Nuestro aliento de cada día
Imagen de Amanda Elizabeth en Pixabay
El vacío empaña,
indolente,
nuestras horas;
es el vaho de algún dios
sobre el brillante cielo.
Más denso
cuando el sol se aquieta
y la noche
nace frágil
en sus dedos.
Inesperada,
reclama nuestros sueños,
el tropezar de los pies
contra el hastío.
No aparece la luna;
la presiento
colgando indiferente
en las pupilas.
No es de luz
ese cuenco,
ya no sacia
la sed de nuestros ojos.
Es un péndulo
que oscila,
vacilante,
entre el dolor
y los miedos.
¡Libertad... para pensar!
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