Graciela Rincón Calcaño (1904-1987)

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Graciela Rincón Carcaño, escritora venezolana
 


Graciela Rincón Calcaño, poetisa, narradora, articulista y autora dramática, nació en Maracaibo, Venezuela. Durante sus primeros años, vivió en esta ciudad, donde comenzó a desarrollar su vocación literaria. Posteriormente, se trasladó a Caracas para continuar sus estudios.  Su pasión por la escritura floreció desde temprana edad, escribiendo su primer verso a los ocho años.

A lo largo de su prolífica carrera literaria, Rincón Calcaño escribió una veintena de libros que abarcan diversos géneros. Entre sus obras más destacadas se encuentran los poemarios "Joyeles del corazón" (1932), "Canto de Maracaibo" (1939), "Clamor" (1942), "Vesperal" (1943), "Elegía e invocación a Roosevelt" (1945), y "El Amor de la Tierra" (1949), así como el libro en prosa "Raudal" (1941) y los libros de cuentos "Los parias" (1945) y "La Tragedia" y "Nosotros". Además, incursionó en el ensayo con obras como "Venezuela dentro de la órbita soviética" (1945) y "Realidades Dominicanas" (1945), y en la novela con "La Esclava". También dejó un legado en el ámbito teatral con las obras "Nieve" y "Tres Razas hacia el Futuro".

Además de su destacada labor como escritora, Rincón Calcaño fue simpatizante de la Revolución de Octubre de 1945 y ejerció como diplomática, siendo enviada a Cuba y Haití como Agregada Cultural de la Embajada de Venezuela. En 1950, se trasladó a España, donde residió durante veintidós años.

Graciela Rincón Calcaño se casó en dos ocasiones y fue madre de seis hijos. En los años cuarenta, lideró activamente la acción social en Venezuela, contribuyendo al logro del voto femenino por parte del Congreso Nacional. Su sensibilidad humana se reflejó en su poesía.  Plasmó vibrantes secuencias rítmicas que oscilaban entre la fantasía alegórica y la búsqueda de la verdad.

Los últimos días de su vida los pasó en una residencia de reposo, donde falleció en 1987, dejando un legado literario que perdura hasta el día de hoy.

Obras destacadas:
  1. Joyeles del corazón (1932)
  2. Canto de Maracaibo (1939)
  3. Clamor (1942)
  4. Vesperal (1943)
  5. Elegía e invocación a Roosevelt (1945)
  6. El Amor de la Tierra (1949)
  7. Raudal (1941)
  8. Los parias (1945)
  9. La Tragedia
  10. Nosotros
  11. La Esclava
  12. Nieve
  13. Tres Razas hacia el Futuro

Maternidad

(el  gran problema del feminismo esta en la Maternidad.
Nietzsche.)

Cerebro que luchas rompiendo marañas de viejos  prejuicios;
Mente que te hundes, certera cual rayo 
En el seno prieto de la tempestad; 
Corazón heroico; arteria que lates 
Con las vibraciones de la humanidad; 
Boca increpadora; lengua despectiva 
que lanzas tu grito
Contra la suprema Arbitrariedad;

Mujer! ritmo loco del pulso del mundo!
Cálmese tu anhelo, cese tu batalla;
Cuna eres  del germen!... sorpresa, misterio, 
Palpitar bendito de floras abiertas
Que esperan el polen:
Cuna ores colmada de Maternidad!

Piedad suprema

Signo de Dios que hasta mi alma llega,
Dulce plegaria que hasta el cielo asciende, 
Tu constricción que por mis labios ruega 
Y mi perdón que sobre ti desciende; 
Tentación de Satán vuelta querube 
Por obra y gracia del amor terreno; 
Chispa de luz que nos envió una nube, 
Flor de pasión que germinó en el sino...

Brote fecundo de tu savia ardiente, 
Tierno pedazo de mi loca, 
Beso de juventud sobre mi frente 
y espasmo de placer sobre tu boca;
Fe ya olvidada que a tu pecho vuelve 
Y cruz de salvación que me redime 
Y suprema piedad que nos absuelve: 
Eso es el hijo que en mi entraña gime!

La bendición mamá

Tengo ahora de vecina a una dama que tiene
Dos nenas parlanchinas,
Cuyas alegres  voces escucho en la mañana
Pedir la bendición, al ir para la escuela...
Son dos chiquillas ágiles de negra cabellera, 
Bulliciosas e inquietas como las nenas mías: 
Cuando ellas parten todo
Se queda triste y mudo
en el humilde hogar de mi vecina
Y al oír el agudo prorrumpir de sus voces 
En ingenuo estribillo: "mama, la bendición!" 
Aquí en mi pecho, quedo, nostálgico y  ansioso,
-Dios las bendiga, hijitas! -canta mi corazón. 

