Ana María Gazzolo Villata (1951)

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Ana María Gazzolo, escritora peruana


Biografía

Ana María Gazzolo (Lima, 1951) es una destacada figura en el ámbito literario peruano. Realizó sus estudios de letras y literatura en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, la Universidad Católica y en la Universidad de los Estudios de Florencia. Actualmente, ejerce como profesora en la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), donde ha dejado una huella significativa en la formación de nuevos talentos literarios.

Además de su labor como docente, Gazzolo se ha destacado como autora y crítica literaria. Ha escrito numerosos trabajos críticos centrados en la poesía peruana, con un enfoque particular en figuras como César Vallejo, Javier Sologuren, Raúl Deustua y Blanca Varela. Su profundo conocimiento y análisis de la poesía de estos autores han contribuido en gran medida al estudio y la comprensión de la literatura peruana contemporánea.

Como editora, ha realizado importantes contribuciones, entre las que se destaca la obra poética completa de Raúl Deustua, titulada "Sueño de ciegos. Obra reunida, Raúl Deustua", publicada en 2015 por Lápix Editores y la Biblioteca Abraham Valdelomar. También ha editado la monografía "En la punta de los dedos. Aproximación al proceso creativo de Blanca Varela", publicada por la PUCP en 2021.

En su faceta como poeta, Ana María Gazzolo ha dejado una huella indeleble con una serie de obras poéticas que destacan por su profundidad y su lirismo característico. Algunas de sus obras más reconocidas incluyen:
  1. "Hojas", publicada en Lima por Paracaidas Editores en 2023.
  2. "Cuaderno de ultramar", publicada en Lima por la PUCP en 2004.
  3. "Arte de la noche", publicada en Lima por Ed. Colmillo Blanco en 1997.
  4. "Cabo de las tormentas", publicada en Lima por Campodónico Editores en 1995.
  5. "Contra tiempo y distancia", publicada en Lima por Ausonia Ed. en 1978.

Estas obras reflejan la sensibilidad y la maestría poética de Ana María Gazzolo, consolidándola como una voz indispensable en la poesía contemporánea peruana.


Plenitud del cuerpo
 
Si este cuerpo no precisara
más que tediosos cuidados
atender nerviosamente a sus latidos cotidianos
a sus despóticas prisas y a su mando
o escrutar su buena marcha
como un perfecto esclavo
lo dejaría extinguirse enmohecerse y oxidarse
y me apartaría impasible
a contemplar su decadencia

Si por dejarlo vivir y darle descanso
no acumulara cuentas que pagar
y tiempo desperdiciado
ni lo sacudiera algún temblor premonitorio
o el roce de tanto incendio
no me revolvería contra su pobre estado
increpando y maldiciendo

Si solo en él se abreviasen
la forma más lúcida del placer
y la prisión de la ternura
si pudiera agotarlo de silencio
y el cansancio fuera un durazno abriéndose despacio
sería magnífico ostentarlo
como una generosa dádiva
hacer hogueras de inmenso para iluminarlo
y dejarlo andar por los años
ebrio de universo.

La lagartija
.
Vive en los rincones sombríos, en los intersticios, en el revés oculto de las escaleras. Sale cuando la noche se anuncia oscura y la repentina luz de una lámpara la paraliza. Observo, entonces, el perfecto dibujo de sus manos, las mínimas ondulaciones de la arena en su piel. Podría ser el recuerdo del desierto infiltrándose entre la madera y el ladrillo; podría —extraviada— haber olvidado su origen.
En la casa es la memoria de quien la descubrió una noche, asombrado, mientras daba sus últimos pasos. Y cuan- do rara vez aparece se posan nuevamente en ella aquellos ojos que ya no me miran.
Trato de no espantarla. Sé que ella y él aún viven en el revés de las cosas.

El tiempo queda en mí

El tiempo queda en mí
y en su caudal
y su razón

Impulsada a jugar con su orden
dispongo
los recuerdos
como rayos inmóviles 
Ante el tiempo soy
montaña que crece
resistente

(de Contra tiempo y distancia)


Vía Bolognese
 
Calle empinándose
por donde baja en viento
que hace difícil la cuesta

Calle despertando
Se abren las puertas
y escobas inquietas barren las veredas

Rumor que se levanta y la revive
Buenos días
de vecinos mirándome de reojo

El aroma del pan recién horneado
acompaña mi ascenso cada mañana

(de Cabo de las tormentas, 1990)


Tríptico florentino

I

Húmeda la habitación
helada como el miedo y sin las necesarias puertas
Cuarto de hotel perdido
en una ciudad a la que doy la espalda

Padre madre hermano dónde
en que rincón de otro país lleno de infancia
ignoran el acero de esta hora

Llueve en Florencia y en el cerco de mis manos
caen mis pasos por las calles suburbanas 
Aquí no hay quattrocento ni río
ni Dante encuentra a Beatrice en esta esquina
Solo acequias y soledad se entrecruzan

II

El esqueleto de un árbol
señala la herida del invierno
He dejado el claustro recostado en la colina
con su paz artificial y corredores lustrosos
Busco la memoria de esta ciudad
desvanecida tras la niebla Via Ricasoli regada de excrementos
y ni siquiera un ladrido
perfora los altos muros
La tarde baja hacia el Duomo
con esmerado sigilo

III

Las palomas desatan sus alas de tormenta
me esquivan con menuda prisa 
Traspaso la puerta del Paraíso
en recogido desafío
Sólo aquí el tiempo detenido
en la castaña quietud de los callejones 
Y en los cafés las voces encerradas

 
Nada más que esta perfecta esfera
No hay recuerdo que agobieni mañana que amenace
Su recinto me resguarda del transcurso 
Asomada al Arno inmóvil veo el perfil de piedra volcado
en el fango de las aguas

(de Cabo de las tormentas, 1990) 


 ¡Libertad... para pensar!

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