María Josefa García Granados (1796-1848)

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María Josefa García Granados, escritora guatemalteca
 

Más información sobre la autora

María Josefa García Granados, conocida por sus amigos como Pepita, fue una destacada literata y poeta guatemalteca de origen español, cuya vida y obra marcaron una influencia significativa en la independencia intelectual de Guatemala.

Nacida el 10 de julio de 1796 en Puerto de Santa María, Cádiz, España, María Josefa llegó a tierras guatemaltecas alrededor de 1810-1811. Casada con Ramón Saborio, de la Villa de Nicaragua, fue madre de seis hijos y se destacó por su fuerte carácter y autoridad. A pesar de las limitaciones impuestas a las mujeres de su época, María Josefa desafió las normas sociales y se convirtió en una figura respetada en los círculos literarios y políticos de Guatemala.

Participando en las tertulias organizadas por el canónigo José María Castilla, María Josefa cultivó amistades con algunas de las figuras más influyentes de su tiempo, como Pedro Molina, José Cecilio del Valle, Mariano Gálvez, José Milla y Rafael Carrera. Se destacó como maestra de canto y guitarra de José Batres Montúfar, uno de sus amigos más cercanos.

Con el seudónimo "Juan de las Viñas" para evitar ser reconocida como mujer, María Josefa publicó el Boletín del Cólera Morbus durante muchos años, entreteniendo a la población con sus boletines satíricos mientras Guatemala enfrentaba la epidemia de cólera.

En su obra poética, María Josefa abordó temas críticos y satíricos, desafiando las normas de su época y contribuyendo a la incipiente poesía feminista en Guatemala. Destacan obras como "Cien veces una" y poemas como "A la ceiba de Amatitlán", "La Resolución", "Despedida", entre otros.

Su estilo audaz y su crítica social con humor e ingenio la convirtieron en una figura polémica, admirada por algunos y criticada por otros. Su amistad con José Batres Montúfar dio lugar a la creación del poema "El Sermón", que combinaba un lenguaje teológico con un contenido erótico, desafiando aún más las convenciones literarias y sociales de la época.

El legado de María Josefa García Granados representa las características del Romanticismo, con una poesía lírica e intimista, un espíritu de rebeldía ante las normas establecidas y una búsqueda constante de libertad e independencia intelectual. Su valiosa contribución a la literatura guatemalteca la posiciona como una de las figuras más importantes del siglo XIX en la región.

Obras
  1. Himno de la luna, poema, 1830.
  2. A la esperanza.
  3. A la ceiba de Amatitlán, 1837.
  4. La resolución
  5. Una hermosa joven abeja.
  6. Plegaria.
  7. Despedida.
  8. Descripción de la erupción del Cosigüina.

Poemas

A una hermosa joven

Desgraciadamente enlazada con un
achacoso viejo.

Soneto

¿Por qué abriste tu cáliz, tierna rosa,
A escarabajo sucio y despreciable,
Que con su fetidez insoportable,
Disipó tu fragancia deliciosa?
¿Qué furia emponzoñada y envidiosa
De tu belleza y néctar agradable,
Te arrebató cruel el inefable
Placer que te brindó la Cipria diosa?
¡Ay! ya nunca tu cáliz lastimado
Fecundará el rocío de la aurora
Ni el aliento del céfiro agraciado:
Tu destino fatal Natura llora;
Pues la flor más brillante se marchita,
Cuando el insecto vil su seno habita.


A un amigo

Contestando una queja, por haber
dedicado a Saavedra la Oda a la Luna.

Sin justicia me motejas
De extravagante y ociosa,
Porque a Diana deliciosa
Dirijo mis tristes quejas.

Si al astro de las mujeres
 Tú no quieres,
Yo debo estar persuadida
Que de ti no soy querida,
Aunque otra cosa dijeres.

Queja de un mal que atormenta,
A todo el mundo importuna:
Si no hallo alivio en la Luna,
Al menos no se impacienta.

Pero aún es mucho mayor
 Tu rigor,
Criticándome severo
El homenaje sincero
Que ofrezco a su amable autor.

