Mercedes Mejía Meléndez (19??)
Biografía
Graduada como psicóloga de la Universidad del Valle en Cali, Colombia, ha ampliado su formación con una especialización en Administración del Talento Humano en convenio con Penn State University. Su experiencia profesional incluye roles destacados como Coordinadora de Relaciones Corporativas en el SENA y trabajo en desarrollo humano y empresarial, tanto a nivel nacional como internacional, con instituciones como el Centro Internacional de Agricultura Tropical.
A pesar de sus compromisos profesionales, ha encontrado tiempo para nutrir su pasión por la poesía. Ha participado en numerosos encuentros de mujeres poetas, concursos y festivales de poesía en toda Colombia, llevando su voz poética a diversas ciudades y comunidades. Su participación en la Tertulia de la Pacha Mama de Cali también ha sido una parte importante de su vida literaria, brindándole un espacio para compartir su arte con otros amantes de la poesía.
En el año 2000, publicó su primer libro titulado "Morada de Ceiba" bajo el sello de Ediciones Nueva Metáfora, Cali. Esta obra recibió elogios y reconocimientos de destacados escritores y académicos, y fue presentada en varias ciudades importantes de Colombia, incluyendo Cali, Buga, Medellín, Barranquilla y Bogotá. Desde entonces, su poesía ha sido incluida en diversas antologías, revistas y periódicos, consolidando su posición como una voz importante en la escena poética contemporánea de Colombia.
Con una pluma poética que cautiva y emociona, esta autora ha logrado transmitir la belleza y la profundidad de la experiencia humana a través de sus versos. Su obra continúa inspirando a aquellos que tienen el privilegio de leerla, dejando una huella perdurable en el mundo de la poesía colombiana.
Paz
Tal vez lo monstruoso
sólo es lo desvalido
que busca nuestro abrazo.
R. M. Rilke
Amanece en el Valle
esta luz que se estrena
de un sol desconocido
a la tarda esperanza.
¿Será posible el sosiego
del corazón que abriga los perdones?
Ahora atisba con esmero
la mirada a los ojos
y el abandono de las almenas
para caminar a ras de otros.
Se aprende
ese sabio sentir
de víctima creyente
que abraza al asesino
como a un semejante.
No es fácil caminar
sobre un filo sangrante,
encoger los recuerdos
y volver a ser niño
en la confianza.
Hay que limpiar, recoger
sembrar de nuevo
y dejar que la lágrima
hecha nube
sólo alimente el mar.
Nueva labranza es la paz
anuncio de pan fresco
en la alborada.
Más allá del olvido
Mas lo mortífero, lo pavoroso
¿cómo lo acoges en ti, cómo lo soportas?
- Yo celebro.
R. M. Rilke
Una niña ve con horror
rodar cuerpos
desde la volqueta levantada.
Esa imagen
será indeleble en su vida
más allá del último árbol.
En el recuerdo
la cabeza de Raúl
destrozada de un disparo
y el propio odio que no sana.
O el encierro
en el fuego de Bojayá
que quema aún
y que arderá por siempre.
Sin embargo,
una mujer planta semillas
en la tierra
y las lombrices le enseñan
el aire en túneles
para abonar, fecundas
la cosecha.
El dolor no es en vano.
Después de las cenizas,
naranjales.
Cada cuerpo volcado
cada disparo
cada fuego obligado
se vuelve fibra y nervio,
reciedumbre.
No es jamás el olvido.
Es honrar en la memoria
lo perdido.
Escaparate
El armario está lleno de lienzos.
Hay incluso rayos de luna que puedo desdoblar.
Andrè Breton
Escaparate olor de madera.
Adivino naftalina en tu interior.
¿Qué guardas?
¿Escarcelas
esquelas perfumadas
una escopeta vieja
un gabán
libros quizás
un pañuelo bordado por la abuela?
Presencia sustantiva de roble en el salón.
Tu llave en el ojo de la cerradura
me invita a asomarme adentro
donde espero encontrar
voces antiguas
de hospitalidad.
Cabo de la Vela
...Tendida en el estío
bajo el cielo alhajado.
Meira Delmar - Inmigrantes
No quedaba en el cielo
un espacio
sin estrellas.
Sonreían
a borbotones
sobre la arena
del Cabo.
Las palabras
habrían ofendido
el momento.
En silencio
nos miramos
y entendimos.
La hamaca
bajo el cielo sagrado
es el observatorio
Wayuu.
Creciente
El ser consagrado al agua
es un ser en el vértigo.
Gastón Bachelard – El agua y los sueños
En frágil tiempo
bramantes
confluyen.
Se juntan todas las aguas
para negar el vado.
Los viajeros
agarrados de las manos
intentan el camino;
confían en el peso de la carga
sobre sus espaldas
para sembrar firme el paso.
Mas la fuerza que levanta
sus plantas
del lecho de la orilla
les advierte...
y los devuelve
temblando
del suicidio.
Destino
“Soy un gavilán sobre el acantilado”
Canción de Amergin
de un antiguo calendario celta
Robert Graves – La Dama Blanca
Ella dijo:
Soy madrevieja
que resguarda pájaros.
Soy cortina descorrida
para revelar misterios.
Soy viñedo podado
promesa de vendimia.
¿Quién si no yo
destino de linterna
para la oscuridad de pasos vacilantes?
Sobreviviente
Dolida.
Vapuleada.
Le dieron de palos
en el alma.
Se levantó.
Secó la sal de sus párpados.
Enderezó su espalda
y alisó los pliegues
lo mejor que pudo.
Un poco maltrecha
encontró la fuerza
de lo que no le arrebataron:
su dignidad.
Con ella anda.
Requiem por Ewapa*
Ewapa
madre nukak
me inclino para honrarte
y me acongoja la vergüenza
de tu cuerpo sepultado
fuera de tu morada primigenia
fuera de tu selva.
No elegiste barbasquiarte
envenenarte con las plantas
de la muerte-.
Dadora de vida,
te recogiste en el dolor
y no probaste el alimento regalado,
ciego de ti.
¿Cómo cambiar los frutos
tomados de los árboles,
de la hojarasca o del suelo nutricio
o las carnes de las jornadas de caza
de los hombres Makú?
¿Cómo cambiar las cáscaras, pieles vivas,
por la hojalata enviada
para sobrevivir al exilio?
¿Cómo cambiar los pasos nómadas
por la inmovilidad
y los rituales cotidianos,
por ver pasar los días
entre paredes?
¿Cómo cambiar la humedad que se respira la frecuencia familiar
la algarabía de los pájaros
el zumbido de los insectos
el crujir de los árboles
y el deslizar de las serpientes
por la estridencia
y los ecos que retumban
desde altoparlantes y aceros?
De nuevo me inclino
y grito desde aquí con Eiobani – el hijo -
le hablo a la Maceiba,
ella avisa ahora a los hermanos:
Ewapa ya no está.
Libertad
y esencia silvestre nukak.
Silencio.
Shhh…
Ee waaa paaa !!
*Ewapa de 76 años, falleció de paludismo y desnutrición. Dicen que se había resistido a vivir lejos de la selva y no comía los alimentos que le enviaban.
El Tiempo, Luís Noe Ochoa, abril 8 de 2008
Mango maduro
Las caras
untadas hasta las narices
de ungüento deleitoso
y esencia de algazara.
Las manos pegajosas
y la risa cómplice
de un placer redivivo.
La lluvia, de repente
lavó el vestigio
de la niñez recuperada
por un instante
en el árbol.
Pero la huella del gusto
aún perdura
en la boca.
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