con varias publicaciones. En 1933, se estableció en Berlín y luego regresó a Madrid al estallar la Guerra Civil Española, donde se unió activamente al Frente Popular y colaboró con publicaciones republicanas.
Durante la década de 1940, Chacel se exilió en América del Sur debido a la guerra, residiendo en Río de Janeiro y Buenos Aires. Continuó su trabajo como escritora y traductora, y sus experiencias durante este período influyeron en sus obras posteriores, como sus diarios y novelas autobiográficas.
- Estación ida y vuelta (1930)
- Teresa (1941)
- Memorias de Leticia Valle (1945)
- La Sinrazón (1960)
- Barrio de Maravillas(1976)
- Novelas antes de tiempo (1981)
- Acrópolis (1984)
- Ciencias naturales (1988)
- Sobre el piélago (1952)
- Ofrenda a una virgen loca (1961)
- Icada, Nevda, Diada (1971)
- Balaam y otros cuentos (1989)
- A la orilla de un pozo (1936)
- Versos prohibidos (1978)
- Poesía (1931-1991)
- Desde el amanecer (1972)
- Timoteo Pérez Rubio y sus retratos del jardín (1980)
- Alcancía. Ida (1982)
- Alcancía. Vuelta (1982)
- Poesía de la circunstancia. Cómo y porqué de la novela (1958)
- La confesión (1971)
- Saturnal (1972)
- Los títulos (1981)
- Rebañaduras (1986)
- La lectura es secreto (1989)
Entre los premios y reconocimientos recibidos por Rosa Chacel se encuentran:
- Premio de la Crítica en 1976 por "Barrio de Maravillas".
- Premio Nacional de las Letras en 1987.
- Premio Castilla y León de las Letras en 1990.
- Medalla de Oro de las Bellas Artes, otorgada personalmente por los Reyes de España en 1993.
Antinoo
Tu nariz pensativa sostiene la balanza de tus hombros,
tan breve el balanceo quedaron en el fiel diestra y siniestra.
Dentro está el péndulo
dispuesto a señalar con su parada el perfecto equilibrio,
dispuesto a detenerse en el instante
en que comienza lo que no termina.
Tu nariz pensativa, meditativa y contempladora
de ti mismo,
de su último aliento se despide.
¡En él tu juventud, épico aroma!
En el infierno había un violoncello...
A Musia Sackhaina
En el infierno había un violoncello
entre el café y el humo de pitillos
y cien aulas con libros amarillos
y nieve y sangre y barro por el suelo.
Pero tú, resguardada por el velo
de tus cristales de lucientes brillos,
pasabas, seria y pura, en los sencillos
compases de tu fe y de tu consuelo.
Algunas veces fuimos, de la mano,
por las venas del bosque y la corneja
cantó melancolía en nuestras almas,
si nos separa el Abrego inhumano,
no llores mi amistad hoy que se aleja,
entrega al viento el talle de tus palmas.
En un corsé de cálidas entrañas (A la Orilla de un pozo)
A Paz González
En un corsé de cálidas entrañas
duerme una estrella, pasionaria o rosa,
y allí la casta Ester, la misteriosa
Cleopatra y otras cien reinas extrañas
con fieros gestos e indecibles mañas
anidan entre hiedra rumorosa.
Allí hierve el rubí que no reposa,
pulsan sus arpas mélicas arañas.
Allí en el cáliz de la noche umbría
sus perlas vierte el ruiseñor oscuro.
Allí sestea el fiel león del día.
En su escondido sésamo seguro
custodia el grifo de la fantasía
de hirviente manantial el fuego puro.
Tú, de las grietas duea y moradora (A la Orilla de un pozo)
A Concha Albornoz
Tú, de las grietas dueña y moradora,
émula de la víbora argentina.
Tú, que el imperio esquivas de la endrina
y huyes del orto en la bisiesta hora.
Tú, que, cual la dorada tejedora
que en oscuro rincón torva rechina,
la vid no nutres, que al crisol declina
y sí, su sangre exprimes, sorbedora.
Vas, sin mancharte, entre la turba impura
hacia el lugar donde con noble traza,
la paloma amamanta a sus hijuelos.
Yo, en tanto, mientras la sangrienta, oscura
trepadora mis muros amenaza,
piso el fantasma que arde en mis desvelos.
Cuando la mar esté bajo tu almohada (A la Orilla de un pozo)
A Rafael Alberti
Cuando la mar esté bajo tu almohada
¡Alegría de turbas infantiles!
¡Triunfo de los egregios, varoniles
pámpanos que estremece la alborada!
Frutos dará la náyade dorada
que llamea en los ínclitos candiles
y en sus perlas de amor claros abriles
hervirán al compás de tu mirada.
¡Qué ventura te aguarda en el impacto
si alcanzar logras la divina orquesta!
Tu frente surtirá con el contacto
de la escondida nuez templada y presta
que a trompa airada vibrará en el acto.
¡La vida es gracia y el reír no cuesta!
En el infierno había un violoncello (A la Orilla de un pozo)
A Musia Sackhaina
En el infierno había un violoncello
entre el café y el humo de pitillos
y cien aulas con libros amarillos
y nieve y sangre y barro por el suelo.
Pero tú, resguardada por el velo
de tus cristales de lucientes brillos,
pasabas, seria y pura, en los sencillos
compases de tu fe y de tu consuelo.
Algunas veces fuimos, de la mano,
por las venas del bosque y la corneja
cantó melancolía en nuestras almas,
si nos separa el Ábrego inhumano,
no llores mi amistad hoy que se aleja,
entrega al viento el talle de tus palmas.
Narciso
¿Dónde habitas, amor, en qué profundo
seno existes del agua o de mi alma?
Lejos, en tu sin fondo abismo verde,
a mi llamada pronto e infalible.
Nuestras frentes unánimes separa
frío, cruel cristal inexorable.
Zarzas de tus cabellos y los míos
tienden, en vano, a unir lindes fronteras.
Sobre el mío y tu cuello mantenido
un templo de distancia en dos columnas
silencio eterno guarda entre sus muros;
nuestro mutuo secreto, nuestro diálogo.
Silencio en que te adoro, en que te encierras,
recinto de silencio inaccesibles
y lugar a la vez de nuestras citas.
¡Siglos espero frente a la cruenta
muralla dura que lamento inerme!
Eternidades entre nuestras bocas
a cien brisas y a cien vuelos de pájaros.
¿Para qué pies que hollaban la pradera
jóvenes, blancos corzos corredores
si no me llevan hacia ti ni un punto?
¿Para qué brazos tallos de mis manos
si jamás alcanzarán a estrecharte?
¡Límpida, clara linfa temblorosa
jamás en nuestro abrazo aprisionada!
¿Para qué vida, en fin, si vida acaba
en el umbral de la mansión oscura
donde moras sin hálito, en el vidrio
que con mi aliento ni a empañar alcanzo?
¡Oh, sueño sin ensueño, muerte quieta
lecho para mi anhelo, eterno insomne!
¡Único al fin reposo de mis ojos
tu infinito vacío negro espejo!
¡Libertad... para pensar!
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por comentar, tus palabras me permitirán vislumbrar otras opciones de interpretación y comprensión de este universo.