Fecundidad

Yo  te  bendigo, oh Dios, porque me diste hijos, 
porque multiplicas mi tierno florecer:
Tal como en los abismos al carbón tornas fúlgido,
Así en carne has trocado la pasión en mi entraña
Redenta de mujer...
Gracias porque me  hiciste prolífica cual gota 
De agua, en donde miles de organismos se agitan
bajo el cálido beso del chispazo solar; 
Gracias porque me diste la simple y primitiva
feracidad del barro donde la vida cobra 
Intenso germinar...

El júbilo del nido, clamoroso de trinos
sobre el ramaje espeso de juvenil verdor, 
Es mi ingenuo alborozo por haber concebido 
Tantas veces cual quiso fecundarme el amor; 
Y el crujido del árbol que se abate agobiado 
Bajo la opima carga del fruto ya en sazón, 
es la voz susurrante conque te glorifico 
Por haberme hecho madre cuatro veces, Señor!

Tu origen

("De donde vine yo, mamita? Myriam")

Se condensó tu alma al breve soplo 
De un beso del amor; fue tu primera
Cuna el regazo palpitante y vivo 
Donde la savia de tu madre fluye; 
Y para que tus ojos inconscientes 
Vieren el sol que lo caldea todo,
Te anunciaron mi angustia y mi fatiga
y un grito de dolor te abrió camino...

Fue tu sorbo primero un misterioso 
Licor, catado en pudorosa copa, 
trémulo acento prolongó tu sueño, 
Hálito suave te libró del frío;
y cuando vino del dolor primero
La garra a hincarte su afilada uña, 
Ecos de llanto tu alarido tuvo 
en tiernos labios de mujer amante,

Ese es tu origen; tu primera historia
Está enlazada con la historia mía
Como la yedra al quejumbroso árbol
Y el hastío al placer y el humo al fuego,
En vano el tiempo al arreciar tu cuerpo 
arrebatarme intentara tu vida: 
Yo condensé tu alma con un beso 
Y te di forma con la carne mía. 

Hijo

Hijo! por tu causa no soy sino madre:
Tu amor borró en mi carne la fibra voluptuosa; 
Tu amor es en mi vida madura de treinta años 
El lampo de una aurora tardía y redentora...

Ya no hay en mis abismos torrentes tumultuosos
Ni en mis altivas cumbres tremendas avalanchas.
Todo es, ahora, hijo, serena placidez; 
Tu amor no es un cilicio;
Tu me brotas de dentro dulce y serenamente
Como la linfa ingenua de la fecunda roca;
Me lo arrasaste todo con feroz inconsciencia...

Cuando te beso, hijo, blancor tienen mis besos
De nieve que deslumbra;
Y al estrecharte siento que, a pesar de ser madre, 
Mi cuerpo tiene toda le hermética pureza 
Del  cuerpo de una virgen...

Madre tierra

Bajo el sopor augusto del hondo mediodía
Se oye una voz que canta con maternal acento 
Un cántico glorioso que sale de la tierra, 
una canción de cuna que abarca el orbe entero 
y ansiosa se dispersa por la inmortal esfera:

"Yo soy la Madre tierra, silvestre y olorosa,
Ávara de simiente, de luz y de rocío; 
Mi sed sacio en la lluvia,
Por lecho tengo el lecho del río.
Mil vidas cuajan, plenas en mi seno ardoroso: 
La flor, la mariposa,
e1 gusano, la hormiga...

Me inmolo cada día; Para mí sola tomo
La caricia violenta del sol, recio y bravío; 
Bajo su abrazo gimo!
Pero hay un himno sacro vibrando en mi gemido 
Porque todo lo grande de la natura es mío: 
Las cruces y los tálamos,
Las tumbas y los nidos!

Rastro

Aquel que fue agua-viva sobre mi huerto estéril 
Y floración de amores pare mi surco ingrávido, 
Me dejó un hijo hermoso como él, de piel morena, 
De  acento acariciante, de sienes luminosas...
Sus besos,- como aquellos- tienen sabor bravío
De alma que tiene alas pero también las garras
del ave fiera y rauda que bebe azur y mora
Allá en la cumbre frígida que el sol ardiente dora; 
Y cada vez que beso la frente de ese hijo, 
como él de piel morena, de sienes luminosas!-
siento que soy aurora, o chispa o lava, o fuente...
Algo quo al correr, canta; o que al brotar, alumbra...
 
