Teresa Sevillano (1944)
- Los Sentidos Hablantes
- Itinerario del Asombro
- Secuelas de Hechizo
- La Voz Oculta
- Ruta de Arquíes
- Cumbre de Levitaciones
- Urna de Silencio
- Estribaciones de lo Oculto
- De Tantas y Tantas... Testigo el Mar
- Poemas de la Perversidad
- Cánticos de la Sombra
Texto en Prosa:
Al Compás de un Trote de Caballos
Otros Títulos Publicados:
- Presagios Crepusculares (2022)
- Voces de Media Noche (2021)
- Desvelados (2019)
- Aleteo de Sombras (2019)
- Reclamaciones de la Memoria (2017)
- Comentarios Breves sobre Cosas Diversas (Ensayos Breves, 2016)
- Versos de Entretiempo (2015)
- Ojos de Luna Nueva 1 (2014)
- Ojos de Luna Nueva (2014)
- La Sombra del Ausente (2013)
- Historietas para Conciliar el Sueño (Relatos, 2012)
- Sortilegios de la Noche (2010)
“Me acostumbré a las sombras, al ardoroso sol,
a las heladas noches, a la desolación.
Los pocos pasos que siento sobre mí, quizá sean
los fantasmas de los muertos de ayer, o de los que
morirán mañana.
Soy ciego, sordo, pero lo oigo todo: ese latir de la tierra
en lo profundo, la súplica del tiempo por el agua;
y las nubes se agolpan en tormenta seca; no cae una gota.
Pero mis pocos huéspedes aguantan: tostadas están sus bocas
y ásperas sus gargantas; después de largos días con sus noches
un cielo cruel se suelta en lluvia, sobre mis incólumes arenas,
que se levantan en gruesa capa remojada. El agua hace cauce:
beben los cérvidos y otras criaturas que agonizaban de sed.
Y yo sigo ahí, no bebo, no como, mi extensión parece inagotable.
El silencio es absoluto. El sol reverbera y es como si fuera un ojo de Dios
en lo alto fugado de mi entraña, pero que vuelve a ella en mi noche ciega”.
El esqueleto, en proceso de fosilización,
será mañana una piedra esqueleto
que superó a la pútedra carne.
Podré tocarlo sin asco y sin miedo, no es
un espectro, es una pieza de museo:
un esqueleto sin boca para comer,
sin estómago para digerir, sin sexo para procrear,
sin cerebro para pensar.
Liberado de la pesadez de la carne esbozará de noche,
cuando todos se hayan ido, una sonrisa, de piedra también.
El último visitante del museo en salir exclamó para sí:
“Este debe ser el esqueleto de Clodomiro, él quería ser así”.
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