Ernestina de Champourcin Morán (1905-1999)

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Ernestina de Champourcín, escritora española
 

Ernestina de Champourcín Morán de Loredo nació en Vitoria el 10 de julio de 1905, en una familia de raíces católicas y tradicionalistas, con ancestros de origen francés y uruguayo. Desde su infancia, recibió una educación esmerada, con institutrices de Francia e Inglaterra, lo que le permitió dominar el francés, el inglés y el castellano con gran destreza.

A pesar de su deseo de estudiar en la universidad, no pudo hacerlo debido a la oposición de su padre. Sin embargo, esto no detuvo su pasión por la literatura. Se dedicó por completo a la poesía, publicando su primer libro, "En silencio", en 1926, seguido de obras como "Ahora", "La voz en el viento" y "Cántico inútil" en los años siguientes. A través de su poesía, evolucionó desde un modernismo inicial, influenciada por Juan Ramón Jiménez, hacia una expresión más personal y sensual del amor.

Durante la Guerra Civil española, se unió a actividades solidarias, como el trabajo con niños huérfanos, junto a Juan Ramón Jiménez y Zenobia Camprubí. Tras el exilio, se trasladó a Toulouse, París y finalmente a México, donde colaboró con su esposo como traductora para el Fondo de Cultura Económica. México fue un periodo fructífero en su vida, donde publicó varias obras, incluyendo "Presencia a oscuras", "Cárcel de los sentidos" y "El nombre que me diste".

Después del fallecimiento de su esposo en 1959, se acercó nuevamente a la religiosidad de su infancia y se interesó por el Opus Dei. En 1972, regresó a España y se estableció en Madrid, donde continuó su labor literaria hasta su fallecimiento el 27 de marzo de 1999.

Ernestina de Champourcín es considerada una de las principales exponentes de la poesía pura y una figura destacada dentro del grupo femenino de la Generación del 27.

Obras Destacadas:
  1. En silencio (1926)
  2. Ahora (1928)
  3. La voz en el tiempo (1931)
  4. Cántico inútil (1936)
  5. Poemas del ser y del estar (1972)
  6. Huyeron todas las islas (1988)
  7. Del vacío y sus dones (1993)
  8. Epistolario (1927-1995) (2007)
  9. Poesía esencial (2008)
Premios:
  • Premio Euzkadi de Literatura (1989)

Estás

Y estás: en el vacío

y en la ausencia presente,

en la que es y vive

sin dejar de ser única

oquedad invisible

con raíces eternas.

No hay mundo que la llene

pero sí algo vivo

que la besa y la calma.

Ambición

¡Quisiera ser viento!

Ráfaga tendida

que arrastra en su beso

el polvo y la nube,

la rosa, el lucero...

-No brisa apacible

que finge despechos

y siembra caricias-.

Yo quiero ser fuego,

volcán de aire rojo

que incendie el secreto

de todas las ramas

y todos los pechos;

aquilón desnudo,

huracán de acero,

fragua donde forjan

su actitud los cuerpos.

¡Cuando voy a ti,

quisiera ser viento

para arrebatarte

más allá del cielo!

Amor

Puliré mi belleza con los garfios del viento.

Seré tuya sin forma, hecha polvo de aire,

diluida en un cielo de planos invisibles.


Para ti quiero, amado, la posesión sin cuerpo,

el delirio gozoso de sentir que tu abrazo

solo ciñe rosales de pura eternidad.


Nunca podrás tenerme sin abrir tu deseo

sobre la desnudez que sella lo inefable,

ni encontrarás mis labios

mientras algo concreto enraíce tu amor...


¡Que tus manos inútiles acaricien estrellas!

No entorpezcan besándome la fuga de mi cuerpo.

¡Seré tuya en la piel hecha fuego de sol.

Amor de cada instante...

Amor de cada instante...

duro amor sin delicias: cadena cruz, cilicio,

gloria ausente, esperada,

gozo y tortura a un tiempo;

realidad de los siglos, gracias por ser y estar

en el nunca y el siempre.


Pues , mi ejercicio, ahora, es amarte en la ausencia,

y aferrarme a esta nada porque también es tuya

y beber ese polvo de soledad y vacío

que es Tu don del momento y Tu clara promesa.


Y por eso me obstino contra lo más cercano,

huyendo de lo fácil -metal a flor de agua-,

por Ti también me acojo a lo que nadie sabe.


Y así voy caminando por este desconcierto

oscuro y luminoso, por este amor amargo,

veteado de gloria...

Solo allí

Tú no sabes qué lejos.

¡Nadie sabe qué lejos!

