Alicia Haydar Ghisays (1947)
La rifa
No soy adicta
a los juegos de azar
Nunca compro loterías
no juego naipes
ni ruleta
ni voy a los casinos
Pero, hoy
decidí rifar mi alma
le vendí todas las boletas a Dios.
He remado contigo
¿Recuerdas tu cayuco de pescador
Tronco de árbol, de cuerpo negro, calafateado
Que flotaba en la bahía?
¿Recuerdas esa bahía
Entonces, de aguas claras
Donde me enseñaste a conocer, en su fondo
Las estrellas?
Me encantaba el chapoteo de los remos y
Cuando convertías en velero tu cayuco
A ese grito tuyo de capitán
Sin palas ni uniforme
¡Liiistooos, a virar!
¿Recuerdas cuando descubrí el reflejo del sol
En las aguas
Hendidas por su proa y
Cuando descubrí el silencio
porque el chasquido de los remos
rompía la algarabía de pájaros en el manglar?
Contigo aprendí a entender el arte del alcatraz
El arte de su pico clavado en el corazón del mar.
Aprendí a conocer la sal en la espuma de la ola.
¡Ah! tiempos aquellos
En que inventábamos duendes
De orejas puntiagudas
Provenientes de comarcas remotas
Y oíamos cantos de sirenas
Soplábamos caracolas
Para evitar el naufragio, o
Escuchábamos en ellas
Los mensajes del mar
Y
De repente
Te fuiste, Padre
Te fuiste en tu ola
Te fuiste con tu cayuco, tus velas y tus remos
A navegar en otras aguas más tranquilas
128 — Winston Morales Chavarro
Me dejaste tus cartas de navegación
Abiertas
¡Muy abiertas!
¡Muy abierto tu diario de bitácora!
Y, cuando sienta cercano el naufragio
Escucharé tu grito de capitán
Sin palas, ni uniforme.
Acataré tu llamado de alerta
¡Mi comandante!
Marinera
En mi velero puedo
Sostener los cabos
Y dirigirlo al viento.
Allá, donde las olas
Como columpios
Lo elevan y lo bajan.
Este velero se llama “VIDA”.
Cuando el dios Eolo no sopla
Las velas de “VIDA” no se hinchen.
Es el momento del silencio
¡Que nada me distraiga!
No escucho tu voz, Eolo
Sólo siento el aleteo y el grito
De algún pájaro que pasa.
Otras veces
Soplas demasiado
Los cabos de las cuerdas que sostengo
Hacen sangrar mis manos.
Vas rauda vida
¡Emerges de las olas! y en un descuido
-ZAZEolo y Tempestad se alían
Se cruzan en tu viaje, que es mi viaje
Rompen el mástil que sostiene tus velas
¡Detienen el silencio!
Y el dios sopla, ¡Sopla tan fuerte!
Y la diosa Tempestad
En su furia loca
Te descuadernan, “VIDA”
130 — Winston Morales Chavarro
Desplazados
¿Por qué huir sin resistencia?
¿Por qué dejar atrás la sombra de los patios
Abandonarlo todo?
¿Quién escuchará el mugido de la vaca
Quién beberá su leche?
¿Qué será del cántaro
El machete
Y de la piedra de lavar en el rio?
¡No más viudas!
¡No más huérfanos!
¡No más seres mutilados!
¿Por qué huir sin resistencia
Si el verdor de los campos se ha teñido de muerte
Si el olor de los bosques tiene hedor a carroña
Si el canto de la alondra se apaga con los truenos que llevan, apretados
Los invasores en sus manos?
Dejar atrás la cabra preñada
Andar por el camino, sin saber
Si mañana
Habrá puesto la gallina
Sin saber quién recogerá los tamarindos
Los mangos o
Hablará con el río
Huir sin resistencia
Porque el tambor del miedo repica
Incesante
Porque el repique del tambor del miedo
Penetra el pensamiento
Anula voluntades
Desvanece los sueños
Dolor y éxodo
Salmo 29:
“Cuando lo permite el Señor, se desgarran los cedros del Líbano
y las montañas saltan como inquietos terneros.”
Se desgarra el país de mis abuelos
duele su piel y sus entrañas
Hierve su mar
Lloran los cedros
lloran a los niños degollados
lloran a las viudas, los ancianos
¡Las bombas horadan la vida!
Ya no navegan los fenicios
en el Mar Mediterráneo
no llevan su cultura, sus letras
ni sus matemáticas
¡Atrás han quedado los sueños!
Beiruth arrasada
¡Muchas veces arrasada!
Por eso
huyeron los abuelos
Por eso
llegaron a América
a buscar la paz perdida
¡La historia repetida!
Huyen todavía
aquellos que han quedado
Aquellos que aún sembraban cedros y aceitunas
viñedos, dátiles
o apacentaban los corderos
Tierra buena
han ultrajado tus costas
flanqueadas por montañas invadidas
Tierra de paz
violentada por hordas de bribones
132 — Winston Morales Chavarro
Hordas de bandidos asesinos
que irrespetan tradiciones y costumbres
Tierra buena
Lates todavía en tus hijos
en tierras extranjeras
refugiados.
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