Si de mí Saavedra obtiene
Señalada distinción,
¿A mi justa admiración
Cuántos títulos no tiene?

Sabio, sensible y honrado
 Expatriado
Por amar la independencia,
¿Podrá, mi obsequio, en conciencia,
Un libre haber criticado?

Tu amistad quiere, exigente,
Que a ti me dirija ¡oh Fabio!
Mas nunca expresa mi labio
Afectos que el alma siente.

Ya que el pecho me has curado,
 Penetrado
Habrás mi modo de amar,
Y satisfecho has de estar
De mi afecto, aunque callado.


A la esperanza

¡Salve risueña Esperanza,
De quien la magia divina
A la dicha presta un ala,
Y al dolor quita una espina!

Quien en tu seno reposa
Se adormece en la ilusión:
Si el placer es una rosa,
La esperanza es el botón.

Tu áncora, el frágil barquillo
Sostiene del navegante
Que batido por los vientos
A ti sola halla constante.

Tú sigues en el horrible
Calabozo al desgraciado:
Si el averno es tan temible,
Es porque allí no has entrado.

Fueran ásperas las sendas,
Aun del templo de la gloria,
Si tus manos no ofrecieran
Las palmas de la victoria.

Tú confundes en las sombras
Temor, pesar y recelo;

Y al porvenir más oscuro
Le arrojas tu hermoso velo.

Tú, en fin, al ser que abrumado
Se ve por la injusta suerte,
Mostrándole el Elíseo
Le haces un bien de la muerte.


Sermón,

que el cardenal Medés,
predicó en Roma el día de la
Ensartación de Nuestra Señora de Lorreto.

Pater meus Licet, decore tico
Et ese multer introduxit in simium.
Mi padre Eliseo me enseñó a jugar al tico,
y me dijo que a las mujeres se lo metieras
 en el mico.
(San Lucas, Cap. 11 y 8)

“O joder o morir, ¡oh almo coño!
que un bello, tierno y virginal retoño,
vale más que la vida y que la gloria
que solo sirven de adornar la historia”.
Así dijo un filósofo pagano,

Octavio Augusto, emperador romano;
¡Oh vosotros, muchachos negligentes
que servís de ludibrio a los vivientes
pasando el tiempo en ocio tan profundo,
cual si no hubieran coños en el mundo!

Vosotros que en el seno de la nada
pasáis la juventud desperdiciada,
despreciando los dones del Eterno
y que ganáis sin mérito el infierno...

Vosotros, que tal vez cuando natura
os despierta la sangre y que os apura
a buscar en la carne algún deleite,
untáis la mano de asqueroso aceite,
y así vuestra lujuria se amortaja
en una triste y desabrida paja.
Y tú, sexo embustero y desaseado,

¿en qué empleas la flor que Dios te ha dado?
Vírgenes tontas, con vosotras hablo,
no sois ni para Dios ni para el Diablo.

Ahora, que inflamado de elocuencia
al predicar la fornicaria ciencia
más que Bossuet y Fenelón me siento,
hembras y machos, escuchad mi acento.

Mas para oír con fruto mis razones,
cada varón empuñe sus cojones
y las hembras su coño y sus dos tetas
que jalan más que doce mil carretas.

Y en esta posesión, devotamente
invoquen a San Priapo omnipotente
y a Santa Magdalena la judía,
diciendo con la boca: Ave María;
Pater meus Licet, etc.

Dice San Agustín (tomo segundo
De civitate Dei) que en este mundo
todos quieren joder hembras y machos
jóvenes, viejos, niños y muchachos.

Sin que a nadie le falte este deseo,
aunque vista sotana o solideo,
un carajo gentil, robusto y sano,
todas las mañanitas muy temprano
al levantarse el sol, bajo la manta
las ropas a su vez también levanta
con arte tal y tan graciosa maña,
que pabellón parece de campaña.

Échale mano presuroso el dueño
y pone en dominarle grave empeño:
entre una y otra pierna le sujeta,
y con un movimiento de puñeta
hace por engañar a aquel priapismo
que es quererse engañar uno a sí mismo.