Encima de las nubes, detrás de las estrellas,

al fondo del abismo en que se arroja el día,

sobre el monte invisible donde duerme la luz.


Sólo allí podrá ser. Sólo allí tocaremos

la verdad que tortura nuestras frentes selladas.

Sólo allí se abrirán como flores de aurora

aquellas lentas noches de amor en desvarío.


Nuestras manos lo piden tendidas al espacio

en un sordo anhelar que no engendra clamores,

nuestras plantas lo exigen tercamente aferradas

a las huellas que el viento indómito destroza.


El horizonte huye robando a cada hora

la secreta delicia que presagia el milagro.

Hay briznas de prodigio en todos los instantes

y el mundo, ciego, arde con vibración de altar.


Arrodilla tu fuerza. No hay glorias presentidas.

Palpita en certidumbre la carne de los sueños.

Si acunas la belleza que tu fervor concibe

florecerá en tu muerte su exacta encarnación.

En Silencio

Era un bello silencio, un silencio divino,

vibrante de pensares, tremante de emoción,

un silencio muy grave, de sentir peregrino,

un silencio muy quedo, con dejos de oración.

 

Cállate no respires, ni turbes el silencio

con el ritmo armonioso de un poema de amor;

cállate, que es muy tímido y frágil el silencio,

no rompas de este instante el filtro seductor.

 

Cállate y no pienses; a través del espacio,

cruza fugaz la estrella de una hermosa ilusión;

cállate, ¿no sientes su fulgor de topacio

encenderse en mi pecho y herir tu corazón?

 

Cállate; ya sé yo que tus labios murmuran

ternuras infinitas, creadas para mí;

cállate; sin hablar mil voces las susurran;

cállate; el silencio me acerca más a ti.

 

Era un silencio triste, un silencio lloroso,

un silencio muy puro de candor virginal,

un silencio sereno, vagamente amoroso,

que la bruma envolvía en su tenue cendal.


No Fue Para Mí

No fue para mí...

Ya lo suponía.

Pero sé engañarme

tan bien con mentiras

y jugar al juego

de la falsa dicha,

que a veces me olvido

—ya ves si soy niña—

que estaba jugando

a que me querías.

Primavera

¡Toda la primavera dormía entre tus manos!

Iniciaste en un gesto la fiesta de las rosas

y erguiste, enajenada,

esa flecha de luz que impregna los caminos.

¡Toda la primavera!

Fervores del instante transido de capullos,

gracia tímida y leve del perfume sin rastro,

caricias que despiertan el sexo de las horas.

Brotaron de tus palmas en éxtasis gozoso

los trinos y las brisas. Y tu ademán secreto

despertó en rubores la pubertad del mundo.

¡Todo vino por ti! Porque tus manos lentas

ciñeron brevemente mi carne estremecida,

porque al rozar mi cuerpo

despertaste una flor que trae la primavera.

Laxitud

La tarde gris y triste me agobia,

tengo sueño;

estiro lentamente

mis dos brazos abiertos

que se prenden al aire;

quieren cazar el tiempo,

aprisionarlo pronto,

robarle su secreto,

deshacer bruscamente sus límites estrechos.

Quiero llorar: no sé;

quiero reír: no puedo.

Los deseos

se estrellan contra la inexorable inercia

del silencio;

sobre mi corazón rueda grávido al peso

de la existencia toda.

Al fin me desperezo.

Logro romper el cerco

del malsano sopor,

pero apenas lo venzo

ya me torna a invadir

quedamente su tedio.

Luego...

Ya no sé más;

suspiro,

me paseo,

exprimo el tormentoso

lagar de mi cerebro,

destilo el elixir de su inquietud

en mi pecho...

Sujeto en mi memoria

repite el pensamiento;

la tarde gris y triste me agobia,

¡tengo sueño!...

Gota a gota

Hay algo -gota a gota-

que nos llena el vacío

¡Hondones del deseo!

¡Qué colmo de esperanzas!

El oleaje arrastra

caudales sin objeto

y hay muchos anaqueles

que ningún libro ocupa.

¿A dónde vamos, dime?

Aún nos quedan paisajes

con frondas ignoradas

y orquídeas que navegan

en busca de su nombre.

Quisiéramos al fin la belleza absoluta

que rebosa verdad porque la luz es nueva.

Se borran las fechas

del momento incendiado,

pero nos grabarán

como inicial las sienes.

Es el fin o el principio

de las augustas ruinas circulares.

¿Se pierde o se gana?

Hay manos que triunfan

al quedarse vacías

y otras como puños

que no conservan nada.

¡Libertad... para pensar!

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