Dora Castellanos (1924-2023)
Biografía
Su primer libro, titulado "Clamor", publicado a los dieciséis años, mostró su elegancia y habilidad literaria, revelando pensamientos jóvenes pero lúcidos. A lo largo de su vida, continuó escribiendo y publicando más de una decena de libros, mientras se dedicaba a varios trabajos para sostenerse económicamente, incluyendo ser secretaria privada de trece ministros de economía y trabajar en el campo diplomático en Caracas.
En el ámbito del periodismo, Castellanos escribió columnas como "El Cofre de Pandora" y "Cromosomas", esta última en la revista Cromos. Su destacada labor periodística le valió el premio Simón Bolívar. En el campo literario, recibió el premio Germán Saldarriaga del Valle en 1988.
Su poesía se caracterizaba por su excepcional convicción al abordar temas como el amor, el dolor, el mundo, la patria y la espiritualidad. Sus versos, descritos como gallardos y musicales, estaban impregnados de colores y emociones, según palabras de Luis Tirado Vélez.
Uno de los logros más destacados de Castellanos fue ser la primera mujer elegida para formar parte de la Academia Colombiana de la Lengua en 1978, después de 100 años de la creación de la institución. Participó activamente en la academia hasta su fallecimiento el 12 de junio de 2023.
El legado literario de Dora Castellanos perdura a través de sus numerosos libros publicados y manuscritos, que continúan siendo una fuente de inspiración y admiración para muchos lectores y escritores.
- Clamor (1948)
- Verdad de amor (1952)
- Amor mío (1962)
- Escrito está (1962)
- Eterna Huella (1968)
- Hiroshima, amor mío (1971)
- Luz sedienta (1972)
- Año dosmil contigo (1977)
- Zodiaco del hombre (1980)
- Amaranto (1982)
- La Bolivaríada (1984)
- Efímeros mortales (1990)
- El mundo es redondo (1991)
- Perversillos (1995)
- Ánfora viva (1997)
- La vida irremediable
- Propósito de Espuma
- Poesías colombianas
- Moscú, la de las cúpulas de oro
- Anclado en mis sentidos
- Clepsidra.
Deslumbramiento
Era lirio en el aire y fragancia en el viento;
ondas sobre las aguas y temblor en el río;
cuando vi su hermosura, con todo el pensamiento,
grabé su amado nombre para llamarlo mío.
Nunca supe la hora ni el exacto momento
en que amé su mirada. Sólo sé que tardío
su amor llegó a mi vida con el deslumbramiento
de una fruta en invierno, de una flor en estío.
Por menos presentido, todo fue tan hermoso
como ver cuando caen nieves en primavera,
lluvias en el verano, lágrimas en el gozo.
Después de haberlo amado que mi alma responda
si sabe por qué existen sobre la tierra entera
el perfume en el aire y el temblor en la onda.
Erguida flor
De ti se nutren todas mis raíces:
me nutro de tu voz, de tu mirada
y de ti, porque vivo enamorada
de lo que piensas y de lo que dices.
La carne triste y los cabellos grises
iremos al final. La llamarada
de nuestra gran verdad, será olvidada
cuando yo muera o cuando tú agonices.
El tallo, la raíz, la flor, el fruto,
fueron savia de amor que en un minuto
para nosotros maduró la vida.
Sin sombra, sin frescura, al sol y al viento,
porque en tu propia savia me sustento,
soy una flor al infortunio erguida.
Eterna huella
Quedarás como huella sobre mi brazo,
como marca sobre mi corazón.
Cantar de los cantares
No pasarás en vano por mi vida,
ni encontrarnos fue obra del acaso;
que por tu abrazo quedará en mi brazo
la fuerte huella que el amor no olvida.
La llama que de ti quedó encendida
arde sin consumirse en mi regazo.
Amor que más juntaste con el lazo
terrible de la sangre y de la herida.
En mí no fuiste gozo pasajero
sino la esencia de la tierra pura
floreciendo en el árbol verdadero.
Y para siempre brillará tu estrella,
porque de amor dejaste en hermosura
sobre mi corazón eterna huella.
Con hilos de atarraya
Entre la fina red
que siempre estoy tejiendo
con todos los sentidos
prisionera me encuentro.
En la urdimbre sutil
de verdad y misterio,
de amor, olvido, pena,
ansiedad y recuerdo,
yo misma como un pez
me confundo y me enredo;
yo misma día a día
los hilos voy tejiendo;
cuando sé lo que amo
ya no sé si lo quiero.
En las confusas noches
en que pienso y más pienso
las barras de mi cárcel
como un escualo muerdo.
La roca viva
Gracias, Amor, por esta dulce herida
y la blandura de mi sufrimiento.
Por la risa y el gozo y el lamento,
en tanta plenitud desconocida.
Bendito siempre, Amor, porque te siento
crecer en la ternura compartida
y por las aguas de tu mar sediento
que arrasa las orillas de mi vida.
Hoy sé que los rigores de tu fuego
consumió en llamaradas mi sosiego
y mi paz se hizo llanto y quemadura.
Ahora voy como barco a la deriva.
En los escollos de tu roca viva
rompió mi corazón su arboladura.
Siempre amor
A Inés y Adel López Gómez
No sólo por gozarte te he buscado:
también te quiero para padecerte,
porque el solo placer de poseerte
no da la plenitud de haber amado.
El vivo resplandor de lo gozado
menos amor es siempre que aquel fuerte
dolor de corazón que nos advierte
la dicha cruel de estar enamorado.
Te sufro con dolor, con alegría,
con deleite, con odio, con dulzura,
y la felicidad es agonía.
Si algún día nací, fue para verte;
por saber tu pasión y tu hermosura,
para gozarte, Amor, y padecerte.
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