Susana March (1915-1990)
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Susana March, escritora española |
A pesar de estos desafíos, March recibió una formación variada que incluyó idiomas, pintura, comercio, música, dibujo y literatura, esta última de la que descubriría su verdadera vocación. Comenzó a imprimir sus primeros poemas a los catorce años en publicaciones catalanas como La noticia y La dona catalana.
En 1940, contrajo matrimonio con Ricardo Fernández de la Reguera, a quien conoció cinco años antes en las oficinas de La noticia. A lo largo de su vida, destacó como escritora en los géneros de poesía, narrativa y ensayo.
Entre sus obras más destacadas se encuentran:
- Rutas (1938)
- Poemas de la Plaza Real (1987)
- La pasión desvelada (1946)
- Ardiente voz (1948)
- Polvo en la tierra (1949)
- Narraciones para la juventud (1945)
- Canto rodado (1942)
- Una alondra en la casa (1943)
- Nido de vencejos (1944)
- Nina (1949)
- Algo muere cada día (1955)
- El viento (1951)
- La tristeza (1953)
- Esta mujer que soy (1959)
- Los poemas del hijo (1970)
- Premio de Poesía Anjaro por Poemas de la Plaza Real.
- Accésit en el Premio de Poesía Boscán por Polvo en la tierra.
- Finalista del Premio de Novela Ciudad de Barcelona por Nina.
- Accésit del Premio Adonáis por La tristeza.
March Alcalá falleció el 5 de diciembre de 1990, dejando un legado literario significativo en la cultura española.
Amor
Me dolerás todavía muchas veces.
Iré apartando sueños
y tú estarás al fondo de todos mis paisajes.
Tú con tu misterio
y tu extraña victoria.
Amor, ¿quién te ha dado esa fuerza de pájaro,
esa libre arrogancia
de mirar las estrellas por encima del hombro?
¿Quién eres que destruyes
mi corazón y puedo, sin embargo, existir?
¿Se vive en la muerte? Se vive
con el alma en desorden y la carne
desmoronándose en el vacío?
Nunca te tuve miedo
y, sin embargo, ahora te rehuyo
porque eres como un dios que me hace daño
cada vez que me mira.
Abandonaré todo lo que me estorba,
todo lo que dificulta la huida
y escaparé por la noche adelante,
temerosa de ti, temerosa
de esta grandeza que intuyo,
de este fulgor, de este cielo
que palpita en tus manos abiertas.
Me dolerás todavía muchas veces
y cada vez me extasiaré en mi daño.
A un hombre
Salvar este gran abismo del sexo
y luego, todo será sencillo.
Yo podré decirte que soy feliz
o desdichada,
que amo todavía
irrealizables cosas.
Tú me dirás tus secretos de hombre,
tu orfandad ante la vida,
tu miserable grandeza.
Seremos dos hermanos,
dos amigos, dos almas
que alientan por una misma causa.
Hace tiempo que dejé la coquetería
olvidada en el rincón oscuro
y polvoriento
de mi primera, balbuciente feminidad.
¡Ahora sólo quiero que me des la mano
con la fraternal melancolía
de todos los seres que padecen el mismo destino!
No afiles, porque soy mujer,
tu desdén o tu galantería,
no me des la limosna
de tu caballerosidad insalvable y amarga.
El hijo
¿Quién eras antes, dime?
¿Un ángel? ¿Un príncipe de cuento?
¿Tal vez un dios? ¿O un pájaro?
¿O un álamo esbelto?
¿Quién eras? ¿Un claro arroyo
cruzando un verde bosque de abetos?
¿El capullo de un jardín?¿ Un pedazo
de viento?
¿Quién eras antes, dime? ¿Por qué
diste a mi vida tanto deslumbramiento?
Me basta con tocarte
para que se me apacigüe el pensamiento.
Y me basta con verte
para sentirme a gusto con mi cuerpo.
¿Quién eras, dime?¡Oh mago
de mi ser descontento!
Con tu varita mágica
me vas cambiando los sueños,
me vas cambiando la vida…
¡Ya no me quejo!
Diciembre
Si un día rompo a cantar,
todo cantará conmigo.
Esta mudez de los campos
se rasgará con mi grito.
Las nubes vagan sin prisa
desnudándome el camino.