En la alcoba inmediata alguna niña,
sin aprensión a que su madre riña,
pretendiendo buscarse chinche o pulga,
pechos, piernas y todo se lo espulga.

Y llegando a espulgarse el rubio moño,
suave tupé de su virgíneo coño,
en el himen tropieza plano dedo
y le da un pellizquito y se está quedo.

Decidme fieles: ¿No es gran desatino
que estando el uno al otro tan vecino
que apenas los separa un débil muro,
esté este tan ardiente, aquel tan duro,
y cada cual se quede con su antojo
que solo imaginarlo causa enojo?

Para evitar los males de que os hablo,
escuchad las palabras de San Pablo:
Mortales; fornicad, joded sin pena
que la salud sin esto nunca es buena:
joded por la mañana y por la tarde,
y de solo joder haced alarde:

Refornicar y nade el mundo en leche
y apueste cada cual a quien más eche
vainas o lodo, y si en joder se irrita,
después de fornicar, joda y repita.

Y siga la batalla enfurecida
a fin de que no quede coño en vida,
y llueva leche, nabos y cojones,
tetas, coños, piernas y riñones
y vuelva a comenzar la batahola,
hasta que diga Dios: “ruede la bola”.

Joda el Sol a la Luna, a todas horas
joda también el céfiro a la aurora:
joda el mar a la Tierra y las estrellas
no cesen de joderse todas ellas.

Joda el hombre robusto y el enfermo,
pues según San Benito de Palermo
es el mejor remedio para el flato;
joder y más joder a cada rato
lo cual confirma la opinión Angulo
en sus disertaciones sobre el culo.
Yo compadezco al escultor bisoño
que usando del escoplo y no del coño,

después de trabajar por más de un año,
llegar a formar un figurón extraño:
Un hombre de madera, imagen muerta
que las más veces sale coja o tuerta,
pudiendo sin fatiga ni trabajo
tan solo con la punta del carajo,
fabricar una estatua más pulida
llena de sentimientos y de vida.

Al pintor compadezco y al poeta
que sin soltarse un día la bragueta,
el uno pinta a Venus en pelota
y el otro del amor canta la dicha
sin disfrutarlo con su propia picha.

También da grima el fraile majadero,
que sin hallar por caso algún trasero
de joven monaguillo o de novicio,
que le quiera prestar el tal servicio
empuña airado el nabo soberano
y desata las cabras con la mano.

¡Cuánto desprecio al Grande Federico
y cuán justo llamarle fuera el Chico,
pues que causando muertes a millares
de potentes y fuertes militares,
no fue capaz de darle a nadie vida!
¡Oh triste suerte! ¡Oh juventud perdida!

Opinan San Ambrosio y San Bernardo
con relación a Eloísa y Abelardo,
que su amor vela y su bandera amaina
cuando no va seguida de una vaina
que premie sus trabajos y sus penas,
y haga más llevaderas sus cadenas.

Y que si Eloísa le escribió a su amante
tantas cartas de amor, como es constante,
era por la esperanza que tenía
de que le echara alguna vaina fría
con el triste virote a medio palo,
que el echar una vaina nunca es malo.

Desde que el mundo es mundo, aunque se eche
a ciencia cierta de que falta leche
preñado de dulcísimas razones,
después que le cortaron los cojones.

Abelardo no pudo darle gusto,
confieso la verdad: fue tal el susto
que le causó la operación tirana
al destrozarla la esencial membrana,
que por toda su vida quedó lelo:
y hasta su sombra le erizaba el pelo
que daba compasión: mas no me quejo
porque, el tal Abelardo era un pendejo.

Ahora pues, platónicos zoquetes
que tenéis tan hinchados los cachetes
después de trasnochar tras una reja,
a riesgo de que caiga alguna teja
y os aplaste los sesos derretidos
¿De qué sirven suspiros y gemidos?