Amor que te alejaste, fuiste, empero, piadoso 
porque tu excelso beso de cóndor perpetuaste 
En el supremo beso del hijo que me hace 
ser luz activa y pura junto a la sombra pérfida
o claro murmurio junto al pantano aleve!

Inocencias

I

Hay un sabor de tímidos rubores
en la argentina risa de mi nena
que brota de improviso, como llena 
de inconsciencia alarma y pudores.

Aunque apenas despierta a los candores 
de la infancia feliz, plácida y buena 
presiente ya en ella la serena
modestia de la edad de los amores.

Es cima de inocencia y de ternura
la lucidez de su mirada oscura
donde el sueño de un ángel se precisa;

Pero hay cierto decoro de doncella 
en el reír divino de mi bella
Nena gentil de turbadora risa...

II

Tiene mi nena una amiguita, triste 
flor de orfandad, de desventura y pena,
que le cuenta sus cuitas y se vista 
Con los vestidos viejos de mi nena.

-Por qué, pregunta quedo, cuando asiste 
a sus loca rabietas, te enajena
que tu madre te riña, si la hiciste 
de  exprofeso rabiar, siendo tan buena,..!

-Si yo tuviera madre, la quisiera 
del mismo modo cuando me riñera
que al abrazarme y al besarme, insiste;

Y luego, la amiguita de mi nena 
Tiende hacia al cielo la mirada, llena
del gran dolor de su inocencia triste.

Letanía de la madre pecadora

Perdón, señor, para su carne pecadora
en gracias a la madre que hay en ella y que llora
Sobre los negros bucles del hijito que canta
Junto a la cuna tibia, divinamente blanca;
Perdón para su sangre tormentosa
en gracias a su mano cariciosa
Sobre las puras sienes de la hija dormida
Donde el ala de un ángel juguetea escondida...

Perdón en los tropiezos de su vida
Por la candente lágrima vertida 
sobre la efigie fría e inconsciente
de la hija ausente...
Por los besos de amor en la mejilla
de querubín, por la canción de cuna

Por esas bellas noches sin mancilla
Junto al hijo que sueña con la luna.

Por las horas en vela con el hijo en los brazos 
que tiembla y gime y grita del dolor al zarpazo; 
por la cruenta tortura de ver su frente mustia 
y el débil cuerpecito desmayado de  angustia;

Por la inefable dicha del primer balbuceo, 
Perdón, Señor, para su devaneó;
Por el encanto del primer peino,
Perdón para lo turbio de su Sino...

Por la herida sangrante de su Renunciación 
Redime sus flaquezas, Señor, con tu perdón

Tragedia muda

En el portal ruinoso de la antigua capilla
Una joven mendiga de escuálidos  pezones
Da de mamar al  hijo glotoncillo y enteco
Bajo el oscuro manto de hilachosos girones... 
La dama trashumante, millonaria y estéril, 
Desde la calla mira la maternal estampa
y presto se detiene cual si la fascinara
La dulce y tibia leche que el pequeñuelo arranca;

Bajo la fina blusa de  transparente seda
Dos copas se adivinan, tibias como el armillo,
Buenas para el derrame del generoso fluído
que es vida sobre el labio del inocente niño... 
La dama se comprime los senos con la mano 
de largos dedos blancos, cuajados de sortijas, 
Y con  los ojos planos de anhelos insaciados 
Le envidia a la mendiga la gloria de aquel hijo...

Oh, Diosa de la vida! si es cierto que lograrte
No es un mito, resides tan solo en esa estampa
De la joven mendiga que amamantaba a un niño, 
mientras que con su muda tragedia la miraba 
La dama trashumante, millonaria y estéril
De los senos inútiles de palpitante armiño


Poemas recogidos del libro "Clamor"

Bibliografía

Poemarios:
Joyeles del corazón (1932)
Canto de Maracaibo (1939)
Clamor (1942)
Vesperal (1943)
Elegía e invocación a Roosevelt (1945)
El Amor de la Tierra (1949) 

Prosa: 
Raudal (1941)

Cuentos:
Los parias (1945) 
La Tragedia y Nosotros

Ensayos:
Venezuela dentro de la órbita soviética (1945)
Realidades Dominicanas (1945)

Novela:
La Esclava


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