¡Qué desolado horizonte
en este mes de los fríos!
Hay un revuelo de escarcha
sobre los jóvenes pinos.
Diciembre levanta un cáliz
de pájaros en exilio.
Yo dormida, voy soñando
dulces lares encendidos...
Si mi amor es tan cauto...
Si mi amor es tan cauto que, a buscarte, prefiere
aguardar en la sombra tu primera llamada,
si mi tímido anhelo sabe apenas decirte
con torpe lengua el verso que me dicta la sangre.
Si no sé darle nombre a esta hoguera en que vivo,
ni logro desprenderme de mis cansados credos,
y ahuyento entristecida los rápidos corceles
que habrían de llevarme a tu sueño, a tus labios...
Si soy así, tan pobre, con mi cuerpo encendido,
encarcelado al vago fantasma de mi miedo,
el alma hecha jirones, batiendo sobre ella,
los pecados del mundo, tercamente, uno a uno...
Ven tú que desafías leyes, prejuicios, miedos;
tú, que llevas la vida sobre los hombros, ancha,
tú que arrasas montañas, que desnucas el mundo
con tu fuerza de macho sin fronteras ni angustias.
Lo mismo que las otras, yo te estoy esperando.
Sellada está mi boca; sellada mi ternura.
-¡Oh Dios, cómo rebosa este fuego, esta llama!-
Rompe tú todo sello, desgarra, libra, entra.
La tristeza
No es el dolor de los amores incumplidos
ni los ideales deshechos.
No es tan siquiera la melancolía
de envejecer.
Es algo más tremendo y más grande,
algo que crece dentro de mÍ,
tal vez en el tuétano de los huesos
y que, acaso, se llame vida.
Porque vivir es triste:
vivir es una daga que se lleva clavada en la sangre.
Me duele abrir los ojos todas las mañanas
y encararme con las cosas que conozco y no entiendo.
Me duele dormirme todas las noches
y no haberme respondido a nada.
¡Porque nada tiene respuesta!
He dado un hijo al mundo
y este hijo me pesa en la conciencia,
porque lo he creado para la muerte y el dolor.
Sus jóvenes miembros perecerán un día,
se secará su risa
como las viejas fuentes de la montaña.
¡Un cuerpo tan hermoso, un corazón tan puro!
No puedo sentir conformidad
Hay en mi corazón un rebelde brote que me aflige.
¡Llámense dichosos ellos! Yo no.
Cuando hundo el rostro entre las manos,
no lloro por un dolor concreto.
La voz humana no podrá consolarme jamás
porque ignora la palabra justa.
Tal vez Dios la pronunciará algún día. Dirá:
«Levántate».
Y yo ascenderé hasta el límite del hombre,
más allá de sus pasiones sencillas y bárbaras.
Ascenderé hasta el ángel y la estrella,
hasta la celeste sandalia del Creador.
Y sentiré en mi pecho la resurrección
de los antiguos privilegios humanos;
el privilegio de la ternura y de la paz,
de la piedad y de la alegría.
Porque yo sólo he contemplado en torno mío
odios y guerras fratricidas,
hipócritas mendigos que cubren sus harapos
con regios mantos de virtud,
niños hambrientos y descalzos,
prostitutas;
hombres enriquecidos en criminal comercio,
¡miseria en todas partes!
siglo amargo mi siglo para gozar del mundo,
amar la primavera,
vestir los blancos ropajes de la felicidad.
¡Un luto eterno bajo la piel!
Un luto eterno
para los que murieron torturados
en las guerras,
para los que perdieron sus hijos y su hogar,
para los desterrados y los tristes
que todavía no han hallado el camino del regreso.
Tierra
No importa. No eres tú quien me daña…
Soy un puñado de tierra que pisa tu pie ligero,
algo que te sustenta y que apenas conoces,
algo que acaso nunca comprenderás del todo.
No importa. ¡No eres tú quien me daña!
Me hicieron campo de lucha para tu sangre joven
campo para morir y para erguirte
como un árbol gozoso de ti mismo.
Por todos mis caminos me recorres
hiriéndome, sangrándome…
¡No importa!
Me alimento en el daño que me haces,
¡me alimento en el daño!
¡Libertad... para pensar!
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