¿No os mueve a compasión esa doncella
tan rolliza, tan joven y tan bella,
que tropezando viene a la ventana
donde pasa la noche y la mañana?

¿Por qué no le premiáis sus afanes
haciéndola salir a los zaguanes
donde cómodamente se le enseña
cuál es de amor la verdadera seña?

¡Oh mortales ingratos! ¡Me estremezco
y este siglo de luces compadezco
de la inacción que reina por doquiera!
¿Cómo podéis vivir de tal manera?

¡Señor! a ti dirijo mis plegarias
que, aunque espantosas, son tan necesarias
a fin de corregir a los mortales
que por desgracia son tan animales.
Permite que de lo alto de tu cielo
un diluvio les sirva de consuelo
no de agua, ni de fuego, pues repito:
lluvia tan baladí les diera un pito;

sino de leche, incordios, purgaciones,
úlceras, crestas, cangros, sabañones,
sarna, chancros, viruelas, bubas, granos
y postemas, ladillas y gusanos;

Y sobre todo, Padre un monstruo envía
en tanto acopia que oscurezca el día.
Mas no Señor, piedad, piedad Dios mío...
que ya veo correr de leche un río.

Con carajos y coños juntamente:
¡tened piedad de la afligida gente
que ha escuchado devota mis palabras,
tened piedad que se me van las cabras!

Y entre tanto que el mundo se corrige
y que el carajo al coño se dirige,
sobre las aras de tu santo templo
les voy a predicar con el ejemplo.

Dixit Condenes Medés


Contestación

a los versos con que insultan al patriotismo
 de los antigüeños los señores
Diéguez y Farfán. —Se escribe con los
mismos consonantes.

¿Dónde Diéguez están los patriotas,
De esa antigua ciudad arruinada?
¿Dónde fue la sonora voz dada
Que otro tiempo al tirano arredró?
¿Si será el que con lengua abusiva
Se imagina que le ha confiado
La nación un derecho sagrado
Que en sus manos hollado se vio?

Esa espada que sueñas desnuda
Que tu miedo afilaba y blandía,
Es tu lengua que con osadía
Sacrifica a la rima un cañón.
¡Salve! ¡Salve!, tribuno valiente
De unos y otros, pastel soportado
De palabra, eres bien denodado,
¡Bruto indígena! imita a Catón.

Ya es muy viejo el refrán del tal grito
Que donde hay ambiciosos resuena
Y a los quietos patriotas atruena
Anunciando el terrible huracán
Los destinos; he aquí tus derechos;
Diputado te sueñas ya ufanos
Los que siervos llamaste y tiranos
Con desprecio tus planes verán.

Ve a esconderte entre viejos escombros
A esperar que el pendón se levante
Del servil; y en tu idioma flagrante
Has la guerra a supuesta opresión;
Cubra el polvo tu frente orgullosa
Si elevarte quieres al cielo,
Y no pisen jamás nuestro suelo
Los agentes de antigua opresión.

Coro

¿No habéis visto unos versos indignos
De un zoquete moderno arrogante?
Yo contesto a sus tiros malignos,
Pues no hay quién sus tonteras aguante.

Al mirar el servil, que ha pasado
De elecciones la lucha horrosa,
Se imagina (¡esperanza graciosa!)
La cabeza volver a asomar.

Brinca y trota de gozo animado
Entregado a delirios amenos:
Sueña ya sus bolsillos bien llenos,
Con destinos que va a cosechar.

Escuchad a la Patria, antigüeños,
Ella os dice gozosa y afable:
“Hijos míos, la paz tan amable
De los libres hoy premia el valor”.

“Yo veré con semblante risueño
A mis hijos, a los liberales
Que me libran de todos los males,
Pues no siento ningún opresor”.

Esto os dice la Patria ilustrada
Y nosotros, queridos vecinos,
De elecciones por ser más ladinos
Hoy nos vamos la palma a llevar.

Tu canción ha quedado esculpida
Más en mí que en el pueblo antigüeño;
Que me lleve el demonio mi dueño
Si tu numen se puede aguantar.


¡Libertad... para pensar

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